Civilizaciones perdidas
01/11/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

En busca del tesoro azteca de los Pirineos

Muchos creen que el mítico tesoro de Moctezuma se perdió en los canales de la capital azteca durante la Noche Triste. Otros afirman que llegó a España y se encuentra en los Pirineos. Esta leyenda se apoya en la supuesta boda que hace más de cinco siglos unió a la princesa azteca María Xipaguazin Moctezuma y al barón Juan Grau de Toloriu. Pero, ¿qué hay de verdad en esta fantástica historia?

01/11/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
En busca del tesoro azteca de los Pirineos
En busca del tesoro azteca de los Pirineos
El capítulo de los caballeros de la Orden de la Corona Azteca de Francia, a la memoria de Su Alteza Imperial, Princesa Xipaguazin Moctezuma, esposa del noble Juan Grau, Barón de Toloriu». Así reza la placa que pende de la fachada de la iglesia de Toloriu, un pequeño pueblo de montaña situado en la comarca de l'Alt Urgell, provincia de Lleida (imagen). Se trata, posiblemente, del único vestigio de una bellísima historia de amor, mezclada con tesoros, templarios y hasta fenómenos paranormales.

Según la tradición, hasta este recóndito lugar del Pirineo vino a morir una de las hijas del gran emperador azteca Moctezuma II. Ella habría traído consigo un inmenso tesoro imperial, conformado por más de ciento treinta y dos mil pesos en oro y joyas, calculados en valor de la época. Esta fortuna, junto a la momia de la princesa, estaría escondido en algún lugar próximo a la Sierra del Cadí. Pero, ¿cómo vino a parar una princesa azteca a los Pirineos?
Aunque los conquistadores tocaron tierra en México en 1517 con Francisco Hernández de Córdoba, la expedición mejor organizada fue comandada por Hernán Cortés, en febrero de 1519. Éste avanzó hasta el corazón del Imperio. Le acompañaban 500 hombres y 200 cargadores totonacas, porque unos treinta pueblos hicieron una alianza pacífica con el conquistador español. Y con ellos también viajaban algunos sacerdotes que sirvieron de historiadores.

Sorprendentemente, no hallaron resistencia. El emperador Moctezuma invitó a Cortés y sus hombres a la ciudad de Tenochtitlan porque, según las profecías de su pueblo, un hombre blanco vendría a derrotarlos. El 30 de junio de 1520 el emperador abrió las puertas de la ciudad y alojó al conquistador en su palacio de Axayácatl, llenándole de honores. Quería comprobar si se trataba del dios Quetzalcóatl (serpiente emplumada) como sospechaba, o de un simple mortal.

Pero Cortés no le correspondió del mismo modo. Deseoso por hacerse con el mítico oro azteca, convirtió a Moctezuma primero en su prisionero y después en su víctima mortal. Pronto surgió la resistencia azteca, liderada por Cuauhtémoc, sobrino de Moctezuma que le sucedió en el trono, aunque tuvo que ceder ante la superioridad del enemigo. Una vez en poder de Cortés fue sometido a una brutal tortura para que confesara dónde se hallaba escondido el tesoro imperial. Atado a un tronco, le quemaron los pies con aceite hirviendo. Pero, a pesar de todo, no reveló su paradero. Parecía que el tesoro imperial estaba definitivamente perdido…

La leyenda¨

Una historia apócrifa sostiene lo contrario. Según esta versión, Cortés regresó a España con tres de los 28 hijos del emperador Moctezuma: el príncipe Tohualicahualzin, bautizado después como Pedro; la princesa Xipaguazin, cristianizada como María; y la princesa Teluacuazin, convertida en Isabel. Todos fueron reconocidos en España como príncipes. Pedro vivió en Castilla y sus hermanas se instalaron en Andorra tras casarse con dos catalano-andorranos: los barones Juan Grau de Toloriu y su primo Pedro de Grau.

De ellos dice descender un excéntrico promotor inmobiliario barcelonés que se presentaba –hasta no hace mucho– como «Su Alteza Imperial Guillermo III de Grau-Moctezuma». Él asegura que posee el estatus jurídico de «soberano en el exilio», reconocido por EE UU y que también cuenta con el reconocimiento de la ONU y la UNESCO. Afirma que mantiene embajadas en varios países y también algunos consulados. Para no avergonzar las relaciones diplomáticas entre España y México, Guillermo Grau de «Moctezuma» asegura haber establecido una cancillería en Andorra. Y algo más: según documentos que obrarían en su poder, la corona de Castilla le ofreció a Pedro una pensión vitalicia y el título de conde a cambio de que abandonara sus derechos a la corona azteca. Es entonces cuando María de Grau de Toloriu reivindicó su derecho sucesorio, reconocido por los reyes de Aragón.

