El regreso de los dioses de bronce

Hoy están a la vista de todo el mundo en una fascinante exposición que podrá visitarse hasta el próximo 29 de octubre en el Palacio del Quirinal, en Roma, pero hace menos de un años, estas esculturas de bronce estaban completamente ocultas, sumergidas en un barro espeso, en el fondo de una piscina sagrada de más de dos mil años de antigüedad.

Fue durante una excavación arqueológica en la localidad de San Casciano dei Bagni, ubicada a medio camino entre Florencia y Roma, cuando los arqueólogos se toparon de improviso con las piezas, en su mayor parte datadas entre los siglos II a.C. y I de nuestra era. Según los investigadores, las estatuas fueron consideradas ofrendas votivas y depositadas en la piscina sagrada, conocida como Bagno Grande («baño grande») que formaba parte de un antiquísimo santuario de época etrusca –y más tarde romana–, que estuve en funcionamiento durante más de siete siglos.

Los etruscos convertían en sagrado el recinto alcanzado por un rayo

Al parecer, el enclave había sido alcanzado por un rayo en algún momento cercano siglo I de nuestra era y, como los etruscos tenían la costumbre supersticiosa de crear un recinto sagrado y enterrar en su suelo todos aquellos objetos que habían recibido el impacto del rayo, escogieron Bagno Grande como lugar de enterramiento de estas esculturas y otros artefactos.

Así, bajo un manto de baldosas de terracota, los antiguos habitantes etruscos del lugar enterraron las estatuas –acompañadas de un objeto con forma de rayo forjado en bronce–, siguiendo el procedimiento de un ritual conocido como fulgur conditum.

Estatua etrusca de bronce

Durante siglos, hasta que el cristianismo se convirtió en religión oficial del Imperio romano en el siglo IV, los devotos continuaron depositando allí monedas y otras ofrendas votivas. Cuando finalmente con la llegada de la nueva fe se procedió a desmantelar el santuario, las esculturas volvieron a ser enterradas en la piscina sagrada, por lo que quedaron envueltas en barro. Y así, por un capricho del destino, las piezas acabaron conservándose de manera extraordinaria, pues al no estar en contacto directo con el oxígeno del aire, no se deterioraron tan rápidamente con el paso del tiempo.

«Pensamos que podría haber algo aquí, pero no imaginábamos algo como lo que encontramos», explicó Emanuele Mariotti, director de la excavación, en declaraciones a la prensa. «Era como una cápsula del tiempo esperando ser abierta», añadió.

Las esculturas de bronce han aportado datos sobre las creencias religiosas de la antigüedad

Pero además de permitir un descubrimiento de gran importancia artística, el hallazgo de las esculturas de bronce enterradas según el ritual del fulgur conditum también han aportado nuevos datos sobre las prácticas médicas y las creencias religiosas de la Antigüedad clásica. «Este fue un lugar de curación, encuentro de culturas y conocimiento médico», explicó Mariotti. Y es que las aguas que surgían en los manantiales de este lugar se consideraron siempre como curativas, lo que atrajo a gentes de los alrededores e incluso de distancias considerables. De hecho, entre las estatuas descubiertas por los arqueólogos presentan inscripciones alusivas a la región de Perugia, a más de 60 km al noroeste de San Casciano, una distancia nada desdeñable para aquellos tiempos. En palabras de Jacopo Tabolli, director científico de la excavación y uno de los comisarios de la exposición del Quirinal, este hecho demuestra lo compleja que era la interacción cultural en aquellos tiempos.

Entre las piezas expuestas en la exposición se encuentran representaciones de distintas partes del cuerpo, como orejas, pies, manos, etc. Es lo que se conoce como exvotos –una práctica común en multitud de cultos religiosos, incluso el cristianismo–, y que aquí se ofrendaron a las aguas con la intención de sanar esas partes del cuerpo, o tal vez para agradecer por la curación de las mismas. Además, también se encontraron representaciones muy precisas de órganos internos, así como estatuas de dioses y diosas, o estatuas tan curiosas como figuras de niños con pañales.

Cerca del yacimiento siguen existiendo unos baños termales muy apreciadas por la población

Mientras el Quirinal expone alguna de las obras descubiertas en la piscina sagrada, los arqueólogos siguen trabajando en el enclave, ahora con la intención de aumentar la zona de estudio para comprender mejor el entorno del recinto sagrado. «Hemos reconstruido la estructura del santuario, pero todavía hay mucho más que saber sobre el sitio en general, que debe haber sido monumental», explicó.

Mientras, la importancia de las aguas minerales del enclave sigue siendo evidente hoy en día, pues muy cerca del lugar del hallazgo siguen existiendo unos baños termales muy apreciadas por la población. Y es que como señala Tabolli, «los dioses cambian», pero las aguas son las mismas.