Civilizaciones perdidas
01/08/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Priorato de Sión: ¿La verdadera historia? (tercera parte)

Indagamos en la hermética obra de Jean Cocteau, a quien se presenta como el gran maestre del Priorato que precedió a Pierre Plantard, intentando responder a las grandes preguntas que nos plantea esta trama: ¿es una fantasía megalómana o una forma estratégica de crear nuevos mitos y darnos a conocer la existencia de una tradición oculta, que hoy se pretende reactivar?, ¿quiénes inspiraron esta insólita historia y qué objetivos se ocultan tras la misma?

01/08/2004 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Priorato de Sión: ¿La verdadera historia? (tercera parte)
Priorato de Sión: ¿La verdadera historia? (tercera parte)
La escena que podemos observar sobre estas líneas corresponde a un mural realizado por Jean Cocteau, en 1960, para decorar la iglesia londinense de Notre-Dame de France. Construida en 1865, con una posible inspiración masónica y sobre un emplazamiento vinculado a los templarios, fue destruida por las bombas nazis y luego redecorada por artistas franceses. Durante la guerra fue punto de encuentro para los representantes de la Francia Libre, liderada por De Gaulle, a quien se ha querido vincular a las andanzas del Priorato.

En dicha pintura, el artista se retrata a sí mismo, a los pies y a la izquierda de la cruz, con un halcón junto a su hombro, símbolo inconfundible del dios Horus, que identificaba a una antiquísima línea iniciática solar que rigió el Egipto predinástico (los Shemsu-hor o seguidores de Horus). Pero lo más insólito es que Cocteau se sitúa de espaldas a un crucificado, del cual sólo se ven los pies, y tiene una expresión de desagrado o decepción, como si rechazara la crucifixión o dudase de la misma.

Al pie de la cruz observamos una rosa roja, uno de los símbolos utilizados con más frecuencia desde la antigüedad y con más diversos significados. Sumadas ambas se convierten en la Rosa Cruz, que simboliza la discreción e identifica a una tradición iniciática y alquímica que algunos pretenden remontar al propio Egipto.

Dicha rosa está situada sobre un altar en el cual Cocteau dibujó una enorme M. Aparentemente se trata de la inicial de María y se justificaría por el hecho de que la iglesia está dedicada a Nuestra Señora o Nuestra Dama, un nombre ambiguo que se remonta a los constructores de catedrales a Ella dedicadas y a San Bernardo, que el Priorato pretende situar en los orígenes de su Orden y fue de hecho el inspirador de los templarios. Pero quienes sostienen que Jesús se casó con María Magdalena, aseguran que es a esta última a quien designan secretamente los iniciados en el secreto del linaje griálico, tanto con dicha expresión como con la letra M. Significativamente, a la derecha de la cruz Cocteau trazó disimuladamente otra M formada por un único velo que cubre a las dos Marías: la Madre que llora mirando a la rosa y hacia los pies del crucificado, y la Magdalena que lo hace volviendo la espalda a ésta, al igual que hace el artista, dándose así a entender que ambos comparten un mismo secreto, que les aleja de la cruz. Por encima de ambas mujeres, a la izquierda de un Sol negro, hay una tercera que mira al cielo con unos ojos que parecen pechos: ¿trata de reforzar así el pintor la presencia del Principio Femenino de la Divinidad, que parece también representado por las dos Marías, las dos M y la rosa, tradicionalmente consagrada a Venus-Afrodita?
También Leonardo se incluyó a sí mismo en dos de sus obras relacionadas con Jesús, mirando en dirección contraria a éste: La Adoración de los Magos y La Última Cena. En este último mural suyo muchos han querido ver disimulada otra M: la formada por el cuerpo de Jesús y el del apóstol sentado a su derecha. Esta figura, que tradicionalmente se identificó con la de san Juan, tiene una cabellera pelirroja, manos muy femeninas, un collar y una curva en los pechos que han hecho suponer a algunos que se trata de una mujer, la Magdalena. Ven asimismo en la V que forman sus cuerpos, distanciadas sus cabezas y unidos por las manos, el símbolo del Santo Grial, una copa indispensable en esa Cena donde Jesucristo instituyó la Eucaristía, que sin embargo está ausente de la mesa pintada por Leonardo.

La singular teóloga Margaret Starbird pasa revista a numerosos símbolos que considera relacionados con la alquimia y la herejía del Grial, en algunos de los cuales la letra M aparece asociada con la V. Los interesados pueden encontrarlos en su libro sobre María Magdalena (Ed. Planeta).

El rechazo de la cruz que representa al cristianismo ortodoxo, Magdalena, el Grial, la Diosa y la Rosa Roja son símbolos que reclama como propios el Priorato; sin duda todos ellos forman parte de una antigua tradición herética y hermética, aunque poco tenga que ver con este invento moderno. Y tanto Leonardo como Cocteau aparecen identificados como supuestos grandes maestres del mismo en una lista de nobles, ocultistas, escritores y artistas introducida en la Biblioteca Nacional de París hace tres décadas, junto a otros documentos modernos a los que Dan Brown alude ambiguamente al comienzo de El código da Vinci... una relación cuya autenticidad ha sido cuestionada recientemente por el Priorato dirigido por éste, como veremos.