Los descendientes de Isabel de Moctezuma y de Pedro de Tesifón-Moctezuma no conceden el más mínimo valor a las credenciales de Guillermo Grau. «Se trata de personajes fantasiosos –explica José Miguel Carrillo de Albornoz, descendiente de la rama de Isabel–... Gente que quiere ser algo. Tienen oscuros orígenes o, incluso, algunos son paranoicos y acaban creyéndose sus propias historias. En algunos casos se aprovechan de la inocencia de otros para vender títulos nobiliarios, que sólo el Rey puede conceder».

A pesar de ello, Grau se ha presentado como soberano y ha otorgado títulos y condecoraciones haciendo valer su asombrosa versión de los hechos.

La historia de la princesa azteca y su matrimonio con un noble catalán tomó nuevos bríos en la década de los sesenta, cuando el veterano periodista José María Armengou decidió difundirla. «Yo me encargaba entonces de una sección en el Noticiero Universal que llevaba por título Noches de ciudad –nos explica–. Mientras aguardaba el inicio de un acto en el centro excursionista leí una revista de montaña en la que figuraba un artículo sobre el barón Grau de Toloriu y su relación con la heredera de la corona azteca».

Armengou es un gran amante de los Pirineos y la noticia le sorprendió. Por eso decidió publicar una nota escueta sobre el asunto en el periódico. Una reseña que, por cierto, le valió una sonada bronca de su director, quien le dijo que Guillermo Grau era un impostor que había tenido, incluso, problemas con la policía.

Como consecuencia de la conflictiva nota, se puso en contacto con él Antonia López Soler, condesa de San Jorge, quien resultó ser en realidad la esposa de Grau.Unos días después, pudo saber que la misteriosa sociedad caballeresca que colgó la placa en la iglesia de Toloriu había sido impulsada por el industrial y que, además, éste tenía a su disposición muchas otras órdenes dinásticas de nombre rimbombante, como la Orden soberana dinástica e imperial de la corona azteca, instituida en 1536 según Grau. Ésta aglutinaría a otras seis sociedades antiguas aztecas, como la Orden imperial y nobiliaria de Notre-Dame de Guadalupe de l'Anahuac, la Orden de los Cuatro Leones de L'Anahuac y la Orden de los Hombres de Paratge o Estamento militar de los Hombres de Paratge.

Grau estaba convencido de que la momia de la princesa y su tesoro imperial fueron enterrados en un subterráneo del castillo del barón y que, posteriormente, durante la Guerra Civil alguien escondió secretamente el cuerpo de la princesa en un hipogeo cercano para evitar su profanación.

Efectos paranormales

Toloriu se convertiría pronto en un hervidero de curiosos y buscadores de tesoros, emociones y fragmentos de una historia olvidada. Así trascendió que dos pescadores madrileños que viajaban en automóvil por una de las laderas de la Sierra del Cadí, siguiendo el curso del río Segre, toparon accidentalmente con un pueblo fantasma. El relato obtenido por el fallecido parapsicólogo Julio Roca Muntañola precisaba que en el camposanto de dicha población estos pescadores descubrieron la entrada a una suerte de hipogeo. Tras descender un primer tramo de escalones alcanzaron una estancia circular de la que partían otras galerías. Pero entonces los relojes se pararon, una de las brújulas empezó a enloquecer y las linternas empezaron a apagarse y encenderse por su cuenta. Un tenue aullido les rodeaba permanentemente. Tras un rato, repararon que lejos, en uno de los túneles, había una luz fluorescente. Y huyeron despavoridos.

Roca Muntañola relacionó el hallazgo con la tumba de la princesa, en tanto los pescadores identificaron algunos iconos como correspondientes a la cultura mexicana. Pero ni Armengou ni cuantos aventureros han tratado de localizar el sepulcro han dado con éste. Algunos, como mi buen amigo Miguel G. Aracil, han podido comprobar en esta zona los misteriosos efectos electromagnéticos, otros han confirmado que el subsuelo de Toloriu está sembrado de galerías que podrían comunicar con la iglesia.

