Ovnis y vida extraterrestre
03/04/2017 (11:30 CET) Actualizado: 12/12/2023 (11:57 CET)

Un agente de la Guardia Civil relata en exclusiva sus experiencias ovni

Cuando realizaba labores de vigilancia a dos camiones con material militar, el autor de este reportaje tuvo la oportunidad de contemplar un desconcertante avistamiento. A partir de ese momento comenzó una investigación entre sus compañeros de la benemérita que arrojó sorprendentes casos de encuentros cercanos con ovnis.

03/04/2017 (11:30 CET) Actualizado: 12/12/2023 (11:57 CET)
Recreación por IA del incidente
Recreación por IA del incidente

Corría el mes de septiembre de 1989 cuando me incorporé a mi primer destino como profesional de la Guardia Civil. Por aquel entonces era completamente ajeno al asunto OVNI, puesto que durante los tres años anteriores había estado centrado exclusivamente en mi formación como agente de la Benemérita.

Uno de mis primeros servicios consistió en escoltar a un transporte especial: dos tráileres que trasladaban piezas para misiles y explosivos desde Madrid a la base militar de Rota (Cádiz). El 27 de septiembre, alrededor de las 20:15 horas, un compañero y yo nos hicimos cargo de las labores de acompañamiento en el límite noroeste de la provincia de Toledo con Madrid, a las afueras de la urbanización Calypo Fado. Luego tomamos la carretera nacional quinta para dirigirnos al sur, hacia el límite con Cáceres.

Pasadas las 21:30 horas, cuando el sol ya se había puesto y nos encontrábamos frente a la localidad de Oropesa, se empezaron a ver algunas nubes sueltas que más parecían penachos de niebla. Entre las mismas me sobrecogió la visión de una inmensa luna rojiza en la que no me había fijado antes. Me impactó su enorme tamaño. Durante un par de larguísimos minutos aquello captó mi atención, porque teñía de rojo las nubes. En un momento dado, me pareció que se desplazaba. Para contrastar mis apreciaciones, le pregunté a mi compañero, un cabo y, por tanto, mi superior en ese momento: «¿Ha visto usted qué luna tan extraña, cabo?». Haciendo gala de su característica seriedad y con cierto desdén, me contestó de un modo abrupto: «Déjate de rollos. Es la Luna. Más roja o más blanca, es siempre la Luna y ya está. ¡Conduce y ponte a la velocidad adecuada! ». Tenía razón, sin darme cuenta había estaba circulando a menos velocidad de la que debía.

SORPRENDENTE DESCUBRIMIENTO
De todos modos, la volví a contemplar rodeada por su extraño halo, antes de que desapareciera a mi izquierda tras una nube que parecía tener largos flecos. Por el espejo retrovisor comprobé que los ocupantes de uno de los camiones militares también la miraban y hablaban entre sí, así que pensé en preguntarles en cuanto nos detuviéramos. Cuando llegamos al lugar acordado, donde nos esperaba otro coche de la Guardia Civil para relevarnos en las labores de escolta, detuve el vehículo y descendí del mismo para acercarme a los ocupantes del tráiler, pero el cabo, adivinando mis intenciones, me salió al encuentro para ordenarme que regresara al vehículo y estuviera atento a la radio, por si recibíamos algún aviso. Nunca volvimos a hablar del asunto.

Días después comprobé en un calendario lunar que ese día no podíamos haber observado el satélite, porque no era visible a la hora en que avistamos el objeto volador. Ese descubrimiento me dejó muy preocupado. ¿Qué era lo que habíamos contemplado frente a nosotros? Para colmo, días después vi un reportaje en el programa Informe Semanal (Televisión Española) donde se narraba el aterrizaje de un OVNI a pleno día en la localidad rusa de Vorónezh el mismo día 27 de septiembre de 1989. Para más inri, el No Identificado era una esfera roja. ¿Y si se trataba de la misma aeronave? Lamenté no haberme fijado mejor en los detalles ni disponer de conocimientos sobre el fenómeno OVNI. Lo que estaba claro es que no habíamos contemplado la Luna, sino un objeto volador no identificado.

Me dolió carecer de respuestas, así que empecé a recopilar información sobre ufología. Dicen que insistiendo en las preguntas acaban por aparecer respuestas, a veces de forma insospechada, y así sucedió. Un cambio de destino me llevó a coincidir con un compañero al que llamaré Julio. Es un Guardia Civil de los pies a la cabeza, ordenado y metódico como el mismo reglamento. Una noche, cuando estábamos a punto salir de patrulla, le pregunté por la «papeleta de servicio», a fin de comprobar recorridos o alguna orden especial.

