Civilizaciones perdidas
24/07/2018 (11:41 CET) Actualizado: 28/09/2020 (09:12 CET)

"Hitler viajaba en un platillo volante"

La II Guerra Mundial dio pie a extrañas teorías vinculadas al bando nazi. Armas imposibles, OVNIs, colonización de lugares insospechados como la Antártida y la Luna… hemos intentado construir este puzle a través de un testimonio cercano de aquel conflicto bélico, un espía español que trabajó para Hitler.

24/07/2018 (11:41 CET) Actualizado: 28/09/2020 (09:12 CET)
"Hitler viajaba en un platillo volante"
"Hitler viajaba en un platillo volante"

Entrevisté a Ángel Alcázar de Velasco en abril de 1998, tres años antes de su fallecimiento. Fue una conversación extraña, marcada por la polémica que siempre había rodeado a mi interlocutor, un falangista que había trabajado para el servicio secreto alemán y recibido una importante condecoración de manos del propio Hitler. Alcázar de Velasco (Mondéjar, 1909) me recibió en su casa de campo de la localidad madrileña de Galapagar, donde contestó amablemente a todas y cada una de mis preguntas.

Jacques Fletcher: Dígame, ¿es cierto que un centenar de submarinos de la clase U21, muy avanzados, escaparon antes de que finalizara la guerra?

Ángel Alcázar: Sí, algunos acabaron en la Antártida, otros en Israel.

J. F.: A propósito de la Antártida, se especula con que Hitler y otros jerarcas nazis huyeran allí tras el conflicto, y que incluso lo hicieron a bordo de platillos volantes. ¿Es verdad la historia de los OVNIs nazis?

A. A.: Lo de los platillos volantes también es cierto, pero no los fabricó Von Braun, como creen muchos, sino un ruso, el mismo que arrojó una bomba a un zar en 1881, creo recordar (debe referirse al ingeniero Nikolái Kibálchich). Cuando iban a fusilarlo, dijo a los jueces: «Aquí tienen esos papeles, que puede haber algo que les interese». Mi amigo, el almirante Canaris, al enterarse de la existencia de esos documentos, se lo comunicó a Hitler, y este le dijo: «Consígalos, cueste lo que cueste». Tuvo que trasladarse a Moscú y los compró por lo que valían dos paquetes de tabaco. Los rusos no sabían lo que tenían… Canaris y yo éramos uña y carne, y vi unas filmaciones de Hitler con aquellos documentos, muy ilusionado, feliz. En aquella época todo se filmaba. Luego, los puso en manos de físicos alemanes y se perfeccionó ese material. Incluso hay una filmación de uno de esos platillos voladores mientras se lo enseñaban a Hitler. ¿No la ha visto usted? Yo fui hasta Oslo, donde teníamos los depósitos de agua pesada. En uno de ellos había un platillo volante, el mismo que Hitler usó para ir a la Antártida.

J. F.: Entonces, aquellos artefactos no son ciencia-ficción, eran operativos…

A. A.: ¡Desde luego! Hitler los utilizó a menudo.

J. F.: ¿Y cómo se propulsaban?

A. A.: Pues no sé explicarlo… Tenían diferentes ruedas que giraban y se elevaban con gran rapidez… Y podían volar hasta el espacio.

J. F.: En algunos textos aparecidos recientemente se habla de los discos voladores Vril, Haunebu… ¿Son ciertas estas teorías? Porque yo no he podido encontrar documento alguno que las refrende…

A. A.: Sí, uno se llamaba así, Haunebu. El que ahora no se encuentre nada sobre ello, no significa que no hayan existido. Uno de los platillos volantes que sale en la filmación que tenemos en la casa de Móstoles… Ese platillo fue el que se le enseñó a Hitler ¡Que estaba yo, coño! ¡Ese es el OVNI con el que Hitler fue de Oslo a la Antártida!

J. F.: ¿Tiene usted una filmación de Hitler en uno de estos ingenios? Me deja pasmado.

A. A.: Sí, la tengo en mi estudio de Móstoles.

J. F.: Entonces, eso que se comenta de que los nazis llegaron a la Luna, ¿también es cierto?

A. A.: Se comenta y es verdad. Lo que ocurre es que… En fin, que no había posibilidad de sostenerse allí.

J. F.: Volviendo a la Antártida. ¿Es verdad lo de las bases? He investigado al respecto y tampoco he encontrado datos fiables, como con el asunto de los OVNIs…

A. A.: ¡Claro que es verdad!

J. F.: O sea, había bases alemanas en el Polo Sur, en Nueva Suabia, como la llamaron los nazis, una base con platillos volantes…

A. A.: ¡Y todavía las hay! Y de ahí salen diariamente. El almirante Byrd tumbó uno de esos platillos. Fue a la Antártida para cazarlos y dar con Hitler. Pero los platillos de Hitler acabaron con gran parte de la flota americana.

