Enigmas y anomalía
18/03/2022 (09:10 CET) Actualizado: 18/03/2022 (09:10 CET)

Encuentros con los seres de blanco

En su último libro, 'Viejas historias fuera de la ortodoxia' (Ushuaia, 2021) –del cual extractamos el siguiente reportaje–, el investigador Ramón Navia-Osorio dedica algunas páginas a los casos de encuentros con extraños seres ataviados con ropas o túnicas blancas, que a veces se aparecen para prestar ayuda a personas en situaciones de peligro

18/03/2022 (09:10 CET) Actualizado: 18/03/2022 (09:10 CET)
Encuentros con los seres de blanco
Encuentros con los seres de blanco

En 1973 nos llegó la noticia, en forma de rumor, de un suceso en el que intervino un ser que deseaba dar un mensaje y se identificó ante sus interlocutores como procedente de otro planeta. Ante la extrañeza del caso iniciamos consultas para poder llegar a conectar con alguien que tuviera más información o pudiera conseguirla. Conocíamos que las personas implicadas deseaban mantener una reserva absoluta. Ante la imposibilidad de un viaje inmediato a Sevilla, remitimos el caso a dos relevantes investigadores sevillanos, Manuel Osuna e Ignacio Darnaude, quienes a su vez se lo pasaron a otro veterano investigador, Joaquín Mateos Nogales, quien tuvo la oportunidad de entrevistar a uno de los testigos.

Navia
El investigador Ramón Navia-Osorio (tercero por la izquierda) ha viajado a numerosos países del mundo para investigar toda clase de sucesos anómalos.

El suceso se produjo el 20 de agosto de 1962 a las 17 horas. Se encontraba el gerente de una conocida empresa de Sevilla dedicada a la venta de material agrícola, ingeniero industrial, casado, de unos 34 años, cerca de la desembocadura del río Guadalete, a la salida de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). El gerente estaba reunido con tres amigos, dos de los cuales eran peritos y trabajan por aquella época en Francia, y otro era ingeniero industrial. Estaban charlando, y en una mesa algo separada se encontraba un señor de aspecto elegante y vestido totalmente de blanco.

«NO SOY DE ESTE PLANETA»

Trascurrido un cierto tiempo se les aproximó y les rogó, con cierta timidez, mantener una conversación. El gerente le invitó a sentarse y seguidamente el hombre ataviado de blanco les comunicó que no era de este planeta, a la vez que se excusó de no acercarse demasiado para no contagiarlos. Se lo tomaron a broma y M. A. M., dirigiéndose a él, le dijo: «Tenga usted cuidado con lo que dice. Lo que está afirmando es muy grave, pues con ello está violando nuestras leyes físicas. ¿Puede demostrarnos que viene de otro planeta como está diciendo con algo que nosotros podamos ver?». Aquel hombre les dijo: «Sí, yo puedo hacerlo. Van ustedes para Sevilla».Los cuatro amigos se intrigaron aún más, ya que ninguno había mencionado el lugar a donde iban. El señor de blanco les propuso tres experiencias a modo de prueba:

1. Anticiparse a ellos en llegar a un restaurante situado en el cruce de Las cabezas de san Juan; era la intersección de la N-343 y la E-25, una zona ondulada en donde no existía, en las inmediaciones, ninguna población. Este cruce era casi de parada obligatoria entre quienes hacían el recorrido Cádiz-Sevilla, al estar a media distancia de esas dos capitales.

2. Volver a llegar primero, después de verse en el lugar anterior, a la Venta Ruiz, situada a la entrada de Sevilla y a mano derecha de la carretera. En aquellos tiempos, la Venta Ruiz era un lugar muy frecuentado y por lo tanto muy conocido.

3. Revelarles otras pruebas en un bar de la capital andaluza.

El señor de blanco comunicó que no disponía de coche, sino que se valía de otros medios. Mientras este permanecía sentado, los otros partieron a toda velocidad (en aquellos tiempos no existían limitaciones de velocidad) en un Citroën GS. Durante el trayecto hasta el cruce de Las cabezas de san Juan ningún automóvil les adelantó. Al llegar al cruce vieron en el restaurante señalado, tras los cristales, al señor de blanco sentado. No se detuvieron y continuaron rápido hasta llegar a la Venta Ruiz, a la entrada de Sevilla, y allí volvieron a ver al individuo. Estaban seguros de que ningún coche les había adelantado. El desasosiego era tal que no fueron capaces de hacer la tercera experiencia y disolvieron el grupo.

