Parapsicología
01/07/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

El misterio de los sonidos fantasmales

Desde hace siglos, historiadores y viajeros nos han dejado constancia escrita de sus experiencias relacionadas con enigmáticos estruendos procedentes del mar, de las montañas, e incluso del mismo cielo. Sonidos semejantes a tormentas sin la presencia de nubes, parecidos a cañonazos pero sin batallas de por medio al desplome de edificios aunque no existan construcciones en las inmediaciones…

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El misterio de los sonidos fantasmales
El misterio de los sonidos fantasmales
En la antigua Grecia, Aristóteles atribuía estos ruidos a truenos remotos, y algunas tribus indígenas a dioses irritados. Más cerca de nosotros en el tiempo, tenemos el testimonio del famoso explorador estadounidense Meriwether Lewis, quien en julio de 1808 se encontraba a 100 kilómetros de las Montañas Rocosas acompañado por su amigo William Clark. Ambos fueron sorprendidos por «un ruido extraño que procedía de las montañas», tal y como relatan en su crónica del viaje. «Se oye en diferentes períodos del día y de la noche… y consiste en un solo golpe, o en cinco o seis descargas en rápida sucesión. Es fuerte y se parece al ruido de una pieza reglamentaria de artillería de seis libras». Pero no había cañones en esa parte del Oeste norteamericano en aquella época, en la que sus tierras eran aún vírgenes. Sin embargo, el capitán Meriwether Lewis era capaz de encontrar semejanzas a un sonido que jamás fue explicado.

Este episodio podría pasar como una simple anécdota si no fuera porque no se trata de un caso aislado. Otras muchas personas han ofrecido descripciones similares hallándose a miles de kilómetros de distancia unas de otras. Tan recurrentes son esos episodios sonoros que algunos países poseen palabras para denominarlos. Los belgas los llaman «hipeos de la niebla», en la India se los conoce como «cañones de Barisal» y en Italia reciben el nombre de brontidi.

Precisamente es la India uno de los países que más casos de este tipo aporta anualmente. Todos los testimonios proceden de la zona del delta del Ganges y son tan numerosos que hay personas encargadas de estudiar su procedencia. De momento han averiguado que los sonidos proceden del sur y del sudeste y que se producen con mayor frecuencia de febrero a octubre, lo cual les ha llevado a pensar que están íntimamente ligados a la época de lluvias, aunque no haya tormentas cuando estos fenómenos se producen. Se les asocia con cañonazos y suelen aparecer en forma de una única detonación o en sucesiones de dos o tres.

Se ha planteado la posibilidad de que la causa estuviera en el estallido de petardos con los que se festejan las bodas y festivales de la región. Pero la época de bodas es breve, los festivales se celebran en contadas ocasiones y, por el contrario, los misteriosos cañonazos pueden escucharse a lo largo de todo el año.

Cuando «habla» la naturaleza
Los expertos apuntan a que tales explosiones son generadas por la propia naturaleza, aunque todavía se ignore cómo las produce. Otros ruidos semejantes se producen en lugares con grandes acumulaciones de agua dulce. Uno de estos enclaves es el lago Seneca, en Ohio (EE UU), donde ya los nativos americanos de la región hablaban de sonidos distantes. Más tarde, los primeros colonos americanos los identificaron con explosiones de cañón apagadas. Nuevamente sin que hubiera ninguna de esas armas en las proximidades.

En el norte de Irlanda también se escuchan estas detonaciones durante todo el año, en los alrededores del Lough Neagh, un lago de 225 kilómetros cuadrados de extensión que se formó a causa de erupciones volcánicas. Tal origen ha llevado a geólogos como David Hill, de la United Status Geological Survey de Estados Unidos, a pensar que todo se debe a escapes de gas natural en los estratos calizos situados a centenares de metros por debajo de la superficie. Lo que no encaja en esta teoría es que, de ser así, el gas liberado debería ascender hasta estallar en la superficie, y los pescadores del lugar aseguran que ellos no han visto jamás grandes burbujas o escapes de gas en aquellas aguas.

Estos misteriosos sonidos no siempre se identifican con estruendosos cañonazos. En otros lugares se perciben ruidos más melódicos, incluso musicales. Es el caso del lago Shoshone, en el interior del Parque Nacional de Yellowstone, en Estados Unidos, donde numerosos testigos han escuchado un sonido que describen como las vibraciones de un arpa o el ruido de cables de telégrafo oscilando de manera regular y rápida. Lo más llamativo es que ese sonido comienza a oírse de forma débil, para ir creciendo en intensidad y después volver a disminuir, como si hiciera un largo recorrido por toda la zona. Se ha intentado explicar el fenómeno atendiendo al entorno en el cual se produce, con teorías que apuntan a la electricidad ambiental, al silbido de alas de aves, insectos, cascadas de agua, viento e incluso a los famosos géiseres del célebre parque.

Arenas susurrantes
El mayor desafío al que se enfrentan los investigadores es el de formular una teoría unificadora que responda a todos estos fenómenos de una forma global. Por ello se ha hablado de aviones supersónicos, de anomalías eléctricas atmosféricas, del rompimiento de olas en zonas costeras, de la detonación de meteoros o, como defiende el astrofísico de la Universidad de Cornell, Thomas Gold, de simples temblores de tierra. Esta última es, junto a la teoría de los escapes de gas en la corteza terrestre, la hipótesis más plausible. Aun así, es imposible encontrar una respuesta única, ya que nunca se habla de un sonido idéntico y mucho menos de un mismo tipo de enclave. Y es que, si hasta ahora nos hemos centrado principalmente en los medios acuáticos, no podemos olvidar que también sobre la tierra se escuchan ruidos semejantes.

