Conspiraciones
24/04/2023 (08:00 CET) Actualizado: 24/04/2023 (08:55 CET)

Manifiesto contra la autoayuda

La autoayuda se ha convertido en un negocio multimillonario que únicamente sirve para legitimar el salvaje sistema capitalista que domina nuestras vidas.

24/04/2023 (08:00 CET) Actualizado: 24/04/2023 (08:55 CET)
El negocio del Mindfullness
El negocio del Mindfullness
Nº 380, Marzo de 2022
Este artículo pertenece al Nº 380, Marzo de 2022

Es cierto que el capitalismo existe desde hace cientos de años. En pocas palabras, es un sistema en el que los partidos privados se apropian (normalmente con violencia) de recursos públicos, como el terreno, las materias primas y la mano de obra, para obtener una ganancia. Lo nuevo es la interpretación neoliberal, según la cual el mercado es sagrado. El padre filosófico del neoliberalismo es el economista austríaco Friedrich Hayek. Durante los años 80 del siglo pasado, sacó un teorema que argumentaba que el ser humano en su esencia es un homo economicus; un ser racional y competitivo impulsado por el interés propio. En realidad, no se diferencia mucho de un animal. También para las personas la vida es la supervivencia del más fuerte y todos quieren ser el alfa. Lo único de la experiencia humana es la razón. A diferencia de cualquier animal, el ser humano puede planear y tramar para llegar a la estrategia óptima y conseguir que su interés propio se haga realidad.

LA PRISIÓN INVISIBLE

Según Hayek y los neoliberales que le siguieron, a este homo economicus donde mejor le iría ahora es en el mercado de la oferta y la demanda. Solo ahí podrá desarrollarse en plena libertad. Se verá impulsado por la competitividad, el deseo de ser el mejor y poseer más que el resto. Y, como consecuencia positiva, esta competitividad logrará que la sociedad en su conjunto obtenga los mejores productos y los más baratos. Por ello, lo que es bueno para el mercado, es bueno para el ser humano y es bueno para la sociedad. El mercado sabe dónde está la demanda, mejor de lo que lo sabría, por ejemplo, una autoridad central. Lo que no hace falta, no se vende (en teoría). El mercado es neutral, no se ve gobernado por las ideas irracionales de, por ejemplo, la Iglesia, el Estado o la familia, sino por cifras neutrales. Cifras neutrales de las que el ser humano puede deducir qué recompensa y qué no. La única verdad que necesitamos es la de los datos de beneficios y pérdidas.

Desde los años 80, cada vez más sociedades se modelaron a partir de estas ideas neoliberales. Privatizaron sectores que fueron tradicionalmente públicos, como los servicios sanitarios, la educación, el tráfico o la vivienda. Abrieron las fronteras para los bienes y el capital, y flexibilizaron el mercado laboral (a partir de entonces, los trabajadores se convertirían en gestores de su propio talento).

El mercado nos liberaría a todos, esa era la idea. Pero el resultado fue un nuevo tipo de prisión. Hace poco, la empresa StandardToilet anunció que había diseñado un inodoro nuevo que ahorraría mucho dinero. Según StandardToilet, los trabajadores en el Reino Unido pasan de media unos diez minutos al día en el baño, lo que le cuesta al país unos 4.000 millones de libras cada año. Pero este nuevo inodoro está un poco inclinado hacia delante en un ángulo de trece grados, por lo que te puedes sentar encima perfectamente pero no será ni fácil, ni cómodo. Según StandardToilet, esto hará que el tiempo que pasan los empleados en el baño disminuya en un 25 %, es decir, unos dos minutos y medio. Dos minutos y medio que ya no se perderán en mirar al vacío, pensar un poco o llorar en la miseria.

MEDITA, PRODUCE Y CALLA

Además, estos inodoros son buenos para la salud, según dijo un portavoz de StandardToilet al periódico británico The Daily Mail. Los trabajadores mejorarán su postura, entrenarán los músculos de las piernas y reducirán la posibilidad de tener almorranas y músculos pélvicos débiles. Así que este inodoro en realidad es una inversión en ti mismo; nada vende mejor hoy en día que enfatizar que algo es bueno para nosotros. Por eso debemos desearlo, por nuestro propio bien, porque seremos mejores y más fuertes. 

