Parapsicología
01/01/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

El viaje más largo…

A mediados de agosto de 1953, el taxista mexicano Salvador Villanueva atendía, por aquellas lejanas fechas, a un matrimonio que se dirigía desde México D. F. a Laredo. Pero su verdadero destino, increíble para muchos, estuvo mucho más lejos…Pablo Villarrubia Mauso

01/01/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
El viaje más largo…
El viaje más largo…
El taxista y la pareja enfilaron la carretera en un coche Buick 52 seminuevo. Cerca de la ciudad de Vallés, cuando llevaban recorridos 484 km, Salvador escuchó un ruido que parecía tener su origen en la transmisión del vehículo. Suponiendo que se trataba de un problema serio, se detuvo y pidió a la pareja que acudiera a un pueblo cercano para solicitar los servicios de una grúa. Fue en ese momento cuando apareció en aquel paraje yermo una persona de baja estatura –1,20 metros– cubierto con un uniforme que parecía de lana, de color claro y muy adherido al cuerpo. El rostro parecía de marfil, mientras que su cabello, plateado y ligeramente ondulado, le caía un poco más abajo de los hombros. Un detalle de la indumentaria que no dejó indiferente al taxista fue el grueso cinturón que portaba el individuo, que estaba cubierto por una multitud de pequeñas luces parpadeantes. Entre las manos, el hombrecito sujetaba un casco parecido al de los jugadores de fútbol americano.

Salvador, que estaba examinando los bajos del coche, se levantó y miró asombrado al sujeto, que empezó a hablarle en español con voz melodiosa. Le dijo que su "avión" estaba posado allí cerca y que debía volver para verlo. Acto seguido, el extraño personaje se apartó y desapareció entre los árboles del bosque que se abría junto a la carretera. Horas después, Salvador se despertó sobresaltado: estaban golpeando los cristales del coche, en cuyo interior quedó misteriosamente dormido. Se trataba de aquel mismo ser, que estaba acompañado por quien parecía un compañero suyo.

Amablemente le invitaron a seguirles para ver su "avión", que emergía deslumbrante y con forma oval sobre el follaje, haciendo las veces de un nido descomunal. Cuando se acercó, vio el artefacto con más nitidez; el platillo, que medía unos 16 metros de diámetro y 8 de altura, se apoyaba sobre tres "boyas". Como utilizando algún tipo de dispositivo adherido al cinturón, los seres abrieron una apertura en la nave e invitaron a Salvador a subir a bordo. Accedió sin titubear; en su interior, lo primero que le llamó la atención fueron multitud de tableros y mandos, entre los cuales destacaba una pantalla situada frente a una confortable butaca en la que se sentó. A través del monitor observó cómo la nave se elevaba hacia el espacio sideral.
"Mister Ge Be"
El caso habría quedado relegado al olvido de no ser porque un tal "Mister Ge Be" invitó a Salvador a ofrecer una charla organizada en el D. F. por un matrimonio de ufólogos norteamericanos que habían visto OVNIs a poca altura. Se trataba de Bryan y Helen Reeve, que fueron los precursores de George Adamski, hombre que alcanzó fama internacional en los años cincuenta del siglo XX tras haber mantenido supuestos contactos con seres de otros mundos, cuyas naves fueron profusamente fotografiadas por el insólito personaje.

Aunque atemorizado, el taxista decidió contar su experiencia. Tras ello, el matrimonio Reeve, Mr. Ge Be y un reportero gráfico llamado Salvador Gutiérrez se desplazaron al lugar del supuesto aterrizaje. Allí encontraron las copas de los árboles chamuscadas de un modo extraño. Además, recogieron muestras de tierra del terreno, cuya composición fue analizada por técnicos de los laboratorios Phillips. De acuerdo a esos primeros exámenes existía una "diferencia molecular" muy marcada entre las muestras recogidas donde se posó el supuesto OVNI, y otras más alejadas.

Poco después, George Adamski visitó México y Salvador publicó un libro titulado Yo estuve en Venus, pero en aquella ocasión no dijo nada de su experiencia al famoso contactado, que también aseguraba haber visitado Venus en una nave espacial. Aquello desencadenó una serie de enfrentamientos entre ambos. Adamski acusó a Villanueva de inventarse la experiencia, y éste denunció que el polaco le habían chantajeado. El telón de fondo era quién había sido el primero en narrar tan fantástico viaje. De hecho, Adamski lo habría hecho el 20 de noviembre de 1952 –aproximadamente un año antes que el mexicano– de la mano de un supuesto piloto de naves llamado Orthon. Pero al contrario que en el caso de Villanueva, los venusinos de Adamski medían 1,80 metros de altura. Adamky contó su experiencia en un libro que publicó junto a Desmond Leslie, un ufólogo de la época que también conoció al taxista mexicano por intermediación del enigmático "Mister Ge Be".

