Parapsicología
01/04/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Casas encantadas y fantasmas en la antigüedad

En leyendas populares y fuentes antiguas existen testimonios de casas encantadas, historias de fantasmas, almas errantes o espíritus. Las visiones, al igual que en la actualidad, aterraron a multitud de testigos casuales que presenciaron las misteriosas manifestaciones. Muchos de estos hechos alcanzaron tanta notoriedad que los autores clásicos se hicieron eco, escribiéndolos para ser representados en el teatro…

01/04/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Casas encantadas 
y fantasmas en 
la antigüedad
Casas encantadas y fantasmas en la antigüedad
A Damone, que devastaba los campos con robos, pillajes y amenazaba a la ciudad, los ciudadanos lo indujeron a entrar con embajadas y decretos indulgentes, y, una vez vuelto, lo eligieron gimnasta; pero, mientras se ungía en el baño a vapor, lo hicieron morir. Por mucho tiempo en aquel sitio se vieron fantasmas y se escucharon salir lamentos, como narran nuestros padres. Aún hoy, todavía, quienes viven cerca del lugar son del parecer que vieren visiones y voces terribles". Este relato lo escribe Plutarco en Vida de Cimone, y es un episodio de la primera dominación romana en Grecia. El suceso entraría dentro del género de casas encantadas, puesto que independientemente de las personas que habiten en los alrededores del gimnasio, los prodigios siguen sucediéndose. A pesar de que ha pasado algún tiempo desde que comenzaron a sucederse lo extraños fenómenos, Plutarco lo cuenta como un hecho reciente, y ya habían pasado algunas generaciones desde el inicio de las apariciones. Los vecinos cercanos al gimnasio todavía seguían sufriendo ruidos, voces y manifestaciones espectrales, visto lo cual, ante las insistentes quejas ciudadanas, las autoridades se vieron en la obligación de tapiar todo el edificio.

La narración de Plutarco no constituye un hecho aislado en la antigüedad, aunque es lícito destacar, que el autor clásico creía en un mundo espiritual lleno de almas y sombras. Frente a esta postura se oponían los escépticos e incrédulos, secundados por los filósofos estoicos y epicúreos, que entendían estos fenómenos como producto de una superchería grabada en la imaginación del pueblo. Los escépticos estimaban que ningún hombre sensato había tropezado nunca con apariciones, que éstas eran cosa de niños, mujeres y débiles mentales, y que el único fantasma que habían conocido era el de la superstición. En realidad, coexistían las dos posturas, los creyentes y los incrédulos, dependiendo de una mayor o menor religiosidad.

Apoyando la tesis de Plutarco también se encontraba el gran Demócrito. Si son verdaderas las manifestaciones que se le atribuyen en sus escritos, creía en fantasmas que se aproximaban visible y audiblemente a los hombres, pronosticaban el futuro y podían ser beneficiosos o malignos; en estos casos se recomendaba rezar para que aparecieran sólo los buenos. Ligar el fenómeno de casas encantadas y fantasmas con un período temporal concreto, ya sea el clásico o la actualidad, sería un craso error, puesto que el hombre sabe de la existencia de un mundo terrenal y otro espiritual desde la más primitiva humanidad.
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