Vida alternativa
04/05/2020 (16:00 CET) Actualizado: 04/05/2020 (16:13 CET)

La trampa de la positividad

Cuando el objetivo de ser felices genera frustración y ansiedad, tenemos un serio problema. Porque a veces el excesivo deseo de positividad y felicidad nos puede convertir en infelices

04/05/2020 (16:00 CET) Actualizado: 04/05/2020 (16:13 CET)
La trampa de la positividad
La trampa de la positividad

Cuando el objetivo de ser felices genera frustración y ansiedad, tenemos un serio problema. Lo mismo sucede cuando esperamos soluciones inmediatas y mágicas, o transformaciones duraderas en positivo a través de un motivador taller de fin de semana. Eso es ser poco realistas y sacar un billete directo al desencanto al ignorar la complejidad de la vida. Y es que no resulta nada extraño que, al igual que el exceso de autoestima puede devenir en un dañino narcisismo, actitudes que consideramos buenas puedan dejar de serlo de no gestionarlas adecuadamente.

El Dr. Juan Carlos Siurana profundizó en ello en una monografía sobre el humor, y también lo apunta a AÑO/CERO al señalar que «la alegría, el optimismo y la positividad pueden hacer daño si no se gestionan correctamente. Imagina que tu bebé está gateando por una habitación donde hay varios cuchillos que han caído al suelo. Puedes ser optimista y positivo, y pensar que los esquivará, pero pensar así sería un error y puede producir luego mucha tristeza si finalmente el bebé resulta herido. Del mismo modo que yo defiendo el ‘humor ético’, también defiendo la ‘alegría ética’, el ‘optimismo ético’, la ‘positividad ética’. La alegría es valiosa éticamente si se alegra de lo justo. La positividad es ética cuando uno es positivo en el momento oportuno, del modo adecuado (…). Y a menudo, también es bueno pensar en todo lo que puede salir mal. Así es como podemos construir una sociedad mejor, donde la expansión de la felicidad pueda ser posible».

La continua exploración del interior entraña una excesiva preocupación por el «yo»

Por otro lado, la obsesión por la introspección también tiene sus riesgos. «La continua exploración del interior, la cual presumiblemente permite al individuo revelar ante sí mismo y ante los demás lo que uno en realidad es, cuáles son sus verdaderas capacidades y talentos, entraña, sin embargo, una excesiva preocupación por el ‘yo’, es decir, una forma hiperreflexiva de vivir que más que ­bienestar genera formas de sufrimiento ligadas a la monitorización constante de los propios estados psicológicos (…) La hiperreflexividad, que supone una forma de excesiva reducción de los problemas de la vida diaria a la interioridad de los individuos, estaría también en la base de una creciente y amplia variedad de trastornos psicológicos. (…) Cuando la reflexividad deja de servir al análisis, clarificación y resolución de un asunto o preocupación, puede convertirse en una rumia o preocupación neurótica» (La vida real en tiempos de la felicidad).

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