El inicio de viaje
Pero volvamos al relato del taxista, que según aseguró, en el interior de la nave distinguió un sistema de dirección que "hasta un niño podría manejar". Ya en pleno espacio, divisó una enorme nave nodriza que les engulló: "Había en su interior una iluminación intensa, sin dejar al descubierto la fuente. Parecía que todas las superficies al alcance de nuestra vista produjeran luz", narra el mexicano en su libro.

En el interior del artefacto se topó con seres supuestamente alienígenas que, no sólo parecían de más edad sino que daban la impresión de ostentar mayor rango, tanto por el aspecto de sus vestimentas como por la reverencia en el trato que les dispensaban los otros individuos.

A bordo vistieron al terráqueo con ropas semejantes a las de sus compañeros de viaje, adherida al cuerpo y "de una frescura incomparable", tanta que le daba la sensación de estar desnudo. Pudo ver por una pantalla el acercamiento al planeta de sus guías; de un color "rojo reverberante, como una bola de brasas de carbón".

Clima artificial
Una de las primeras cosas que Villanueva observó al aterrizar fueron los árboles: "No miden más de dos metros de altura; pero son frondosos. Sus ramas pelonas no tienen hojas, son bastante gruesas, no guardan proporción con el tronco, pero dan abundantes frutas cada una". La tierra también le pareció diferente: "Parece polvo de algo como hule molido o arenilla fina. Era negra y estaba húmeda, sumamente húmeda; pero no de agua, sino de un líquido viscoso". Los alienígenas le aseguraron que no era tierra sino un producto químico y que los árboles no se sostenían con las raíces, sino que éstas les servían para alimentarse.

Salvador observó una enorme bóveda, que se perdía en las alturas y que despedía rayos luminosos en todas las direcciones. En realidad era una capa de nubes espesas mezcladas con sustancias que, al recibir los rayos del Sol, absorbían el calor y la luz, que entonces se multiplicaba para alumbrar el planeta. De esta manera generaban un clima artificial con temperaturas constantes y sin noches. El cielo era surcado por naves que parecían globos de cristal negruzcos, cilíndricas y ovoides otras. No chocaban entre sí porque parecían generar una fuerza de repulsión que lo evitaba.

El planeta estaba cubierto por un único mar tan grande como todos los nuestros juntos. "De él sacamos los materiales para construir nuestros edificios, para confeccionar nuestra ropa, para fabricar nuestros vehículos y un alto porcentaje de nuestra alimentación", aseguraban aquellos supuestos venusinos, que poseían grandes criaderos marítimos a los que Villanueva definió como "grandes fábricas flotantes", "corrales" formados por mallas que las circundaban a gran profundidad: "Algo así como un abrevadero para las bestias en nuestro mundo, solo que aquí se trata de una zona oxigenadora". Y es que todos los peces que vio tenían forma de salmón pero de gran tamaño: entre 2 y 4 metros…

Rascacielos e idiomas
La visita a una de las ciudades le permitió ver enormes rascacielos de fachadas lisas, acristaladas y sin ventanas. "Cada uno de ellos es de un solo color y forma rectangular, a veces casi piramidal, pero con la cima plana, con una azotea transformada en huerto repleto de árboles frutales. Tales azoteas o ';jardines suspendidos' también sirven como pista de aterrizaje de naves. Otro tipo de rascacielos alcanzan 200 metros de altura y terminan en forma de cúpula redonda y lisa, de color negro y brillante.

Cuando los nativos del planeta quieren aumentar los pisos del edificio lo hacen desde abajo. En el sótano existen columnas de 20 pulgadas de grueso y que forman el armazón de los edificios. En cada una de estas columnas hay un gato, que tiene la forma de media caña y abraza la columna… desde una pequeña máquina aplican la fuerza a todas las prensas –gatos– y el edificio se levanta sobre ellas. Luego proceden a rellenar el nuevo hueco en la planta baja con las correspondientes obras hasta el acabado de la fachada".

Las calles estaban perfectamente ordenadas. Por ellas se desplazaban vehículos de transporte colectivo con una altura hasta de diez pisos y personas vestidas de la misma manera, con el uniforme o mono que les cubría todo el cuerpo, cinturón grueso, sin calzados… Todos tenían el cabello ondulado y sus ojos eran claros. El mexicano no encontró ningún alienígena desproporcionado físicamente, o que tuviera de algún defecto físico; carecían de "barrigones", piernas hinchadas, hombros caídos o espaldas encorvadas.

Villanueva preguntó por la facilidad que tenían para hablar español, y uno de sus amigos le contestó que podían hablar en cualquier idioma en poco tiempo, por difícil que fuera, y que en su mundo sólo hablaban un idioma con las palabras más fáciles.

