Civilizaciones perdidas
01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes

El viejo entra a la pequeña capilla con el sombrero en el pecho, se arrodilla y llora frente a la imagen rodeada de fotos, exvotos de oro y plata, cruces de monedas, cartas de emigrantes agradecidos, velas, frascos con semillas y flores, muchas flores. Es mayo de 2007, hay romería, y allí nos vamos…

01/07/2007 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes
Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes
Es humilde pero viene agradecido. Reza, se desvanece, se santigua, lo ayudan sus acompañantes, toca el venerado busto, se levanta feliz. Afuera tocan música norteña y la venta de recuerdos, velas, protecciones y comida está a tope. Durante todo el día un maremagno de gente entrará y saldrá de esta pequeña ermita ubicada a un lado del Palacio Municipal de Culicán, Sinaloa, en México. Todos van a dar gracias, dejan piedras de oro y monedas de plata brillante, flores a montones, fotos, títulos profesionales; pagan música durante horas.

La capilla de Jesús Malverde es un sitio de devoción y de negocios. La sede de un culto popular singular, totalmente al margen de los cánones de la iglesia católica, un misterioso personaje de principios de siglo XX que se ha vuelto "santón" por causas igualmente extrañas; un milagroso héroe y mártir que encuentra de todo, protege de la policía y de "los peligros de la cárcel", cuida el camino de los "mojados", le da marido a la solterona y rehabilita al inválido.

Escapularios, llaveros, pins… Todo producto agradece sus favores con oraciones, truenan cohetes a montón y la cerveza es el único bálsamo para el calor infernal que abrasa con sus 40º a la sombra. Los discos de las bandas norteñas le cantan a "un generoso bandido, que repartía para los pobres lo que quitaba a los ricos". Pero, ¿cómo fue que un ladrón generoso se transformó en el señor de los narcos?

El "mal verde"

Nadie en los alrededores de la capilla pone en duda la existencia de Malverde. Existe, sin más, y con su apellido le da vida a los letreros que anuncian los locales aledaños "Cocos Malverde", o "Clutch Malverde"; existe porque diariamente su capilla se llena de flores, de ofrendas y donaciones que se reparten entre los necesitados. Existe porque la sabiduría popular de los "corridos" así lo consigna: "Jesús Malverde señores, así lo llamó la gente, pues para hacer sus asaltos se cubría con hojas verdes y le temían más que al diablo, por eso lo de mal verde". Existe porque su leyenda se acrecienta con el tiempo.

Pero, por si las dudas, algunos curiosos encabezaron búsquedas minuciosas por el Archivo Histórico de Sinaloa, donde Gilberto López Alanis, su encargado, encontró que en 1870 nació un niño llamado Jesús Juárez Mazo, cerca del poblado de Mocorito Sinaloa. No le cuadraban las fechas; si Malverde había muerto en 1909, tendría 39 años al morir y no la juventud que le atribuyen las leyendas.

Según el mito, Malverde había padecido hambre en las haciendas mineras de tiempos del Porfiriato. Sus mismos padres habrían muerto por los malos tratos de los caciques, y de ahí su aversión a la autoridad.

Sus hurtos, que cometía camuflado con hojas de plátano, traían en jaque al gobierno de don Francisco Cañedo, temible por aplicar la ley de las dos "E" a sus enemigos: encierro o entierro. Y se dice que éste llegó a retarlo a robar su hacienda, cosa que el bandolero hizo "como un ánima que pasa sin que los perros la sientan", y le robó la espada, provocando que el resentido gobernador pusiera precio a su cabeza.

Hay historias que cuentan cómo el primer robo fue repartido entre los pobres, a quienes delataron las monedas de oro que pretendían cambiar por alimentos. Eran tantos que tuvieron que dejarlos ir con todo y dinero. Ya fuera sastre, albañil o peón que participó en la construcción del Ferrocarril Occidental de México, la vida de Jesús Malverde deviene entre el mito y la realidad, y pocos en Culiacán prefieren callar ante lo incierto. Recientemente el mismo López Alanis anunció haber encontrado un acta de nacimiento de Jesús, hijo de Guadalupe Malverde, en 1888, lo que lo hace un ladrón precoz, muerto a los 21 años, que a veces llamaban "El Jinete de la Divina Providencia", y por el que se habían ofrecido 50 pesos de oro.

Pero sobre todo, su muerte es el enigma creador de su mito. Todas las versiones coinciden en que su cuerpo fue colgado en 1909, donde actualmente se encuentra el Palacio de Gobierno, pero unos dicen que fue un compadre quien lo traicionó y lo macheteó, y otros que fue él mismo quien lo pidió así. Pero hay una versión más, la que asegura que lo encontraron muerto y los del Gobierno simularon colgarlo para escarmiento de sus beneficiarios.

Estas narraciones coinciden también con las que vivió Eraclio Bernal, otro bandolero social famoso de la época por quien se ofrecieron diez mil pesos, vivo o muerto. Cierto o no, hay leyendas que afirman que el compadre murió a los tres días de su traición. Al cruzar el Puente Negro resbaló y cayó ahogado. Y curioso, a los 33 días de la muerte de su "piedrita en el zapato", el temible gobernador Cañedo murió de un gripe extraña.

Una piedra por milagro

A Malverde hay que llevarle una piedra por cada favor recibido. Colgado como un Cristo, permaneció sin poder ser enterrado mientras en el otro extremo de la ciudad el cadáver lujosamente embalsamado del gobernador era sepultado con pompa y boato.

