Misterios
24/02/2015 (14:43 CET) Actualizado: 15/03/2015 (20:05 CET)

Gregory Deyermenjian, en busca de la ciudad perdida de Paititi

"Cuando estoy en estos territorios la felicidad supera al cansancio" Gregory Deyermenjian es el mayor experto mundial en la llamada ceja de selva, la jungla de altura. Es, en este ámbito, el explorador vivo más importante del mundo. Y su sueño es hallar el Gran Paititi, la ciudad inca de oro.

24/02/2015 (14:43 CET) Actualizado: 15/03/2015 (20:05 CET)
Gregory Deyermenjian, en busca de la ciudad perdida de Paititi
Gregory Deyermenjian, en busca de la ciudad perdida de Paititi

Paititi es otro más de los varios "Dorados" que se reparten por Latinoamérica, con la salvedad de que es el que más visos tiene de ser real. Y aún así los buscadores de hoy no van en busca de fortuna y gloria material, sino de conocimiento y nueva luz sobre uno de los mayores misterios de la historia. 

 

Usted es psicólogo. ¿Cómo alguien que trata los problemas mentales se embarca en semejante locura? ¿Qué le hace un día echarse la mochila a la espalda para buscar un sueño? 

Fue un proceso. Desde niño quería ser astronauta, y poco después, explorador. Mi bachillerato es en antropología y uno de mis Masters Degrees es en Desarrollo Internacional y Cambio Social. Tras visitar Colombia y Ecuador durante mi primer viaje a Sudamérica, empecé a trabajar en Massachusetts en psicología con personas con necesidades especiales. Pero, fuera de mi trabajo, mi pasión siempre ha sido la antropología y la arqueología, y para mí la combinación de ambas disciplinas dan como resultado la exploración. Regresé para hacer el "Camino Inca" a Machu Picchu, y después de enterarme de la existencia de Vilcabamba, el refugio del Manco Inca y sus rebeldes incaicos –que Hiram Bingham había identificado erróneamente con Machu Picchu– decidí hacer un trek a ese sitio, a Vilcabamba la Vieja, en los bosques de Espíritu Pampa. En esa caminata escuché cuentos, leyendas e historias sobre la existencia de otro sitio, mucho más al noreste llamado "El Paititi". 

En Cusco empecé a reunir todo libro u artículo que había sobre ello, un tema muy conocido allí pero casi desconocido en otras partes del mundo. Conocí a varias personas –aventureros, antropólogos, campesinos, historiadores, autores– con ese interés apasionado, esa adicción paititiense, y me atrapó totalmente dedicarme a la investigación del origen de la palabra, concepto y leyenda del Paititi. Porque todavía hay ruinas ocultas bajo el musgo en las partes más remotas de los valles, mesetas y selvas altas de Cusco, Calca, La Convención y Manu, en el sureste de Perú.  

Tras las experiencias vividas en mis expediciones, estoy en proceso de construir la historia oculta en la zona llamada Pantiacolla que podría tener relación directa con el concepto de Paititi. 

Cuando no estoy allá, estoy aquí en Boston, con mi familia y mi trabajo, o visitando The Explorers Club, en Nueva York, preparando la siguiente expedición.

 

Algunas personas se sorprenden cuando se enteran que, pese a todos los avances, los satélites y demás, aún tengan mucha utilidad las exploraciones a la antigua usanza. ¿Por qué son necesarias? 

La verdad es que a pesar de todos los aparatos electrónicos, el Google Earth, satélites, etc, todavía hay zonas pocas conocidas o inexploradas, que ofrecen acceso sólo a pie, a causa de su naturaleza difícil e inaccesible, por climatologías extremas, bruma constante, densa vegetación… Si me dieran un dólar por cada vez que alguien ha anunciado un "¡Gran Hallazgo Arqueológico!" descubierto desde lejos" y resulta ser una formación natural, me podría costear sin más la próxima expedición. Sin duda, pese a todos los avances, las intervenciones básicas van a seguir siendo necesarias.

 

¿En qué expedición se ha sentido más cerca de su objetivo? ¿Y más lejos? 