Sobre la política, los supuestos venusinos gozaban de paz y tranquilidad desde hacia algunos miles de años. Antes hubo guerras y destrucción pero un buen día se llegó a la ecuanimidad. "Se derrocaron los líderes políticos y se eligieron en su lugar sabios y destacados humanistas, desplazando a los ambiciosos y egoístas, que sólo buscaban el lucro en su propio beneficio, que fueron aniquilados como los medradores".

Los gobernantes pasaron a ser los sabios y se acabaron los privilegios. El concepto de Nación y Patria había desaparecido. No usaban banderas, ni identificaciones nacionales de ninguna especie.

Ducha y libros
Una de las cosas que impresionó al mexicano fueron las duchas. Se trataba de una especie de "lluvia vaporizante, tibia y agradable". Después tuvo la sensación de succión o de que se formaba vacío alrededor, "desprendiendo de mi cuerpo hasta la más mínima partícula de mugre que pudiera tener, produciéndome una increíble sensación de limpieza y frescura".

Otros artilugios provocaron espanto al testigo, como una máquina automática de cortar las uñas de los pies y las manos o un casco capaz de cortar el cabello y peinarlo. Al visitar una biblioteca averiguó cómo eran los libros: una suerte de caja en cuyo interior existe una "tira continua doblada en forma de acordeón y unida a las pastas por sus extremos. Este material se halla cuadriculado en forma menuda y la escritura que contienen se reduce a pequeños puntos diminutos, ángulos y círculos, colocados en diferentes posiciones dentro del cuadriculado".

El soporte del texto no es papel: "me pareció seda engomada o un material parecido, que no se arruga ni se rompe con facilidad". Los bolígrafos no usan tinta, sino "una reacción eléctrica que opera sobre el material de escritura".

Otra "curiosidad": a los alienígenas no les gustaba la gimnasia. "Les pregunté por la sala deportiva, a lo que me contestaron que allí solo el cerebro hacía gimnasia y que no desperdiciaban energías inútilmente ya que la salud y la figura se controlaban desde los laboratorios a través de los comedores".

Villanueva relató en su libro que en los mismos se preparaban los alimentos perfectamente balanceados y fáciles de digerir, para que los habitantes no padecieran jamás de enfermedades producidas por la mala digestión, "producto a su vez de la deficiente masticación y de la ingerencia en demasía de líquidos, que tiende a aumentar el volumen de los estómagos y a desproporcionar los intestinos irritados por el esfuerzo".

En el cine
Villanueva acudió a un cine con sus "amigos". El sistema empleado se denominaba "autosonovisión" y se trataba de manejar el espectáculo a voluntad. Dejemos que el mismo protagonista lo explique: "Hay en cada una de sus salas, en las paredes, unos visillos que se controlan con manijas situadas a cada lado de la abertura. En éstas se apoya toda la mano, quedando el dedo pulgar sobre un botón. Al igual que las sala de cinematógrafo, da una sensación de profundidad increíble, como si estuviéramos viendo realmente hombres, materiales, máquinas y su proceso. Con dichas manijas se hace pasar el espectáculo a derecha e izquierda, o se detiene lo mismo que si uno estuviera en un vehículo recorriendo esa zona, y para ello basta apretar dichos botones".
¿Un sistema holográfico? Quizá una especie de reproductor de vídeo, aunque éste aún no se conociera en 1953.

A los "no identificados" también dedicaba unas cuantas páginas: "En cada nave traen pequeñas pero poderosas fuentes de energía, que aprovechan el calor al igual que el frío, la luz lo mismo que la oscuridad, líneas magnéticas al igual que las tormentas eléctricas. El principio de sus maquinarias es el mismo y solo varía su disposición… sigue la colocación de las fuentes de energía, que serán también cinco y tienen la forma de un recipiente para asar pavos. Algunas paredes tienen más de diez pulgadas de grosor".

En una zona de investigaciones, Villanueva vio dos naves esféricas gigantescas automáticas posadas en la azotea de un edificio. No necesitaban tripulación, pues tenían "grandes cerebros electrónicos provistos de gran número de ojos, oídos y narices". Estas naves nodrizas contenían sondas destinadas a exploraciones interplanetarias y también absorbían muestras de los materiales de los planetas visitados. El mexicano entró en una de ellas y vio dos hileras de sesenta sondas automáticas.

En aquel edificio de investigaciones Villanueva conoció a dos terráqueos. Eran dos hermanos gemelos, hijos de un matrimonio formado por un individuo de nacionalidad francesa y una mujer española, nacidos y criados en Francia. No hablaban español, pues quedaron huérfanos de madre muy pequeños. Al contrario que los alienígenas, sólo vestían "un calzón corto". Los gemelos llevaban más de cinco años viviendo en aquel planeta y pronto se adaptaron al denso clima. Aseguraron haber peleado en la II Guerra Mundial. No aprendieron el idioma de los alienígenas pero lograron que todos los del edificio aprendieran francés.

