Lugares mágicos
01/10/2007 (00:00 CET) Actualizado: 05/04/2024 (13:51 CET)

Pirámides de Güímar: ¿una obra masónica?

El parque etnográfico de Güímar y sus célebres pirámides han hecho correr ríos de tinta en los últimos años, convirtiéndose en uno de los enclaves arqueológicos más polémicos del mundo. ¿Se trata de auténticas pirámides construidas por los antiguos aborígenes o son simples amontonamientos de piedras? A estas dos teorías que se han barajado para explicar su naturaleza, hay que añadir otra más reciente: su vinculación con la masonería.

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Pirámides de Güímar: 
¿una obra masónica?
Pirámides de Güímar: ¿una obra masónica?

Un tranquilo paseo por el Parque Etnográfico Pirámides de Güímar permite apreciar a cualquier visitante que se encuentra en un lugar especial, cargado de misterios. El parque se encuentra situado en la población de Güímar, al sur de Tenerife (Islas Canarias), a unos 20 kilómetros de la capital, Santa Cruz. Es propiedad de la empresa naviera noruega Fred Olsen y se construyó con el apoyo del desaparecido aventurero Thor Heyerdahl, con la finalidad de salvar a las construcciones de una destrucción segura como consecuencia de un plan de expansión urbanística. En las instalaciones nos encontramos con lo que denominaremos el «complejo principal». Éste está conformado por tres pirámides, dos de ellas separadas por una llamativa plaza central. Esta disposición nos recuerda poderosamente a las construcciones piramidales de Mesoamérica, muchas veces separadas por una plaza ceremonial, en la que tenían lugar importantes celebraciones de carácter ritual y sagrado. Anexo a este complejo principal, descubrimos otras dos pirámides de menor tamaño e importancia. Las estructuras escalonadas suelen tener cinco o seis niveles y en torno a los cuatro metros de altura. La obsesión de Thor Heyerdahl Durante una reciente visita al parque nos recibió su conservador, el antropólogo David Valcárcel. Allí, junto a las enigmáticas pirámides, Valcárcel nos habló largo y tendido sobre el impacto que supuso para el etnólogo Heyerdahl la contemplación de estas sorprendentes construcciones. Nos explicó que el veterano aventurero y explorador noruego veía grandes similitudes entre las edificaciones canarias y las pirámides de la América precolombina; no sólo en las aludidas «plazas ceremoniales», sino también en su estructura escalonada. Según Heyerdahl, también existe un gran parecido con la antiquísima pirámide egipcia de Saqqara , lo que le resultaba igualmente asombroso. Esta impresión le ayudó a dar forma a una idea en la que ya llevaba muchos años trabajando: la «teoría del Difusionismo». Según este planteamiento, los pueblos de ambos lados del océano Atlántico habrían estado íntimamente relacionados hace miles de años. Incluso podrían haber formado parte de una misma cultura, cuyos rastros podemos rastrear hoy en las distintas pirámides de Egipto o México. Las estructuras de Güímar serían la pieza clave que ayudaría a completar el puzzle, pues se encuentran situadas «a medio camino» entre pueblos tan distantes. Por supuesto, esta teoría es muy arriesgada, y son pocos los historiadores o antropólogos que la comparten. Numerosos elementos cronológicos impiden desarrollar esta idea más allá de lo meramente especulativo. Sin embargo, Heyerdahl se vio tan cautivado por esta posibilidad, sin duda romántica y evocadora muy propia de su espíritu aventurero, que no dudó en emplear tiempo y esfuerzo en encontrar evidencias que permitieran respaldar sus hipótesis. Su aventura transatlántica a bordo de la embarcación RA II se convirtió en toda una epopeya. Así lo recordó el conservador del Parque, David Valcárcel: «Thor Heyerdahl no veía los mares como un obstáculo, sino como cintas transportadoras. Ante las grandes similitudes que observaba a ambos lados del océano prácticas de momificación, trepanación, escritura jeroglífica, presencia de pirámides llegó a la conclusión de que tenía que haber existido contacto entre estos pueblos y, por lo tanto tenían que haber logrado atravesar el Atlántico con sus rudimentarias naves, muchísimo tiempo antes del descubrimiento de Cristóbal Colón. Con tal fin, construyó el RA II, una embarcación elaborada con papiro emulando las antiguas naves egipcias y cruzó el océano en 57 días». De esta forma el viajero noruego pretendía demostrar que el contacto entre culturas lejanas en la antigüedad era posible. Hemos expuesto algunas ideas que nos permiten imaginar las implicaciones que para ciertos autores tuvo el descubrimiento de las pirámides tinerfeñas. Veamos ahora algunos de sus características más «jugosas». El fenómeno de la doble puesta de sol Una de las obras de obligada lectura para comprender la dimensión social