Civilizaciones perdidas
20/07/2018 (12:22 CET) Actualizado: 22/08/2018 (14:06 CET)

Hitler y el umbral del más allá

Caída la noche y frente a un auditorio numeroso, comenzaba la ceremonia. Hitler invocaba al más allá en sus discursos, los cuales constituían una auténtica ceremonia del mal.

20/07/2018 (12:22 CET) Actualizado: 22/08/2018 (14:06 CET)
Hitler y el umbral del más allá
Hitler y el umbral del más allá

Hitler poseía un poder para traer hacia nuestro mundo el imperio del Hombre Nuevo y el universo de los Dioses Oscuros.

Era su capacidad para unir la noche, la oscuridad, con el mundo de los muertos. Ese poder, que combinaba su cualidad de médium con aspectos chamánicos, le concedía un don para transformarse, casi físicamente, alcanzando un estado que bien podría considerarse como de trance cuando pronunciaba sus discursos.

Esa extraña facultad se desarrollaba con mayor facilidad frente a un auditorio numeroso y cuando el acto tenía lugar de noche. Existen unos cuantos documentales de la época, en los que es posible apreciar el escenario –siempre en alto, destacado y rodeado de grandes banderas con la esvástica– desde el cual el Fu?hrer se dirigía a sus oyentes, que solían ser grandes multitudes que sostenían antorchas con cuyo brillo las esvásticas parecían adquirir un movimiento propio, como si salieran de la oscuridad proyectándose hacia la multitud que aguardaba.

El Fu?hrer casi siempre permanecía en silencio varios minutos, con lo cual, en su papel de médium, potenciaba la conexión entre dos universos que muy pronto, con el comienzo ronco de sus palabras, se mostraría, abriéndose entonces el «umbral» de acceso al más allá.

Empezaba siempre llamando a los muertos del movimiento nacionalsocialista, nombrándolos uno por uno. Tras cada nombre, los asistentes gritaban al unísono «presente», y el «umbral» se abría.

Pero la ceremonia no estaba completa si, una vez convocados los del más allá, no se ponía en marcha la serpiente de fuego, haciendo buenas las evocaciones ancestrales de procesiones de antorchas descendiendo de las montañas y derramándose con su fuego purificador por las llanuras y valles.

Las filas, difuminadas por el contraste vacilante y movedizo entre oscuridad y luz, se movían por el espacio-tiempo que, por entonces, comenzaba ya a ser el de la nada, donde moran los dioses antiguos. Se trataba de utilizar la noche como un vehículo de tránsito hacia el «otro lado». Los muertos se incorporaban así al ejército de la noche…

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