Muerte y armas
Los alienígenas poseían armas con terrible poder de aniquilación. Algunas producían vibraciones capaces de deshacer edificios en unos minutos. Cuando regresaron a la Tierra, en la misma nave nodriza esférica de unos cien metros de diámetro, le hicieron una demostración del poder destructor de sus armas: la enfocaron hacia una noria en algún lugar de nuestro planeta y la hicieron añicos. Los pedazos cayeron en una especie de gigantesco hoyo creado por la fuerza del arma. Posteriormente le dijeron que él debería contar a la humanidad su experiencia. Decir que los humanos deberíamos prepararnos para vivir, en el futuro, en el mar, debido a la gran cantidad de personas que poblarían el mundo.

Los supuestos venusinos hicieron a Villanueva prometer que éste debía dar a conocer su experiencia en todos los medios a su alcance, aunque el taxista les advirtiera que su "preparación intelectual era nula".

Incógnitas
Cuando la nave se apartó, lo hizo meciéndose en "forma de péndulo de reloj", y luego emprendió camino hacia el poniente, perdiéndose en segundos de vista. Al regresar, Villanueva, según confesó en los años 60 al periodista Ramiro Garza, se "sentía el hombre más optimista y más feliz por esa experiencia maravillosa".

Pudo averiguar que había pasado cinco días fuera de la Tierra, comido cuatro veces y dormido una vez en aquel planeta. A bordo de un camión que le llevó al D. F., Villanueva sintió como "si una piedra hubiera caído en mi cabeza y me la hubiera aplastado. Me empezó a doler de forma tremenda". Debió consultar a varios médicos pues el malestar persistió.

Un año y medio después, los dolores "eran tremendos", casi no comía y se estaba "quedando en huesos". Un día escribió a un periodista interesado en el tema OVNI: "M. Ge.Be.", pseudónimo de Manuel Gutiérrez Balcázar. Según el investigador Carlos Guzmán Rojas –en su revelador libro Testimonios OVNI– en la entrevista que realizó a la ufóloga Zita Rodríguez Montiel, ésta aseveró que el libro Yo estuve en Venus fue escrito por Balcázar con ayuda de Villanueva, que nunca quiso percibir un sólo peso por la venta del libro. Incluso, tras haber ganado providencialmente la lotería, pagó de su propio bolsillo la impresión de 2.000 ejemplares. No obstante Villanueva afirmó –a Garza– que escribía con muchas faltas y que fueron los alienígenas quienes le ayudaron a redactar "en una noche cuatro cuadernos… son ellos que me lo dictan". Villanueva regaló los libros a los interesados. Luego se publicó en Alemania, donde se llegaron a vender 80.000 ejemplares; y los beneficios, se quedaron con el editor. Cuando cumplió su misión, los dolores de cabeza del taxista empezaron a disminuir.

El ufólogo Francisco Ochoa, a quien entrevisté en Chihuahua, me contó que habló con Villanueva en 1977, cuando éste tenía 67 años, y "lloró mucho cuando le pregunté si había sufrido con sus experiencias ufológicas… Había roto con su familia". "Además –prosiguió revelándome Ochoa– me dijo que los extraterrestres le engañaron y que no había estado en el planeta Venus. Insinuó que le llevaron al centro de la Tierra. En otra entrevista me habló de un planeta frío que chocaría con nuestro planeta llamado Hercóbulos".

Otra interrogante en el caso de Villanueva es la identidad del matrimonio que el taxista-mecánico llevaba para Laredo antes del contacto con los supuestos venusinos. Según el ufólogo británico Gordon Creighton, Villanueva envió una carta a una amiga suya, Editha Schmitdt, fechada el 5 de febrero de 1962, donde el contactado afirmaba que condujo a un matrimonio llamado Reeves desde el hotel de ciudad de México a la frontera, partiendo un sábado 15 de agosto de 1953.
¿Por qué Villanueva omitió el nombre de los Reeve en su obra? Cuenta en su increíble trabajo que conoció a un matrimonio norteamericano después de su viaje a Venus, y que les llevó al sitio de aterrizaje. Si se trataba del mismo matrimonio, los Reeve, ¿por qué nos le dijo nada después de lo sucedido, y no después de más de año y medio, como hizo? Para oscurecer aún más esta intrincada historia, apareció, más tarde, el relato de un viaje interplanetario de un tal Antonio Apocada que se confundía con la aventura de Villanueva. ¿Quién había plagiado a quién? ¿Serían dos experiencias distintas muy parecidas? Seguramente nunca lo sabremos.
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