Me dijo que estaba en el coche, dentro de su cartera. Cuando iba a sacar la papeleta, me di cuenta de que tenía guardada una publicación esotérica. «¡Pero Julio!, ¿qué hace esta revista en tu cartera?», pregunté con sorna. Me miró como a un niño al que sorprenden haciendo una travesura. «Si se lo cuentas a alguien, la tenemos tú y yo», me dijo en voz baja y muy serio. No pude contener la risa. La verdad es que me alegré de aquel descubrimiento. Al principio, mi compañero se sintió contrariado, pero en cuanto le dije que me interesaba mucho el tema OVNI y hacía tiempo que estaba recopilando información sobre ese asunto, cambió su actitud.

Antes de contarle mi experiencia, le pregunté de dónde venía su afición. Me miró muy serio y me hizo prometer que no contaría nada a nadie. Entonces se sinceró conmigo. La primera experiencia que me reveló supuso toda una sorpresa para mí. ¡Justo el día en el que yo había contemplado la luna rojiza voladora, el 27 de septiembre de 1989, mi informador y su esposa avistaron idéntico objeto volador, también en la misma zona!

PLATILLO VOLANTE EN EL PUNTO DE MIRA
Julio y su mujer se encontraban ese día en la localidad de Urda, a más de 100 kilómetros de Oropesa. Eran más o menos las 21:30 –la hora a la que yo empecé a divisar el No Identificado–, cuando observaron una esfera en el cielo. Tenía unas dimensiones considerables, aunque estaba bastante lejos de ellos. Rozaba el horizonte dirigiéndose al suroeste, sobre la vertical de la zona en que entonces me encontraba haciendo labores de escolta a los tráileres militares. A pesar de que no había nubosidad, la esfera voladora desprendía niebla a su alrededor, como si fuera una cabellera o largos filamentos.

Intentando hacer de abogado del diablo, le pregunté si podría tratarse de un avión. Con su típico aplomo, me dijo: «Lo que nosotros vimos, querido amigo, era completamente rojo y esférico, de gran tamaño aunque lejano, rodeado por una especie de niebla. He contemplado miles de aviones, sus estelas, sus formas, y aquello no era un avión, que te quede claro». Estuvieron viendo el OVNI durante un par de minutos, hasta que realizó un movimiento descendente, ocultándose tras unos montes hacia el suroeste. Seguí presionando: «¿Y si fuera la Luna?». Me miró con cara de pocos amigos antes de tomar la palabra: «También sé diferenciar la Luna de una esfera roja. No insistas, si no te lo crees, de acuerdo, pero deja de pensar que somos lelos». Reí a gusto antes de sincerarme: «Perdona Julio, la verdad es que te creo totalmente». La coincidencia con mi avistamiento era más que increíble. Gocé escuchando su historia, y estoy seguro de que pudo tratarse del mismo objeto volador. Quise contarle mi experiencia, pero decidí esperar un tiempo, aún quería oír el segundo relato. Julio definió el avistamiento que acababa de narrarme de «pequeña anécdota», comparado con el que vivió años antes. Me dijo que el suceso le había cambiado la vida y plantearse lo verdaderamente insignificantes que somos los humanos comparados con la inmensidad del universo. Desde entonces, empezó a reflexionar sobre la razón de la existencia y otras cuestiones igual de trascendentes…

Ocurrió una fría noche a finales de 1983. En la prisión de alta seguridad de Ocaña, en Toledo, un grupo de agentes de la Benemérita acababa de comenzar su turno. A Julio le tocó hacer guardia en la garita de la esquina sureste. Media hora más tarde estaba aterido de frío, puesto que las garitas no estaban acristaladas. Nuestro protagonista paseaba incesantemente, mirando a ambos lados del muro exterior, a casi diez metros del suelo. A ratos relajaba la vista oteando el horizonte. Miles de estrellas titilaban en un despejadísimo cielo, pero una le llamó especialmente la atención. Estaba demasiado baja para ser un lucero, más bien parecía una ventana iluminada. Sin embargo, en esa zona no había nada, sólo una escuela de vuelo sin motor que no disponía de torre ni edificaciones altas. El resto del terreno era campo abierto. Como a cámara lenta, la luz empezó a acercarse a Julio efectuando suaves oscilaciones y agrandándose poco a poco. Al cabo de varios minutos, mostró su verdadera forma Se trataba de una amplia cúpula luminada sobre una gran estructura circular de unos quince metros de diámetro. Los guardias se gritaron unos a otros, preguntándose qué diablos era aquello y cómo debían reaccionar. Ante las enormes dimensiones del OVNI, Julio decidió prepararse para lo peor. Se echó el cetme a la cara y apuntó hacia el No Identificado con la intención de disparar, pero en ese momento comenzó a sentir una extraña paz interior y se dio cuenta de lo ridículo de su actitud, así que bajó el arma y la dejó a un lado.

