Civilizaciones perdidas
20/06/2011 (11:30 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

EL SECRETO DEL FIN DE LOS TIEMPOS

AÑO/CEROEnrique de VicenteMegalitos y monumentos religiosos fueron distribuidos a través de las líneas telúricas y orientados celestialmente, siguiendo un plan trazado en tiempos remotos por seres muy avanzados. Su más importante finalidad sería captar, manejar, modular y fusionar las energías vibratorias celestes con las terrestres. Inscritas en ellos y en antiguos textos encontramos alusiones precisas a este tiempo de grandes trastornos, propio del fin de un ciclo cósmico, e instrucciones sobre cómo operar para mantener el equilibrio entre la energía terrestre y una intensa carga cósmica.

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EL SECRETO DEL FIN DE LOS TIEMPOS
EL SECRETO DEL FIN DE LOS TIEMPOS
Mediodía del 23 de marzo de 2011. Era la segunda vez –entre las muchas que hemos visitado la Gran Pirámide– en la cual la Cámara del Rey estaba casi vacía en horas donde habitualmente está repleta de turistas. Y en su interior nos aguardaba una experiencia similar a la anterior.

Entonces, en octubre de 1992, la explanada que conduce hasta ella parecía abandonada por los visitantes y por la legión de vendedores que allí les aguardan. Era como si un sexto sentido les hubiese hecho alejarse de ese lugar. Porque, tan sólo dos horas después, un terremoto iba a conmocionar El Cairo: un seísmo –el segundo importante que vivían esas tierras desde hacía un siglo– al que pronto siguieron otros en varias partes del globo. Nosotros los interpretábamos como parte de un proceso de mutación terrestre, en el que pretendíamos participar activamente. Por ello no nos extrañó sentir que todo ese antiquísimo edificio vibraba como consecuencia de un cántico vocalizado por una pareja de norteamericanos instalados en la Cámara del Rey y con los que luego participamos en un ritual bien preciso… La clave estaba en el sonido o, mejor aún, en las vibraciones. Porque éstas son un elemento fundamental que nos permite entender el propósito de las antiguas construcciones sagradas.

Ahora nos enfrentábamos a una situación parecida: un grupo de personas hacían vibrar todo la Cámara con sus mantras. Era un grupo más de los muchos que, en días anteriores, comprobamos habían viajado hasta ese país, unidos por un propósito común: activar los templos y reconectar la Pirámide con el Cosmos. Lo hacían tan convencidos como nosotros de que el equinoccio de primavera de 2011 era un momento adecuado para que se reconectaran algunos de los invisibles pasillos hiper-dimensionales o energéticos que unían a la Tierra con otros puntos del Universo. Éstos habrían sido cerrados hace miles de años como consecuencia de un cataclismo que quebró los alineamientos estelares que confluían en este y otros antiguos monumentos y megalitos. Su reconexión, en estos momentos, permitiría activar el antiquísimo circuito cosmo-telúrico, energético y electromagnético formado por éstos. Se trataría de canalizarlo, sintonizarlo y ajustarlo, para que pueda vibrar en la misma frecuencia de la corriente cósmica por la cual está pasando nuestro planeta. Al regular y equilibrar las energías terrestres con las celestes –siguiendo la máxima hermética «como es arriba, así es abajo»–, se conseguiría compensar la intensidad de estas últimas para que no atrapen o distorsionen peligrosamente a las de nuestro planeta…
Intentando contribuir a esa tarea –siguiendo las instrucciones cifradas en antiguos textos y monumentos– nos encontrábamos, participando en la culminación de lo que otros habían iniciado días antes: ayudando a encajar el túnel de luz abierto el 21 de marzo y que devolvía a la Pirámide su condición primigenia de Escalera al Cielo o Puerta a las Estrellas. La alusión a la apertura de éstas se repite tan insistentemente en las inscripciones faraónicas como en las de otras tradiciones sagradas que nos han legado diversos pueblos. «La puerta del cielo, la puerta de la tierra, las ventanas celestiales, la escalera al cielo… están abiertas», reza una de las misteriosas expresiones que podemos encontrar en los Textos de las Pirámides, estructuras conocidas por los egipcios como mer, que significa el lugar o el instrumento de la ascensión. En los Textos de las Pirámides o en los Libros de los Muertos encontramos exhortaciones como éstas: «La puerta de la tierra, las ventanas celestiales, la escalera al cielo… están abiertas».

El mensaje oculto de las catedrales
En artículos previos explicábamos cómo, en nuestra opinión, la sucesión de inundaciones, terremotos, revueltas sociales y otros acontecimientos formarían parte de un proceso de mutación, producido por la zona cósmica de perturbaciones a través de la cual –según el Dr. Dmitriev y otros científicos– hace tiempo está pasando nuestro sistema solar. Éstos y otros fenómenos parecen conducirnos hacia un futuro como al que apuntan las tradiciones proféticas de los pueblos más diversos, aludiendo al mismo como Fin de los Tiempos, algo que nada tiene que ver con ningún fin del mundo, sino con un gran cambio de Era.

Exponíamos entonces nuestra convicción de que, en ese proceso, tendría gran importancia la activación de otros portales cósmico-telúricos, asociados a numerosos lugares de poder distribuidos por toda Europa. Si nuestros cálculos no fallaban, esa nueva fase debería comenzar en torno al próximo solsticio de verano, con la activación de la catedral francesa de Chartres. Y a ésta le seguirían la de Compostela y la de otros muchos enclaves megalíticos, como aquéllos sobre los que fueron construidas ambas catedrales.

Tanto en dichas catedrales como en muchos edificios herméticos, incluidos algunos que siembran el Camino de Santiago, y en las citadas tradiciones proféticas encontraríamos las claves de lo que sucede: un proceso cósmico de renovación al que estaría siendo sometido nuestro planeta. Del mismo hablan algunos de los más notables estudiosos de las catedrales, como Fulcanelli. Resulta muy significativo que éste concluya su mítica obra El misterio de las catedrales con un estudio sobre la Cruz Cíclica de Hendaya. En dicho monumento aparecen simbolizadas las cuatro edades del Mundo, a través de las cuales éste pasa hasta completar un ciclo cósmico, renovándose por el fuego y dando comienzo a una nueva Edad de Oro. Desarrolla ese mismo tema en el último capítulo de Las moradas filosofales, hablando de la Atlántida, del Diluvio que la aniquiló y de un Incendio futuro, que estarían inscritos en antiguos edificios. Ese es también el tema central de una tercera obra (Finis Gloria Mundi) que, según su secretario Canseliet, Fulcanelli habría escrito en 1935… (Continúa en AÑO/CERO 251).
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