Misterios
14/12/2018 (13:01 CET) Actualizado: 10/01/2019 (17:35 CET)

Fantasmas de la Inquisición

En 1480, Miguel de Morillo y Juan de San Martín crean en Sevilla el primer tribunal inquisitorial. Desde entonces y hasta 1781, en que María Dolores López se convierte en la última víctima del Santo Oficio, la Inquisición fue tallando en sus muros cicatrices que hoy es posible reconocer. Fede Padial

14/12/2018 (13:01 CET) Actualizado: 10/01/2019 (17:35 CET)
Fantasmas de la Inquisición
Fantasmas de la Inquisición

Desde la primera sede en el Convento de San Pablo, hoy Iglesia de la Magdalena, el recorrido nos hace atravesar la Plaza de San Francisco, la Parroquia de Santa Ana, la Plaza de San Marcos –testigos todos de autos de fe–, la posterior sede instalada en el Colegio de Becas en la Alameda de Hércules, el quemadero instalado en el Prado de San Sebastián y el famoso Castillo de San Jorge que será el destino donde nos llevarán estas líneas.

Aún pueden verse las marcas del Santo Oficio dejadas por los dominicos, aquellos "canes de Dios" que quisieron traer luz al mundo con su fuego purificador y sólo dejaron tinieblas. Las encontramos en la Iglesia de la Magdalena; si nos paramos en el pórtico sur y miramos hacia el techo, podremos ver su escudo formado por una cruz, la espada del castigo y el olivo del perdón en el interior del templo. También en los candeleros de la Magdalena y en un gran mural de Lucas Valdés, donde dejó reflejado un auto de fe: El suplicio de Diego Duro. Otro lugar donde podemos encontrarlas es el camarín de la Virgen de las Angustias, en el santuario de Jesús de la Salud.

UN CASTILLO CON HISTORIA
Estamos en el barrio de Triana. Sobre una construcción defensiva visigoda, los árabes construyeron un castillo al que llamaron Gabir y una necrópolis almohade. Tras la Reconquista, en 1248, el castillo pasa a manos de la Orden de San Jorge, edificándose la que fue la primera parroqia de Triana, la capilla de San Jorge.

Durante el reinado de Enrique IV sus muros fueron escenario de conflicto, pasando a manos de la casa de Medina Sidonia y poco tiempo después al control de los Reyes Católicos. No es hasta 1481 en que el Santo Oficio lo convierte en su sede institucional hasta 1785, cuando será abandonado debido a su mal estado. En 1823 se construiría en su lugar un mercado de abastos. Ya a comienzos de nuestro siglo, se acometen obras de remodelación.

Las catas arqueológicas rescatan los restos que dormían bajo tierra. En términos parapsicológicos, existe la teoría de que las obras no sólo mueven cimientos, sino la historia que acompaña al lugar. Sea esto un eco del pasado que se asoma a la ventana del presente o lo que vulgarmente conocemos como fantasmas.

LA LEYENDA DEL MERCADO DE TRIANA
Uno de los casos más conocidos del panorama sevillano fue el de la aparición de una "niña fantasma" en el mercado de Triana. Aunque muchos afirmaron que obedecía a una maniobra de marketing para revitalizar el espacio, la cantidad de testigos de su presencia hizo que acudiéramos para intentar demostrar que no está todo dicho sobre él.

Para cualquier experimentador, pasar una noche en el enclave es una oportunidad más que apetitosa, así que, cuando recibí una llamada de mi amigo Antonio Jesús Cárdenas, no lo dudé. Nos acompañarían su pareja Estefanía y los investigadores sevillanos Lorenzo Cabeza y Mari Carmen Bravo, así como mi equipo, Fuenny y Bárbara.

Una vez formado el grupo y debatidas las actividades que realizar esa noche, esperamos a que el mercado quedara con la sola compañía de los guardas nocturnos. Formados en grupos, peinamos el area fotográficamente y realizamos mediciones electromagnéticas, térmicas y sonoras del entorno. He de decir que descarté todas las mediciones por encontrarnos en un entorno altamente contaminado. La incidencia eléctrica de las camaras frigoríficas invalida las mediciones, encontrando únicamente una curiosa perturbación vía péndulo que se situaría sobre lo que fue la casa del inquisidor.

Algo que suelo hacer es intentar imitar las situaciones vividas por los testigos y he de confesar que pasear a solas por las oscuras callejas del mercado acongoja y predispone al visitante nocturno a una situación de alerta que agudiza los sentidos; cualquier ruido o sensación se magnifica. El apartado psicofónico realizado desde nuestras grabadoras de audio se presentó complicado por la cantidad de ruidos marcados como posible contaminación exterior y por el ruido de la maquinaria del recinto, sin que pueda destacar nada relevante. Se realizó un experimento con cámara kinect, usando un osito de peluche como desencadenante para ver si cazábamos evidencias de la aparición infantil sin resultados aparentes.

La sorpresa llegó al analizar la grabación de vídeo que habia realizado Antonio: una voz infantil parecía asombrarse ante una pregunta que yo hacía al comienzo del experimento. "Es un hombre", decía aquella voz sorprendida. Una voz que no tenía que estar allí. De nuevo el fenómeno parecía sorprenderse de nuestra presencia, pasando a ser el investigador el observado, una constante en los contactos paranormales. ¿Quién es el causante del fenómeno? ¿Quién es el aparecido? ¿Quién es el testigo?

NUEVOS TESTIMONIOS
Al ser un lugar en activo, es relativamente factible recabar testimonios. Sorprendentemente, todos ellos afirmaban que si bien ellos no habían visto nada, conocían a otro trabajador que sí había sido testigo de lo insólito. Destacaré dos declaraciones; la de uno de los guardas de seguridad, el cual afirmaba que su padre, antiguo trabajador del mercado y testigo de las obras de su última remodelación, afirmaba que "aquello estaba sembrado de huesos" –algo que no es de extrañar, pues a poco que se indage en su historia, comprobamos que existió una gran necrópolis almohade que albergó a casi 1.000 personas y la propia área cementerial de la ermita de San Jorge–.

Pero para mí la más interesante, sin duda, fue la que nos refirió una trabajadora del actual mercado. Si bien la chica no había tenido avistamiento alguno de la famosa niña, sí que había sido testigo de dos nuevas apariciones de las que no se tenía constancia: la de una mujer mayor, de rostro amable según nos relataba, que se asomaba desde las estancias superiores y observaba el discurrir del mercado como si de algo cotidiano se tratase y sin que interactuara más allá de su contemplativa aparición.

Imposible no fabular con la idea de que se tratase de la esposa de alguno de los familiares que vivieron en el castillo o de alguna criada del séquito inquisitorial. Pero otra figura más siniestra que sí creaba inquietud en la testigo era la de un hombre de dura mirada, poblados bigotes, sombrero de ala ancha y capa que parecía cruzarse en el camino de los incrédulos operarios que tenían la mala fortuna de ver lo que no debería estar allí.

La chica lo describía como "un mosquetero" pero para nosotros la descripción era otra: si la visión era cierta, correspondía a un garduño, un miembro de aquella sociedad secreta cuyos miembros fueron tanto brazo ejecutor de trabajos sucios para la Inquisición como perseguidos y ajusticiados por el Santo Oficio una vez dejaron de ser útiles a la institución. En resumidas cuentas, tras una noche de búsqueda de lo imposible, fuimos buscando un fantasma y acabamos topándonos con lo que podrían ser tres…

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Nº 404, mayo de 2024