Enigmas y anomalía
08/06/2023 (08:00 CET) Actualizado: 08/06/2023 (08:00 CET)

El monje espectral de El Piélago

Un encuentro fantasmal en el que se entremezclan la historia, la leyenda y lo anómalo.

08/06/2023 (08:00 CET) Actualizado: 08/06/2023 (08:00 CET)
Parte trasera del convento
Parte trasera del convento

Un domingo de marzo del año 90, dos amigos decidieron madrugar para viajar desde Talavera de la Reina al paraje conocido como El Piélago, en la sierra de San Vicente, lugar muy visitado por las gentes de Talavera para pasar el día en el campo debido a su cercanía a la Ciudad de la Cerámica. Jorge recogió a Mariano a las ocho de la mañana, puesto que el vehículo del primero, un Suzuki Samurái, es óptimo para  adentrarse en zonas de barro y caminos como los que existen en la sierra de San Vicente.

El día era radiante, pero cuando estaban saliendo de Talavera en dirección a San Román de los Montes, empezaron a observar que la sierra de San Vicente estaba cubierta de nubes. Esta circunstancia no desanimó a los dos amigos, más bien lo contrario, pues sabían que de esta manera se encontrarían menos gente y, por tanto, menos competencia para recoger setas por los pinares. Al enfilar la carretera que sube a El Piélago una suave niebla se apoderó de la vía. En ese momento decidieron encender las luces del Suzuki y los faros de niebla. La visibilidad durante la ascensión era variable debido a la bruma.

ERMITAÑOS

Pasaron Castañares y, por fin, llegaron a la zona donde los visitantes suelen aparcar sus automóviles, pero como viajaban en un pequeño 4x4, decidieron engranar la reductora y adentrarse en el bosque con el vehículo. Mientras se internaban en la arboleda, Jorge comenzó a relatar a su amigo Mariano la historia del ermitaño Francisco de Raudona, muy conocida por todos los habitantes de las localidades de Hinojosa de San Vicente, El Real de San Vicente y Navamorcuende, los tres pueblos que flanquean la montaña. 

Francisco de Raudona vivió una experiencia mística al contemplar en la cueva las marcas sobre la roca de las espaldas de los mártires

Este territorio, perteneciente al término municipal de Hinojosa de San Vicente, destaca por su rico legado histórico. De hecho, la zona por la que circulaban está próxima a la cueva de los Santos Mártires (Vicente, Sabina y Cristeta), además de a los restos de la ermita que erigió Francisco de Raudona en el siglo XVII. Justo en el paraje por el que se movían nuestros protagonistas, Francisco de Raudona vivió una experiencia mística al contemplar en la cueva las marcas sobre la roca de las espaldas de los mártires, escondidos en la misma cuando huían de las tropas del emperador Diocleciano.

Posteriormente Francisco de San Vicente, nombre que tomó Raudona, decidió retirarse a la sierra reuniendo a más ermitaños que tomaron los hábitos junto a él. En 1683 Francisco solicitó al provincial de la Orden Carmelitana el permiso para fundar un convento junto a la ermita de la Virgen del Piélago. El caso es que la historia del santo centraba la animada conservación de Jorge y Mariano, mientras caminaban por los enclaves en los que el monje y sus acólitos vivieron muchos siglos atrás.

Notaron un silencio 'antinatural', los sonidos del bosque desaparecieron y la niebla dejó de desplazarse

Interior de la iglesia
Interior de la iglesia

ENCUENTRO CON LO INSÓLITO

En cierto momento, mientras deambulaban por las ruinas del convento buscando setas entre los castaños, robles y pinos, comenzaron a notar un silencio que describieron como «antinatural». Los sonidos habituales del bosque desaparecieron y la niebla dejó de desplazarse, estancándose como si fuera una fotografía. Esto hizo que Jorge, militar de profesión, tomara una actitud defensiva, desenfundando de forma instintiva un machete que llevaba en su cinturón. 
En ese momento Mariano llamó a Jorge y ambos comenzaron a divisar una luz espectral de color amarillenta que avanzaba entre los arboles del bosque. Cuando la luminaria se aproximaba a la posición de los asombrados visitantes pudieron distinguir una figura vaporosa, y a medida que se acercaba todavía más a ellos contemplaron que esa figura era en realidad la silueta de un monje cubierto por una capucha y que portaba un candil. La visión los dejó completamente helados, inmóviles, dominados por una sensación de terror absoluto. Poco después esa figura empezó a difuminarse a la vez que se perdía entre la espesura de la arboleda.

Los testigos contemplaron la silueta de un monje cubierto por una capucha y que portaba un candil

Nuestros protagonistas abandonaron a prisa el lugar y no tardaron en alcanzar el Suzuki. Una vez dentro del automóvil y con las puertas bloqueadas, el motor encendido y las luces prendidas, empezaron a preguntarse uno a otro si habían observado lo mismo. Efectivamente, ambos habían contemplado, sin lugar a dudas, a la misma silueta espectral. 

¿Acaso Mariano y Jorge captaron, de algún modo, la carga histórica y legendaria del lugar representada en el personaje de Francisco de San Vicente? ¿O quizá se trató de una proyección del subconsciente de alguno de los dos o de ambos? ¿Y si hubieran observado a la figura fantasmal del santo? Sea lo que fuere, está claro que los dos amigos contemplaron un fenómeno que podríamos calificar de anómalo.

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