Sólo puedo decir que con cada expedición estamos algo más acerca de nuestra meta, que es la de poder responder las preguntas que plantea la leyenda de un Paititi peruano. Consiste en descubrir la existencia, forma, y ubicación de ruinas más allá de selva y bosque de nubes de Cusco, y su relación con la leyenda. Siempre encontramos otro indicio, otro sitio, otro tramo del Camino de Piedra, otro dato sobre la ruta y la estrategia… 

En 1999, después de habernos dejado el helicóptero, mis compañeros Paulino e Ignacio Mamani y yo estuvimos bajando el valle de las cabeceras más altas del Río Alto Timpía, siguiendo el Camino de Piedra hasta un punto tan septentrional que nadie desde la época incaica había alcanzado, me sentí cerca porque estuvimos próximos a su término, y también lejos, porque me di cuenta de que para seguir así, por un bosque de nubes tan enmarañado, moviéndonos a la velocidad que permitía un territorio tan salvaje, aun viajando con los dos hombres más hábiles, podríamos tardar meses y meses en abarcarlo todo, y no disponíamos de tanto tiempo ni medios.  

 

Se ha labrado un prestigio como investigador y explorador serio en estos años, y para algunos es toda una referencia. Háblenos de algunos de sus descubrimientos. ¿Cuáles recuerda con más emoción? 

Puedo decir que cada una de mis expediciones en el sureste del Perú, en pos de indicios sobre la leyenda del "Paititi," me han afectado de forma profesional y personal.  

Una de ellas fue la expedición de julio de 1986, cuando hicimos el primer ascenso a la cumbre del legendario Apu Catinti, con Goyo Toledo, Gavino Toledo, Paulino Mamani, y el indígena machiguenga "Ángel".

Otra fue en agosto de 1996. Fuimos los primeros en alcanzar, estudiar y documentar las pirámides de Pantiacolla o Paratoari, con Paulino e Ignacio Mamani, Dante Núñez del Prado, Fernando Neuenschwander, y los machiguenga "Roberto" y "Grenci".

En junio de 2006, con Paulino Mamani y dos de sus sobrinos, encontramos los indicios incaicos más cercanos a las selvas bajas del Urubamba, en nuestra subida del feroz río Taperachi.  

Entre los 80 y 90 hubo varias expediciones, en las que hallamos varios sitios muy remotos dentro de las selvas de Mameria y Callanga. A veces nos hemos encontrado en lugares nuevos al regreso de una expedición, como en noviembre de 1989, cuando volvimos de la meseta de Toporake e inesperadamente nos encontramos bajando por las ruinas de Miraflores, cubiertas por bosque, que no exploré con detalle hasta septiembre de 2011, junto a Ignacio Mamani, el italiano Yuri Leveratto, el español Javier Zardoya, y Luis Alberto Huillca. La verdad es que cada vez que me encuentro en esos territorios tan distantes, y tan difíciles, en la presencia de estos hombres tan hábiles y nobles, el cansancio e incomodidad son superados por sentimientos de orgullo y felicidad.

Lo que muchos no saben es que los exploradores son la avanzadilla. Descubren las ruinas, tumbas, petroglifos… registran el hallazgo. Pero al tratarse de zonas de difícil acceso pueden pasar muchos años hasta que llega un estudio arqueológico. ¿Hay alguno de estos descubrimientos del que usted espere especialmente un estudio de campo? 

Depende. Hay sitios, especialmente en la selva alta, como los de Mameria, que son obviamente de origen incaico rústico, o en las selvas de Callanga, que es tanto incaica rústica como preinca. Por las mencionadas condiciones de inaccesibilidad, es muy probable que esos estudios tarden aún mucho, o incluso no se haga más de lo que ya se ha hecho. Lo cierto es que su estilo es muy fácil de reconocer y no requiere nada de excavación, ya que todo queda sobre el suelo. Lo sobresaliente es llegar a zonas tan remotas y descubrir lo que hay, documentar, fotografiar… filmarlo. Además, hay artefactos del pasado que están, a mi criterio, abiertos a adivinar su significado, como la mayoría de los petroglifos amazónicos. 

 

¿Cuál es su recuerdo más amargo y más dulce de estos años de expedición? 

De las expediciones, puedo decir honradamente, que no hay recuerdos amargos. Toda la gente con quien tengo contacto durante la planificación, y especialmente mientras la llevamos a cabo, son buenos, interesantes, ofrecen su ayuda y sus ganas. Sí que a veces el viaje es tan increíblemente difícil e incómodo que es como una tortura para mi, pero, aun en el peor de todos, aun tras prometerme "¡nunca más!", en el momento que llegamos al vehículo de regreso, hasta nuestro "hogar" del Cusco, me encuentro nuevamente planificando la próxima.

 

¿Cuáles son los objetivos de su próxima expedición? 

