Lugares mágicos
22/05/2012 (08:45 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

ARAGÓN: LA RUTA DEL DIABLO

Carlos OllésLugares donde se llevaban a cabo aquelarres, santuarios en los que hechiceras realizaban exorcismos, imágenes religiosas para curar a los endemoniados, extraños personajes que adoraban al Príncipe del Mal, cuevas donde las brujas se reunían en ceremonias paganas de orígenes inciertos… Todo esto y mucho más podemos encontrar en «Lugares mágicos de Aragón» (Cydonia, 2012), obra de reciente aparición de la cual extractamos el siguiente reportaje, y que constituye la mejor guía para conocer los milagros, mitos y leyendas de una tierra sorprendente.

22/05/2012 (08:45 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
ARAGÓN: LA RUTA DEL DIABLO
ARAGÓN: LA RUTA DEL DIABLO
El escritor Pío Baroja estuvo hospedado en Mirambel (Teruel) durante un viaje que realizó a dicha localidad en el invierno de 1930. Durante su estancia, recopiló una buena cantidad de leyendas locales, que publicó en su libro La venta de Mirambel. Pío Baroja dijo de esta bella población que «está como dormida en el pasado». Circunstancia todavía válida hoy en día, pues sus calles empedradas, repletas de historia, y los muros de esta villa fortificada nos hablan de un tiempo pasado en el que era plaza fuerte del Temple.

Durante 1564 se fundó el convento de las monjas Agustinas, edificio pegado a las murallas y de una gran belleza, tanto interior como exterior. En nuestro recorrido tampoco podemos olvidar la iglesia parroquial, dedicada a Santa Margarita, ni la controvertida ermita del Santo Sepulcro, aledaña al cementerio, estrechamente vinculada a una leyenda negra que todavía pervive entre las gentes de Mirambel. Se cuenta que no hace tantas décadas atrás, llegó a la población un joven cura acompañado de su madre, a fin de ocupar el puesto de capellán-organista en el convento de las monjas Agustinas de esta población. Dicho personaje, llamado Francisco Montpesar, de semblante pálido y muy esbelto, causaba buena impresión en los fieles, pero pasado el tiempo se empezaron a escuchar ciertos rumores, según los cuales el sacerdote había seducido a una joven a la que impartía clases de música. Pronto se supo que no era la única muchacha con la que mantenía relaciones, incluida alguna monja del convento en el que celebraba diariamente sus oficios.

Además, comenzó a rodearse de extraños personajes, como «la Garrocha», una vieja comadrona y «emplastera». Según las malas lenguas, era medio bruja y se encargaba de buscarle las chicas con las que daba rienda suelta a su pasión. Luego, hacía desaparecer los hijos consecuencia de sus relaciones. En la corte de personajes que seguían al cura también se encontraba un ermitaño, apodado «el Peregrino», un jorobado con el sobrenombre de «Sotavientos» y algún que otro joven de la población.

El grupo tomó como cuartel general para sus ritos la ermita gótica del Santo Sepulcro, edificada a finales del siglo XVI y situada junto al camposanto, donde la gente decía que invocaban al demonio, consumían drogas y celebraban orgías. Al padre Francisco se le podía ver armado y envuelto en una capa con capucha, siempre en el cementerio o en zonas muy solitarias, acompañado de un desaliñado y enorme perro negro, que lo seguía como su mismísima sombra. El animal tenía una mirada extraña y nadie quería encontrárselo en su camino, pues creían que dentro de su piel residía el mismísimo demonio… (Continúa en AÑO/CERO 262).
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