Pero seamos sinceros, los trabajadores que reciban un StandardToilet son los que más suerte tendrán. Cuando los empleados de Starbucks presentaron una solicitud de mejora de las condiciones laborales, la empresa anunció que, a partir de ese año, todo el mundo recibiría una suscripción gratuita a la aplicación de meditación Headspace. Así los empleados podrían gestionar mejor su estrés, sus miedos y su falta de sueño. Entiéndelo como una forma de autoayuda.

Starbucks no son los únicos, también empresas como Apple, LinkedIn o General Electric ofrecen Headspace como un beneficio laboral adicional. No es de extrañar, porque según el propio Headspace, se ha demostrado que las meditaciones que ofrecen hacen que los empleados sean más productivos y presten mayor atención. «Tres semanas de Headspace resulta en un 21% más de comportamiento compasivo, y reduce la agresividad y reactividad ante comentarios negativos en un 57 %», según la página web. Es decir, los empleados se muestran más dispuestos a hacer lo que se les pide.

Según un informe del Consejo Científico para la Política Gubernamental (WRR, por sus siglas en neerlandés) de los Países Bajos, en 2019 un 38% de los trabajadores del país indicaron que tenían que trabajar a menudo o siempre. Entre los altamente cualificados, un 31,1% experimenta muy poca autonomía; entre los menos cualificados llega hasta un 59,2 %. Según el WRR, «la baja autonomía y la alta exigencia del trabajo son una combinación tóxica para el estrés laboral y la deserción». Las personas se derrumban, literalmente. Lo mismo ocurre en el resto del mundo.

PÓRTATE BIEN

Lyft, el servicio de taxi estadounidense comparable a Uber, mostró en 2016 el extremo al que puede llevar esto cuando felicitó a una de sus empleadas. ¿El motivo del elogio? Pues que había aceptado otro viaje más estando de parto. Según Lyft, esta mujer encarnaba como nadie el emprendimiento positivo y la empresa animó a sus empleados para que compartiesen más historias inspiradoras como esta.

La desesperación se vende como fuerza, el sufrimiento como una lección inspiradora, la autodisciplina como el bien supremo, el mindfulness como el opio del pueblo. Esa es la consecuencia de la libertad que nos prometió el neoliberalismo. ¿Y la supuesta neutralidad del mercado? ¿La racionalidad por la que el bien surgiría por sí mismo? En diciembre de 2019, un coleccionista compró un plátano pegado con cinta adhesiva a una pared por 120 000 dólares. Cada vez queda más claro que el mercado existe para ofrecer lo que el loco quiera dar por él y, aun así, es ese mismo mercado el que decide cómo debemos estructurar nuestra salud y educación.

El periódico neerlandés De Correspondent publicó el año pasado un artículo de Johannes Visser y Kauthar Bouchallikht, titulado Quién eres determina tu éxito (pero ¿qué hace la educación con esto?). En él, nos muestran hasta dónde han llegado estos pensamientos capitalistas neoliberales. Describen cómo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) inició un proyecto experimental en 2017 para mejorar el rendimiento de habilidades socioemocionales a nivel mundial. Esto se debe a que algunos estudios han demostrado que para el éxito laboral no solo cuenta el coeficiente intelectual, sino también la personalidad. El optimismo, la persistencia y la resiliencia; todo cuenta.

Como parte del proyecto experimental, las escuelas ya no solo examinaron a sus alumnos por habilidades como las matemáticas o la lectura, sino también por aquellas del plano socioemocional. En un folleto, la OCDE muestra ejemplos de comportamientos deseables y no deseables. Un buen comportamiento consiste en trabajar días largos, ser resistente ante el estrés y hablar bien en público. Lo malo es vestirse uniformemente, sentir aversión al cambio y tener una preferencia por las conversaciones individuales frente a las grupales. Sócrates, el fundador de la filosofía occidental, habría sacado una mala puntuación por sus conversaciones socráticas; hoy en día es necesario que nos reunamos.

MANIPULANDO LA REALIDAD

Para 2020, la OCDE quiere conseguir un método validado a nivel mundial que mida estas habilidades para poder usarlo y aconsejar a las autoridades sobre la mejor forma de integrar el «entrenamiento de la personalidad» en la educación. Porque, tal y como dijo el líder de este proyecto, Andreas Schleicher (un estadístico alemán, o sea, alguien de números, gráficos y medias), en la revista De Groene Amsterdammer: «Si no tienes un suelo sobre el que posicionarte, construyes un muro a tu alrededor. Es un instinto humano natural, ahora lo entendemos. Las personas no saben cómo navegar en este nuevo mundo y sienten que no tienen dónde apoyarse. El populismo es la consecuencia directa de una educación insuficiente».

