Ciencia
31/01/2017 (10:13 CET) Actualizado: 31/01/2017 (10:14 CET)

Hallazgos científicos muestran cómo la inteligencia creadora «engendró» el cosmos

Nuestro compañero Miguel Pedrero acaba de publicar Dios existe. Las mejores evidencias de una verdad trascendental (Luciérnaga, 2017), obra de la que extractamos el presente reportaje.

31/01/2017 (10:13 CET) Actualizado: 31/01/2017 (10:14 CET)
Hallazgos científicos muestran cómo la inteligencia creadora «engendró» el cosmos
Hallazgos científicos muestran cómo la inteligencia creadora «engendró» el cosmos

Es el enigma de los enigmas científicos: ¿Cómo se creó el universo?

Los físicos y astrofísicos pueden ofrecer respuestas fidedignas hasta casi el instante mismo del nacimiento de nuestro cosmos, sin embargo nada pueden afirmar sobre qué ocurrió antes de ese momento, en el llamado «tiempo cero». Pero todavía más importante que el cómo es el quién, porque todo efecto debe tener una causa. ¿Qué «fuerza» ocasionó el inicio del universo? En realidad es una pregunta sin respuesta porque se encuentra más allá de la física y la cosmología.

Algunos científicos son lo suficientemente honestos como para admitir que dichas cuestiones caen fuera de su campo de estudio, pero otros intentan postular teorías sin sentido únicamente para despejar la incógnita de una causa primera para el origen de la materia. Esa «causa» no deja de ser una metáfora de Dios, la Inteligencia Creadora o el Principio de Todo.

Según la teoría más extendida entre los astrofísicos, el Big Bang se produjo a causa de una «singularidad cuántica»: una situación anómala en el «vacío» o en un universo paralelo al nuestro. Dicho proceso tuvo lugar hace quince o veinte mil millones de años, circunstancia que coincide con la datación de los objetos más antiguos del universo, que se sabe es precisamente en torno a 15.000 millones de años. Del mismo modo, la distribución de los elementos químicos de nuestra galaxia coincide con la predicción del Big Bang. Pero el espaldarazo definitivo a esta tesis lo constituyó el hallazgo de la radiación de fondo de microondas o, dicho de un modo más poético, del eco del Big Bang.

Los defensores de dicha teoría estaban convencidos de que esa «explosión» debió producir un eco que en algún momento debería detectarse, y eso ocurrió en 1964, cuando dos astrónomos, Arno Penzias y Robert Wilson, lo descubrieron por casualidad. Captaron una serie de interferencias que catalogaron de aberración, puesto que provenían de todas partes, no de una estrella o galaxia concreta. En un primer momento pensaron que esas interferencias eran producto de «una capa blanca de material dieléctrico» que cubría parte de la superficie del telescopio. Vamos, en román paladino, mierda de pájaro. Sin embargo, tras limpiarlo a conciencia, continuaron captando dicha señal. Esta circunstancia constituyó el inicio de una apasionante investigación que desembocó en el hallazgo del eco del Big Bang. En 1978, Penzias y Wilson recibieron por ello el Premio Nobel de Física.

LA INTERVENCIÓN DEL «AGENTE SOBRENATURAL»
Como consecuencia de esa «gran explosión», el universo comenzó a expandirse, proceso que todavía sigue su curso. Lo sabemos gracias a la distorsión de la luz estelar, que indica sin ningún género de dudas que las estrellas se están alejando de nuestro punto de vista a velocidades increíbles. Es aquí cuando surge otro enorme misterio, porque si el universo se está expandiendo, ¿sobre qué se expande? Los astrofísicos responden que sobre la nada, lo cual es lo mismo que no decir ídem, puesto que nadie puede definir qué es eso de la nada.

Cualquiera que conozca mínimamente la complejidad del universo no podrá por menos que sorprenderse de que todo se encuentre en tal equilibrio y armonía. Que exista el cosmos y no digamos nosotros, los seres humanos, es científicamente imposible y, sin embargo, así es. Roger Penrose, prestigioso físico y matemático de la Universidad de Oxford, señala que sólo existe una posibilidad entre 10^10^123 (10 elevado a 10 y a la vez elevado a 123) de que nuestro universo presente tal perfección y precisión. Se trata de una probabilidad tan increíblemente pequeña que ni siquiera podemos hacernos una idea. Por ejemplo, el cosmos entero contiene aproximadamente 1078 átomos, una cifra infinitamente menor que la señalada anteriormente, lo que ha llevado a numerosos científicos de primer nivel a defender la existencia de Dios, de una Fuerza Creadora, de una Conciencia Cósmica o cómo lo queramos definir. En realidad, alguna clase de energía inteligente responsable de crear el germen inicial de nuestro universo (y quizá también de otros paralelos) y dotarlo de ciertas leyes físicas que hagan posible su existencia.

Lee el reportaje completo en el nº 319 de la revista AÑO CERO

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