Ocultismo
01/11/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

El gran secreto del Antiguo Testamento

Según la tradición judía, Dios entregó las tablas de la Ley a Moisés en el Sinaí. También sostiene que el alfabeto hebreo es de origen sobrenatural. Algunos autores creen que las 22 letras que lo componen provienen del antiguo Egipto y codifican el mismo mensaje secreto contenido en la Ley entregada a Moisés. Éste podría ser descifrado con ayuda del Salmo 119, considerado como la «Piedra Roseta» del misterio. ¿Cuál es el significado de este simbolismo y qué oculta?

01/11/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
El gran secreto del Antiguo Testamento
El gran secreto del Antiguo Testamento
Fue Maimónides (1135-1204), teólogo y filósofo judío, quien reveló la existencia de un «secreto» en el Antiguo Testamento con las siguientes palabras: «Quienquiera que descifrare el verdadero sentido del Libro del Génesis debe intentar ocultarlo. Esta es una máxima que todos los sabios repiten, sobre todo en relación con la Creación del mundo en seis días. Si una persona descubre el significado auténtico por sí mismo, o con la ayuda de otro, debe guardar silencio o si habla debe hacerlo de manera enigmática, como yo hago, dejando a los que me entiendan que adivinen el resto».

La referencia más antigua a este «secreto» se encuentra en un texto conocido como El libro egipcio de los muertos. El primer pasaje del texto dice: «Este libro contiene un gran secreto. No permitas que un profano lo vea… Sería una abominación. Oculta su existencia. Su nombre es El libro del Maestro de los lugares escondidos». Según cálculos modernos, la obra tiene una antigüedad de más de 6.000 años. Según la cronología bíblica, este texto existía antes de que Dios creara la Tierra. El libro describe con todo lujo de detalles un laberinto de varias cámaras, túneles, salas, templos y puertas a los que se podía acceder mediante un viaje complejo por doce sectores de un mundo subterráneo de oscuridad, llamado duat. También registra varias oraciones, conjuros y encantamientos mágicos, enumerando distintos amuletos para garantizar un viaje seguro. En realidad es una especie de manual secreto de iniciación que describe una serie de procedimientos y contraseñas y que tiene dos niveles de interpretación, uno espiritual y otro físico. En su libro El secreto en la Biblia, Tony Bushby sostiene que «los lugares escondidos» mencionados líneas arriba son cámaras subterráneas situadas en el complejo de Giza, aunque se las describa como enclaves místicos en la morada de los cielos. Según éste, el constructor de la Gran Pirámide sería el responsable del «secreto de la Biblia», intencionadamente codificado en la Torá (Ley) original, un manuscrito que más tarde fue dividido en los cinco libros del Pentateuco, con los que se inicia el Antiguo Testamento.

Durante siglos, las copias de la Torá fueron realizadas conforme a antiguas reglas, respetando la tradición, y escritas manualmente sin vocalización, con una distribución de 49 líneas verticales y secciones. Toda la elaboración era cuidadosamente supervisada para preservar el «secreto». Generaciones de rabinos custodiaban celosamente cada letra de la Torá original. En el supuesto de producirse el más pequeño error en su producción, ese ejemplar era destruido.

El autor de la Torá

Bushby, apoyándose en la edición de 1911 de la Enciclopedia Británica, sostiene que el autor de la Torá fue Ezra, un sumo sacerdote, escriba y adepto de una escuela mistérica conocida como «Pantera» (versión que se aparta de la tradicional atribución a Moisés). Ezra vivió hacia 400 a.C., al final del exilio de los judíos en Babilonia. Cuando éstos pudieron regresar a Palestina, Ezra habría sido el líder de un gran número de personas que se demoraron cinco meses en llegar y que eran portadoras del «secreto» y de un gran tesoro que fue encerrado en el Templo. A su llegada a Palestina, Ezra se alió con Nehemías, gobernador de Judea. Éste poseía una biblioteca donde guardaba abundantes documentos antiguos que puso a disposición del sacerdote. El Libro del Antiguo Testamento 2 Reyes 22: 8, cuenta que un sumo sacerdote llamado Jelcias descubrió el Sefer Torá (Libro de la Ley o del Pacto) que, según la tradición rabínica, Moisés recibió de Dios. Su origen es desconocido. La Enciclopedia judía de 1903 dice en relación a este texto: «Una de sus ilustraciones representa la Esencia Divina… con forma de una serpiente luminosa que asciende para formar un círculo y entonces, habiendo logrado el punto más alto de la circunferencia, la Gloria inefable se vuelve hacia abajo otra vez».

Bushby afirma que la existencia de una ilustración de la «Esencia Divina» hace 2.400 años es asombrosa y sostiene que el autor de este libro fue un gran iniciado del Egipto antiguo. Inicialmente este documento habría sido llamado El Libro de «O», rebautizado en tiempos posteriores como El Libro de Dios. Esta obra original fue la base para escribir el Sefer Yetzirah (El Libro de la Creación) y partes de la Torá.