Otro motivo detrás de ese populismo creciente podría ser que el capitalismo neoliberal ha derrumbado el suelo sobre el que se apoyaban las personas, pero la OCDE no lo ve así. Según ellos, el sistema funciona bien y simplemente debemos adaptarnos mejor. A ver, estamos hablando del club que aconseja a gobiernos de todo el mundo sobre el clima fiscal y de inversión. Su objetivo principal es contribuir al crecimiento económico, por lo que no ven la hora en la que los niños empiecen a adaptarse a las necesidades del mercado. Al fin y al cabo, nadie quiere ser un perdedor, o que lo sea su hijo. No existe alternativa.

Este solo es un ejemplo, el de la educación, pero el pensamiento capitalista neoliberal se mete por todos lados. Tanto es así, argumenta el teórico cultural británico Mark Fisher, que hoy en día es casi imposible pensar más allá. Escribió un libro sobre ello: Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? En él incluye como principio guía una declaración del conocido filósofo Slavoj Žižek: «Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo». No porque sea un sistema tan bueno, sino porque las personas se han convencido de que es el único sistema realista y viable. Puede que no sea perfecto, pero es mejor que los demás. Esta creencia surge, según Fisher, porque el capitalismo se ha apropiado de la definición de realista y real. Digamos que ha creado una realidad a su imagen; así que lo que consideramos real en verdad son «los valores del capitalismo en su forma más despiadada y predatoria».

TODOS CONTRA TODOS

Para demostrarlo, Fisher se centra en la cultura popular y en la realidad que vemos reflejada con frecuencia en el cine y la música. Esta realidad es, casi sin excepción, la de un mundo cruel y nihilista en el que cada uno vela por lo suyo. Un mundo en el que florece la pobreza, el racismo y la explotación. El que quiera sobrevivir aquí tendrá que enfrentarse a esta realidad y, hasta cierto punto, aceptarla. Solo se gana participando en el juego y jugando mejor que los demás. Generalmente no existe otra opción; esta realidad se presenta como natural e inevitable. 

Es la afinidad que tienen el hip hop y películas de gánsteres como Scarface, El padrino, Reservoir Dogs, Uno de los nuestros y Pulp Fiction, dice Fisher. Pretenden borrar cualquier ilusión sentimental y mostrar el mundo «tal como es»: una guerra hobbesiana de todos contra todos, un sálvese quien pueda dentro de un sistema de explotación perpetua y criminalidad generalizada. Como dice Fisher: «‘ser real’ significa confrontar un estado de la naturaleza en el que el hombre es un lobo para el hombre, en el que solo se puede ganar o perder y en el que la mayoría va a perder». Participa en el juego o fracasa. Es una supervivencia del más fuerte en la que todos velan por sí mismos. Así es como se impone la realidad hoy en día. También, y sobre todo, en las películas y series poco realistas.

Cuando Fisher escribió Realismo capitalista todavía no se había estrenado la serie de HBO Juego de Tronos, pero el capítulo que quizá mejor encapsule esta realidad capitalista es uno de la séptima temporada llamado Botín de Guerra, a través de un monólogo de Meñique, un chulo que, por el precio adecuado, ofrece cualquier experiencia que pueda desear un cliente, incluyendo torturar o matar. No le importan los ideales o los fines más altos y explica que sus mentiras son «una historia que coincidimos en contarnos mutuamente una y otra vez, hasta que olvidamos que es mentira». Lo único en lo que cree Meñique es en el caos. «El caos es una escalera», explica (mientras que suena una música inquietante de fondo). Muchos intentan subirla y fracasan, muchos nunca lo intentan porque se aferran a ilusiones. «Solo la escalera es real. El ascenso es todo lo que hay».

EL FUTURO NO ESTÁ ESCRITO

Podríamos decir que este es el mismo problema que tienen los consejos que les dan a aquellas personas que luchan contra el inminente desgaste o la depresión. Se les dice que practiquen el autocuidado o que se dediquen más tiempo a sí mismos para encontrar el sentido de la vida. Pero al final esos consejos se reducen a poco más que recomendaciones para ser lo mejor posible dentro de esta supervivencia del más fuerte en la que se ha convertido el mundo.

