Misterios
09/12/2015 (11:09 CET) Actualizado: 09/12/2015 (11:10 CET)

Descubren el evangelio mágico de María, un libro adivinatorio, en un museo de Harvard

Una investigadora holandesa descubre un libro adivinatorio en un museo de Harvard

09/12/2015 (11:09 CET) Actualizado: 09/12/2015 (11:10 CET)
Un manuscrito del siglo VI con fórmulas adivinatorias
Un manuscrito del siglo VI con fórmulas adivinatorias

La investigadora holandesa Anne Marie Luijendijk ha descubierto un libro adivinatorio el Museo Sackler de Harvard, Las páginas que siguen a este enorme título: "El Evangelio de las Suertes de María, la madre del Señor Jesucristo, a la que Gabriel el arcángel trajo la buena nueva. El que persiga con todo su corazón, obtendrá lo que desea. No seas de dos mentes." hasta la 75, contienen pasajes breves, uno por cada dos páginas enfrentadas y pertenecen a un códice copto del siglo VI conservado en el Museo Sackler de Harvard.

Pues bien, el libro no contiene ni una narración de la pasión de Cristo ni una serie de «dichos» de Jesús, como sería propio de un evangelio (tal y como encabeza el título) sino que se trata de frases útiles para adivinar el futuro y cada página proporcionaba al azar una respuesta a la pregunta del consultante.  

El librito debió de ser muy usado, como indican las manchas de grasa en los bordes de las páginas. En ellas encontramos oráculos como este: «Ve y haz tus votos, y lo que prometiste cúmplelo inmediatamente. No tengas una mente doble, pues Dios es misericordioso. Él es el que cumplirá tu petición y aliviará la aflicción de tu corazón» (oráculo 25).

Para consultar estas respuestas existían diversos métodos. Se podían utilizar pequeñas fichas en las que se inscribía la pregunta y a través de diversos juegos de azar se obtenía la respuesta. También se empleaban dados o astrágalos, cuyo número indicaba la respuesta, ya fuera un número que se correspondía con el nombre de un dios, una página o un verso.

El método más común, sin embargo, era la elección de una página del códice al azar, que recuerda a lo que hizo san Agustín cuando recibió desde el cielo la orden de abrir la Biblia al azar, y se encontró «casualmente» con el texto de la conversión de san Pablo.

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