El libro de Ezra que encontramos en la Biblia es el único permitido de cuatro que se le atribuyen. Pero el último es el que tiene mayor interés y cuenta cómo su autor escribió la Torá e introdujo en ella los conocimientos secretos. En el Concilio de Trento (1546-1564), el Vaticano excluyó este texto crucial del Antiguo Testamento. En un pasaje de este cuarto libro Ezra dirige las siguientes palabras a la multitud: «Y el Todopoderoso dio entendimiento a los cinco escribas y ellos escribieron lo que les fue dictado de una manera ordenada y en caracteres que desconocían. Y estuvieron sentados cuarenta días. Escribieron por el día y por la noche comieron pan… pero en mi caso hablé durante el día y no descansaba por la noche». Estas líneas proporcionan la primera referencia escrita al «secreto» en la Biblia, ya que un texto dictado en «caracteres desconocidos» sugiere un significado oculto; quizá por ello la Iglesia lo prohibió.

Para poder entender qué tipo de información crucial se esconde en la Torá, hay que hacer mención a los conocimientos que están registrados en ciertos textos egipcios hoy desaparecidos como El Libro de Thoth. Para los antiguos egipcios, Thoth era la personificación de la mente de Dios, enviado a la tierra como el escriba de Ra y de la Diosa de la Justicia, Maat. Thoth escribió un texto llamado El Libro de Divinidad, en el cual Osiris le instruye para que proporcione al hombre la llave que abre el portal hacia los misterios del cielo, la sabiduría, las riquezas y la gloria de la Tierra. Al principio era conocido como El Libro de Thoth, pero fue rebautizado como El Libro de las Hojas de Oro, haciendo referencia a las láminas de oro sobre las que se habría realizado y que, al parecer, contenían 22 láminas de dibujos simbólicos y recogía estas palabras de Thoth: «Soy el guardián del Libro de todo lo que es y será y lo que transforma a su poseedor en igual a los dioses». Aquí nos dice que era el custodio de un libro profético con información secreta. Esta información la que se encontraría en la Torá.

Según varios investigadores, durante la decadencia de Egipto, los grandes iniciados pusieron a buen recado El Libro de Thoth para que no cayera en manos inadecuadas. Después de mucha deliberación decidieron depositar sus secretos más valiosos dentro de un sencillo juego. De modo que grabaron pequeñas láminas con las misteriosas figuras de dicho libro. Esta nueva presentación conservaba todos los secretos que los dioses querían revelar, incluyendo un caudal de información inimaginable. Con el paso de los siglos se fueron haciendo reproducciones en pequeño con diseños de gran exquisitez, lo que hoy se conoce popularmente como Tarot.

Según Bushby, restos de los diseños originales de éste pueden verse hoy en las ruinas de algunos templos de Tebas, la capital de Egipto en 2000 a. C., especialmente en los techos de las salas del palacio de Medinet-Abou. Además, las 22 cartas de los Arcanos Mayores tendrían su contrapartida en los textos de El Libro de los muertos, grabados sobre piedra en forma de viñetas hace miles de años. Es de suma importancia mencionar que las 22 letras del abecedario hebreo pertenecen a la misma fuente que El Libro de Thoth y que el secreto para revelar su misterio está encriptado en la Biblia. Las 22 láminas representan las letras usadas para escribir la Torá original. Cada una se corresponde con un Arcano Mayor y con un número del 1 al 22, en una secuencia directa. Ahora bien, las 22 cartas y las letras no pueden sincronizarse sin conocer la posición correcta del naipe conocido como «el Loco». Existen opiniones divergentes sobre su posición en la baraja y el motivo para dejarla sin número se explica matemáticamente por el código oculto en el juego del Tarot. Si se considera que esta carta no tiene nada que ver con las otras, entonces no existiría analogía entre el Tarot y las 22 letras del abecedario hebreo.

La atribución al Rey David de todos los salmos no es correcta. Los investigadores modernos están de acuerdo en que proceden de varios autores y que algunos no son tan antiguos como se creyó en principio. Parece claro que casi todos datan de la etapa posterior al exilio babilónico, hacia 397 a. C. El mismo Ezra afirmaba haber escrito algunos y es probable que de su mano saliera el salmo 119, en el cual se identifica directamente un aspecto significativo de cada carta de los Arcanos Mayores, pero no en el mismo orden que aparece en El Libro de Thoth.

La importancia del número 22 parece evidente, ya que el salmo 119 tiene 22 capítulos en la edición inglesa de la Biblia, autorizada por las iglesias protestantes y conocida conmo la del rey Jaime. Cada uno está formado ocho líneas. Lo más destacado es que cada verso de una misma estrofa de ocho empieza con idéntica letra, pasando sucesivamente por las 22 del abecedario hebreo. Es decir, los ocho versos de la primera estrofa del salmo empiezan con la primera letra del abecedario, aleph; los ocho versos de la segunda estrofa con la segunda letra, beth, etc., hasta completar el abecedario. Este salmo es una muestra importante de cómo Ezra introducía las pistas en la Biblia, muchas de ellas ignoradas por los sacerdotes ortodoxos que no poseían la clave mística de su interpretación. Por tanto, se puede decir que el salmo 119 proporciona una información vital que identifica las 22 cartas de los Arcanos Mayores, revelando su vínculo con el «secreto» de la Biblia. En su libro, Bushby da una sencilla regla aritmética para averiguar cómo se identifican en el salmo los Arcanos Mayores y la posición del número «0».

