Conspiraciones
01/02/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Próxima estación, el espacio

Estados Unidos impedirá que los países "hostiles" puedan llegar con sus naves al espacio. Así lo anunció en octubre el presidente George W. Bush, que ha abierto el debate acerca del uso militar del espacio y sobre las armas que ya podrían estar preparándose para la "guerra de las galaxias".

01/02/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Próxima estación, el espacio
Próxima estación, el espacio
El pasado 19 de octubre, el presidente George W. Bush aseguró que los Estados Unidos tendrían potestad para decidir qué países podían enviar sus naves al espacio. Días antes, el propio Bush había firmado un memorando conocido como National Space Policy, merced al cual el gobierno más poderoso del mundo declaraba que el espacio exterior es de su propiedad, porque la libertad de acción en este área es "tan importante para Estados Unidos como lo es el aire o el mar". Además, el documento se atribuía la potestad de "realizar cualquier investigación, desarrollo u otras actividades que ayuden a nuestra seguridad". En definitiva, el documento revelaba que uno de los objetivos es "sostener el liderazgo de Estados Unidos y permitir transformaciones que se puedan aplicar en el ámbito del espionaje y de la defensa". El dictamen está claro: la "guerra de las galaxias" se librará en los próximos años tras la tregua que supuso el fin de la Guerra Fría.

La situación es compleja. Y es que el pasado 21 de septiembre el Departamento de Defensa de Estados Unidos afirmó en una nota pública que el gobierno chino había "nublado" mediante láser uno de sus satélites. Este hecho fue confirmado por la agencia encargada del control del espacio, el NRO –National Reconnoissance Office–. Sin embargo, días después, el 13 de octubre, el general de la marina James Cartwright desmentía que el gobierno chino hubiera utilizado un arma láser para inutilizar algún satélite norteamericano, aunque matizó: "Se puede esperar que, donde hay un valor y un comercio, ha de haber una competición". Toda una declaración de intenciónes, puesto que, además, en la información oficial filtrada a los medios se señalaba que los láseres espaciales pueden llegar a cegar –no a inutilizar– salélites como el gigantesco Keyhole o el Lacrosse, que facilita el funcionamiento de los radares.

Los expertos apuntan a que Estados Unidos ha estado desarrollando armas espaciales desde hace tiempo, concretamente desde la época en la que Ronald Reagan comenzó a gestar el escudo antimisiles, que en aquella época tenía por objeto la disuación frente a la extinta Unión Soviética. Sin embargo, la declaración de Bush violaba el tratado internacional de las Naciones Unidas de 1967 mediante el cual se prohibía expresamente la militarización del espacio, un proceso que se activó con la llegada de Bush al poder, aunque ya en diciembre de 2001, el congresista demócrata Dennis Kucinich –y junto a él otros 33 parlamentarios– elevó una propuesta de ley en la que se denunciaba que dicho proceso violaba la legislación vigente, puesto que cualquier avance espacial debía realizarse bajo la premisa de no tener aplicaciones bélicas.

El origen: el terrorismo

Todos estos cambios de la política militar en el espacio tienen su origen en los atentados del 11-S. Como consecuencia, en el documento secreto filtrado al New York Times en marzo del 2002 y titulado Revisión de la postura nuclear, se revelaba la posición del ejecutivo norteamericano en cuanto a defensa, a cuyas bases se refería como "una nueva tríada" que estaría compuesta, además de por las armas ofensivas conocidas –nucleares y convencionales–, también por las activas y defensivas –misiles balísticos– y de las infraestructuras de "respuesta de defensa" –la posibilidad de desarrollar armas nucleares y testar las pruebas igualmente nucleares–. Al mismo tiempo, el documento dejaba claro que su propósito principal no era protegerse de misiles balísticos, sino proporcionar al gobierno norteamericano "libertad de acción" para evitar el tratado internacional que prohibía la militarización del espacio.

