Ciencia
22/06/2017 (08:44 CET) Actualizado: 21/03/2023 (14:25 CET)

Nos convertiremos en seres de pura energía

Nuestra mente viajará a los confines del universo y a otros paralelos a bordo de un rayo de luz.

22/06/2017 (08:44 CET) Actualizado: 21/03/2023 (14:25 CET)
Michio Kaku: los ovnis pueden estar tecnológicamente más avanzados
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La idea de que algún día la conciencia pueda expandirse por el universo ha sido considerada en serio por los físicos. Sir Martin Rees, astrónomo real de Gran Bretaña, ha escrito: «Los agujeros de gusano, las dimensiones extras y los ordenadores cuánticos abren panoramas especulativos que podrían transformar todo nuestro universo en un 'cosmos vivo'». Pero, ¿podrá algún día la mente librarse de su cuerpo material para explorar todo el universo?

Éste era el tema del relato clásico de ciencia ficción La última pregunta, de Isaac Asimov. (Asimov decía con orgullo que, de todos los que escribió, éste era su relato favorito). En él, miles de millones de años en el futuro, los humanos han dejado su cuerpo físico en receptáculos en un discreto planeta, quedando su mente libre para viajar como energía pura por toda la galaxia. En lugar de cuerpos de sustitución hechos de acero y silicio, estos avatares son seres de energía pura que pueden recorrer sin esfuerzo los lejanos confines del espacio, ver cómo explotan las estrellas y chocan las galaxias, además de otras maravillas del universo. Sin embargo, a pesar de lo poderosa que se ha vuelto la humanidad, está impotente ante la muerte definitiva del universo. En su desesperación, construye un superordenador para que responda la pregunta final: ¿Se puede revertir el fin del universo? El ordenador es tan grande y complejo que hay que instalarlo en el hiperespacio. Pero se limita a contestar que no hay información suficiente para ofrecer una solución. Miles de millones de años después, cuando las estrellas empiezan a apagarse, toda la vida del universo está a punto de desaparecer. Entonces, el superordenador descubre por fin una manera de invertir la muerte del universo. Recoge estrellas muertas por todo el cosmos, las combina en una gigantesca bola cósmica y la enciende. Cuando la bola estalla (el Big Bang o gran explosión cósmica que dio lugar a nuestro universo), el superordenador proclama: «¡Hágase la luz!». Y la luz se hizo.

A UN PASO DE DIOS
Al principio, el relato fantástico de Asimov sobre seres hechos de energía pura que recorren el universo parece imposible. Estamos acostumbrados a pensar en entidades de carne y hueso, que están a merced de las leyes de la física y la biología, viviendo y respirando en la Tierra, sujetos por la gravedad de nuestro planeta. El concepto de criaturas conscientes que son solo energía y vagan por la galaxia sin las limitaciones del cuerpo material resulta extraño. Sin embargo, este sueño de explorar el universo como seres de energía pura encaja dentro de las leyes de la física. Pensemos en la forma más familiar de energía pura, un rayo láser, que es capaz de contener enormes cantidades de información. En la actualidad, billones de señales en forma de llamadas telefónicas, paquetes de datos, vídeos y mensajes de correo electrónico se transmiten de manera rutinaria por cables de fibra óptica recorridos por rayos láser. Algún día, puede que en el próximo siglo, podremos transmitir la conciencia de nuestro cerebro (el conectoma) por todo el sistema solar, cargándola en un potente rayo láser.

Un siglo después, puede que seamos capaces de viajar a las estrellas cabalgando en un rayo de luz. Una manera de explorar la galaxia sin las molestas limitaciones de la materia sería enviar nuestros conectomas en rayos láser dirigidos a la Luna, los planetas e incluso las estrellas. Con un programa intensivo para localizar las rutas del cerebro, a finales de este siglo dispondríamos del conectoma completo del cerebro humano, y en el siglo siguiente podríamos tener una forma de éste que se pudiera cargar en un rayo láser. Éste contendría toda la información necesaria para volver a montar un ser consciente. Aunque puede tardar años e incluso siglos en llegar a su destino, desde el punto de vista de la persona que se traslada en el láser, el viaje sería instantáneo.