Muchas fuentes egipcias mencionan un extraño y misterioso objeto sagrado conocido como «piedra benben». Los Textos de las Pirámides la llaman «la Cámara Celeste» y en uno de ellos se dice que estaba hecha de materia estelar. Según fuentes antiguas egipcias y sumerias, se trataba de un objeto piramidal con una altura de unos cinco metros. En El Libro de los muertos se lo cita como «Trono de Resplandor». Se desconoce la autenticidad de su existencia y composición, pero algunas palabras grabadas en piedra afirman que existió y que era transparente, por lo cual se podía ver su interior. Se custodiaba en un templo en Heliópolis, donde se veneraba como si de un dios se tratara. La historia egipcia cuenta que el lugar donde se custodiaba en esta ciudad fue destruido varias veces por invasores enemigos.

El origen de la forma piramidal se encuentra en los ángulos del Benben, y algunas pirámides conocidas hoy no serían sino variaciones de esta piedra. Según Bushby, la Gran Pirámide fue construida para ubicar el Benben en su punto más alto. Esto fue así porque, al parecer, el contacto de ambas superficies accionaba «el efecto de las pirámides» o fuerza invisible que las activaba. Sostiene que esta piedra actuaba como un catalizador para hacer funcionar las cámaras interiores de la Gran Pirámide. Recientemente se ha encontrado una talla faraónica en relieve en Abusir, a unos 15 km de El Cairo, que muestra a unos trabajadores arrastrando a un Benben iluminado. Al pie de la talla hay una inscripción jeroglífica que se traduce como «luz pura», «luz blanca» u «oro blanco».

Los sacerdotes del Egipto antiguo tenían una tradición según la cual «una serpiente yace enroscada en la Gran Pirámide». Se dice que El libro de Thoth estaba protegido también por «una serpiente inmortal», que la Torá era citada por los antiguos rabinos como El Libro Serpiente de las Eras y que los sumerios de hace 4.000 años llamaban a la Gran Pirámide «la Casa de la Serpiente». Uno se pregunta por el significado de estas coincidencias. La respuesta podría estar en las energías de la Gran Pirámide, que entran por su punto más elevado. Cuando se enfoca una luz sobre el vértice de una pirámide o cristal de cualquier tamaño que tenga las mismas proporciones que aquélla, se produce un fenómeno curioso. Se observa una espectacular luz parecida a una serpiente erguida sobre su cola, cuya cabeza está situada en el vértice de la pirámide y cuyo cuerpo desciende por el centro hasta la mitad de la estructura. Dado que la forma está compuesta por los siete colores del espectro, Bushby la llama «Serpiente del Arco Iris». En su forma original, era visible en el Benben transparente que coronaba la Gran Pirámide y los sacedotes egipcios dieron el nombre de Khepri a esta luz zigzagueante y vertical. Cuando decían que había una serpiente enroscada en la Gran Pirámide se referían a esta luz, siendo ambas unas alegorías externas («lo que e arriba es como lo que es abajo») del proceso que puede desarrollarse en el interior del iniciado.

A lo largo de la historia, los rabinos ortodoxos de la tradición judía han sostenido que los cinco libros que integran la Torá son de origen sobrenatural. Según Bushby, si la forma luminosa de la Serpiente del Arco Iris se reproduce en latón u otro material similar, el resultado obtenido se podría describir como una réplica de la «luz que penetra en la materia», vivificándola y animándola como el ka o doble de luz egipcio hacía con el cuerpo material. Este sería el elemento principal del Libro de Thoth y el secreto de la Biblia. La forma de la Serpiente del Arco Iris nos permitiría revelar el significado de dicho símbolo. Girando lentamente su reproducción alrededor del eje vertical y observando siempre la figura desde la misma posición, se podrían apreciar 22 sombras distintas en una vuelta completa de 360º. Y cada una de esas formas se corresponderían con una de las 22 letras del abecedario hebreo de la Torá.

Ezra habría transmitido las verdades del antiguo Egipto a los iniciados de los siglos posteriores en un texto puramente judío: la Torá. Pero, ¿en qué consistía este gran secreto codificado en el símbolo de la serpiente de luz? Básicamente, es el mismo que algunos textos herméticos atribuyen a los legendarios 42 libros secretos de Thoth y que, según explicó Isis a su hijo Horus, contenían el elixir de la inmortalidad. Este fluido maravilloso sería segregado por el efecto de una alquimia interna activada por un proceso iniciático, que los antiguos egipcios desarrollaban mediante un ritual realizado en los pasadizos y en el interior de la Gran Pirámide. El resultado activaría el mecanismo por el cual se formaría «el cuerpo de luz» o «de Gloria», que los antiguos egipcios denominaban el Ka, nuestro doble de luz inmortal.
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Comentarios (1)

Rubtauddy Hace 1 año
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