Dodecaedros romanos: ¿objetos de carácter mágico?
Los dodecaedros romanos constituyen un acertijo indescifrable para arqueólogos e historiadores. ¿Para qué se utilizaban?
Desde que el primero de ellos se descubriera en Reino Unido allá por el siglo XVIII, los desconcertantes dodecaedros romanos han sido un acertijo indescifrable para arqueólogos e historiadores. Estas piezas de aspecto singular, cuyo tamaño varía entre los 4 y los 11 cm de diámetro, están realizadas en bronce o piedra y, como su nombre indica, poseen una forma dodecaédrica, compuesta de doce caras pentagonales planas, con un orificio en el centro de tamaño variable. Aunque la mayor parte de ellas –hasta ahora se han recuperado unas doscientas– han sido encontradas en Francia y Alemania, también hay otros ejemplos recuperados en Suiza, Países Bajos, España o Bélgica. De hecho, ha sido en este último país, y más concretamente cerca de la ciudad de Kortessem, en la región de Flandes, donde se ha descubierto recientemente un pequeño fragmento de uno de estos objetos.
Los especialistas ignaran la función de estas pequeñas piezad de doce caras
El misterio que rodea a estos llamativos artefactos radica, precisamente, en que a día de hoy todavía se desconoce cuál fue su auténtica función. Ni una sola fuente romana hace alusión al posible uso de estos dodecaedros, y la nula información que proporcionan los propios objetos –sin marcas visibles que sirvan de pista– ha impedido hasta la fecha dar una respuesta satisfactoria a tan fascinante enigma. A falta de pruebas concluyentes, no faltan hipótesis para intentar responder a la cuestión. A lo largo de los años, los especialistas han sugerido multitud de teorías en un intento de aclarar el asunto: se ha dicho que podrían ser partes de armas, herramientas para calcular el momento correcto para plantar grano, instrumentos de cálculo para la artillería romana, calibradores para las tuberías, e incluso un artilugio para ayudar a tejer guantes de lana. Ninguna de estas hipótesis termina de convencer a los especialistas aunque, en los últimos tiempos, la mayor parte de los expertos parecen coincidir en que, posiblemente, tuvieron algún tipo de finalidad mágica o ritual.
Según explicó Guido Creemers, comisario del Museo Galo-Romano de Tongeren –donde desde hace años se expone una de estas piezas y al que ha sido remitido el fragmento descubierto recientemente– en declaraciones a Live Science, «nosotros preferimos pensar que tienen algo que ver con actividades no oficiales, como la brujería, la magia, etc.». Entre los posibles usos mágicos estaría la adivinación, una práctica muy popular en tiempos de la antigua Roma, aunque más tarde se persiguió con dureza cuando el cristianismo se convirtió en religión oficial del Imperio. «Estas actividades no estaban permitidas y los castigos eran severos. Posiblemente por esa razón no hemos encontrado ninguna fuente escrita», añadió Creemers.
Datados entre el siglo I y el V d.C., la mayor parte de estos objetos han sido descubiertos en una zona coincidente con las regiones galo-romanas, territorios que acabaron bajo dominación romana, pero que mantuvieron una fuerte influencia gala y celta. El hecho de que buena parte de estos misteriosos dodecaedros hayan sido encontrados en enterramientos o cerca de ellos, también parece apuntar a la posibilidad de que su finalidad estuviera relacionada con el mundo mágico o sobrenatural.
Un reciente hallazgo en Bélgica parece confirmar el uso mágico y ritual de los dodecaedros
Ahora, el hallazgo realizado recientemente en Flandes por un aficionado a la detección de metales podría aportar nueva información a la cuestión, pues en este caso la pieza ha sido descubierta en el contexto arqueológico al que pertenece, a diferencia de lo que ha sucedido anteriormente con otras de estas piezas. Muchos de los dodecaedros romanos que se conservan en la actualidad fueron registrados originalmente en colecciones privadas o en museos, sin que se conociera el lugar exacto en el que habían sido encontrados, ni se pudiera asociar a otros hallazgos en el yacimiento arqueológico. Por esta razón, el pequeño fragmento descubierto en Bélgica podría aportar nuevos datos, ya que su ubicación está bien documentada, y las prospecciones arqueológicas realizadas más tarde en el lugar han permitido también descubrir otros objetos y materiales –como fragmentos de un muro, posiblemente de una villa romana–, que podrían proporcionar información muy valiosa al respecto.
El hecho de que la mayoría de estos dodecaedros estén fabricados en bronce también podría apoyar la hipótesis mágica o religiosa, pues esa aleación tenía a menudo connotaciones sagradas y se le atribuían poderes mágicos. En su libro Measuring Heaven, la historiadora Christiane L. Joost-Gaugier señala que probablemente los dodecaedros «tenían un propósito de culto, conectado con la magia y, más probablemente, con la vaticinación, más que con una finalidad práctica».
En la Antigüedad clásica, el dodecaedro se consideraba el quinto de los llamados sólidos platónicos, y precisamente la figura que nos ocupa se interpretaba como una imagen del Cosmos, y el propio Timeo de Platón se refiere a esta figura geométrica como la estructura usada por Dios como inspiración para dar forma al Universo durante la Creación: «En cuanto al dodecaedro, él es la imagen del mundo, porque es la forma que más se aproxima a la esfera».
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