Pero el hecho de que Leonardo y Cocteau compartan unos mismos símbolos, ¿acaso significa que ambos comulgaban con una creencia oculta sobre María Magdalena como cabeza de una Iglesia secreta y esposa de Jesús?
Aún en el caso de que tal hipótesis fuera cierta, ello no significaría que los dos artistas formasen parte de una misma organización y tampoco validaría las afirmaciones que se han hecho sobre la descendencia de Jesús, los merovingios y tantos otros mitos relacionados con el Priorato de Sión.

Por ahora, nuestra única certeza es que aún permanecen sin respuesta muchas de las preguntas que los autores de El enigma sagrado se plantearon hace 22 años, tras investigar la turbia historia del Priorato. Entre ellas, ésta: si alguien hubiese pretendido inventar una lista de grandes maestres que resultara prestigiosa y "creíble" para el gran público, para una Orden supuestamente fundada hace 900 años, ¿por qué incluir en la misma a varios individuos poco conocidos, o a un "excéntrico" aparente como Cocteau, en lugar de a otros personajes prestigiosos y contemporáneos suyos, a quienes podría relacionarse con esta trama o que mantuvieron estrechas relaciones con sociedades secretas?
El artista Alain Féral, discípulo y colaborador de Cocteau, ha negado a Picknett y Prince que éste hubiese podido ser gran maestre de la organización liderada por Plantard. Sin embargo, tras investigar la historia del Priorato y el enigma de Rennesle-Château, piensa que tanto Cocteau como los supuestos grandes maestres de la mencionada lista "sí estuvieron vinculados por una tradición clandestina auténtica".

Los autores de El enigma sagrado reconocen que Cocteau les pareció "un candidato muy poco verosímil para el cargo de gran maestre de una influyente sociedad secreta", al igual que algunos otros de los personajes presentados como tales. Pero, mientras que "en el caso de todos los demás poco a poco se hicieron visibles ciertas conexiones pertinentes", en el de Cocteau hallaron pocas.

Sobre posibles conexiones con Debussy y Victor Hugo, sus presuntos predecesores en el cargo, descubrieron que Cocteau diseñó los decorados para una ópera del genial músico, al que alude frecuentemente en sus diarios, y que era íntimo amigo de un nieto del escritor. Junto a él "se embarcó en diversas experiencias espiritualistas y ocultistas, no tardando en estar muy versado en los asuntos esotéricos; y el pensamiento hermético moldeó toda su estética".

Consideran que "el testimonio más convincente de su afiliación al Priorato reside en" algunas de sus pinturas (como la ya mencionada), obras teatrales como El águila tiene dos cabezas (sobre la emperatriz Isabel Habsburgo, miembro de una de las más prominentes dinastías de la "línea de sangre" que asegura proteger esta organización) o su película Orfeo, cargadas de un sugerente simbolismo oculto.

También destacan que este artista bohemio y escandaloso "se educó en un ambiente próximo a los pasillos del poder, pues su familia destacaba en política y su tío era un diplomático importante"; que siempre "conservó un estrecho contacto con individuos muy relevantes de los círculos aristocráticos y políticos; y que, al parecer, fue muy estimado por De Gaulle. Como veremos el próximo mes, este famoso general es el único e hipotético punto de conexión reconocible entre Cocteau y quien supuestamente le habría sucedido al frente de un Priorato más que nebuloso: Pierre Plantard quien –como vimos en un artículo anterior– era un humilde ciudadano, hijo de un ayuda de cámara y de una dama con pretensiones nobiliarias, que parecía haber urdido toda esta historia con pretensiones megalómanas...

Esta última es la opinión crítica, sustentada por una mayoría de intelectuales, quienes dan por zanjado el tema, viendo el Priorato y el misterio de Rennes-le-Château como simples mitos modernos, carentes de una dimensión enigmática.

Por el contrario, el gran público y algunos autores mal informados siguen aceptando como válida la teoría planteada en libros de gran difusión, ignorando las numerosas incongruencias de esta historia.

Pero hay una tercera postura, la de quienes, aún admitiendo que la versión más ampliamente de la misma resulta textualmente inaceptable, sostenemos que la hipótesis del fraude megalómano no lo resuelve todo. Y estamos convencidos de que la hipótesis planteada por El enigma sagrado y promovida por Plantard esconde realmente un
entramado histórico de sociedades secretas vinculadas entre sí y está siendo hoy manipulada con fines desconocidos.

Para comprobar el fundamento de esta última posibilidad resulta necesario estudiar en profundidad algunos episodios históricos a los que aluden superficialmente éste y otros libros. Episodios que seguramente están bien documentados en algunos archivos públicos y en los privados que conservan algunas sociedades secretas contemporáneas; y sin duda Plantard y sus inspiradores tuvieron acceso a los mismos.

