El ajedrez y sus símbolos

El ajedrez tiene como pocos otros juegos en el mundo una relación directa con lo que se conoce como el arte de la guerra. Dos contendientes, enfrentados entre sí, otorgando una trascendencia superlativa a la estrategia, asumiendo cada una de sus piezas unos componentes simbólicos similares a los que tienen los actores bélicos, con distintas funciones y rangos. Incluso algunas partidas guardan una importancia que va más allá del simple deporte, que arrojan una dimensión política que las lleva a formar parte de la historia. Quizá sea la que enfrentó al por aquel entonces ajedrecista norteamericano Bobby Fischer con el soviético Boris Spassky a comienzos de los años 70 la más significativa del ajedrez moderno. En una época de dominio de la Unión Soviética, en plena Guerra Fría, la victoria de Fischer lo convirtió en héroe, en ejemplo paradigmático de lo que pretendía ser la superioridad norteamericana sobre la soviética. Su victoria, después de perder las primeras partidas por no comparecer, quiso ser vista también como la victoria del talento, de un ajedrez de carácter más romántico.
Y qué hizo de Fischer este genio popular del ajedrez moderno. Pues según sus estudiosos, una concentración sobrenatural, propia de los médiums –que por cierto fueron empleados por muchos grandes campeones–. Porque es esta capacidad de aislarse del exterior lo que hace de un jugador con talento un verdadero campeón. En una entrevista, el ajedrecista yugoslavo y Gran Maestro Internacional Svetozar Gligoric relataba una anécdota muy significativa. Tras una partida en Inglaterra, Svetozar se levantó de la mesa y vio una cara familiar sentada muy cerca de él. No sabía quién era y simplemente le dijo "buenas tardes". Aquella persona se levantó y, con cara de pocos amigos, se marchó. Gligoric había olvidado el rostro de su esposa.
Y es que el ajedrez es indudablemente el juego de la inteligencia. Así se señala hasta en las más antiguas leyendas. Un monarca llamó a los dos sabios más reconocidos de su corte para preguntarles si era más poderosa la inteligencia o el azar. Cada uno defendía un concepto y para demostrarlo acercaron al rey sendos juegos que apoyaban por completo su desarrollo en dichos criterios. El que respaldaba la trascendencia fundamental del azar, llevó unos dados, símbolo de fatalidad; por su parte, quien sostenía la de la inteligencia trasladó ante el gobernante un tablero de ajedrez.(continúa la información en revista ENIGMAS 159)
Javier Martín