Parapsicología
01/01/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Investigadores de lo oculto

Látigos y mapas de tesoros ocultos, lupas y los más sofisticados aparatos de un servicio secreto son algunas de las herramientas de trabajo de estos personajes. Durante décadas, la imaginación de escritores, dibujantes y guionistas ha dado forma a una variada galería de detectives, aventureros, policías o periodistas con un denominador común: su apasionante búsqueda de lo misterioso.

01/01/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Investigadores de lo oculto
Investigadores de lo oculto
Una silueta misteriosa se recorta contra el cielo en medio de una selva sudamericana. Las sombras impiden contemplar su rostro, pero se adivina claramente que el personaje lleva un sombrero de alas anchas y una cazadora de cuero desgastada por mil y una aventuras. Instantes después aparece en escena un viejo mapa, y más tarde surge uno de los objetos distintivos que identifican a nuestro héroe: su látigo. Después, una acción trepidante: indígenas sudamericanos, una cueva repleta de trampas y un misterioso y deseado ídolo de oro… Así comienza Indiana Jones: en busca del Arca Perdida, la primera entrega de una de las sagas cinematográficas más apasionantes de la historia del celuloide.

Pero, ¿cuál es el secreto del éxito de estas películas? ¿por qué nos atraen tanto éste y otros personajes similares?

Enigmas arqueológicos y ocultismo nazi

La idea de filmar una película sobre las aventuras de un intrépido arqueólogo durante la primera mitad del siglo XX, ya rondaba en la mente del cineasta George Lucas mientras rodaba su primera trilogía de La Guerra de las Galaxias. Así que no tardó en ponerse en contacto con el otro «rey Midas» de Hollywood, Steven Spielberg, para plasmar juntos en la pantalla la primera parte de una trilogía hoy mítica. Pocos años después, Henry Jones Jr. cobraba vida de la mano de los dos cineastas, acompañados en la labor por el guionista y director Lawrence Kasdan.

Seguramente, ninguno de ellos imaginó entonces que su creación iba a revolucionar el cine de aventuras, marcando un antes y un después en este tipo de películas, y creando una larga lista de imitaciones a su paso. Buena parte del éxito de los tres films procede, sin duda alguna, de la elaborada personalidad de su protagonista. Sus creadores nunca han escondido que el personaje tiene varios modelos: uno de ellos es Harry Steele, héroe interpretado por Charlton Heston en la película El secreto de los Incas. Por otro lado, muchos de sus rasgos proceden de las viejas series de televisión que se emitían en los años 40 y 50.

Pero Indiana Jones ha ido creciendo con los años, y los diferentes guionistas han aportado sus propios puntos de vista: «Lo que realmente ayudó es un libro de no ficción que leí sobre un hombre llamado Wade Davis. Es profesor de botánica en Harvard y explorador, y fue quien descubrió el modo en que se crea a los zombis en Haití. Se me ocurrió que era como Indiana Jones… Por un lado es un profesor universitario, y por otro viaja y tiene todas esas aventuras salvajes», explica Rob McGregor, uno de los guionistas en Indiana Jones y la Última Cruzada.

Esta «doble vida» es, precisamente, uno de los atractivos del personaje. Entre otras cosas, porque permite al espectador identificarse con el héroe: el Doctor Jones es un respetable –y en apariencia– aburrido profesor de arqueología que da clases en la universidad y que está continuamente rodeado de libros: es el típico «ratón de biblioteca». Sin embargo, tiene una «cara oculta», la del galán, intrépido y audaz aventurero que recorre el mundo sorteando mil y un peligros para descubrir las reliquias arqueológicas más increíbles. Pero esta «doble vida», que se repite hasta la saciedad en innumerables héroes de éxito, como Superman, Spiderman y muchos otros, es sólo uno de los secretos de la fascinación que despierta.

El otro ingrediente de la exitosa receta recae en la historia antigua, la arqueología y, especialmente, en el tenebroso mundo del ocultismo nazi. A lo largo de las tres películas, Indy recorre buena parte del globo –sudamérica, Egipto, India, Jordania, etc…–, visitando extrañas y peligrosas ruinas, en busca de objetos arqueológicos de enorme valor. Pero, ¿hasta qué punto son acertadas las menciones y guiños históricos presentes en sus aventuras?
Lo cierto es que, aun conteniendo numerosas imprecisiones (totalmente perdonables, ya que se trata de historias de ficción), el mundo plasmado en las tres películas se ajusta bastante a la realidad.

La célebre escena inicial de la primera película, ambientada en una selva sudamericana, tiene como objeto la búsqueda de un ídolo de oro que está protegido tras numerosas trampas. Esta estatuilla está inspirada en una escultura azteca real, que representa a la diosa Tlazolterotl, una divinidad asociada a la fertilidad. Lo único que falla, como vemos, es la localización: la cultura azteca se desarrolló en mesoamérica, por lo que sería difícil encontrar dicha figura en una selva situada en el sur del continente.

