Conspiraciones
01/11/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

El mundo de Orwell ¡…ya está aquí!

Usted decide. O pasa de página y busca el siguiente reportaje o se detiene en estas líneas. Pero si lo hace, aténgase a las consecuencias, porque descubrirá cómo el mundo imaginado por George Orwell en su obra 1984 ya está aquí. Un mundo en donde la verdadera libertad no existe, en el cual la mentira se ha adueñado de la realidad y en el que sus integrantes han asimilado que sólo son peones en manos de "los de arriba".

01/11/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
El mundo de Orwell ¡…ya está aquí!
El mundo de Orwell ¡…ya está aquí!
Sólo hay una fórmula de librarse de ese "Gran Hermano" que nos controla y vigila. Y esa fórmula se resume en una afirmación: ser conscientes. Precisamente, eso es lo que hace el protagonista de 1984 cuando empieza a descubrir que su mundo se erige sobre mentiras. Pongamos por caso una fecha: 10 de agosto de 2006. A primera hora de la mañana, la policía británica anunciaba que acababa de abortar uno de los planes terroristas más macabros de todos los tiempos. Al parecer, un grupo de islamistas suicidas iban a subir como pasajeros a entre 10 y 12 aviones, camuflando en botes de refresco las sustancias necesarias para la fabricación de explosivos líquidos. Ya en el avión prepararían las mezclas y las harían detonar en pleno vuelo. Si el plan hubiera llegado a su fin, hubieran muerto 3.000 personas…

El "Gran Hermano" te vigila… y engaña

"La policía británica ha abortado un segundo 11-S". Así se presentó al mundo. El ataque iba a ser inminente. Ocurriría ese mismo día. O el siguiente.Y pese a que se detuvieron a 23 integrantes de la red vinculada a Al-Qaeda que iba a cometer la masacre, las autoridades cerraron los aeropuertos durante horas. Posteriormente, las medidas de seguridad se incrementarían de forma notable: nadie podría llevar equipaje de mano, salvo utensilios de primera necesidad en bolsas transparentes. Además, quedaba prohibido subir al avión con cualquier tipo de líquido. Incluso los biberones de los bebés deberían ser revisados por los agentes.

Tras ese 10 de agosto, decenas de vuelos fueron suspendidos a causa de presuntas amenazas terroristas. En algunos casos, las situaciones resultaron patéticas. Por ejemplo, un vuelo que partía de Málaga hacia Londres se demoró varias horas debido a las actitudes sospechosas de dos pasajeros. Al parecer, no vestían como turistas normales, miraban mucho el reloj y parecían inquietos. Ante la situación, el comandante del vuelo decidió ejercer sus plenos poderes y "expulsó" a los dos sospechosos, que tuvieron que ser sometidos a una investigación. El pecado: que su comportamiento no era adecuado, situación en la cual no es aventurado afirmar que tuvo algo que ver el hecho de que fueran paquistaníes, o sea, musulmanes. En esos mismos días, varios vuelos más sufrieron situaciones similares. Por ejemplo, un avión que volaba desde el Reino Unido a Estados Unidos tuvo que ser interceptado por cazas debido al extraño comportamiento de una pasajera. Finalmente, todo fue cosa de un ataque de ansiedad en una mujer de origen… afgano, o sea, musulmán.

En el mundo que predijo Orwell en su novela 1984, el poder ejerce un control severo sobre todos los ciudadanos hasta el punto de que el pensamiento –siempre que se salga de una normalidad establecida como tal– puede ser un delito a combatir. En su obra, incluso existe un cuerpo policial que se encarga de velar porque nadie haga o piense "cosas distintas". Pues bien, a raíz del atentado abortado el 10 de agosto en Londres, las autoridades de Gran Betraña y Estados Unidos han decidido activar la "policía del comportamiento" de forma experimental en seis aeropuertos. Dicho cuerpo actúa según los criterios del método "spot" –Screening passangers by observation technique o "revisión de pasajeros con técnicas de observación"–. Aparentar nervios, apretar los labios, sudar o mostrar signos depresivos son los indicativos que encienden las alarmas de la policía del pensamiento. Quién actúa así, puede ser terrorista; a él se acercará un agente secreto que le formulará una serie de preguntas casuales. Si las respuestas no son satisfactorias, el sospechoso puede pasar a galeras. En el aeropuerto de Dulles en Washington, más de 1.000 personas han sido "retenidas" gracias a este método, pero de ellas, sólo cincuenta habían cometido algún tipo de irreguralidad, aunque en ningún caso relacionada con el terrorismo.

