Civilizaciones perdidas
01/09/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

La insólita conexión entre Canarias y el Caribe

Si viajamos a Cuba o Venezuela, no es difícil encontrar numerosos canarios o descendientes de éstos, llegados hasta el Caribe en sucesivas emigraciones. Sin embargo, el contacto entre ambas culturas parecen haber comenzado mucho tiempo atrás, y no tendría su origen en el éxodo de ciudadanos de las islas afortunadas.

01/09/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
La insólita conexión entre Canarias y el Caribe
La insólita conexión entre Canarias y el Caribe
Al menos esa es la conclusión a la que ha llegado Pablo Novoa, un arqueólogo gallego autor del libro Los araguaco-taínos: una cultura precolombina en las Islas Canarias, en el que pretende demostrar los contactos existentes entre las culturas indígenas caribeñas (araguacos y taínos) y las canarias (guanches).

En 1972, mientras residía en Venezuela, Novoa realizó un viaje a Canarias. Durante una visita al Museo Gran Canaria, se sorprendió al ver allí varias hachas fabricadas en jadeíta –material que no existe en las islas–, muy similares a las encontradas en las Antillas. Aunque el propio museo aclaraba que, muy probablemente, su aparición era «accidental» y motivada por «inmigrantes canarios» que habían regresado con esas piezas, se impuso la curiosidad y Novoa decidió profundizar en el tema. Se inició así una investigación transatlántica que ha durado más de treinta años y cuyos resultados ha terminado plasmando en este libro.

Su sorprendente conclusión es que los indios taínos y araguacos caribeños llegaron entre los siglos VII y X a algunos lugares de La Gomera, Tenerife y Gran Canaria. Doscientas cincuenta fotografías y el análisis de más de seiscientos topónimos que se repiten en uno y otro lugar apoyan esta aseveración. Y, además, la existencia de más de cien palabras aborígenes con un significado muy parecido a las usadas hoy día por los canarios. Como, por ejemplo, araucao (que significa «pueblo» en ambas lenguas), o chácara, que alude a unas castañuelas.

Su teoría se apoya en diversas evidencias sobre la tecnología conocida por las culturas indígenas centroamericanas. La cultura taína, según las crónicas del propio Cristobal Colón, contaba con barcos a vela, lo que habría posibilitado que viajaran por el Océano Atlántico. Según Novoa, esto «significa que, efectivamente, pudieron haber cubierto los 5.000 kilómetros que los separaban de Canarias». Según su teoría, los indios caribes llegaron primero a La Gomera, concretamente a la zona de Valle Gran Rey y desde allí, atraídos por la inmensidad del Teide, se desplazaron a Tenerife.

El popular lenguaje silbado (conocido como silbo) propio de la isla de la Gomera y que hasta ahora se creía único de las islas Canarias, también fue encontrado por Novoa en un lugar de Centroamérica: «Todavía se practica en algunas zonas de la Sierra Madre Oriental mexicana, destacando su práctica en el pueblo oaxaqueño de Huautla, así como en otros lugares, aunque hoy está prácticamente en desuso, pero se sabe que en el año 1950 todavía era bastante normal. Además, en 1947 un misionero protestante dio a conocer a la Sociedad Lingüística de América la existencia de un lenguaje silbado, ya que había sido testigo de una transacción mediante esta forma de comunicación».

Las similitudes antropológicas, según Novoa, se completan con el uso chamánico de la maraca, usual en ambas culturas y en la danza. Para Novoa, otras costumbres tenidas por hispánicas, tienen también un origen anterior. «La danza de las cintas tampoco vino de España, sino que es un baile relacionado con el culto a la fertilidad, donde el palo está simbolizando el órgano masculino y las cintas el arco iris». La técnica de momificación, sin extraer las vísceras, es también algo común en ambas culturas.

¿Cómo pudo producirse esa «colonización» a la inversa, del Caribe a las Canarias?
Los viajes interoceánicos fueron un hecho en el pasado y es probable que los pueblos se movieran a ambos márgenes del Atlántico, pues no solamente los habitantes del «Viejo Mundo» estaban capacitados para realizar grandes trayectos; los aborígenes americanos eran grandes navegantes. Por el Pacífico se realizaban viajes de gran envergadura, como los que hacían los antiguos pueblos del Perú hasta las islas Galápagos, e incluso se sabe que navegaron hasta algunas islas del continente australiano. Ellos construían grandes embarcaciones y conocían el uso de la vela, que fabricaban de algodón o fibras vegetales. En los viajes que hacían hasta el istmo de Panamá transmitieron la idea y el uso de la vela a los pueblos caribeños. De esto dan fe los primeros cronistas del «Descubrimiento». cuando alababan las grandes embarcaciones de los indígenas caribeños. En especial, los de las Antillas Mayores, donde Colón y sus acompañantes identificaron canoas de hasta 150 remeros y de casi treinta metros de envergadura, lo que prueba que estos grupos de aborígenes estaban preparados para realizar viajes a grandes distancias. Antes de su epopeya americana, Colón viajó varias veces a las islas Azores y a La Gomera, donde recogió noticias de los vecinos de dichas islas sobre la llegada a sus costas, procedente del oeste, de embarcaciones cuyas características coinciden con las de los aborígenes caribeños. Le hablaron incluso de la llegada de una canoa con dos tripulantes muertos, cuyos rasgos físicos coinciden con las de los grupos americanos del Caribe.

