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23/03/2017 (10:17 CET) Actualizado: 26/04/2017 (09:58 CET)

Diosa de la oscuridad

23/03/2017 (10:17 CET) Actualizado: 26/04/2017 (09:58 CET)
Lilith, la diosa de la oscuridad
Lilith, la diosa de la oscuridad

El hombre es un ser curioso; y la curiosidad le lleva a preguntarse acerca de todo cuanto le rodea, incluso de lo que no ve; y eso le ha hecho actuar en ocasiones de un modo temerario. Por eso los dioses del pasado muestran ese aspecto atroz, a veces justiciero, a veces asesino, siempre terrible, porque había que acotar la curiosidad desmedida del hombre. Por eso las divinidades de otro tiempo no sonríen; y el hombre de ese tiempo tampoco. Sólo hay que echar un vistazo al panteón pasado para percatarse de la brutalidad de dichos dioses. Buen ejemplo es Hécate, bella de nombre pero de historia terrible.

Considerada la diosa griega de las tres caras, sus imágenes eran colocadas en los cruces de caminos en Roma y en la Grecia clásica. Ella tenía la llave del inframundo, donde únicamente habitaban brujas y demonios.

En las Argonaúticas del siglo III a. C., uno de sus protagonistas, Jasón, para librarse del influjo de esta diosa de la noche, se vio obligado a realizar un ritual, bañándose en un río, y a la luz de la Luna, cavó un gran pozo en el que tenía que ofrecer una libación de miel a la diosa de los espectros, mezclada con la sangre de una oveja degollada. Porque Hécate era además la señora de las tierras salvajes e inexploradas y para transitar por ellas había que realizar ofrendas como ésta, siempre cubiertas de sangre.

Ahora bien, si hay una diosa terrible, tan hermosa como sanguinaria, esa es Lilith. Cuenta la tradición que Adán, antes de que Dios creara a Eva, ya tuvo esposa; era Lilith. Harta del paraíso y aburrida de su esposo, decidió marcharse, y a orillas del mar Rojo dio con Samael, demonio para más señas. Con él y con otros entes malignos mantuvo relaciones, convirtiéndose en la reina de la oscuridad, en una bruja maldita que saboreaba la sangre infantil de los pequeños que secuestraba de sus cunas. Forma parte de la leyenda más siniestra; apenas si hay una breve mención a su presencia en el Libro de Isaías; es como ese viento nocturno del desierto que refresca nuestro rostro sin ser conscientes de que con él vienen los malos augurios.

Hoy, Eva no es más que un vago recuerdo; Adán poco más; pero Lilith ha logrado sobrevivir al paso del tiempo y continúa desafiando a Dios vistiendo de oscuridad muchas madrugadas, como inspiración de quienes milenios después siguen venerando su bella y aterradora presencia.

 

Esta editorial y el reportaje del que habla los podrás encontrar en el número 321 de abril de la Revista Año/Cero. 

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