Nuestra conciencia estaría como congelada en el rayo mientras éste recorre el espacio vacío, de modo que parecería que el recorrido hasta el otro confín de la galaxia se hace en un abrir y cerrar de ojos.

Así pues, el problema no está en la cantidad de datos enviada en los rayos láser. En principio, éstos pueden transportar una cantidad ilimitada de información. Los verdaderos atascos se producirían en las estaciones receptoras de los conectomas, que deberían tener interruptores para procesar con rapidez esta cantidad de datos que llega a velocidad de vértigo. Puede que los transistores de silicio no sean lo bastante rápidos para manejar este volumen de información. Tal vez tengamos que utilizar ordenadores cuánticos, que no computan con transistores de silicio sino con átomos individuales. Por el momento, estos ordenadores se encuentran a un nivel primitivo, pero en el próximo siglo puede que sean lo bastante potentes para manejar zettabytes de datos.

ENTIDADES ENERGÉTICAS FLOTANTES
Otra ventaja de utilizar ordenadores cuánticos para procesar esta montaña de datos es la oportunidad de crear seres de energía capaces de flotar en el aire, como aparecen con frecuencia en la ciencia ficción y la fantasía. Estos seres representarían la consciencia en su forma más pura. Al principio puede parecer que violan las leyes de la física, porque la luz nunca viaja por debajo de su velocidad. Pero en la década pasada, unos físicos de la Universidad de Harvard (EE UU) alcanzaron los titulares de prensa al anunciar que eran capaces de detener en seco un rayo de luz. Al parecer, estos físicos habían logrado lo imposible: reducir la velocidad de un rayo de luz a la de un paseo apacible hasta poder meterlo en una botella. Atrapar un rayo de luz en una botella no es tan fantástico como semeja, si se mira con atención un vaso de agua. Cuando un rayo de luz penetra en el líquido elemento, su velocidad disminuye; y si entra en ángulo, se desvía. De manera similar, la luz se desvía al entrar en el vidrio, y esto es lo que hace posibles los telescopios y los microscopios.

La teoría cuántica explica la razón de esta circunstancia. De la misma manera, en el vacío entre átomos, la luz sigue viajando a la velocidad c (la de la luz), unos 300.000 kilómetros por segundo. Pero cuando choca con átomos, la luz sufre un retraso: éstos la absorben brevemente y después la vuelven a emitir, y la luz sigue su camino una fracción de segundo después. Este ligero retraso es responsable de que los rayos de luz parezcan ir más despacio cuando atraviesan un cristal o el agua.

Los científicos de Harvard aprovecharon este fenómeno, tomando un recipiente de gas y enfriándolo concienzudamente hasta cerca del cero absoluto. A esta temperatura tan baja, los átomos de gas absorbían el rayo de luz durante un período más largo de tiempo antes de emitirlo nuevamente. Así, aumentando este factor de retraso, pudieron frenar el rayo de luz hasta hacer que parara. El rayo seguía viajando a la velocidad de la luz entre un átomo y otro, pero cada vez perdía más tiempo al ser absorbido por ellos. Esto plantea la posibilidad de que, en un futuro, un ser consciente pueda vagar por el espacio en forma de energía pura, como si de un fantasma se tratara. Así pues, dentro de cientos de años, cuando se envíen a las estrellas rayos láser que contengan nuestros conectomas, éstos se podrían transferir a una nube de moléculas de gas y después atraparlos en una botella. Esta «botella de luz» es muy similar a un ordenador cuántico. Ambos tienen un conjunto de átomos vibrando al unísono, todos en fase unos con otros. Y los dos pueden llevar a cabo complicadas operaciones que están muy lejos de la capacidad de un ordenador corriente. Por lo tanto, si se puede resolver el problema de los ordenadores cuánticos, ello podría darnos también la capacidad de manipular estas «botellas de luz». Vemos, pues, que todos los problemas son de ingeniería. No existe ninguna ley de la física que impida viajar en un rayo de energía en el próximo siglo o en el siguiente.