y científica del hallazgo de las pirámides es el estupendo libro Las pirámides de Güímar, mito y realidad (Ed. Centro de la Cultura Popular Canaria). En sus páginas, los científicos Antonio Aparicio y César Esteban López, miembros del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), dan cuenta de un increíble hallazgo. El propio Aparicio nos lo explicó con todo detalle durante una entrevista con AÑO/CERO. Junto a Esteban López y Juan Antonio Belmonte, los tres se desplazaron a Güímar en febrero de 1991 equipados con brújulas y aparatos de gran precisión con la intención de corroborar científicamente algo que ya sospechaban tras una simple observación de las pirámides. Los datos que arrojaron los posteriores análisis les dejaron perplejos. Efectivamente, las pirámides del complejo principal estaban orientadas solsticialmente. En las fechas de los solsticios, la altura del Sol al mediodía es máxima (en el solsticio de verano) y mínima (en el solsticio de invierno) si las comparamos con cualquier otro día del año. Del mismo modo, el número de horas «diurnas» es mayor que nunca durante el solsticio de verano, y lo contrario ocurre en el solsticio de invierno (con la noche más larga del año). En la mayoría de las culturas antiguas se celebraban festivales conmemorativos de los solsticios algunas de estas tradiciones todavía se conservan, y muchos de sus edificios sagrados guardaban orientaciones astronómicas relacionadas con los solsticios. En el caso de las construcciones de Güímar, el muro que limita el complejo principal por el norte está perfectamente orientado hacia los solsticios de verano y de invierno. Además, en el solsticio de verano tiene lugar un curiosísimo fenómeno, al que los investigadores del IAC han denominado «doble puesta de sol». El 21 de junio, aproximadamente, si nos situamos al lado del muro norte, mirando hacia el Oeste, veremos cómo el sol se oculta tras el peñasco de una montaña, en la caldera de Pedro Gil, para luego «salir» de nuevo y volver a ponerse, ya definitivamente. Aquello debió llamar poderosamente la atención de alguien, hace muchos años, y le llevó a realizar la construcción de las pirámides en ese punto. El conjunto adquiriría así una notable carga simbólica. El análisis de la orientación solsticial constituye por su carácter científico y, por tanto, concreto uno de los elementos más reveladores en el estudio de estas pirámides. Las estructuras adquieren una significación especial. O esta orientación es fruto de una tremenda casualidad o hay una clara intencionalidad de carácter simbólico. Teorías para todos los gustos Las pirámides o majanos (como las denominan quienes se muestran escépticos sobre su origen aborigen) fueron descubiertas originalmente en 1987 por miembros de la desaparecida Confederación Internacional Atlántida, entre ellos Félix Rojas y Emiliano Bethencourt. Esto fue posible gracias a la documentación del abuelo de Bethencourt, en la que se citaban las coordenadas de las pirámides. A partir de 1990, el desaparecido periodista Paco Padrón empezó a referirse a ellas de forma habitual en su espacio dominical del periódico tinerfeño Diario de Avisos. Desde su descubrimiento, muchos apostaron por el origen prehispánico de estas construcciones, atribuyendo su creación a los aborigenes guanches. Según esta hipótesis, habría que situar la aparición de las pirámides en algún momento anterior al siglo XV. Por otra parte, nos encontramos con la investigación desarrollada en el lugar por miembros de la Universidad de La Laguna, que apuestan por una explicación más sencilla. Según los estudios arqueológicos realizados, las estructuras piramidales no pasarían de ser simples amontonamientos de piedras con finalidad agrícola. Los campesinos habrían llevado a cabo una labor de «despedregamiento» del terreno, con el fin de hacerlo apto para el cultivo de la cochinilla. De este parásito se extraía un tinte muy valioso y cuya explotación resultaba rentable. Si nos atenemos a esta teoría, el origen de las pirámides tinerfeñas no sería en ningún caso anterior al siglo XVIII. Esta datación, por tanto, echaría por tierra el presunto pasado aborigen (o atlante, como han sugerido algunos) de las pirámides. Sin embargo, el debate está lejos de cerrarse. En Las Pirámides de Güimar, Aparicio y Esteban proponen la posibilidad de que todo fuera obra de un masón de Tenerife del siglo XIX, Antonio Díaz Flores. El expediente relativo a este personaje fue rescatado del Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca. Masonería en GüÍmar Díaz Flores adquirió el terreno en el que se ubican las pirámides en marzo de 1854. En un documento en el que figura el reparto de sus propiedades tras su fallecimiento, fechado el 29 de diciembre de 1881, se mencionan por