El argumento central de esta misma cinta gira, igualmente, en torno a una pieza arqueológica. Sin embargo, en este caso, su importancia es mucho mayor. Jones debe localizar el Arca de la Alianza antes de que lo hagan los nazis, quienes tratan de apropiarse del objeto sagrado para utilizar sus capacidades destructivas. Así, Indy acaba en Egipto, donde descubre el Arca en un yacimiento arqueológico. De nuevo, los guionistas y creadores de la historia demuestran haberse informado bien sobre algunos detalles «ocultos» de la arqueología. Efectivamente, el Arca de la Alianza es uno de los objetos más codiciados por determinados investigadores y arqueólogos. Además, algunos estudiosos han señalado África, y más concretamente Etiopía, como una de las posibles localizaciones del objeto sagrado. Por otro lado, la propia Biblia, en un pasaje en el que describe el Arca con todo detalle, menciona también su temible poder destructor (AÑO/CERO 7, 27 y 135). La tercera parte de la trama, el interés de los nazis por el Arca –y por el Santo Grial en Indiana Jones y la última cruzada– tiene también su contrapunto en la vida real. Numerosos estudiosos han demostrado la importancia que determinadas creencias ocultistas tuvieron en el Tercer Reich –incluso ciertos movimientos neonazis actuales siguen dando gran relevancia a ciertas doctrinas esotéricas–, y los intentos de localizar al Grial de dirigentes nazis como Otto Rhan o el mismísimo Himmler son de sobra conocidos (AÑO/CERO, 13, 99 y 148).

Pasemos ahora a otra fascinante vertiente de la ficción: el cómic. Entre los numerosos artistas que han desarrollado este arte, encontramos varios autores (ver recuadro sobre Tintín) que obtuvieron su mayor éxito gracias a personajes vinculados con lo misterioso y lo fantástico. Ese fue el caso de Edgar P. Jacobs, padre creativo de nuestros siguientes protagonistas, Blake y Mortimer.

Estos dos héroes del cómic aparecieron al mismo tiempo en que la novela negra disfrutaba de su mayor apogeo, a mediados del siglo XX. Blake es un militar y miembro de los servicios secretos, mientras que su inseparable compañero de fatigas y aventuras, Mortimer, es un eminente científico. Ambos, a modo de unos modernos Holmes y Watson, se enfrentan en sus aventuras con distintos misterios arqueológicos –como en los dos tomos de El Secreto de la Gran Pirámide (Norma Editorial)–, tramas policíacas, búsquedas de continentes perdidos (en El Enigma de la Atlántida) e incluso a viajes en el tiempo. Como no podía ser de otro modo tratándose del cómic, nuestros intrépidos héroes tienen también su alter ego, el malvado coronel Olrick, contra el que se enfrentarán a lo largo de sus peripecias.

Detectives y cazafantasmas

Si bien el cine y el cómic poseen buenos ejemplos de investigadores de lo oculto, sin duda alguna ha sido la literatura la que más ha aportado a este subgénero, a medio camino entre las historias de aventuras, la novela negra y el terror. Y es aquí donde encontramos, quizá, los personajes más apasionantes y mejor perfilados, y que tuvieron una mayor trascendencia para el género en los años posteriores.

Esta corriente literaria de investigadores de lo oculto, cazafantasmas y detectives insólitos surge en un momento en el que Occidente está fascinado por creencias como el espiritismo, fundado en el siglo XIX por Allan Kardec, las doctrinas teosóficas de Madame Blavatsky y el ocultismo en general. Por otro lado, estos héroes de lo sobrenatural comparten características con los detectives propios de la novela negra. También en estos años estarán en auge –o mantienen todavía una fuerte influencia– las novelas del sabueso más famoso de todos los tiempos, el célebre Sherlock Holmes, personaje nacido de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle quien, por cierto, también elaboró varias historias de terror como las recogidas en Cuentos de Terror y Misterio (Ed. Alfaguara bolsillo) e incluso creó a otro personaje, el profesor Challenger –Las aventuras del profesor Challenger (Ed. Laertes)–, que bien podríamos incluir en este informe. Además, no hay que olvidar que Doyle era un fervoroso creyente, defensor del espiritismo y de los fenómenos paranormales.

Siguiendo un orden cronológico, fijamos nuestra atención en el autor irlandés Joseph Sheridan Le-Fanu, nacido en Dublín en 1814. En esta ciudad cursó estudios de abogacía en el Trinity Collage. Sin embargo, nunca ejerció como abogado, y se dedicó a escribir poemas y relatos en un diario local, que acabaría comprando y dirigiendo. Hay un hecho en la vida de Le-Fanu que marca un antes y un después, y que parece iniciar su faceta más oculta y misteriosa: la muerte de su mujer en 1858. Tras la fatal pérdida de su esposa, el escritor se aísla del resto de la sociedad, conviertiéndose en un excéntrico que dedica las horas nocturnas a escribir y a empaparse de textos sobre ciencias ocultas. Tales menesteres le convirtieron a ojos de sus paisanos en «El Príncipe Invisible». Es a partir de entonces cuando su mente comienza a gestar geniales creaciones literarias, siempre vinculadas al terror y lo sobrenatural, y que le valieron su actual consideración como uno de los maestros indiscutibles del género de fantasmas. Su personaje más célebre, un misterioso doctor experto en los fenómenos extraños, es Martin Hesselius, que se verá envuelto en investigaciones de casas encantadas, como ocurre en El Juez Harbottle o en casos de vampirismo, tal y como podemos leer en una de sus mejores historias, Carmilla. Ambos relatos se editaron en castellano, junto a otras de sus aventuras, en la excelente selección Los archivos del Dr. Hesselius (Ed. Valdemar). Pero lo más importante de Hesselius es que sirvió de modelo para otros famosos investigadores de lo oculto, como el cazavampiros Van Helsing de Drácula, o el Dr. John Silence, la creación más interesante de Algernon Blackwood.