PUERTAS AL INFINITO
Y tal vez sea éste el modo más conveniente de visitar otros planetas y estrellas. En lugar de cabalgar en un rayo de luz, como soñaron los poetas, nos convertiremos en él. Para darse perfecta cuenta de la visión expresada en el relato de Asimov, tenemos que preguntarnos si verdaderamente es posible el viaje intergaláctico a velocidades superiores a la de la luz. En su relato, seres de inmenso poder se mueven libremente entre galaxias separadas por millones de años luz. ¿Es esto posible? Para dar una respuesta, tenemos que forzar los límites mismos de la moderna física cuántica. En un caso extremo, los «agujeros de gusano» (agujeros negros con puerta de entrada y de salida) pueden proporcionar atajos a través de la inmensidad del espacio y el tiempo. Y unos seres hechos de energía pura, y no de materia, tendrían una ventaja decisiva para pasar a través de ellos.

En cierto sentido, Einstein es como el policía del barrio, que nos dice que no podemos ir más deprisa que la luz, la velocidad definitiva del universo. Atravesar la galaxia que llamamos Vía Láctea, por ejemplo, nos llevaría 100.000 años, aun viajando en un rayo láser. Aunque para el explorador sólo ha transcurrido un instante, el tiempo en el planeta de origen ha avanzado 100.000 años. Y pasar de unas galaxias a otras implica recorrer millones o miles de millones de años luz. Pero el propio Einstein dejó una puerta abierta en su obra. En su teoría general de la relatividad de 1915 demostró que la gravedad es consecuencia de la distorsión del espacio-tiempo. La gravedad no es un «tirón» de una fuerza misteriosa e invisible, como pensaba Newton, sino un «empujón» causado por la curvatura del espacio mismo alrededor de un objeto. Esto no sólo explica de manera brillante la curvatura de la luz de las estrellas al pasar cerca de otras y la expansión del universo, también deja abierta la posibilidad de que la trama del espacio-tiempo se estire hasta desgarrarse.

En 1935, Einstein y su alumno Nathan Rosen introdujeron la posibilidad de que dos agujeros negros se unieran espalda con espalda, como hermanos siameses, de manera que si caemos en uno podríamos, en principio, salir por el otro. (Supongamos que unimos dos embudos por los extremos.

El agua que entra por uno sale por el otro). Este «agujero de gusano» introduce la posibilidad de portales entre universos. El mismo Einstein descartó que pudiésemos pasar a través de un agujero negro, ya que quedaríamos aplastados en el proceso, pero varios avances posteriores han planteado la probabilidad de viajar más deprisa que la luz a través de un agujero de gusano.

LANZADERAS DE CONCIENCIAS
Primero, en 1963, el matemático Roy Kerr descubrió que un agujero negro giratorio no se colapsa hasta reducirse a un punto, como antes se pensaba, sino que forma un anillo que gira con tanta velocidad que las fuerzas centrífugas impiden que se colapse. Si caemos a través del anillo, podríamos pasar a otro universo. Las fuerzas gravitatorias serían inmensas, pero no infinitas. Sería como el espejo de Alicia: podríamos meter la mano en él y entrar en un universo paralelo. El marco del espejo sería el anillo que forma el agujero negro mismo.

