Lugares mágicos
01/08/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

LUGARES DE PODER: Holmavik, la ciudad de los brujos

La región islandesa de Strandir, en los fiordos occidentales, siempre fue una zona aislada. Esta situación le permitió mantener vivas durante mucho tiempo ciertas tradiciones vikingas que, con los años, se mezclaron con la magia europea, la Cábala y la Alquimia, introducidas por personas instruidas, muchas de las cuales habían estudiado en Copenhague, cuando Islandia se encontraba bajo la administración danesa.

01/08/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
LUGARES DE PODER: Holmavik, la ciudad de los brujos
LUGARES DE PODER: Holmavik, la ciudad de los brujos
Tiempo de hogueras
En Holmavik, uno de los principales pueblos de Strandir, visitamos una interesante exposición sobre el fenómeno de la brujería en la Islandia del siglo XVII.

A la entrada de la exposición, en el centro cultural del pueblo, un mapa muestra los lugares de Islandia donde se sabe que había brujos. Aquí hay que usar sobre todo el término masculino, ya que al parecer hubo pocas brujas, a pesar de la tradición vikinga del seidr, magia chamánica practicada por las mujeres vikingas.

Aquellos brujos se concentraban sobre todo en esta región de los fiordos occidentales, un lugar muy aislado (todavía lo está), donde las tradiciones permanecieron vigentes durante más tiempo que en otros lugares; al menos hasta que llegó el luteranismo dispuesto a barrer definitivamente todo lo que oliese a paganismo, satanismo o similares, incluyendo aquel sincretismo de catolicismo y brujería que todavía se mantenía vivo en Strandir.

Cuatro hogueras dibujadas en el mapa simbolizan los lugares donde fueron quemados aquellos a quienes se encontró culpables. Como sucedió en Europa, los motivos más habituales para incurrir en brujería eran la sospecha de producir enfermedades en otras personas o en el ganado, así como la posesión de grimorios o cualquier otro símbolo mágico que se grababa sobre tablillas. Todo eso equivalía a cometer blasfemia, herejía o satanismo, incluso en el caso de que los amuletos se usaran para curar personas o proteger el establo.

En total hubo 130 juicios, con 170 personas acusadas (sólo un 10% de mujeres), de las cuales 21 (un porcentaje relativamente bajo) fueron condenadas a la hoguera. Los nombres de estas víctimas están escritos en otro panel de la exposición: desde Jon Rognvaldsson (1625), acusado de conjurar a un fantasma y por tenencia de papeles con símbolos rúnicos, hasta Halldor Finnbogason (1685), condenado por blasfemia.

A lo largo de las paredes de la sala se suceden objetos relacionados con la brujería. Sobre todo, se trata de pieles o papeles con símbolos mágicos dibujados, libritos con fórmulas secretas y tiras de papeles con una minúscula caligrafía en un lenguaje extraño. Los grimorios o símbolos mágicos solían emplearse para proteger al ganado, conseguir que una mujer quedase embarazada, descubrir a un ladrón, hacer un buen negocio, contra la brujería de otros o incluso para tener buenos sueños. Los usos más oscuros incluían conseguir riquezas, controlar el clima, propagar enfermedades, volverse invisible o levantar a un muerto de su tumba. También hay algunos símbolos que se grababan en el fondo de los barriles, pero sobre los cuales no ha quedado ninguna constancia de su significado.

En la exposición también hay un cuervo, pájaro asociado al dios Odín, con una goldrastafir (tablilla con runas) en el pico; o un esqueleto que emerge del suelo con una tablilla en la mano, donde está dibujado un uppvakningur, un círculo con signos inscritos.

Pero tal vez lo más curioso entre las piezas expuestas sea el nabrokarstafur, que podría traducirse como «necrocalzones». Se trata de una prenda fabricada con la piel de la parte inferior de un cadáver desenterrado, con órganos sexuales incluidos. Dicha prenda debía llevarse puesta hasta que supuestamente pareciese una segunda piel. En el escroto se adhería un trozo de piel de animal donde se dibujaban determinados conjuros rúnicos, y una moneda robada a una viuda pobre. A este siniestro atuendo se atribuía el don mágico de que constantemente cayesen monedas desde el escroto. Si en aquellos tiempos hubieran tenido televisión basura, no hubieran necesitado hacer este tipo de cosas para ganarse la vida sin dar golpe.

También estaban «las ruedas de protección». Estos conjuros rúnicos con dibujos y formas simétricas, que podían ir bordados sobre la ropa o ser grabados en las puertas de las casas, eran más tolerados. La mayoría de ellos tenían una función protectora, como los verndarrun (un anillo central del que parten cuatro ejes que terminan en sendas horquillas), cuya variante más conocida es el aegishjalmur, que servía tanto para proteger las propiedades como para desviar cualquier infortunio y propiciar la buena suerte. En la guerra podría infundir el terror en el corazón del enemigo por contener el poder de la serpiente. Sus distintos elementos estaban diseñados para almacenar energía y evitar que se diluyera; y para activarla y amplificarla cuando fuese preciso. También tenía la capacidad de defender de la energía negativa que llegara desde el exterior y devolverla a quien la hubiese enviado.