Pero, ¿podemos comprobar de algún modo la presencia de la princesa o su tesoro?
Toloriu es un pueblecito singular que nació en torno a dos núcleos: una primitiva iglesia del siglo IX y el castillo de un barón. No se puede probar que Xipaguazin se casara y viviera allí aunque, curiosamente, en los alrededores hay una casa muy antigua, conocida con el nombre de Bima, término que en idioma azteca significa «señora».

La finca dispone de un matacán en la puerta principal. También de barbacanas y otras fortificaciones que se corresponden con las propias de un edificio anterior al siglo XVI. En 1977 fue dirigida una instancia al entonces ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, para que convirtiera en museo la residencia veraniega de los Grau Moctezuma, pero éste resolvió que no había documentación alguna relacionada con el tema.

En cambio, sí se ha podido documentar que en 1934 llegó a Toloriu una pareja de alemanes. Estos efectuaron diversas prospecciones arqueológicas. Compraron una vivienda en Can Caló, entre el Querforadat y la casa Bima. Y se les vio utilizando mapas e instrumentos topográficos, así como realizando diversas excavaciones. Se da el caso que uno de ellos, Joseph Wollmer Anglada, era de madre catalana. En su diario, ahora perdido, habría incluido algunas anotaciones relativas a la princesa Xipaguazin, por lo que pronto se les relacionó con buscadores del tesoro azteca. Joseph y su compañero Karl eran ingenieros de la Tercera Sección de Planimetría y Topografía del ejército alemán y, al parecer, dieron con diversas monedas que terminaron en manos de un banquero de la Seu de Urgell, llamado Calçot.

Los escépticos, sin embargo, aducen que tales monedas nada tienen que ver con el tesoro imperial, pues son españolas de los siglos XVI y XVII.

Más inquietante si cabe es la referencia a un acta notarial incluida en el número 10 del boletín Amigos de la Ciudad, en la que F. Huri Serra mencionaba el testamento de María Xipaguazin Moctezuma, ratificado por el notario del ayuntamiento de Benavarri, Manuel Pallàs Torrens. En él leemos: «Certifico, doy fe y testimonio de verdad que me exhibe un testamento otorgado por la princesa María Chipaguazin-Moctezuma ante el rector de Toloriu, a siete de noviembre de 1536».

Alguien miente

Ante esta nueva pista, decidí consultar la colección de documentos relativos al descubrimiento, consulta y organización de las antiguas posesiones de ultramar para intentar confirmar la historia. En el volumen 18, página 52, se asegura que María Xipaguazin ¡murió soltera! Y, para colmo, su supuesto marido, el barón Joan Grau i Ribó, no figura entre los pasajeros de Indias ni tampoco entre los conquistadores ni los pobladores de México o Nueva España.

Cortés, en efecto, viajó acompañado a España, pero del depuesto Cuauhtémoc (del que algunos –como Julián Alderete (o Aldrete) dicen que pactó con el conquistador para ocultar el tesoro de Pedro e Isabel.

Pasados los años, Cuauhtémoc aceptó ser bautizado con el nombre de Fernando de Alvarado y su esposa tomó el nombre de doña Isabel Moctezuma, de donde derivarán algunas de las ramas genealógicas oficiales.

Respecto a Guillermo Grau i Rifé sólo cabe decir que finalmente fue detenido por estafa. Distribuía alrededor de cien condecoraciones anuales y llegó a fundar la inexistente Universidad Internacional Moctezuma, a través de la cual otorgó títulos a todos los mitómanos dispuestos a pagarlos.

La credencial estadounidense que le faculta como soberano en el exilio es, en realidad, la declaración de una sociedad registrada por el Departamento de justicia en agosto de 1968 con el número 2099 y, finalmente, cabe añadir que cualquier persona puede asistir a las sesiones públicas de la ONU y la UNESCO y ser admitido como «oyente o auditor» sin ser miembro de pleno derecho.

En cuanto a sus condecoraciones aztecas y el principado de Andorra, hay que señalar que no figuran en ningún registro ni pasado ni actual.

Es difícil precisar la verdad o la falsedad de la relación existente entre el reino de Moctezuma con Toloriu, puesto que los documentos de la época se contradicen. En cualquier caso, es cierto que muchos de quienes creyeron en esta historia de amor y tesoros escondidos hallaron inquietantes indicios para estimular su imaginación.
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