Creencias
25/11/2014 (10:44 CET) Actualizado: 25/11/2014 (10:44 CET)

NUEVO MONOGRÁFICO DE AÑO/CERO

«Todo lo que siempre quiso saber sobre Jesucristo y nadie supo o se atrevió a contarle» es el título del nuevo monográfico de AÑO/CERO. En este completo trabajo tratamos de responder, entre otras muchas, a las siguientes preguntas: ¿Fue Jesús un personaje mítico? ¿Qué hizo durante su juventud? ¿Estuvo casado? ¿Fue un mago? ¿Un sanador y exorcista? ¿Un revolucionario? ¿Un esenio? ¿Fundo una Iglesia? ¿Resucitó? ¿Dejó una enseñanza esotérica? Sobre esta última cuestión versa el siguiente texto que presentamos.

25/11/2014 (10:44 CET) Actualizado: 25/11/2014 (10:44 CET)
jesús nazaret nazareth iglesia papa francisco navidad herodes cristo cruz
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No existe ninguna razón para poner en duda que Jesús impartió una enseñanza secreta a sus discípulos. En los evangelios canónicos abundan los pasajes en los cuales el mismo afirma que solo revela el significado de sus parábolas a unos pocos escogidos. Más aún: sostiene que emplea esta forma de dirigirse a la multitud para impedir que esta acceda al conocimiento de esas verdades ocultas.

No se trata de un pasaje aislado, sino de una constante que vemos en los cuatro evangelios canónicos y, con mayor claridad aún, en algunos textos gnósticos que también pretend.an recoger la tradición apostólica. Por tanto, resulta evidente que en dichas parábolas debemos apreciar dos mensajes. Uno está en el sentido literal de la historia que se narra. El otro alude a un significado esotérico (interior, profundo) que solo es posible comprender si se interpretan esos hechos relatados como símbolos y se descifran las verdades que contienen.

 

MÁS ALLÁ DE LOS MILAGROS

Este tema resulta esencial a la hora de determinar el sentido de la prédica de Jesús. As., por ejemplo, no es lo mismo interpretar literalmente el milagro de la transformación del agua en vino que tiene lugar en las bodas de Can., que entender dicho episodio en sentido figurado, como una imagen de la superación de un nivel espiritual representado por el agua y del acceso a otro superior simbolizado por el vino, que alude al grado más elevado de comprensión (Juan 15: 5). Algunos presuntos prodigios no corresponder.an a hechos reales, sino a la voluntad de transmitir un legado esotérico. Esto no su pone que Jesús no protagonizara muchas sanaciones milagrosas, un hecho que, como afirma el escéptico Morton Smith, puede considerarse bien establecido.

No obstante, si dejamos de lado las curaciones y los exorcismos, son varios los actos  históricos, sino simbólicos. Entre ellos, la famosa maldición con que seca la higuera porque no da frutos (el texto evangélico incluso comenta que no era la estación en que debería darlos), o la célebre multiplicación de los panes y los peces que Jesús mismo concluye con un acertijo sobre su significado y que sus discípulos no consiguen descifrar. En este pasaje, les pregunta por qué razón sobraron 10 cestas de peces y panes después de dar a comer a 5.000 invitados y, en cambio, solo sobraron 5 cuando hizo el mismo milagro para alimentar a 3.000 invitados. Este dudoso milagro más bien parece una parábola encubierta, puesto que hace a sus discípulos una advertencia en tono irónico: la solución del enigma es sencilla, pero para encontrar la respuesta correcta deben guardarse de la levadura de los fariseos.

Los evangelios no nos dicen cuál es la enseñanza oculta, pero s. nos permiten deducir que existe y que constituye el mensaje tras esa historia milagrosa. Lo mismo ocurre en otros numerosos pasajes, cuando se nos dice que Jesús enseñaba, pero sin aportar la mínima información sobre el contenido de esos discursos suyos.

 

EL SIMBOLISMO DE LOS EVANGELIOS

Jesús emplea símbolos de forma permanente. El agua viva que ofrece a la mujer samaritana junto al pozo, es una imagen que representa el auténtico conocimiento. El mismo significado tiene el símbolo de la piedra , tan recurrente en los evangelios. Por eso, cuando Satanás le tienta para que convierta en pan las piedras del camino, podemos interpretar que le está invitando a realizar su propia verdad humana (pan) renunciando a la verdad revelada (la piedra es un símbolo bíblico clásico de esta).

