Ocultismo
28/01/2010 (08:30 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Los juicios de Salem

A finales del siglo XVII, cuando ya la caza de brujas había remitido hasta casi desaparecer en Europa –la última bruja fue ejecutada en Inglaterra en 1685–, tuvo lugar el caso más célebre, polémico y brutal de la crónica estadounidense: el proceso de Salem. Libros Recomendados : AGENDA 2010 DE LAS BRUJAS LA BIBLIA DE LAS BRUJAS ¡ Visita nuestra Tienda !

28/01/2010 (08:30 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Los juicios de Salem
Los juicios de Salem
La caza de brujas no fue exclusiva de Europa, al contrario, tuvo su reflejo y también una gran relevancia en el Nuevo Mundo, y en concreto en la región de Nueva Inglaterra. Las primeras comunidades que se establecieron en la costa Este de lo que acabaría siendo Estados Unidos, procedentes de Inglaterra, estaban formadas en su mayor parte por fanáticos religiosos, puritanos que veían al demonio en cada esquina y cuyos temores se incrementaron al instalarse en una tierra extraña, aunque por otra parte considerada la Tierra Prometida.
En 1692 la fiebre de la brujomanía se apoderó de una pequeña aldea del actual Estado de Massachusetts: Salem. Todo comenzó cuando Tituba, una esclava de color del reverendo del lugar, Samuel Parrish, comenzó a contar a un grupo de jóvenes muchachas historias tradicionales provenientes de las Indias Occidentales en las que abundaban la magia, la superstición y los hechos sobrenaturales. Estos relatos, narrados en un ambiente de marcada sensualidad –según algunos testimonios– causaron una gran impresión en dos de las muchachas más jóvenes: Elizabeth Parrish, de nueve años de edad e hija del reverendo, y Abigail Williams, de once años. Pronto comenzaron a sufrir extraños ataques acompañados de sollozos y convulsiones, despertando la inquietud de la comunidad, cuyos miembros ya empezaban a creer que todo se debía al acecho del maligno. Incluso Elizabeth, que había recibido una estricta educación religiosa, llegó a arrojar la Biblia "de un extremo a otro de la casa". Un comerciante de Boston que fue testigo de la conducta histérica de las muchachas, relató que desde el principio éstas actuaban adoptando "extrañas posturas y gestos grotescos, y pronunciaban discursos ridículos, que ni ellas ni nadie entendían".
Pronto el ambiente de histeria afectaría al resto de muchachas, entre ellas a Ann Putnam, de doce años, Elizabeth Hubbard, de 16, Mary Walcott, Mary Warren, Mercy Lewis, Susan Sheldon y Elizabeth Booth, estas últimas con edades comprendidas entre los 18 y los 20 años. Estas ocho jóvenes eran las cabecillas del grupo, a las que uno de los acusados, el anciano George Jacobs –que sería una de las víctimas de la brutal caza de brujas en Massachusetts–, describiría más tarde como "perras brujas".
A diferencia de otros procesos que se llevaron a cabo en el Viejo Continente, en Salem, según la mayoría de los estudiosos, las jóvenes eran plenamente conscientes de sus actos, demostrando un verdadero prodigio de astucia y falsedad con la intención de implicar a las personas menos agradables de la comunidad o a aquellas con las que estaban enemistadas sus familias. El médico de Salem, un tal doctor Griggs, en cuya casa se alojaba una de las chicas "endemoniadas", afirmó que se trataba sin duda alguna de un caso de brujería, en conformidad con los clérigos del lugar. El caso más relevante de la historia de la brujomanía ya había comenzado, sembrando el pánico, la delación y el terror en todo un pueblo.
Lo que comenzó como una travesura adolescente acabó convirtiéndose en todo un proceso del que todavía hoy quedan muchos puntos oscuros. Tituba fue la primera que mencionó a los espectros que acabarían siendo célebres en Salem, declarando que intentaban atraerla a la causa del diablo. La situación se agravó cuando confesó ante el tribunal que mantenía relaciones con el maligno, el cual adoptaba, nada más y nada menos, que la forma de un "animal lleno de pelos, inclusive la cara, con una nariz muy larga", declaración que no puede extrañarnos demasiado teniendo en cuenta la vasta literatura que por aquel entonces ya existía, principalmente en el Viejo Continente, sobre las supuestas reuniones de brujas y hechiceros con el maligno, los célebres aquelarres o sabbats, en los que el príncipe de las tinieblas adquiría las más estrafalarias formas, generalmente la de un gran macho cabrío negro, aunque también se "aparecía" bajo el aspecto de diferentes bestias.
(Continúa la información ENIGMAS 170).
Óscar Herradón
Lo más leído

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Nos interesa tu opinión

Revista

Año cero 403

Nº 403, marzo de 2024