Historia oculta
03/06/2021 (10:00 CET) Actualizado: 03/06/2021 (10:47 CET)

La isla de las estatuas imposibles

Isla Zapatera, en Nicaragua, guarda un misterio arqueológico muy poco conocido: una serie de imponentes esculturas, cuyos rasgos son desconocidos por los indígenas de la zona y que se parecen a los habitantes de otros continentes con los cuales los antiguos pobladores de Isla Zapatera no podrían haber mantenido contacto. Un reportero de Año/cerO viajó a la zona en busca de respuestas.

03/06/2021 (10:00 CET) Actualizado: 03/06/2021 (10:47 CET)
La isla de las estatuas imposibles
La isla de las estatuas imposibles
Nº 368, Marzo de 2021
Este artículo pertenece al Nº 368, Marzo de 2021

En Nicaragua podemos contemplar algunos de los enclaves más enigmáticos de todos los vinculados con las culturas precolombinas. Siempre me había interesado por estas culturas, pero el hecho de que llegase a mis oídos la existencia de unas enigmáticas esculturas en la Isla Zapatera, en Nicaragua, hizo que entre los años 2017 y 2018 iniciase un apasionante viaje al lugar en busca de los principales yacimientos arqueológicos de época prehistórica del país.

Las sorpresas que me deparó mi travesía fueron indescriptibles, y la cultura nicaragüense no dejó de impresionarme, tanto por su pasado como por su presente. Isla Zapatera está repleta de petroglifos y grandes estatuas de piedra. Aunque algunas de estas estatuas hayan sido trasladadas por el Gobierno al Museo Arqueológico Nacional de Managua y al Museo Convento de San Francisco en Granada para evitar saqueos, la riqueza del lugar sigue siendo apreciable en sus diversas islas, localizadas en el Gran Lago de Nicaragua o Cocibolca. Estos territorios todavía siguen ocultando a día de hoy muchos secretos que me propuse descubrir.

Antes de iniciar mi viaje desde la Granada nicaragüense, decidí recorrer las calles y plazas de esta imponente ciudad, con especial atención a su casco histórico. Allí no solo pude apreciar la belleza arqueológica de sus museos, sino también su suntuosidad colonial, caracterizada por los llamativos colores que acompañan a su catedral, construida entre 1880 y 1972. Aunque mi destino era la Isla Zapatera, hice una parada en otras islas primero, como en la de Ometepe y la de los Muertos. En la primera, sus impresionantes figuras localizadas en el Parque de la Iglesia de Altagracia me dejaron sin palabras, aunque todavía no sabía lo que me esperaba cuando llegara a Zapatera. En el caso de la Isla de Los Muertos, de propiedad privada, su nombre no hace honor a su impresionante riqueza arqueológica. La Plazoleta está repleta de petroglifos antropomorfos de gran calidad artística, pero, como sucede con muchas otras representaciones precolombinas, de difícil interpretación.

EL HOMBRE COCODRILO

Tras este breve pero intenso recorrido por estas islas del Gran Lago, llegué a mi destino, la Isla Zapatera, en donde me esperaban sin lugar a dudas los restos arqueológicos más impresionantes de todo mi viaje. Esta isla, la segunda en extensión después de Ometepe, cuenta con 52km2 de extensión y un lago de 500 metros de diámetro. Sus veinte estatuas colosales de basalto negro me saludaron desde lo alto. Cada una de las mismas con aproximadamente 2,25 metros de estatura e incluso más. Presté especial atención a una de las estatuas, que tenía forma de cocodrilo, la cual despertó enormemente mi curiosidad. Su enorme cabeza y mandíbula me resultaron apabullantemente monstruosas, así como sus ojos, alargados, que producían en mí una gran sensación de inquietud. Su cuerpo, con forma humana, era fuerte, y sus brazos, piernas y pecho tenían un carácter muy robusto. Sin duda, los escultores de estas figuras contaban con cierto conocimiento anatómico, que se observa en el realismo de los músculos y otros pequeños detalles del cuerpo humano.

estatua
Una de las estatuas descubiertas por Ephraim George Squier en 1849.

Al igual que sucede con esta representación mixta de un cocodrilo con cuerpo humano, muchas de estas estatuas representan tanto a figuras antropomorfas como zoomorfas, que en ocasiones se entremezclan. Esa vinculación entre humanos y animales hace alusión al poder del «alter-ego» o el otro yo. El animal se convierte así en el espíritu guardián de la persona, en su «tótem particular». Aunque otras interpretaciones consideran que estas representaciones animales podrían ser divinidades manifestadas como hombres con máscaras zoomórficas. De todos modos, la idea del animal protector es la que más se ha extendido entre los investigadores.

Algunos de los rostros de estas figuras reflejan rasgos que no son característicos de las culturas indígenas de la región. Sin embargo, podemos hallar estos rasgos en los habitantes de otros continentes lejanos, como si los pobladores del territorio nicaragüense hubieran viajado a estas zonas y los hubieran visto en persona. Esto me hizo replantearme numerosos interrogantes sobre la civilización que realizó dichos monumentos. ¿Cómo tallaron semejantes estatuas sin tener contactos fuera de Centroamérica, tal como defienden los arqueólogos ortodoxos? Pese a que mantenían ciertas relaciones e intercambios comerciales con las áreas vecinas, como Copán en Honduras y Quiriguá y Tikal en Guatemala, desconocían las obras de otros pueblos precolombinos como los toltecas, aztecas, olmecas y mayas entre otros.