MAJESTUOSA PRESENCIA
Sintió la imperante necesidad de permanecer quieto mirando aquel aparato que le transmitía tanta tranquilidad. Observó detenidamente sus proporciones y la perfección de sus sencillas formas. La ausencia de ruido y el purísimo tono de su luz lo convertían en una presencia majestuosa. Flotaba a no más de cincuenta metros del suelo y a unos treinta metros del muro exterior de la cárcel. Parecían dos perfectísimos platos unidos y su ecuador estaba circundado por una línea de luz azul verdosa de unos treinta centímetros de ancho. En la parte superior destacaba la cúpula transparente, iluminada por una intensa luz blanca, muy potente pero que no resultaba molesta. A excepción de dicha cúpula, el OVNI semejaba metálico.

Debía pesar toneladas y, sin embargo, se desplazaba sin hacer ruido y con pasmosa facilidad, como si se tratase de «algo» más que liviano. En su parte inferior se apreciaban tres rectángulos dispuestos en un triángulo perfecto. Tendrían un metro de largo por cincuenta centímetros de ancho, un aspecto abombado y también desprendían una luz de un blanco extremo pero sin brillo. Semejaba luz sólida. Se preguntó si serían parte de su sistema de propulsión o quizá un tren de aterrizaje plegado. Resultaba tan armónico, sus formas tan perfectas y sus movimientos tan delicados que uno se sentía extasiado ante su presencia. Julio deseó tocarlo, subirse al aparato y hablar con sus tripulantes. Incluso tuvo la sensación de estar siendo observado. Durante unos larguísimos cinco minutos, el OVNI se mantuvo allí, a escasos treinta metros del suelo y balanceándose suavemente. Luego comenzó a alejarse lentamente hacia el sur. En varias ocasiones lanzó un haz de luz verde sobre el campo, semejante a una descarga eléctrica. Al final, su luz se fue debilitando hasta desaparecer en la oscuridad. El avistamiento duró en total un cuarto de hora, espacio de tiempo durante el que el silencio era absoluto. Todo terminó poco antes de las tres de la madrugada. Los guardias volvieron a gritarse de una garita a otra, preguntándose unos a otros qué había sido aquello, pero nadie tenía respuestas.

EXPEDIENTE SECRETO
Como suele suceder en casos protagonizados por personal del Ejército o de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el miedo al qué dirán se apoderó de los testigos de tan insólito fenómeno. Tan sólo un auxiliar admitió, entusiasmado, que habían contemplado un platillo volante. Éste llegó eufórico al cuerpo de guardia y quiso dejar por escrito lo ocurrido para que se abriera una investigación. Incluso se mostró dispuesto a declarar ante quien fuera necesario. El brigada, un hombre con mucha experiencia en la Guardia Civil, sabiendo lo que podía venirse encima, preguntó al resto de testigos: «Dice el auxiliar que habéis visto un 'OVNI extraterrestre'. ¿Queréis que dé un parte diciendo eso? Que unos guardias ven platillos voladores ». Todos callaron excepto el auxiliar, que de nuevo dejó patente su deseo de poner el caso en conocimiento de sus superiores. El brigada se acercó a él, lo agarró por el brazo y le dijo: «Si te quieres hacer guardia no puedes ir diciendo por ahí que ves platillos volantes, hijo. Somos la Guardia Civil, tenemos que estar cuerdos como nadie, defender el orden, la ley y lo oficial y, como debes saber, oficialmente eso no existe, es de gente poco centrada. Nosotros somos rectos y fiables, con los pies en el suelo. Apréndetelo si quieres continuar aquí, te irá mejor». Luego volvió a preguntar: «Entonces, ¿habéis visto un platillo volante? ¿Queréis que vengan de Madrid a investigaros?». Y esta vez nadie abrió la boca. Al brigada le iba mejor entregar la papeleta de servicio con el habitual «sin novedad ». La otra opción sólo podía traer líos, así que mejor olvidar un hecho que rompía por completo el esquema mental del brigada. Quizá alguien más observó el platillo volante, porque a los pocos días todos los guardias de servicio aquella noche recibieron la orden de reunirse. Mandos ataviados de paisano –pertenecientes a la Dirección General– abrieron una investigación reservada, cuyo destino final, al parecer, era el Ejército del Aire. Y ocurrió lo que el brigada más temía: los mandos empezaron a preguntar a los testigos sobre lo sucedido, pero éstos decidieron evitar problemas. Unos dijeron que probablemente era alguna clase de avión, otros hablaron de histeria colectiva… Cualquier excusa con tal de no admitir lo evidente.

Oficialmente, aquella noche transcurrió «sin novedades», pero a Julio jamás se le olvidará lo que vio y sintió. Le pregunté por cada detalle y luego compartí con él mi experiencia OVNI. El relato de mi compañero constituyó el espaldarazo definitivo que necesitaba para volcarme en la investigación del fenómeno OVNI. Tiempo después cambié de destino, pero continuamos manteniendo el contacto. Nos une nuestro interés por el fascinante y desconcertante enigma de los No Identificados. 

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