UN ÁNGEL DE CARRETERA

En otra ocasión, Andrés Gómez Serrano, un incansable investigador de Algeciras con quien solíamos colaborar con cierta frecuencia, nos envío un escrito relatando un incidente que por aquellas fechas estaba estudiando y que hacía referencia a un hombre vestido de blanco. Transcribimos textualmente su texto: «Tengo en estudio, ya que el interesado y otra persona que le acompañaba se niegan a comentarlo, un caso bastante alucinante ocurrido precisamente a un funcionario de mi ayuntamiento. Digo alucinante por las características que este presenta. Así, grosso modo, les explico el mismo… Este funcionario y su acompañante regresaban de Málaga a Algeciras cuando, debido a la lluvia que caía en aquel momento, el vehículo derrapó y cayó a la cuneta, quedando las ruedas laterales de la parte izquierda en el aire…

Apareció un hombre vestido completamente de blanco que consiguió rescatar el auto de la cuneta, y acto seguido se esfumó ante los testigos

…Salieron del coche, cuando se les acercó un hombre vestido completamente de blanco; llevaba hasta los zapatos de blanco. Y les interpeló con mucha amabilidad y paternalismo, en el sentido de que él les ayudaría a sacar el coche de la cuneta. Sacó dos grandes piedras (explico el caso tal y como este funcionario lo comentó cuando llegó a Algeciras a un familiar, que resultó ser amigo mío) que no sabe de dónde las pudo obtener. Las colocó en ambas ruedas que estaban en la parte de la cuneta. Se subió en el coche, lo arrancó y en segundos salió de la cuneta. Entonces bajó del auto, ya recuperada la horizontalidad con la carretera (con enorme sorpresa de los propietarios del mismo), y se dirigió a ambos diciéndoles: 'Ya podéis seguir viaje y tened cuidado con el agua que cae'. Los propietarios del auto no pudieron describir el aspecto ni del hombre ni del vehículo en el que había aparecido. Lo alucinante vino después, cuando el individuo de blanco y su vehículo desaparecieron como por arte de magia. Es significativo resaltar que este funcionario resulta ser una persona enormemente escéptica…».

Según cuentan las crónicas de Güimar (Santa Cruz de Tenerife), en la zona colindante con la Cueva de los Cañizos o la Quesera de los Guanches, estaban trabajando unos mineros buscando acuíferos, cuando una pared se vino abajo. Una vez se limpió la atmósfera del polvo vieron  nos personajes vestidos de blanco que se encontraron en una gran galería que había quedado descubierta. Tras la gran sorpresa de los obreros, los personajes vestidos de blanco les indicaron la situación del acuífero. Como ocurre siempre en este tipo de relatos, existen diferentes versiones. Otra de las mismas indica que los obreros salieron corriendo hacia el cuartel de la Guardia Civil, aunque no existe ninguna denuncia al respecto. El caso está relacionado con el conocido barranco de Badajoz, donde se han descrito encuentros de todo tipo, pero de dudosa credibilidad.

UNIFORMES BLANCOS

Precisamente en las Islas Afortunadas, concretamente en Gran Canaria, durante una investigación sobre los no identificados, nos encontramos con Ezequiel, que trabajaba para el Cabildo Insular de Gran Canaria repoblando las montañas con pino canario. Una noche, cuando regresaba a su casa, se encontró con un hombre vestido totalmente de blanco, incluso hasta el sombrero. Cuando Ezequiel pasó a su vera le saludó y le dio las buenas noches. Al no oír respuesta a su lado, se volvió, y se asombró cuando no vio a nadie.