Participa en el juego, descansando de vez en cuando, o fracasa. ¿Existe una alternativa a esta lucha? ¿O de verdad es más fácil imaginarse el fin del mundo antes que el del capitalismo, como decía Žižek?¿Habrá visto Žižek la serie Buffy, cazavampiros? En esta serie, el mundo estaba constantemente bajo amenaza. En cada temporada aparecían espíritus malignos que quería destruir el universo y cada temporada parecía que iban a vencer. Hasta que se presentaba una solución. Siempre funcionaba así: un demonio o un dios traía una propuesta que consistía en que Buffy sacrificase algo para salvar el mundo. Para salvar a la humanidad solo tenía que sacrificar a su hermana, a su novio o a su mejor amiga. Es un dilema moral clásico. ¿Puedes sacrificar una vida para salvar la de muchos? Si pudieses viajar atrás en el tiempo, ¿estrangularías a Hitler con tus propias manos para evitar el Holocausto? ¿El fin justifica los medios?

Muchas personas opinan que sí. Hay que ser realista. Así que, elige. Elige cómo quieres vivir; si quieres ser un ganador o un perdedor, es A o B. A o B, lo más querido para Buffy o la humanidad. No hay otra opción. Y, a pesar de todo, Buffy siempre escogía la C. Porque se negaba a aceptar esa dicotomía que le planteaban, porque creía en una alternativa. Le costaba un esfuerzo mayor y siempre daba lugar a nuevos problemas, pero al final tenía razón; siempre parecía haber una alternativa. No tenía que sacrificar a nadie y todo tenía un final feliz. Hoy eso suena a ingenuidad infantil, quizá hasta un poco patético, sobre todo si se compara con series como Juego de Tronos, Los Soprano o The Wire, en las que se sacrifica lo que sea sin pestañear siempre que lleve a algún beneficio. El mal contra el que se enfrentaba Buffy no existe en estas series. Si existe el mal, es difuso, algo latente en todos nosotros y que no se puede derrotar. Pero estas son series para adultos, no para adolescentes.

El incremento de trastornos mentales o el hecho de que la depresión sea la enfermedad endémica número uno es algo que nos afecta a todos. Es, por decirlo de algún modo, una herida infligida en toda la sociedad. Por ello, la pregunta de cómo deberíamos tratarla es una que deberíamos plantearnos todos. También aquellos que sí se salvan, aunque sea sin la ayuda del deporte, el ayuno, los baños de hielo y el mindfulness; es decir, los ganadores de la sociedad. Porque, a fin de cuentas, probablemente no son las personas con trastornos mentales las que deban cambiar de mentalidad, sino aquellas con buena salud mental.

LA MENTIRA DEL ÉXITO

La única diferencia entre las personas locas y las normales, según Freud, es que el primer grupo carece de una barrera psicológica que les protege del mundo que les rodea. Cuando la cantante neerlandesa Anouk visitó el programa College Tour hace unos años, le preguntaron al final, como en cada episodio, si tenía algunos consejos para los estudiantes del público. Anouk respondió que no, porque no existe una receta para la suerte. Conocía a un número infinito de personas que quizá cantaban mejor que ella, pero que no consiguieron alcanzar el éxito.

El presentador Twan Huys se quedó igual de perplejo que el público, porque esto no es lo que se suele decir. Normalmente las personas con éxito hacen como que se lo deben todo a sí mismos, como si gracias al trabajo duro, la autodisciplina y la positividad hubiesen llegado a dónde están. Como si tú, una persona con menos éxito, pudieses alcanzar todo eso solo con hacer lo mismo que ellos. Normalmente las personas con éxito prefieren morderse la lengua antes que reconocer que, al igual que todos, deben la vida que llevan sobre todo a la suerte, a su situación, educación y a las condiciones socioculturales en las que se criaron.

Porque el éxito no es una elección, al igual que tampoco lo es el fracaso. Ya son suficientes las personas que lo saben. Pero es mucho más importante que los ganadores escuchen y entiendan esto. Más importante aún: que lo transmitan. Que dejen sus recomendaciones y consejos sobre cómo ser como ellos en siete o diez pasos (sobre todo renunciando a muchas cosas), y que reconozcan que han tenido suerte con el éxito o la salud mental. Solo entonces el mensaje se transmitirá de verdad.

«Si no somos, no soy», escribió Albert Camus en El hombre rebelde. En el capitalismo neoliberal el ser humano no es más que un individuo, un animal racional que solo vela por sí mismo. Pero las palabras de Camus nos demuestran que puede haber una alternativa, que la hay. Porque ninguna ideología puede eliminar que el ser humano sea una criatura social, porque nos necesitamos y somos responsables los unos de los otros.


 

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