Con el paso de las semanas, la verdad se hizo hueco. Los presuntos terroristas no habían comprado billetes de avión, ni para esos días ni para ningún día. Es más, la mayoría no tenía ni pasaporte. Además, los estudios científicos demostraban que el presunto plan era imposible de cometer. Pero la verdad es que los grandes medios sólo destacaron este hecho –y ni siquiera lo hicieron todos– en letra pequeña. De hecho, sólo contra 8 de los 23 detenidos se presentaron cargos por "posesión de objetos que podían ser utilizados por personas que quisieran cometer atentados" y por "conspiración para la preparación de un atentado", acusaciones que sólo pueden sostenerse gracias a las nuevas legislaciones creadas a partir del 11-S. "El gobierno y los medios de difusión condenaron por adelantado a los acusados. Se sembró el pánico, el miedo y la histeria, que ya están presentes en aeropuertos, estaciones de tren…", escribe Jaime Petras, profesor de la Universidad de Nueva York, que explica así cuáles son las verdaderas motivaciones de estas falsas alarmas.

"Guerra es paz"

En 1984, Orwell presentó un gobierno que se fundamentaba en tres principios: "Guerra es paz", "libertad es esclavitud" e "ignorancia es fuerza". Ciertamente, esas tres aseveraciones son las que se utilizan para dominar el mundo a día de hoy: "El falseamiento de la realidad es la base: creer mentiras impuestas que nos harán fuertes", asegura Luis G. Prado. Y para apoyar esas mentiras y convertirlas en la verdad incuestionable hay que conseguir que seamos ignorantes: "Cuando más lo seamos, menos posibilidades de descubrir incoherencias", añade el estudioso en su exposición sobre Orwell en la Feria del Libro de Cádiz en 2003. Y así, una vez que las mentiras se hacen fuertes gracias al control de los grandes medios de información, se da forma a la existencia de enemigos que ponen en riesgo la integridad y la seguridad, lo que permitirá vivir en un estado de aparente paz que, en realidad, es un conflicto permanente contra esas fuerzas del mal cuya potencialidad y capacidad han sido exageradas gracias a las mentiras impuestas en una sociedad ignorante en la cual, quien deja de serlo, pasa a ser distinto, diferente, raro…
Y es que el disidente puede poner en riesgo el Sistema. Es ahí cuando entra la policía del pensamiento preconizada por Orwell. Y existe. De hecho, el pasado mes de agosto, el sargento del ejército norteamericano Donald Buswell era procesado por un tribunal militar tras escribir un mensaje de correo electrónico –interceptado gracias a las técnicas de espionaje de la vida privada– donde cuestionaba la versión oficial de los atentados del 11-S. Ni siquiera le sirvió de excusa el hecho de que hubiera sido condecorado como héroe de la guerra en Irak.

Un buen ejemplo de cómo se apaga la voz del disidente se vivió con los "fastos" del quinto aniversario del 11-S. Como era de esperar, todos los medios de comunicacón aprovecharon la coyuntura para llenar minutos de radio y televisión, o para ponerle tinta a las páginas. Curiosamente, ningún medio de comunicación de los llamados de masas se ha hecho eco de las denuncias del presidente de la principal asociación de víctimas, Bill Doyle, padre de un directivo de Merryl Lynch que murió el 11-S. Asegura Doyle que la versión oficial no se ajusta a la realidad y que los rascacielos cayeron a consecuencia de explosivos situados en los edificios. Del mismo modo, Walter Rodríguez, presidente de la "Asociación de Víctimas Hispanas del 11-S", señala lo mismo e incluso más: él mismo fue testigo de cómo estallaban artefactos antes de la caída de las torres. Pero las autoridades y los grandes medios sólo quieren a Doyle y Rodríguez para salir en las fotos y expresar su dolor; para que cuenten la verdad no sirven.

