Historia oculta
04/01/2022 (15:47 CET) Actualizado: 04/01/2022 (15:47 CET)

Ocultura: A los herederos de Madame Curie

Pierre y Marie Curie asistieron a varias sesiones de la médium Eusapia Palladino, en donde fueron testigos de cómo varios objetos flotaban en mitad del salón y sintieron las caricias de unas manos invisibles.

Javier Sierra autor web

Periodista y escritor

04/01/2022 (15:47 CET) Actualizado: 04/01/2022 (15:47 CET)
Ocultura: A los herederos de Madame Curie
Ocultura: A los herederos de Madame Curie

El 19 de abril de 1906 amaneció lluvioso en París. Marie Curie acababa de llegar a casa tras unas breves vacaciones en St. Remy-les-Chevreuse. Aquel era su primer descanso en mucho tiempo. Desde que su marido Pierre y ella recibieran el premio Nobel de física por sus investigaciones sobre la radioactividad, su vida familiar se había resentido y hasta aquella primavera no habían encontrado el momento adecuado para unas vacaciones.

Pierre y Marie Curie sintieron curiosidad por el espiritismo y sus fenómenos

Justo ese día Marie discutió con Pierre. Él quería que retomase sus investigaciones lo antes posible, pero ella prefirió prolongar su ausencia y poner orden en casa. Contrariado, Pierre siguió con su agenda. Visitó el labora-torio, almorzó con un grupo de profesores de física e incluso tuvo tiempo de corregir las galeradas del artículo que iba a dar a imprenta. Fue al caer la jornada cuando decidió regresar junto a Marie. Lo hizo a pie, atravesando el encharcado cruce de las calles Pont Neuf y Dauphine. El tráfico estaba enloquecido y un pesado carro cargado con material militar lo golpeó en el hombro, desequilibrándolo. Pierre se agarró por instinto a la brida de uno de aquellos caballos, encabritándolo y cayendo bajo sus patas. La fatalidad quiso que una de las ruedas del carro le aplastara el cráneo bajo cuatro mil kilos de hierro, matándolo en el acto.

Pocos recuerdan hoy que, por esos caprichos del destino, los Curie llevaban por entonces un año conversando sobre la muerte. La culpa la tuvo una médium italiana que había llegado a la ciudad la primavera anterior. Eusapia Palladino, natural de Bari, era una mujer recia y de mirada viva que había aceptado someterse a sesiones de espiritismo controladas por científicos franceses para demostrar que la comunicación con el más allá era posible. En aquellos años del descubrimiento de los rayos X, de la implantación de vocablos como electromagnetismo, éter o radiación –todos ellos fuerzas invisibles y prometedoras– hablar de energías inexplicables atraía a las mentes más notables. Y entre ellas, claro, estaban los Curie.

Pierre y Marie asistieron a varias de sus demostraciones. Fueron testigos de cómo varios objetos flotaban por sí solos en mitad del salón, sintieron cómo les acariciaban manos invisibles o cómo se formaban formas luminosas sobre sus cabezas. Aunque la Palladino estuviera sujeta de pies y manos por los asistentes a sus sesiones y la sala permaneciera suficientemente iluminada, los prodigios se repetían una y otra vez. "En mi opinión, aquí hay todo un dominio de hechos y estados físicos completamente nuevos del que no tenemos ninguna concepción", escribió Pierre Curie a su colega George Gouy pocos días antes de su accidente.

Tras la muerte de su marido, madame Curie siguió acudiendo a sesiones de espiritismo e interesándose por el más allá

La Historia nos dice que tras la muerte de Pierre, Marie se encerró en sí misma y su carácter se volvió taciturno y solitario. Su trabajo obsesivo la hizo valedora de un nuevo premio Nobel en 1911 –esta vez el de Química–. Pero esa misma Historia no nos cuenta que madame Curie siguió acudiendo a sesiones de espiritismo e interesándose por esas "energías" del más allá. Un buen indicio descansa en el diario que empezó a redactar días después de la muerte de su marido. Se trata de un cuaderno de lona beige, tamaño folio, en el que llenó veintiocho páginas de apretada escritura con sensaciones y recuerdos. Ignoro si se ha publicado por completo, pero algunas de sus notas han llegado a mis manos. En una, la que corresponde al día del entierro de Pierre, leo: "Puse la cabeza sobre el ataúd... Te hablé. Te dije que te amaba y que siempre te había amado con todo mi corazón... Me pareció que este frío contacto de la frente con el ataúd me transmitía algo, algo así como la tranquilidad y la intuición de que todavía encontraría el coraje necesario para vivir". Y se pregunta: "¿Era una ilusión o una acumulación de energía que procedía de ti y que se condenó en el ataúd cerrado y me transmitiste como un acto de caridad?".

Hasta donde sé, Pierre nunca le respondió. O quizá Marie, más prudente que su marido, no lo anotó. Pero su interrogante refleja una apertura de mente que hoy es un bien escaso entre los herederos de su disciplina. Es una lástima, ¿no les parece?

Sobre el autor
Javier Sierra autor web

Es periodista y escritor. Fue galardonado con el prestigioso Premio Planeta en el año 2017 por su novela El Fuego Invisible. Asimismo, sus novelas han sido traducidas a más de cuarenta idiomas y es el único escritor español en el Top Ten de la lista de los más vendidos de Estados Unidos, elaborada por The New York Times, gracias a La Cena Secreta. También es creador y director de la serie Otros Mundos para Movistar +

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Comentarios (2)

Joss Hace 2 años
Los demonios nos atormentan, y pueden hacerse pasar por "buenos espíritus"
ney jose de souza mello gonzalez Hace 2 años
una mujer ejemplar y pionera de la ciencia y de el descubrimiento de importantisimos hallazgos en el campo de la radiacion

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