Ovnis y vida extraterrestre
22/08/2016 (11:22 CET) Actualizado: 22/08/2016 (11:22 CET)

Contacto entre dimensiones

Es habitual que tanto en los encuentros cercanos con No identificados como durante las apariciones fantasmales sucedan toda clase de alteraciones del continuo espaciotemporal: El tiempo se vuelve más lento, los minutos se convierten en horas, el contorno cambia o «se apaga», el silencio es absoluto y desaparecen las sensaciones térmicas. En ocasiones, los testigos llegan a percibir que la realidad se queda estática, como una especie de foto fija que sólo pueden contemplar. A continuación detallamos algunos de estos fascinantes casos de contactos entre dimensiones que los autores han podido investigar… José Luis Hermida y Francisco Gallardo

22/08/2016 (11:22 CET) Actualizado: 22/08/2016 (11:22 CET)
Contacto entre dimensiones
Contacto entre dimensiones

Algo extraño se respiraba en el ambiente.

Habíamos recorrido aquel camino de arena decenas de veces para llegar al corazón del Coto de Doñana (Huelva), pero aquella tarde iba a ser diferente. En ocasiones, el coche se atascaba o bien se salía del carril, y teníamos que descender del mismo para empujarlo. Fue en la primera de esas paradas cuando nos dimos cuenta de que algo no habitual sucedía a nuestro alrededor. Como en otras tantas veces, aquel atardecer del 14 de marzo de 1978 nos encontrábamos en el Coto investigando los numerosos casos de avistamientos de OVNIs que se estaban produciendo, siempre con la esperanza de convertirnos también nosotros en testigos del enigmático fenómeno.

Éramos tres personas: Adrián Rodríguez Azcona, María Paz Carrasco González y José Luis Hermida, uno de los autores del presente reportaje. Iniciamos la entrada a la Reserva Biológica del Coto a media tarde, y ya entonces presentimos que sucedía algo diferente a otras veces. Los animales, que siempre se cruzaban en nuestro camino, en esta ocasión no hicieron acto de presencia. Tampoco se oían los constantes trinos de los pájaros y no se movía ni una hoja. Parecía que la realidad se hubiera detenido, como si estuviéramos dentro de una foto fija donde los únicos que nos movíamos éramos nosotros al avanzar con el coche o cuando descendíamos del mismo para empujarlo. El resto era como un inmenso telón de fondo estático y silencioso. Como si todo se hubiera parado en un instante. Incluso llegamos a tocar las ramas de algunas plantas para cerciorarnos de que eran reales.

EL OVNI QUE PARÓ EL TIEMPO
Recorrimos los lugares habituales de observación mientras anochecía. Colocamos las máquinas fotográficas, las videocámaras y demás equipo, insertamos una cinta de música relajante en el radiocasete del coche y nos dispusimos a tomar algo de comida para soportar la madrugada con mayor entereza. A las 00:45 horas los tres exclamamos lo mismo: «¡Dios mío!, ¿eso qué es?». Se trataba de una masa de luz compacta en tres colores diferentes que presentaba dos esferas brillantes en su perímetro. Una era de tonalidad roja intensa y la del extremo contrario ocre amarillenta. Ambas esferas, de mayor tamaño que un balón de baloncesto, estaban nítidamente unidas entre sí por una banda de color blanco que a modo de línea curva las conectaba por su parte superior, formando una especie de bóveda o cúpula luminosa. Del centro del OVNI partía un denso haz de luz que iluminaba el terreno. El No Identificado se encontraba a menos de cincuenta metros de nuestra posición y se elevaba apenas tres del suelo, porque rozaba las copas de los dos únicos árboles que había en aquella zona de marisma.

Fotografiamos y filmamos el objeto volador como pudimos, teniendo en cuenta los deficientes equipos con los que contábamos en aquella época. Incluso realizamos unas señales luminosas con una linterna de luz polarizada, momento en que el OVNI giró en lo alto y desapareció de nuestra vista en décimas de segundo. Tomó tal velocidad que simplemente pudimos contemplar a lo lejos una esfera roja del tamaño de una pelota de tenis que se perdía sobre el mar en el horizonte. Después de unos dos minutos, la aeronave desapareció de nuestra vista para siempre.

Lo realmente sorprendente es que cuando regresamos al automóvil, del que no nos habíamos separado en ningún momento más de diez metros, la cinta de música que acabábamos de insertar en el radiocasete estaba llegando a su final y el reloj del coche marcaba la 01:07. Habían transcurrido 22 minutos, cuando el avistamiento había durado poco más de dos. Hicimos toda clase de comprobaciones, repitiendo incluso cada uno de los movimientos que habíamos realizado, y la conclusión es que no era posible que hubieran pasado 22 minutos. También nos cercioramos delestado de la cinta y de la fiabilidad del reloj. Todo estaba correcto. Por si no bastase, ¡los relojes de pulsera de los tres también atestiguaban el salto temporal! Adrián rompió el silencio: «Vámonos de aquí, hoy ya hemos aprendido todo lo que teníamos que aprender», repetía una y otra vez como musitando para sí mismo. Recogimos el equipo y nos marchamos de allí. No fue la única experiencia que vivimos en la zona. Una noche de julio de 1977, alrededor de las 2:45 horas, conseguimos fotografiar un OVNI luminoso en forma de hongo que desprendía una serie de «figuras». Estábamos en la finca del Condesito, en las proximidades del Coto de Doñana. Un absoluto silencio inundó la zona, a la vez que algunos de los presentes, que en ese momento se encontraban en un pequeño bosque de eucaliptos cercano, permanecieron entre los árboles más tiempo del que deberían. No sólo perdieron la percepción del espacio y el tiempo, sino que sintieron un intenso zumbido dentro de sus cabezas y contemplaron tres objetos voladores luminosos sobre ellos. Empleando una linterna emitieron señales luminosas hacia el último No Identificado, el cual se detuvo en lo alto y respondió encendiéndose y apagándose.

Lee el artículo completo en AÑO CERO nº 313 de agosto de 2016

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