En la península del Sinaí se encuentra la pendiente arenosa de Jebel Nagus, que se extiende a lo largo de la costa occidental. Es allí donde se han oído en muchas ocasiones sonidos semejantes a notas musicales. Según una leyenda local, esa música la produciría el gong de madera de un monasterio enterrado. En realidad los testigos no lo describen como el sonido de ese instrumento, sino algo más parecido al producido por un arpa o al resultante de frotar con un dedo el borde húmedo de un vaso.

Tampoco éste es un caso único. Existen noticias de otras «arenas sonoras» en la región de Reg-Ravan, situada al norte de Afganistán, en las llanuras peruanas de Arequipa y en la parte oriental del estado norteamericano de Nevada, donde una colina de seis kilómetros cuadrados de arenas móviles produce un sonido ensordecedor que recuerda a la vibración de los cables telefónicos causada por la fuerza del viento.

Batallas del pasado
Las teorías que hemos citado son las más extendidas para intentar dar respuesta al enigma. Además de éstas existen otras menos aceptadas pero quizá más interesantes, porque nos acercan a un ámbito desconcertante dentro de este misterio: el de los ecos de antiguas batallas. Según esta hipótesis, determinadas detonaciones «espectrales» no serían sino la réplica de auténticos cañonazos que se produjeron en el pasado en ese mismo lugar.

Uno de los casos más estudiados se produjo antes del amanecer del 4 de agosto de 1951 en la localidad francesa de Dieppe. Allí, dos mujeres inglesas disfrutaban de unas cortas y tranquilas vacaciones cuando unos terribles ruidos, semejantes a cañonazos o a fuertes disparos, las sobresaltaron.

Asomadas a una ventana de la casa donde se hospedaban, miraron en dirección al mar, ya que aparentemente de ahí procedían los sonidos, pero no descubrieron nada anormal. Los ruidos continuaron oyéndose durante aproximadamente dos horas, para desaparecer después repentinamente. Intrigadas por lo sucedido, las mujeres hicieron una detallada relación de los hechos y la enviaron a la Sociedad de Investigación Psíquica de Londres (SPR), donde decidieron estudiar los hechos. Así, se descubrió que por aquellas fechas, pero nueve años atrás, en plena Segunda Guerra Mundial, la localidad de Dieppe, que estaba ocupada por tropas nazis, había sufrido un fuerte y sangriento ataque de comandos ingleses, en una especie de ensayo del Día D.

Se compararon las descripciones de las dos mujeres con lo vivido en aquellas jornadas históricas. Por ejemplo, ambas señoras dejaron de escuchar los sonidos a las 6 de la mañana, la misma hora que figuraba en los registros militares como momento en que cesaron los bombardeos. Y había más: el ataque comenzó a las 3:47 de la madrugada, y las dos inglesas se despertaron a las 4:00, sólo 13 minutos después de la hora señalada. ¿Se trató de meras coincidencias?
Muchos escépticos afirmaron que todo se debió a ilusiones sonoras provocadas por ruidos marítimos anormales, combinados con otros procedentes de aviones y el fuerte viento reinante aquella mañana. También se atribuyó a una máquina dragadora que había estado operando en la bahía. Pero la draga trabajó durante muchas noches y las mujeres sólo escucharon los sonidos en una ocasión; además, las horas de su actividad no coincidían con las registradas en el informe.

Un suceso semejante fue el protagonizado en septiembre de 1974 por el escritor escocés Archie McKerracher. Recién trasladado junto con su familia a una urbanización situada en una colina de la localidad de Dunblane, McKerracher salió un rato al exterior para respirar el aire fresco de la noche.

De pronto, el silencio se interrumpió por un sonido parecido al de personas que atravesaban los campos cercanos. El ruido continuó durante unos veinte minutos, aunque en esta ocasión no se percibió nada semejante a un cañonazo, sí se distinguían claramente los ruido de pisadas, de carromatos y lo que parecían ser caballos. Atemorizado por el estruendo, cada vez mayor, McKerracher decidió refugiarse en su casa. Pocos días después habló con unos vecinos que le relataron cómo esa misma noche sus mascotas habían estado especialmente exaltadas sin motivo. Otro hombre incluso aseguró haber tenido la sensación de escuchar a todo un ejército atravesando el jardín de su casa.

McKerracher dedujo que algo extraño había sucedido y comenzó a investigar el pasado de la zona. Descubrió que exactamente por ese mismo lugar había transitado en el 117 d. C. la IX Legión Hispana, enviada por Roma para sofocar un levantamiento tribal en Escocia. Aquella cohorte era conocida como la «Aciaga Novena», ya que sus 4.000 soldados desaparecieron sin dejar rastro poco después de atravesar la actual Dunblane, en el condado de Perthshire.

Sin duda, se trata de casos de alta extrañeza, pero no por ello se los debe considerar fruto de la fantasía, sin más. La aparición de ejércitos fantasmales o el sonido de los mismos ha sido una constante en la historia de la humanidad. El historiador romano Dámaso relata en su Vita Isidoro cómo, después de una gran batalla extramuros de Roma contra Atila, en el 452 d. C., los sonidos de las espadas y los caballos siguieron escuchándose durante tres días y tres noches. También Pausanias describe un hecho semejante en Descripción de Grecia, cuando menciona que en Maratón el ruido producido por la refriega entre atenienses y persas volvió a escucharse 500 años después, algo semejante a lo que se relató sobre la batalla de Troya, que también fue escuchada por varios testigos. Otros sucesos semejantes se registraron en Somerset (1580), en Dorset (1678), en Souther Fell (1735)… y en otros muchos lugares.

Un misterio que sigue estando latente y que, a falta de teorías plenamente satisfactorias, seguirá desafiando a científicos, biólogos, historiadores, arqueólogos, geólogos…
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