Hace dos meses vimos que este personaje apareció en su juventud como portavoz de varias asociaciones de ideología derechista y monárquica. La más conocida de éstas fue Alpha Galates, una moderna orden de caballería que propugnaba una renovación de la Francia republicana, en los años de la ocupación nazi. Los estatutos de esta sociedad han inspirado los del moderno Priorato, como si éste no fuese sino una formalización legal o bien una versión actualizada de aquélla.

Revelamos también la identidad de dos maestros del precoz Plantard. Uno de ellos fue Paul Le Cour, el primer ocultista que anunció el advenimiento de la Era de Acuario, que vería el advenimiento de una Europa unida e inspirada por Prioratos que actuasen como órdenes de caballería y se apoyasen en un cristianismo esotérico, bien diferenciado de la Iglesia judeo-cristiana de Pedro. El otro, era el médico de su familia, Camille Savoire, quien se convirtió en uno de los más destacados promotores de la espiritualidad iniciática dentro de la muy politizada masonería francesa, fundando en 1935 el Gran Priorato de las Galias.

Descubrimos así de dónde había surgido el nombre del moderno Priorato. Pero nos faltaba entender por qué añadió el calificativo "de Sión" alguien que tenía unas raíces ideológicas claramente antisionistas.

Tras analizar los documentos publicados por Alpha Galates, descubrimos que a la misma pertenecieron Savoire, el académico ultraderechista Louis Le Four y otros personajes muy reales. Esta Orden fue fundada secretamente en 1934 por un personaje tan intrigante como enigmático: el ocultista George Monti, a quien Savoire presentó a Pierre Plantard, cuando éste sólo era un muchacho.

En los archivos del canónigo Hoffet, con quien Sauniére (el famoso cura de Rennes) parece haber consultado los misteriosos manuscritos encontrados en su aldea, se recorre a grandes rasgos la agitada biografía de Monti. A partir de los mismos, Gérard de Sède enumera las múltiples e intrigantes andanzas de este hombre invisible que, a lo largo de su vida, jugó los más opuestos papeles, en los terrenos del esoterismo, las ideologías y el espionaje. Él parece ser la conexión del Priorato, este teatro de marionetas en el cual se empeñan que centremos nuestra atención, con el misterioso hallazgo de Rennes-le-Château y con un enigma mucho más antiguo.

Limitémonos a explicar aquí que Monti es un huérfano que se manifiesta como joven prodigio. Educado con los jesuitas, mientras estudia derecho canónico establece estrechos contactos con los ocultistas parisinos, siendo iniciado en las más diversas órdenes. A sus 21 años se convierte en secretario de Josephin Péladan, fundador de una Orden del Templo de la Rosacruz Católica, con la cual el cura Sauniére parece haber mantenido al menos estrechos contactos. Se supone que es ahí cuando Monti tiene conocimiento del misterio de Rennes, aparentemente relacionado con los secretos dinásticos de antiguas familias.

Luego, al tiempo que viaja continuamente y espía para diversos servicios secretos, es iniciado en las más importantes sociedades ocultistas de la época: la Orden Martinista francesa, la Rosacruz de Baviera, la Santa-Vehme germánica, la Orden de los Templarios Orientales anglo-alemana, la B'nai B'rith judeo-francesa,...

En 1934 regresa a Paris, presentándose como el conde Marcus Vella Monti. Diez años antes ha creado allí el secretista Grupo Occidental de Estudios Esotéricos. Funda ahora la Orden Alpha Galates y propugna la creación de unos Estados Unidos de Occidente, idea cuyo germen acabará siendo la Unión Europea, en cuyos primeros pasos estarán implicados otros muchos iniciados. Hoffet asegura que su "existencia tremendamente confusa acaba por atemorizar incluso a sus amigos" que le descubrían espiando a todos, sin saber por cuenta de quién.

En octubre de 1936, un boletín editado por la masónica Gran Logia de Francia asegura que Monti no es conde sino un espía de los jesuitas. Ese mismo mes cae gravemente enfermo, muriendo pocas horas después. Tras examinar su cuerpo, el doctor Savoire no tiene dudas de que ha sido envenenado.

Pero lo fundamental para nuestro propósito es descubrir que tan misterioso personaje será el fundador de la Orden a partir de la cual, veinte años después, surgirá el Priorato de Sion. Y que, durante la Primera Gran Guerra, Monti trabajó en la biblioteca municipal de Orleans, donde –como veremos próximamente– aún se conservan varios documentos referentes a la verdadera Orden de Sión, fundada en Jerusalén y cuyo rastro histórico se pierde precisamente en esta ciudad. En estos archivos y en los de algunas sociedades
secretas en la que logró introducirse,
encontró seguramente los elementos fundamentales en los que se inspira la legendaria historia del moderno Priorato. Documentos cuyas copias sin duda fueron a parar a los archivos de Alpha Galatas, que Plantard heredó y probablemente utilizó para urdir un mito que hoy adquiere una fuerza inquietante. Tal vez...
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