Este símbolo tiene una larga historia y algunos expertos aseguran que está relacionado con la idea del tercer ojo y la glándula pineal. Otros piensan que es una prueba indiscutible del mestizaje que se produjo entre paganismo y cristianismo, ya que la forma básica es una cruz con el anillo solar, una imagen también usada por los celtas como protección.

Quienes se dedicaban a estas artes secretas solían ser gente culta, educada en Dinamarca. Sin embargo, en Islandia el pensamiento mágico tuvo una expresión propia, diferenciada de la brujería europea de aquellos turbulentos tiempos, seguramente por su mezcla con muchos elementos de la tradición chamánica vikinga, prácticamente perdida en el resto de Escandinavia.

Libros malditos
Se conoce el caso de un sacerdote de la región de Eyjarfjordur que fue condenado por usar los conocimientos de un libro de magia para seducir a su hermanastra. Al ser descubierto, este desdichado fue condenado a la amputación de un brazo y ambas orejas, pero finalmente sería perdonado, porque el pueblo lo solicitó para que siguiera cumpliendo sus funciones eclesiásticas en Strandir.
«Solicito la ayuda de la tierra, la victoria del sol, la felicidad de la luna, el auxilio de las estrellas y la fuerza de los ángeles de Dios». Esta frase de un libro de aquella época muestra el sincretismo de la religión autóctona de la naturaleza con el cristianismo. Durante el periodo católico, esa magia procedente de los tiempos paganos siguió practicándose discretamente, registrándose pocos casos que llegasen a causar problemas dignos de ser mención.

Tres religiosos se hicieron célebres en Islandia por sus prácticas mágicas. Por una lado estaba Gottskal Niklasson «El Cruel», obispo de Holar, a quien se atribuye la autoría de un libro titulado Raushskinni (Pielroja), que es una recopilación de magia negra codificada en runas. Otro fue Halldanus Narfason, vicario de Fell, citado en muchos cuentos populares por su fama de mago blanco. El tercer religioso-brujo fue Eirik Magnuson, también conocido como «Sira Eirik», que debió andar en la cuerda floja entre ambas magias. Escribió un libro llamado Graskinni (Pielgris), citado en varias historias populares islandesas. La primera parte de este texto estaba escrita en caracteres latinos y la segunda con runas. Perro aquel hombre no parecía muy seguro de la naturaleza de sus actos, ya que poco antes de su muerte dijo a sus amigos que cuando llevasen su féretro al cementerio aparecerían un pájaro blanco y otro negro que pelearían entre ellos. Si el vencedor era el pájaro blanco, debían enterrarlo en el camposanto, pero si ganaba el negro, no. A su muerte se hizo su voluntad y, según la leyenda, el pájaro blanco salió victorioso.

También recoge la tradición popular el caso del decano de la escuela de Holar. Éste habría tenido un alumno aprendiz de mago que, a través de sus lecturas del libro Pielgris, quiso hacerle un maleficio. No lo consiguió, según se cuenta, pero no tanto porque el decano fuese un hombre de Dios como por ser él también un experto en artes mágicas.

También hay que reseñar a Saemundo «El Sabio», quien llegó a ser alumno de la mítica Escuela Negra de París. Ésta institución legendaria era un tétrico sótano carente de ventanas donde los alumnos aprendían leyendo unos libros cuyas letras brillaban en la oscuridad. Los estudios eran gratuitos, pero el director de la escuela, de quien nadie conocía la identidad, pero del que nadie dudaba que era el mismísimo diablo, se quedaba con el último alumno que saliese al finalizar el curso. Saemundo evitó ser uno de estos poniéndose un abrigo sin meter los brazos en las mangas. Cuando estaba a saliendo por las escaleras, el diablo tiró del abrigo, quedándose sólo con la prenda en las manos.

Con la llegada de la Reforma, llevada por los daneses, se acabó con la tolerancia. El reverendo Jon Magnuson escribió un libro contra la brujería, relatando la larga enfermedad y las alucinaciones causadas por dos vecinos, padre e hijo, que fueron quemados en 1656. El reverendo se quedó con sus propiedades, como compensación por el sufrimiento pasado.

A pesar de todo, sobrevivió el Galdrabok (Libro de Brujería), una colección de fórmulas y símbolos mágicos de los siglos XVI y XVII, muchos de los cuales provenían de la magia rúnica vikinga. Este libro cubre tanto la magia blanca como la negra. La primera surge de un mestizaje entre las tradiciones nórdicas y el catolicismo, incluyendo sus santos y sus plegarias. Por el contrario, las prácticas de magia negra estaban dirigidas a realizar maleficios que producían enfermedades, destrucción y muerte.
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