El pasaje representaría así el conflicto interior del Iniciado en su proceso de búsqueda (el retiro en el desierto) y el riesgo que supone el amor propio. De ah. que Jesús insista en la necesidad de negarse a s. mismo , en aras del servicio a la verdad, como requisito de salvación. No son enseñanzas que se comuniquen al gran público. Pero al dirigirse a este, Jesús indica el camino que deben seguir quienes deseen alcanzar dicho conocimiento. Por eso, entre las imágenes que utiliza destaca siempre el simbolismo del crecimiento interior. La semilla de mostaza que se convierte en un gran árbol, en cuyas ramas anidan las aves del Cielo, evoca sutilmente el árbol de la Vida del Génesis, cuyo fruto confiere la inmortalidad. El mismo sentido tiene la levadura, que también emplea como imagen del Reino de los Cielos.

En el famoso Sermón de la Montaña insiste en esta misma idea: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrir. Pero también advierte a sus discípulos que no arrojen las perlas (el conocimiento reservado) a los cerdos, evitando que accedan a ese saber quienes no están preparados para recibirlo. ¿Por qué actúa así Jesús? A primera vista, no parece coherente que predique a la multitud, muestre una clara preferencia por los pobres y escoja a sus sencillos y sin instrucción, pero al mismo tiempo reserve el sentido real de sus enseñanzas a unos pocos y procure que no sean comprendidas por la mayoría.

La clave para entender su conducta se basa en dos razones. Por un lado, todo esoterismo comparte una idea que se expresa claramente en el Corpus Hermeticum: el conocimiento de la verdad suele empujar a la mayoría más hacia el mal que hacia el bien. Por otro, el auténtico saber requiere que el discípulo haya alcanzado previamente un determinado nivel. De otro modo, no podrá comprender la enseñanza, la pervertirá y, finalmente, la transmitir. en una versión falsa o adulterada. No se trata de que Jesús promueva una aristocracia del espíritu, sino de su voluntad de proteger a quienes no están maduros para recibir determinados conocimientos y podrían dañarse a sí mismos o a otros al realizar una interpretación equivocada de esa enseñanza.

 

LA FUENTE DEL CONOCIMIENTO

¿Cómo se alcanzan esas verdades? Según Jesús, el medio para lograrlo es la revelación o iluminación (el don del Espíritu Santo), que llega como respuesta del Padre en auxilio de quien busca. Es importante destacar que insiste en este punto, comunicándoles a los apóstoles que, después de su partida, la función instructora corresponderá al Espíritu Santo. Dicha afirmación nos aporta una pista sobre el contenido de ese saber oculto.

En primer lugar, se trató de una enseñanza orientada a conseguir la iluminación, no de una doctrina, porque de otro modo no sería necesaria para nada la revelación. En segundo lugar, no consistía en un secreto, sino en un auténtico misterio; es decir, en un saber místico acerca de una verdad que se encarna y se vive con el objetivo de operar una transformación interior que conduzca al despertar espiritual, logrando un nivel superior de conciencia y desarrollo.

Ambas ideas se expresan en el episodio que recoge la fundación de la Iglesia en el día de Pentecostés, cuando el descenso del Espíritu Santo bajo la forma de lenguas de fuego sobre los apóstoles se traduce en la adquisición por parte de estos de diversos carismas, como el don de lenguas. De inmediato, sus discípulos comienzan a obrar milagros, en primer lugar Pedro (piedra). Esta epifanía se erige así en la evidencia de que la piedra angular de la Iglesia primigenia fueron los carismas –dones de Dios–, no el culto y sus rituales.

Entre los primeros autores cristianos también encontramos afirmaciones que respaldan Ireneo, Orígenes y Clemente de Alejandría. El profesor Morton Smith afirmó haber descubierto una carta de Clemente en la cual aludía al Evangelio secreto de Marcos como a una instrucción oral de Jesús, tan reservada que incluso se debía negar su existencia. También san Agustín reconoce que sacramentos como el bautismo y la eucaristía eran ritos reservados en la Iglesia primitiva. Algunos autores piensan que dichas enseñanzas fueron depuradas de los textos después de Nicea…

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