Desde el descubrimiento de Kerr, decenas de otras soluciones a las ecuaciones de Einstein han demostrado que, en principio, se podría pasar de un universo a otro sin ser aplastado inmediatamente. Dado que todos los agujeros negros observados hasta ahora en el espacio están girando a gran velocidad (alguno de ellos a 1.600.000 kilómetros por hora), significa que estos portales cósmicos podrían ser una cosa corriente. En 1988, el doctor Kip Thorne, físico de Cal Tech, y sus colaboradores demostraron que con suficiente «energía negativa» sería posible estabilizar el agujero negro para que el de gusano se volviera «atravesable» (es decir, se podría pasar por él en las dos direcciones sin ser aplastado). La energía negativa es tal vez el componente más exótico del universo, pero existe de verdad y se puede crear (en cantidades minúsculas) en el laboratorio. Éste es, pues, el nuevo paradigma. Primero, una civilización avanzada concentrará suficiente energía positiva en un punto, creando algo comparable a un agujero negro, para abrir un «puente » en el espacio que conecte dos puntos distantes. Después, acumulará suficiente energía negativa para mantener el portal abierto, de modo que permanezca estable y no se cierre en el instante de entrar en él. Ahora podemos poner esta idea en el contexto adecuado.

Trazar un mapa completo de todo el conectoma humano debería ser posible a finales de este siglo. A principios de la centuria siguiente se podría establecer una red interplanetaria de estaciones láser para transmitir conciencias por todo el sistema solar. No se necesitarían nuevas leyes de la física. Seguramente habría que esperar un siglo más para tener una red láser extendida hasta las estrellas. Pero una civilización capaz de jugar con los agujeros de gusano, necesitaría una tecnología miles de años más avanzada que la nuestra, forzando los límites de la física conocida.

Todo esto tiene implicaciones en la cuestión de si la conciencia puede pasar de un universo a otro.

Si la materia se acerca a un agujero negro, la gravedad se hace tan intensa que nuestro cuerpo quedaría como un espagueti. La gravedad que tira de nuestras piernas es más fuerte que la que tira de la cabeza, de modo que nuestro cuerpo se estiraría a causa de esas fuerzas mareales. Es más, a medida que nos acercamos al agujero negro, los átomos de nuestro físico se estiran hasta que los electrones se separan del núcleo, desintegrándolos. Incluso si entráramos en un agujero negro giratorio y utilizáramos energía negativa para estabilizarlo, los campos gravitatorios todavía podrían ser tan fuertes como para espaguetificarnos. Pero aquí es donde los rayos láser tienen una importante ventaja sobre la materia cuando se trata de pasar a través de un agujero de gusano. La luz láser es inmaterial, de modo que las fuerzas mareales no pueden estirarla cuando pasa cerca de un agujero negro. Ésta experimenta un «desplazamiento hacia el azul»; es decir, gana energía y su frecuencia aumenta.

EXTRATERRESTRES INMATERIALES
Aunque el rayo láser se distorsione, la información almacenada en él queda intacta. Por ejemplo, un mensaje en código morse transmitido por un rayo láser se comprimiría, pero la información que contiene permanecería inalterada.

Las fuerzas mareales no alteran la información digital. Así pues, las fuerzas gravitatorias, que pueden ser fatales para los seres hechos de materia, podrían ser inofensivas para aquellos que viajan en rayos de luz. Por lo tanto, la conciencia transmitida por un rayo láser, al ser inmaterial, tiene una ventaja decisiva sobre la materia cuando se trata de pasar a través de un agujero de gusano. Aunque el ingenioso relato de Asimov con el que abríamos el presente texto era claramente una fantasía, lo gracioso es que ya podría existir en la galaxia una vasta red interestelar de estaciones láser, pero somos tan primitivos que no nos damos cuenta. Para una civilización miles de años más avanzada que la nuestra, la tecnología necesaria para digitalizar su conectoma y enviarlo a las estrellas sería un juego de niños. En tal caso, es concebible que ya existan seres inteligentes que estén transmitiendo sus conciencias por toda la galaxia en una vasta red de rayos láser.

Nada de lo que observamos con nuestros telescopios y satélites más avanzados nos permite detectar una red intergaláctica semejante. En cierta ocasión, Carl Sagan se lamentaba de que era posible que viviéramos en un mundo rodeado por civilizaciones extraterrestres y careciéramos de la tecnología necesaria para verlas… 

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Nº 404, mayo de 2024