Nacido en Inglaterra en 1869, Blackwood es otro de los escritores preferidos por los amantes de la literatura fantástica. Al igual que Le-Fanu, varios hechos de su biografía influyeron de forma clara en su futura creación literaria. Su juventud estuvo marcada por una estricta educación religiosa y, como forma de rebeldía, Blackwood se interesó por las religiones orientales y las doctrinas teosóficas de moda en la época. Más tarde viajó hasta Canadá y EE UU, donde llegó a trabajar en el New York Times. Sin embargo, la gran ciudad no le convenció, y regresó a Inglaterra. Allí entró en contacto con el también escritor de terror Arthur Machen, y a los 31 años ingresó en la Orden Hermética de la Golden Dawn (AÑO/CERO 151, 152 y 153).

Su pertenencia a esta orden esotérica tiene gran importancia para su obra, ya que en 1908 da a luz su más importante creación: el médico y experto ocultista John Silence, personaje inspirado por uno de sus «colegas» esotéricos. Las aventuras de este «detective psíquico», que utiliza pentáculos e invocaciones mágicas, han sido recogidas en castellano en el libro John Silence, investigador de lo oculto (Ed. Valdemar).

En la misma línea de relatos, aunque con ligeras diferencias, encontramos otro personaje igualmente singular, dedicado a la labor de desentrañar lo oculto: Jules de Grandin, ideado por el escritor Seabury Quinn.

Quinn nació en Washington en 1889. Tras leer en su infancia Drácula de Bram Stoker, se convirtió en un apasionado investigador –y más tarde en auténtico experto– de sucesos paranormales, leyendas, brujería, etc… Fue así como surgió Jules de Grandin, antiguo espía y una eminencia en anatomía, cuya dedicación secreta es investigar sucesos sobrenaturales empleando el método científico, como en Las cámaras del horror de Jules de Grandin (Ed. Valdemar).

Muy similares también son Carnacki el cazafantasmas (Ed. Valdemar), de William H. Hodgson, o Harry Dickson, del escritor belga Jean Ray. Dickson comenzó siendo una «copia» de Sherlock Holmes y acabó adquiriendo personalidad propia y un aliciente añadido: no sólo derrota a espías o criminales, sino que se enfrenta a toda una galería de monstruos, como el que asola un pueblecito inglés en El canto del Vampiro (Ed. Júcar), lucha con sectas maléficas en Los Vengadores del Diablo o investiga supuestos espectros, como ocurre en El fantasma del Judío Errante.

La verdad está ahí fuera…

Si el siglo XIX vio «nacer» al Dr. Hesselius y la década de los años 80 tuvo a Indiana Jones, el último decenio del siglo XX asistió a la aparición de dos nuevos «héroes», más acordes a los tiempos actuales.

En 1993, la cadena de televisión estadounidense Fox estrenaba una de las series de mayor éxito en la historia de la pequeña pantalla, Expediente X. Su creador, Chris Carter, encontró un filón gracias a un esquema que todos conocemos: dos agentes del FBI, Mulder y Scully (creyente y escéptica respectivamente), se encargan de investigar todo tipo de casos paranormales: criaturas extraordinarias, apariciones de fantasmas, OVNIs y abducciones… todo ello urdido con un hilo conductor: la existencia de una conspiración gubernamental que intenta ocultar la increíble verdad (AÑO/CERO, 58 y 69).

El apabullante éxito de la serie es de sobra conocido, con nueve temporadas emitidas, una película y millones de fans en todo el mundo. Además de otros efectos «colaterales»: la serie, actualmente una pieza de culto, es responsable en buena medida de un renovado interés por lo paranormal, hasta el punto de que no es arriesgado decir que gracias a Expediente X, casi cualquier persona del planeta conoce la historia del supuesto OVNI estrellado en Roswell o sabe a qué nos referimos cuando hablamos de una abducción.

Sin duda alguna, el lector echará de menos a otros personajes de similares características. Ciertamente, la lista podría haber sido mucho más larga: no nos hemos olvidado, por ejemplo, del joven aprendiz de mago Harry Potter, ni tampoco del ya célebre experto en iconografía Robert Langdon. Afortunadamente, este selecto grupo seguirá creciendo en años venideros. La pregunta es: ¿quién nos hará soñar en el futuro?
Lo más leído

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Nos interesa tu opinión

Revista

Año cero 403

Nº 403, marzo de 2024