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16/05/2017 (10:17 CET) Actualizado: 16/05/2017 (10:17 CET)

ANTES DEL «TIEMPO CERO»

16/05/2017 (10:17 CET) Actualizado: 16/05/2017 (10:17 CET)
ANTES DEL «TIEMPO CERO»
ANTES DEL «TIEMPO CERO»

La teoría del Big Bang como explicación al origen del universo es aceptada por la inmensa mayoría de los físicos y cosmólogos, puesto que son numerosos los datos que apuntan a su veracidad. Entre los mismos podemos destacar la distribución de los elementos químicos en el universo, la datación de los más antiguos en unos 14.000 millones de años y, sobre todo, el hallazgo en 1965 de la radiación de fondo de microondas –en realidad el «eco» del Big Bang, originado en la «explosión inicial»– que impregna todo el cosmos. Sus descubridores, los astrofísicos Arno Penzias y Robert Wilson, ganaron por ello el Premio Nobel de Física en 1978 y validaron definitivamente la tesis del Big Bang.

Pero, ¿en qué consiste? Básicamente explica que hace unos 14.000 millones de años se produjo una enorme explosión –los físicos prefieren referirse a la misma con el concepto más descriptivo de «singularidad cuántica»– de la que surgió una sopa de partículas elementales extremadamente caliente, que desde entonces se va enfriando a la vez que está expandiéndose.

Durante los primeros minutos la unión de los quarks dio lugar a los protones y neutrones, y luego surgieron los núcleos del hidrógeno, el deuterio y el helio. Habría que esperar unos 300.000 años para que la temperatura descendiese lo suficiente como para permitir que esos núcleos se unieran con los electrones para formar los átomos. Así, en un largo y complejo proceso, miles de millones de años después surgieron las estrellas y los planetas. Dicha teoría puede explicar convenientemente la creación del universo desde el momento de la «gran explosión». Pero la gran pregunta sin respuesta es qué había antes, cuestión que sigue causando inquietud a los científicos, porque no pueden ofrecer una solución válida a lo que ocurría en el llamado «tiempo cero». Desde un punto de vista matemático, se llega a un callejón sin salida –denominado «singularidad » de un modo eufemístico–, pues algunas magnitudes como la temperatura o la densidad de la energía deberían ser infinitas. 

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