Conspiraciones
19/09/2019 (11:00 CET) Actualizado: 19/09/2019 (11:00 CET)

La conspiración de la neuropolítica

La conspiración de la neuropolítica es parte de un plan que gobiernos y empresas han iniciado para tener un mapa completo del cerebro para controlar a la población. Si sabemos qué resortes apretar para que una persona compre un producto o vote a un candidato, desaparecerá el libre albedrío, la capacidad de elección.

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La conspiración de la neuropolítica
La conspiración de la neuropolítica

No es ficción. La Unión Europea ha destinado mil cien millones de euros para su programa Human Brain Project, en el que están implicados más de 150 laboratorios, cuyo objetivo es obtener todos los datos referentes al estudio del cerebro, el músculo más misterioso del ser humano. Este proyecto de neuropolítica, asegura el escritor Miguel Ruiz, «se ha separado en seis grandes módulos. Por ejemplo, existe una plataforma informática médica que integrará datos de todo el mundo, otra de simulación del cerebro, una más de computación neuromórfica para el desarrollo del hardware donde probar los datos cerebrales obtenidos y, finalmente, una de neurobótica que permitirá experimentar con robots virtuales controlados por réplicas cerebrales desarrolladas en el proyecto». El objetivo no es otro que crear un cerebro trasladable a un robot virtual con todas las «prestaciones» del cerebro humano. Como se habrán imaginado, los EE. UU. también han puesto en marcha su propio proyecto, que con el nombre de Brain Initiative posee una dotación multimillonaria.

¿Para qué tanta inversión?

En más de una ocasión hemos oído eso de que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro. Falso. Utilizamos el cien por cien; si un músculo no se utiliza se atrofia. Por tanto, otra cosa es que no sepamos en qué empleamos un porcentaje tan elevado como es el 90% restante. Pero usarlo, lo usamos. Por este motivo, si se logra desvelar cómo funciona, las posibilidades son infinitas. No sólo porque enfermedades terribles como el alzhéimer o el parkison se puedan curar –o controlar–, sino porque sus aplicaciones a la industria armamentística, o a la política como forma de ejercer el control total sobre la población, son reales. Asegura Ruiz que «prácticamente se podría hablar de hackear al ser humano. Manipular el cerebro es como tocar el código de un programa: puedes hacerlo todo». Es así como surge la neuropolítica. Porque al poder ya no le interesa convencer al votante; quiere manipularlo a su antojo. Al fin y al cabo la matriz de todas estas ciencias, la neurociencia, hace tiempo que se ha dado cuenta de que el ser humano no toma sus decisiones de manera racional sino llevado por las emociones; y las emociones son extraordinariamente manipulables. Por eso quienes están entre bambalinas asesorando a los políticos que acaban al frente de los gobiernos de medio mundo son conscientes de que finalmente no se hace con el poder aquel que más ofrece a su pueblos, sino, como asegura Miguel Ruiz, «el que más lo manipula (…). El reto de la neuropolítica es adaptar la política al funcionamiento del cerebro de los votantes».

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