Su intercesión para encontrar animales perdidos comenzó al poco tiempo. Una vaca, un chivo, un rebaño entero… El primer beneficiario, que lo mismo pudo ser una viejecita, un pastor o un lechero, perdió su único modo de mantenerse y ante sus restos desperdigados prometió ponerles piedra sobre piedra para cubrirlos. En el caso de la anciana dicen que a escondidas bajó sus despojos y los sepultó en el panteón de San Juan. Más tardaron en pedirlo que en oír que su perdida posesión regresaba salida de entre los matorrales. Malverde pasó a encontrar todo lo que se perdía y el montículo de piedras comenzó a crecer, atrayendo a desesperados de todo tipo, que se hincaban crédulos ante ese montículo sagrado, carente de una imagen, rodeado de precarias viviendas de la colonia Ruiz Cortinez, puestos ambulantes y mucho tráfico. Otros dicen que había que robarle una piedra y no traerla hasta que el favor estuviera cumplido, pero en esos terrenos las piedras pesan mucho.

Lo pueden constatar los trabajadores que llegaron en 1975 a destruir la tumba en aras de la modernización de la burocracia estatal. El Centro Sinaloa tenía que ser construido, sin importar la oposición de la comunidad y las preguntas insistentes de la prensa sobre el futuro del culto popular que en esas orillas de la calle Independencia se gestaba desde principios de siglo.

Cronistas de la ciudad consignan las "cosas extrañas" que ocurrieron cuando demolieron el sepulcro. "Era un atardecer", recuerda Adrián García Cortés. Los trabajadores tenían miedo y tuvieron que emborracharse para poder manejar los taladros y las barrenadoras, y hasta el mismo gobernador Alfonso G. Calderón, quien siempre usaba guantes y casco para dar el primer palazo de la obra, se abstuvo. En cambio, escondido entre la multitud, le comenzaron a saltar piedras "como palomitas de maíz", como queriendo lapidarlo.

Después, al querer remover las primeras piedras del sepulcro, una cuchilla de acero de la motoconformadora se rompió, y ya era de noche cuando lograron suplantarla. Venció la máquina sobre la superstición, pero siguieron ocurriendo cosas extrañas en el nuevo palacio, como amanecer con todos los cristales de las oficinas rotos, el pasto y las flores secas, o aquella vez que una mancha negra surgió justo en el punto donde estaba el viejo sepulcro.

La Iglesia, gran oportunista, quiso cortar el culto pero Malverde no se dejó. Los acontecimientos extraños cesaron cuando en 1980 una nueva capilla, ubicada en un enclave aledaño al palacio, fue construida por obra de Elpidio González León, un ranchero que herido de bala "un 23 de abril, presente lo tengo yo", que "se debatía entre la vida y la muerte", curó. Agradecido y con su propio dinero construyó el techo de la ermita, un cubo de estructura piramidal donde dos cruces de metal y una campana de diseño abstracto completan una escenografía ecléctica y colorida, cuyo atractivo principal acaso consista en el busto de yeso con la cara de Malverde.

Hay en esto una historia igual de singular. Acostumbrado a las imágenes se le dio a Malverde un rostro que sería inspirado por otro de los "santos" del pueblo, y curiosamente también sinaloense, Pedro Infante, el ídolo de Guamuchil, el arquetipo del mexicano luchador, pobre, carpintero, boxeador y muy enamorado. ¿Será éste el secreto de su atractivo encanto entre las multitudes?
Hasta 2004, fecha de su fallecimiento, esta capilla repartía sillas de ruedas, muletas, donaciones para funerales y gastos de repatriación de emigrantes asesinados, una especie de seguridad social para pobres que muchos ya quisieran ver en las capillas de la Iglesia católica. Hoy, el hijo de ese ranchero, Jesús Manuel González sigue los pasos de su padre y cuida la capilla.

Ya no se llevan piedras, a menos que sean de oro; ahora las fotos, las cartas de agradecimiento que vienen de diversas ciudades de los Estados Unidos, los frascos con los primeros frutos de las cosechas, los exvotos con alguna historia de avionetas no detectadas por radares, o de criminales no vistos por la policía, se abren a la vista del curioso. Si es el santo de los narcos sorprende que no haya frascos con coca o marihuana, pero las suspicacias locales siempre atribuyen a esas camionetas de lujo y blindadas que estacionan enfrente un status diferente, respetuoso; "ya lo hicieron", ya triunfaron.

Los cohetes que truenan se cree que anuncian la "coronación" de un envío, pero hoy 3 de mayo, el día de la santa cruz, el día de los albañiles, en Culiacán Sinaloa se rinde tributo a un héroe mártir, uno que sigue encontrando posesiones y da esperanza a los desahuciados, que da cuenta de que la fe del pueblo es más grande que la razón y hace posible los más extraños deseos de la fe.

Con capillas en Los Ángeles, en la Ciudad de México y hasta en Cali, Colombia, es impresionante el interés que ha despertado. La cultura del narco, que incluye forma de vestir, autos a usar y ritos de fe, le seguirá poniendo altares, rezándole, cantándole: "Me fue muy bien todo el año, por eso ahora vengo a verte, de Culiacán a Colombia que viva Jesús Malverde, este santo del colgado me ha traído buena suerte…".

Georgina Hidalgo Vivas
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