J. F.: ¿Y dice usted que la base sigue operativa?

A. A.: ¡Claro!

N -¿Cuánta gente hay allí? ¿Centenares de miles?

A. A.: No, centenares de miles no. Centenares, sí.

J. F.: Se trata entonces de una base pequeña…

A. A.: No es estrictamente una base. Lo que hay son entradas y salidas… Aquí va una cosa y en la otra va otra cosa, y se comunica todo eléctricamente, unos con otras (sic)…Todas las sierras que hay en la Antártida están huecas. Al menos las que yo he conocido. Allí todo es hueco… Hitler está enterrado en Nueva Suabia, tiene un mausoleo. Murió en los años 60.

J. F.: Entonces, ¿ha estado usted en la Antártida?

A. A.: Naturalmente. Y volví allí hace como unos 15 años.

J. F.: ¿Quién vive allí? ¿Son todos alemanes?

A. A.: ¡No, no! Allí hay de todo, hasta judíos sefarditas. Pero no son pro-alemanes, sino pro-hitlerianos.

J. F.: ¿Por qué los americanos que están en el Polo Sur no han logrado detectarlos o interceptar los platillos volantes?

A. A.: Desde luego que lo han intentado, miles de veces, pero los han eliminado a todos antes de acercarse siquiera.

J. F.: Lo que está contándome vendría a confirmar la hipótesis de la Tierra Hueca, ¿es así?

A. A.: Yo creo que es posible, pero no se lo sabría decir con seguridad. Lo que yo vi eran cuevas larguísimas. Allí es un mundo de islas, ¿sabe?, en la Antártida. En Tierra de Fuego puede haber 10.000 ó 20.000, con pequeños canales. Además, con la marea alta pueden haber mil menos, y con la marea baja mil más, y pequeñas cosas así. Pasos desconocidos, infranqueables, etc. ¿Cómo diablos pudo atravesar aquello Magallanes? Yo pienso que tuvo que ir acompañado de algunos indios que sabían…

J. F.: También se rumorea que hay bases alemanas en los Andes. ¿Es cierto eso?

A. A.: ¡Sí señor! Yo esas no he llegado a verlas, pero me consta que están allí. Tienen su entrada en Chile. Por lo que sé, algunos accesos son muy estrechos, pero luego se extiende un mundo. Hay cuevas enormes. Hay dos salidas, una va a la Antátida y la otra no lo recuerdo… Es por donde entran los materiales que se traen desde Alemania… todavía hoy... para fabricar los platillos volantes.

J. F.: Comprenda, señor Alzázar, que todo esto que me está contando… En fin, no hay manera de contrastarlo. Son solo rumores…

A. A.: Pero no hay ni uno solo de esos rumores que sean mentira. Lo que sí es mentira es el enfoque que se le da al asunto. Además, ya quedamos muy pocos. Yo no sabía que usted me iba a preguntar sobre estos asuntos… A ver si puedo reunir los vídeos que tengo de los platillos volantes en los que está Hitler viéndolos volar. Son imágenes que tomé yo personalmente, y otras personas. Los que nos preocupamos de llevarnos las cosas de España a África.

J. F.: ¿Qué cosas se llevaban a África? (le pregunto intrigado por el extraño giro que ha tomado su discurso).

A. A.: Planos, piezas de las bombas, de los platillos… y los llevábamos a… ¿cómo se llamaba el sitio?… La ville de Lambaréné, en Gabón. De las rías salíamos con un submarino al que llamábamos… Raphael (se echa a reír al recordarlo), y se lo llevábamos a un señor que vivía allí, que le dieron el Nobel. Trabajaba para los leprosos y los enfermos. ¿Cómo se llamaba?

J. F.: ¿Albert Schweitzer?

A. A.: ¡Ese! Todos pensaban que era enemigo de Alemania, pero en realidad era un agente «durmiente», ¡desde la Primera Guerra Mundial! De ahí transportábamos el material a Valparaíso y luego a la Antártida.


La entrevista con Ángel Alcázar se prolongó durante cuatro horas, hasta que mi interlocutor empezó a dar señales evidentes de cansancio. A pesar de mis esfuerzos, no pude conseguir la supuesta filmación de Hitler viendo volar un platillo volante, pues, aunque Alcázar mostró muy buena disposición, su mujer, Consuelo, preocupada por su salud, no le permitió desplazarse a Móstoles, donde guardaba esa y otras filmaciones, así como infinidad de documentos previsiblemente interesantes.

En cualquier caso, creo que los lectores de AÑO/CERO apreciarán el tono general de esta entrevista, pese a que la precaria salud y avanzada edad de Alcázar no hicieron fácil mi conversación con él. Esta fue una de las últimas entrevistas que concedió este peculiar personaje, tan polémico como interesante.

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