Durante los 80 y 90 encontramos la trayectoria por tierra del Camino de Piedra, que el doctor Carlos Neuenschwander descubrió hace años por helicóptero y del que nunca mostró su ubicación. Nuestra principal meta ha sido recorrerlo completamente, documentar los hallazgos a lo largo de la ruta. El camino transita toda la cordillera de Paucartambo, cruzando la Meseta de Toporake –con sus uniones de caminos y cuarteles incaicos– y desde allí gira hasta el noroeste para entrar en la vasta meseta de Pantiacolla, al norte del Río Yavero, donde se llega hasta un supuesto lugar desconocido más allá de la zona más septentrional. 

Creo que este camino es el de la leyenda de Inkarrí, el héroe cultural que salió de la zona del lago Titicaca con la misión de fundar una gran ciudad. Después de haber fundado Cusco, él regresó a la cordillera de Paucartambo y siguió un camino siempre al nor-noroeste, para internarse por el resto de sus días en su oasis de "Paititi", dentro de las selvas de Pantiacolla.

Debido a eso –aunque varias veces hemos explorado zonas cercanas, como las de Pusharo y Paratoari–, en las selvas más bajas casi todas nuestras expediciones tienen el propósito de superar el Camino de Piedra recorrido. En octubre de 2012, un poco tarde en la época seca, que es idónea para las expediciones –Paulino, Yuri, Javier y yo– nos propusimos ese objetivo, pero el clima estuvo peor que nunca. Las zonas de acceso están casi abandonadas, sin la presencia de colonos y arrieros, y cubiertas de maleza más de lo normal, por lo que no pudimos avanzar más allá del lago de Ángel que Paulino, Ignacio y yo descubrimos en 1999, y exploramos nuevamente en 2004.

Así que la meta para 2014 es alcanzar la zona del Camino de Piedra lo más pronto posible, y después seguir ese camino de la forma más eficaz para, por fin, llegar a su término y documentar lo que haya en ese "más allá del más allá", para determinar si el sitio de Inkarrí está ahí; descubriendo si es real su leyenda y la de su amado "Paititi"; respondiendo, de una manera u otra, a la cuestión de la existencia de tales ruinas en la todavía misteriosa y desconocida Pantiacolla…  

 

Usted es un hombre que ya pasa de los sesenta y se desenvuelve en lugares que ponen en serias dificultades a jóvenes deportistas. Es evidente que es más importante la actitud mental para superar las vicisitudes, pero sin duda es usted un ejemplo para las personas que creen que a partir de los 60 años es mejor dejar los sueños y coger el sofá. ¿Cómo se mantiene en forma? 

Pues me mantengo en forma conservando siempre la mentalidad de cuando realicé mi primera expedición en 1984, durante la que cumplí 35 años. Hago cada día algo de ejercicio: pesas, caminar con chaleco de peso, correr rápido con muchos sprints consecutivos, correr larga distancia en la playa descalzo, practicar Karate, hacer calisténicos… Llevo décadas con esa práctica, así que no es difícil para mí mantenerla. Me alimento bien, sin comer nada de harina o comidas refinadas, especialmente proteínas como pescado, pavo y búfalo, con palta y verduras, nueces, semillas, frutas, y a veces lentejas y quinua. Y soy algo experto en los "suplementos", vitaminas y polvos de proteína y aminoácidos importantes para mantener la máxima fuerza y resistencia.  He tenido suerte con la salud, y además creo mucho en el dicho "querer es poder".

 

Usted no parece vivir obsesionado por encontrar Paititi, sino que disfruta del proceso de la búsqueda. ¿Qué pasaría si mañana saliera la noticia de que la ciudad perdida fue descubierta por alguien a pocos kilómetros de su última expedición?

Para mí lo importante son ambas cosas: resolver la cuestión de la leyenda de Paititi, existencia y ubicación, además de la experiencia única y mágica de estar viajando en tales zonas.

Además, si se encontrara una ciudad perdida en esas zonas, siempre hay otros sitios todavía ocultos. El territorio es increíblemente vasto y muy difícil será que algún explorador, no importa su habilidad, pueda identificar a ciencia cierta, con "P" mayúscula, Paititi. por encima de todo sé que lo más importante es poder vivir libre, con buena familia, buenos amigos, buenos recuerdos, trabajo, cosas que aprender y escribir, nuevos viajes, y siempre, nuevos proyectos… 

 

Esta entrevista se publicó en el número 228 de la revista ENIGMAS, y su autor fue Juan José Sánchez. Pero no te pierdas la de este mes, que desvelamos algunas claves importantes del robo del Codex Calistinus.

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