ALTO SECRETO: LA BOMBA ATÓMICA ESPAÑOLA

Según cita Menéndez Navarro, profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada, a principios de los años 50 la importación desde el Reino Unido de los primeros radioisótopos ya fue acompañada del recelo en las aduanas internacionales. «A pesar de su aislamiento internacional y del grave deterioro de su sistema de investigación, el régimen franquista abrazó tempranamente la posibilidad de incorporar la energía nuclear como solución a sus problemas energéticos», señala el docente, para quien se trató de una iniciativa sólo posible «a partir de la firma, en 1953, de los acuerdos de cooperación que se establecieron con Estados Unidos». Pactos sellados el 26 de septiembre de ese mismo año en Madrid entre Eisenhower y Franco, mediante los cuales se cedió el uso del territorio español para cuatro bases (Zaragoza, Torrejón, Morón y Rota), a cambio de apoyo económico y reconocimiento internacional. Se trató de una compra mutua de intereses que podía estallar en la cara de cualquiera de los dos «aliados», pero al tiempo muy necesaria para ambos.

Poco después, el régimen franquista puso en marcha su sistema de propaganda a través del NO-DO, con el objetivo de presentar a la sociedad los beneficios de la energía nuclear para el desarrollo del país y el beneficio en los tratamientos contra el cáncer. En realidad, tras la «bondadosa» esperanza manifestada por Franco, yacía una de sus obsesiones: el desarrollo en España de la energía nuclear y, si fuera posible, la construcción de la bomba atómica.

El primer paso para caminar en la dirección señalada –sin olvidar la faceta civil, que tampoco la voy a negar– se dio el 22 de octubre de 1951, cuando se creó la Junta de Energía Nuclear (JEN), al frente de la cual se situó el jefe del Estado Mayor, general Juan Vigón, que dedicó aquellos primeros años a dar forma al equipo de técnicos y especialistas, así como a planificar las primeras instalaciones.… (Continúa en AÑO/CERO 252).