Y si en el origen de todo este asunto está el 11-S, en el horizonte lo que se sitúa es el conflicto con Corea del Norte. No deja de ser curioso que la declaración de George W. Bush se produjera tan sólo unos días después del ensayo nuclear realizado por el conflictivo país asiático, que además ha desarrollado misiles de envergadura. Y es que dicha actuación correspondía a los planes expuestos por el "Proyecto para un Nuevo Siglo Americano" –PNAC–, un grupo de poder vinculado a la Casa Blanca que, en el año 2000, elaboró un informe en el que se preveía un cambio de estrategia en la política armamentística del espacio. Curiosamente, en la redacción de dicho informe participaron Donald Rumsfeld y Dick Cheney, que apenas unos meses después se convirtieron en los hombres de confianza del presidente de los Estados Unidos. Junto a ellos, también se encontraba Paul Wolfowitz, número dos del Departamento de Defensa liderado por Rumsfeld. "En la postguerra de la Guerra Fría, América y sus aliados se han convertido en los principales objetivos de la política frente a Estados como Irak, Irán y Corea del Norte, que son los más interesados en desarrollar capacidades ofensivas. Los proyectos de fuerzas militares convencionales serán más complejos y forzados cuando el propio territorio americano sea proclive a sufrir ataques perpetrados por regímenes débiles, pero capaces de disponer de misiles balísticos. Construir un efectivo sistema de defensa de misiles es un requisito imprescindible para mantener la primacía americana".

Una guerra contra el mal

El pasado primero de junio, el presidente Bush pronunció un discurso ante la academia militar de West Point en el que, oficialmente, implicaba a los Estados Unidos en la doctrina de la guerra preventiva contra cualquier país, justificando dicha iniciativa bélica como "un conflicto entre Dios y el mal". Por si quedaban dudas, puntualizó que la nueva guerra contra el terror "no se podrá ganar a la defensiva".

En el mismo mes, el jefe del Departamento de Defensa, Ronald Rumsfeld, y el del Estado Mayor, Richard Myers, anunciaron la necesidad de una convergencia entre el Comando Espacial y el Comando Estratégico, dos organismos distintos que velan por la seguridad de los Estados Unidos. El jefe del Pentágono aclaró: "Es nuestra intención unificar ambos comandos en una entidad única que sea responsable de responder a los peligros y que se ocupe de la defensa contra misiles y armas convencionales de largo alcance".

Tal comando unificado integraría misiles nucleares estratégicos con misiles balísticos de defensa, posibilitando así la doctrina de la guerra preventiva. De este modo, quedaba medirianamente clara la naturaleza de su oposición al tratado que impedía la militarización del espacio y el establecimiento del defensa de misiles.

Las nuevas armas espaciales

La Administración Bush hizo estas revelaciones –de forma explícita– en una publicación que fue dada a conocer en septiembre del año 2002 bajo el título Estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos, un texto que se asemeja a una guía para la dominación global, en la que se aseguraba que, como dice el refrán, "la mejor defensa es un buen ataque". Según el mismo, "la estrategia de seguridad nacional estará basada en un distintivo internacionalismo americano que refleje la unión de nuestros valores y de nuestros intereses nacionales". En el mismo texto se decía: "Es tiempo de reafirmar el esencial rol del esfuerzo militar americano. Para anticiparse o prevenir actos hostiles de nuestros adversarios, Estados Unidos deberá, si fuere necesario, actuar preventivamente".

En la actualidad ya se han puesto en marcha tres proyectos para el despliegue de la defensa antimisiles por parte de Estados Unidos, si bien las propias autoridades reconocen que armas como el K65M-R de Rusia son capaces de penetrar en el escudo espacial ideado por Washington. Bajo esta perspectiva, controlar el espacio y los satélites que facilitan el guiado de misiles es fundamental, puesto que esta circunstancia "puede alterar la estabilidad estratégica del mundo".

Algunas de las iniciativas tecnológicas al respecto pueden parecer de ciencia-ficción, pero son absolutamente reales. Por ejemplo, el "Proyecto Combate Láser Evolucionario Aéreo y Espacial Global" se comenzará a desarrollar a partir de 2015. Su objetivo es "colocar bajo una aeronave de gran tamaño espejos para que los láser disparados desde el aire, en el espacio o desde tierra, reboten y destruyan misiles o satélites enemigos de órbita baja", cuenta Cesáreo Guitiérrez Espada, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad de Murcia.

En un trabajo publicado por la Revista Electrónica de Estudios Internacionales, este mismo especialista cuenta que otro proyecto que está previsto para el 2015 "pretende disparar desde el espacio un conjunto de ';barras' metálicas para atacar cualquier lugar del planeta". Se trata de una iniciativa más que sorprendente, puesto que esas "barras" golpearán sus objetivos a más de 11.000 km/h, lo que quiere decir que tendrán el poder de un arma nuclear, aunque, al menos, no generarán radiactividad.

Y a estas nuevas armas hay que sumar aquellos satélites cuyo objetivo es, en gran medida, controlar el flujo de Internet y, en términos más generales, las comunicaciones. Queda patente que, aunque no bélica, ésta también es una forma de guerra, tan agresiva o más que las convencionales…
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