En el mundo dibujado por Orwell, los disidentes han cometido un "crimental" –de crimen y pensamiento– y tendrían que ser expulsados del Partido Interior, la fuerza política que gobierna Oceanía, uno de los tres grandes países que aparecen en 1984 y que están enfrentados en una guerra permanente con Eurasia y Asia Occidental. Pero hoy, los autores de "crimental" no sólo son ciudadanos honorables; también los hay periodistas e investigadores a los que hay que condenar si disienten de las normas establecidas. Un buen ejemplo de esta situación se vivió el 17 de agosto de 2006 en la cadena CBC, una de las más importantes emisoras de radio de Canadá. Todo sucedió tras la preparación de un especial del programa Current sobre el 11-S. Al espacio asistieron algunos destacados científicos que integran el Movimiento por la Verdad del 11-S. Pero cuando el programa se emitió, la opinión de los disidentes quedó reducida a la mínima expresión y se omitieron todos los datos científicos aportados por ellos, En cambio, se maginificó la presencia de Mark Fenster, de la Universidad de Florida, que explicó que la conspiración la defienden personajes falsarios. La tesis de Fenster, quien se carecteriza por sostener la existencia de un enemigo que quiere destruir Occidente, cobró peso, pues lógicamente se habían suprimido los argumentos de los "conspiranoicos", un término que mundialmente se ha utilizado para definir el "crimental" de quienes no comulgan con la verdad oficial.

"La ignorancia es la fuerza"

Una de las ideas que plasmó Orwell en su novela la resume él mismo de esta forma: "Las palabras pueden corromper el pensamiento y el pensamiento las palabras". Tras esta afirmación se esconde uno de los planteamientos más serios del genial autor. Y es que 1984 presenta un momento vital de Winston Smith, un miembro del partido gobernante que comienza a dudar. Y es que en el momento histórico en el cual se desarrolla la novela, Oceanía, su nación, está en guerra con Eurasia y aliada con Estasia: "El enemigo representaba el mal absoluto y de ello se derivaba que cualquier acuerdo con él, pasado o futuro, era absolutamente imposible", escribe Orwell a la hora de radiografiar aquel hipotético tiempo. Sin embargo, Smith averigua que tan sólo cuatro años antes, Oceania y Eurasia eran firmes aliados. Pero aquello ya no formaba parte de la historia: "Su memoria no estaba suficientemente controlada", explica Orwell en Smith.

Lo que viene a explicar el novelista es que el riesgo de las sociedades del futuro –y ese futuro, ¿ya está aquí?– es que se utilicen diversos mecanismos para que los ciudadanos olviden o ignoren aquellos episodios recientes o pasados que no conviene conocer. Evidentemente, no se queman libros ni se borran los pensamientos de los súbditos. Hay otros métodos: "La única manera de mantener esas creencias es compartiéndolas en el grupo, con lo que el grupo se convierte en fuente de creencia y de la presión, no sólo a seguir creyendo sino a hacerlo de forma correcta u ortodoxa", explica en alusión al pensamiento único José María Tortosa, de la Universidad de Alicante. Precisamente, en su libro La guerra de Irak: un enfoque orwelliano, el catedrático pone como ejemplo la creencia extendida en la sociedad norteamericana de que tras el 11-S también estaba Saddam Hussein. Dicha idea llegó a ser defendida hasta por el 90% de la población, lo que fue utilizado como autorización para la invasión de Irak. Luego se supo que no era verdad, pero cuando el trabajo ya estaba hecho: "En tiempos, el gobierno de EEUU recibía y visitaba a Saddam y sus ministros, y miraban a otro lado cuando se trataba de la represión de los kurdos o chiítas con armas de destrucción masiva, violaciones y demás comportamientos. Pero después, ambos fueron presentados como enemigos", escribe Tortosa, que también pone como ejemplo el apoyo que los talibanes o Bin Laden recibieron por parte de Occidente durante muchos años antes de ser declarados como enemigos. Y quienes a comienzos del siglo XXI recordaron esa realidad fueron considerados como disidentes y conspirativos.

Qué razón tenía Orwell: "Decir la verdad en tiempos de manipulación es un acto revolucionario".
Lo más leído

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Nos interesa tu opinión

Revista

nº404

Nº 404, mayo de 2024