¿Qué otras evidencias has encontrado de la presencia de estos indígenas del Caribe en las islas Canarias?
Basándome en los estudios de eminentes investigadores como el francés René Vernau, Von Luscha y otros, se ha podido determinar entre los restos de aborígenes canarios diferencias étnicas importantes. Así se ha llegado a la conclusión de que a las islas llegaron, por lo menos, cuatro grupos distintos de individuos, en lo que respecta a las características físicas de los mismos. Uno de estos grupos, que cuenta con una mayor cantidad de restos óseos o momias, son los braquicéfalos de la isla de La Gomera, que se encuentran en menor número en las islas de Tenerife y Gran Canaria y son prácticamente inexistentes en las islas de Hierro, Fuerteventura y Lanzarote. Curiosamente, estas últimas son las más cercanas al continente africano, lo que prueba que no procedían de allí. Sin embargo esos individuos de cabeza redondeada, baja estatura, piernas arqueadas y rasgos orientales, no podían sino proceder del continente americano, coincidiendo estas características físicas con las mismas que poseían los araguaco-taínos de la cuenca caribeña. Probablemente esta sea la causa de que algunos canarios actuales, descendientes de los antiguos aborígenes de las islas, tengan unos rasgos físicos tan similares a los de los descendientes actuales de los araguaco-taínos americanos.

Es curiosa la cita que hace Colón en su diario, comentando la constitución física de los grupos indígenas que se encontró en la isla de San Salvador o Guanahaní (topónimo que también existe en canarias): «…eran de estatura mediana, bien formados, de buenas carnes y de color aceitunado, como los canarios».

¿Encaja de alguna forma la Atlántida en esta teoría?
De ninguna manera, pues si realmente existió el mítico continente, éste se situaría varios miles de años atrás, lo que no coincide con la llegada de los pueblos araguaco-taínos, que según mi teoría habrían llegado a Canarias en los primeros siglos de nuestra era. Eso no descarta que, en una antigüedad remota (si en verdad existió la Atlántida), esta civilización estuviera relacionada con el norte del continente americano y que de una forma u otra los continentes europeo, africano y americano estuvieran unidos y habitados por un mismo pueblo, pues ciertos restos arqueológicos así lo atestiguan. Lamentablemente en la actualidad no estamos capacitados para determinar si la Atlántida fue una realidad o una leyenda.

¿Se conoce su teoría en Venezuela?
Creo que esta publicación va a ser una sorpresa entre los investigadores de países caribeños, pues a pesar de haber conversado con algunos arqueólogos antillanos, son bastante reticentes a aceptar ni teoría. Espero que cuando lean y analicen el contenido de mi trabajo se abran nuevas puertas para la investigación del pasado de la región y se pueda determinar si las pruebas que aporto son determinantes a la hora de probar mi teoría.

¿Cuál ha sido la reacción entre los investigadores canarios?
No ha habido excesiva sorpresa, pues hace unos cincuenta años algún investigador había planteado –en relación a la toponimia–, la posibilidad de que viajeros procedentes del continente americano hubieran llegado a las islas Canarias, pero eran teorías insuficientemente respaldadas con estudios serios. También se planteaban otras hipótesis: que viajeros canarios hubieran alcanzado América en época precolombina y dejaran la huella de su paso en algunos objetos arqueológicos como las pintaderas, figuras femeninas con las piernas abiertas y vasijas de doble vertedero. Esta teoría es insostenible, pues dichos objetos tienen más antigüedad en América que otros de carácter similar descubiertos en las islas Canarias y que en realidad apoyan la teoría a la inversa, es decir, la que yo defiendo. Además, los antepasados canarios tenían escasos conocimientos de navegación.

Curiosamente, hace unos dos años, a punto de terminar mi trabajo, le di a conocer mi teoría a un conocido arqueólogo canario; después de hojearla me dijo que era un magnífico trabajo de investigación pero que ellos no podían aceptarlo. También me dijo que también sería muy difícil desarmar el puzzle que había armado sobre el pasado canario, pues estaba muy bien documentado en la parte arqueológica y antropológica. Espero que el resultado de mis estudios sea un granito de arena más en el estudio del pasado canario y sirva para que los arqueólogos más aperturistas de las islas, abran una nueva puerta para el estudio de la historia prehispánica de la región.
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