primera vez en un registro la presencia de las curiosas construcciones: «Aquella (la finca) ha quedado dividida de sur a norte por una línea angulosa () retrocede formando ángulos casi rectos hasta tomar el paseo principal; o sea, el de sur a norte hasta pasar por el majano de la Hoya. De esta manera quedará a la parte del oeste de la finca el majano que se halla frente al semillador» En el escrito se hace una descripción de la propiedad y es en ese punto cuando aparecen los citados majanos. No había constancia escrita anterior de estas curiosas estructuras. Tampoco eran mencionadas en las antiguas crónicas de los conquistadores españoles que llegaron al archipiélago. De haber existido en aquella época siglo XV, sin duda alguna habrían llamado la atención de los cronistas recién llegados desde la península. Llegados a este punto y según la hipótesis de los científicos Antonio Aparicio y César Esteban, podemos acotar la construcción de las pirámides en un momento entre 1854 cuando el masón Díaz Flores adquiere el terreno a la familia Baulén (no se mencionan las pirámides en el contrato de compra) y 1881, fecha en la que se efectúa el reparto de bienes y propiedades de Díaz Flores, donde ya aparecen reflejadas documentalmente las estructuras. Pero, ¿quién era Antonio Díaz Flores? ¿Para qué querría construir unas pirámides en una finca de su propiedad? Intentando arrojar algo más de luz sobre el asunto, decidimos consultar al doctor en Historia Manuel de Paz, toda una autoridad en el estudio de la masonería, y especialmente respecto a su papel en las islas. De Paz nos confirmó la existencia de este personaje que, sin embargo, no fue de especial importancia dentro del desarrollo de la masonería canaria del último tercio del siglo XIX. Nació en Güímar en 1810 y a su muerte su nombre aparece mencionado en una columna fúnebre en 1878. Pasa a formar parte de la logia tinerfeña Teide, según consta en un acta de admisión. Hemos tenido ocasión de consultar este documento, que está a disposición del público en el Archivo General de la Guerra Civil Española en Salamanca. En el acta, José Sierra, fundador de la mencionada logia escocesa, comunica tres grados simbólicos a Díaz Flores, con fecha de 1873. El hecho de que el masón Díaz Flores construyera pirámides en un terreno de su propiedad, nos proporciona una pista clave que parece indicar que aquellas edificaciones poseían una simbología masónica. Es evidente el peso que hubieron de tener rituales ancestrales, símbolos y conocimientos egipcios en algunas obediencias egipcias. En el siglo XIX y comienzos del XX, muchos teóricos masones se entregaban a la búsqueda de antiguas tradiciones iniciáticas para justificar la liturgia y simbología masónica. Estas reminiscencias egipcias podríamos encontrarse en las formaciones piramidales de Güímar. Si a esto añadimos la enorme carga alegórica que suponen las orientaciones solsticiales de estas construcciones que también podrían relacionarse con los ciclos «luz-oscuridad» o «vida-muerte», tendremos en nuestras manos todas las piezas necesarias para reconstruir un enrevesado puzzle que ha traído de cabeza a distintos estudiosos a lo largo de las últimas décadas. Otros enclaves masónicos en canarias La «explosión» masónica de finales del S.XIX en Tenerife puede rastrearse en numerosas localizaciones. Éstos son algunos de los enclaves masónicos canarios más destacados: 6 El Templo masónico de Añaza. Situado en la calle San Lucas, en Santa Cruz de Tenerife, posee un valor histórico inigualable, pues es el único templo masónico español anterior a la Guerra Civil que se conserva. Dos espectaculares esfinges presiden la entrada. Éstas y otros elementos ornamentales de la fachada, como símbolos solares, nos remiten a las antiguas tradiciones egipcias. Según los expertos, en la actualidad es el único templo masónico en España «totalmente egipcio», según el historiador Manuel De Paz. 6 El mausoleo del Marqués de la Quinta Roja (1880). El citado marqués, Diego Ponte del Castillo fue un destacado masón de la época. Al morir se le negó sepultura por esta circunstancia. Su madre decidió erigir un mausoleo en su honor en el municipio de La Orotava, obra que encargó al arquitecto y masón francés Adolph Coquet. 6 El «cementerio» Castañeyra. En realidad se trata de una pequeña parte del cementerio del Puerto del Rosario, en Fuerteventura, creado por el masón Ramón Fernández Castañeyra para dar sepultura a los restos de su padre. El pequeño camposanto se adornó con simbólos masónicos, así como con un monolito azul. Además, aunque no se sabe con seguridad quien fue su autor, se especula que pudo tratarse de el marmolista italiano Enrique Wiott, también masón y residente en Las Palmas.

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