Los rostros de las estatuas de isla Zapatera son típicos de lugares muy alejados de este territorio nicaragüense

Otro hecho que me impactó mucho de estas figuras fue su localización. Muchas de ellas se encuentran situadas sobre montículos artificiales de tierra que posiblemente fueron usados como enterramientos de miembros del grupo. De esta forma, las estatuas protegerían sus cuerpos eternamente. Este curioso hecho ha llevado a pensar a los investigadores que estos sitios eran en su tiempo lugares de culto, o incluso que la propia isla fuese un gran centro ceremonial.

¿LOS VERDADEROS ARTÍFICES?

Para los expertos, estos restos escultóricos de la Isla Zapatera pertenecieron a una de las culturas precolombinas más avanzadas de toda Nicaragua, la denominada «cultura chorotega». Este pueblo de origen mesoamericano era conocido como los cholutegas, ya que provenían originalmente de Cholula, localizada en el actual México. Entre los siglos VI y VII de nuestra era llegaron a Centroamérica, y allí fundaron diversos núcleos poblacionales desde el sur de Honduras hasta el oeste de El Salvador. Sin embargo, asentarse en el lugar no fue un proceso pacífico, ya que los chorotegas tuvieron que enfrentarse a otros pueblos de la zona como los «nicaraos», situados en el istmo Rivas, a orillas del Gran Lago Nicaragua.

Si bien la llegada a Nicaragua de los chorotegas está bien localizada cronológicamente, hay muchos aspectos relativos a la forma de vida de este pueblo que se desconocen. Crónicas de la época colonial y las distintas excavaciones realizadas en el lugar han aportado interesantes datos al respecto, pero esta cultura todavía presenta muchas incógnitas. Aunque la versión oficial es que los chorotegas son los verdaderos artífices de estas esculturas, la cronología e incluso la propia lógica humana nos invitan a rechazar esta teoría. Estos restos se situarían entre los 1.500 y los 700 años de antigüedad. Sin embargo, presentan dos fases cronológicas diferenciadas, lo que hace pensar que debieron pertenecer a dos pueblos que se asentaron en la región en épocas distintas.

Aquí es donde entra en juego una tercera cultura nicaragüense, la denominada «cultura chontales». Se tiene constancia de que esta cultura, como aseguró en 1871 el geógrafo e historiador Pablo Levy, ocupó prácticamente todo Nicaragua. De hecho, durante ese periodo el arte estatuario nicaragüense llegó a su máximo esplendor, con figuras humanas de casi cuatro metros de alto. Con posterioridad, los chontales fueron desplazados por los chorotegas, quedándose relegados a la parte occidental de Nicaragua. De esta manera, Villa Sandino, un complejo de arte rupestre integrado por petroglifos, ha sido datada hace 3.000 años. Sus figuras no guardan relación con las estatuas y cerámicas encontradas en la zona, que son de épocas más recientes. Esto permitiría explicar la variedad cronológica presente en las esculturas de la Isla Zapatera, pero sigue dejándonos incógnitas sobre los rasgos distintivos de las figuras.

NICA ESTATUA9
Sala del Museo Convento de San Francisco, en la ciudad colonial de Granada, en donde están algunas de las estatuas rescatadas de la isla.

CONTACTOS IMPOSIBLES

Las diversas cronologías de los objetos arqueológicos vienen apoyadas también por las crónicas realizadas por los españoles tras su llegada a la zona nicaragüense en 1522, bajo el mando de Gil González de Ávila. El cronista principal del viaje, Gonzalo Fernández de Oviedo, narró detalladamente el encuentro producido entre los españoles y los pueblos nativos. En el lugar se encontraron un gran lago, ocupado por dos grupos indígenas con características y lenguas completamente distintas entre sí: los chorotegas y los niquiranos, quienes vivían en lucha perpetua. Aunque Fernández de Oviedo dejó escrito en su crónica que los niquiranos tenían un nivel cultural más alto, ambas culturas estaban ampliamente desarrolladas.

Mi mente no dejaba de reflexionar acerca de estas esculturas tan variadas, que presentaban tantas incógnitas. Me pregunté cuáles fueron las primeras palabras del estadounidense Epraim George Squier tras descubrir los petroglifos y las estatuas de la Isla Zapatera en 1849. Este hecho se produjo en la zona de la isla denominada Punta Figuras, que junto a Punta Zapote conforman la mayor riqueza arqueológica del lugar, con objetos como cerámicas e ídolos fabricados en arcilla y piedra. Este impresionante descubrimiento de Squier lo redescubrió treinta años después el sueco Carl Bovallius, quien encontró más estatuas en Zonzapote (islote La Ceiba), aunque también evidenció una acusada ausencia de ídolos.

Ya de regreso a la ciudad de Granada, pensé en la experiencia que había vivido, agotadora pero completamente reconfortante. Pude tomar cientos de fotografías de muchas esculturas con múltiples formas y tamaños y, sin embargo, todavía no conseguía asimilar todo lo que había visto ni lo que me habían contado. No llegaba a entender la magnitud de ese arte estatuario, ni siquiera sus características propias ¿Por qué algunos rostros se asemejaban a los de culturas del Mediterráneo Antiguo y no a los de los indígenas americanos?

Tras esta exposición de los hechos, puedo asegurar que el continente americano fue visitado por otras culturas de nuestro planeta en fechas mucho más antiguas de las que la arqueología reconoce. Esto evidencia a su vez la posibilidad de que los habitantes de algunas culturas precolombinas viajaran a otros continentes en fechas aún desconocidas. Esto les habría aportado, sin duda, un conocimiento que los pueblos indígenas pusieron en práctica a través de su magnífico arte estatuario. Todavía no sabemos con exactitud cuáles fueron sus verdaderos autores, aunque la cronología va aportando cada vez más luz al respecto…

Lo más leído

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Nos interesa tu opinión

Revista

nº404

Nº 404, mayo de 2024