Ezequiel
Ezequiel se topó con un ser de blanco

En El Burgo de Ebro (Zaragoza), en un atardecer de 1977, el pastor Baltasar Cavero Andreu había dejado las ovejas en la paridera y se dirigía hacia el pueblo con su moto. En el trayecto vio a tres hombres que no pudo identificar. Como estaba en penumbra, los alumbró con las luces largas y  charon a correr. Lo que más le llamó la atención fueron su estatura y el ropaje que llevaban –unos extraños uniformes blancos–, además de su desaparición instantánea, pues no había ningún sitio en el que poder ocultarse. Al día siguiente, cuando fue a echar un vistazo a la estancia, volvió a encontrarlos, así que emprendió una rápida marcha hacia el cuartel de la Guardia Civil. Cuando subió con la Benemérita contó las ovejas y no faltaba ninguna. Sin embargo, notó que su magnífico perro pastor había desaparecido. Para quienes no están muy versados en estos casos, hemos de decir que la desaparición de perros y animales no es nada extraño.

En el desierto chileno de Atacama, en un lugar denominado La Huayca, un grupo de personas con un ánimo pleno de espiritualidad decidió retirarse del mundanal ruido. Unos vivían plenamente la soledad del desierto y otros aparecían temporalmente, pero todos estaban unidos con una misma finalidad: un recogimiento espiritual. Mi amigo Hernán, que fue el artífice de ese grupo de pensadores, hace años se retiró a ese lugar. Solo había ripios de sal, y todo lo que abarcaba aquel horizonte era sal en sus diferentes formas. Con imaginación y destreza hizo su vivienda, y más tarde fue construyendo otras, hasta que se formó un grupo muy pequeño, pero de gente muy bien avenida.

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Lugar donde se divisaron los «humanoides» de blanco, en La Huayca, en pleno desierto de Atacama

Cada vez que viajaba a Chile no dejaba de visitar a ese grupo de amigos. Existía como una especie de comunión con todos ellos. En el silencio de la noche el cielo cobraba vida y veíamos en el firmamento cómo se desplazaban luminarias que desafiaban todos los registros astronómicos. En ocasiones veíamos fenómenos que no sabíamos catalogar.

Al momento me di cuenta de que eran unas personas vestidas de blanco, pero luminosas; llevaban unas túnicas blancas relucientes de las que parecía emanar alguna luz

HUMANOIDES EN EL DESIERTO

Un día de los que pasé allí, Luis Garviso Aubá me explicó una experiencia que había protagonizado: «Por las noches suelo salir a ver las estrellas, y ese día vi unos puntos blancos que se movían. Como lo encontré algo raro, fui a buscar unos binoculares, y al momento me di cuenta de que eran personas vestidas de blanco, pero luminosas. Llevaban unas túnicas blancas relucientes, como si fueran fluorescentes, pero mucho más brillantes, parecía que de ellas emanase luz. Algunas figuras desaparecían cuando se interponía algún árbol y después reaparecían de nuevo». A continuación le hice una serie de preguntas. Comenzó a explicar: «Estaban bajos. En cuanto a la altura de esas figuras, por lo que pude apreciar debían tener la de una persona normal. Yo los veía levitando, no andando, sin movimiento de brazos y piernas». Luego expuso: «En un principio solo había unas luces que estaban distribuidas formando un triángulo, y parecía que eran parte de un cuerpo que sobrevolaba la zona. Los cuerpos luminosos permanecieron por debajo de lo que podría ser un objeto (…) Después, en un lapsus de tiempo, pareció que todo se detuviera. Me dio sueño y me fui a dormir».

–¿Medidas?

–No te lo sabría decir.

–¿Lo viste tú solo?

–Éramos un grupo y después de un tiempo cada uno siguió en sus cosas. A las tres de la mañana, uno de los que habíamos visto aquello observó sobre un árbol una nave grandota.

–¿Quién salió?

–Yasmín y Hernán.

–¿Fuiste al lugar donde se vieron esas manifestaciones?

–Sí, claro, a la mañana siguiente salimos varios por si había quedado alguna señal. Cada uno tiró por su lado, pero no vimos nada, pues es un terreno durísimo. Ahora no habita nadie por estos lares, pero hace doscientos años atrás sí había gente y bastantes árboles de tamarugos y palmeras.

Tiempo después pude conversar con Yasmín San Martin. Ese día vio a los seres de blanco, pero desde otra posición. Así me lo explicó: «Era ya tarde, ya se habían ido a dormir y yo estaba hablando con Hernán cuando vimos una luz a lo lejos. Me extrañó por la hora y porque por aquellos lugares o circula nadie. Salimos fuera de la vivienda y vimos descender algo como una nave grande y otra más pequeña. Casi acto seguido vimos a unos seres de blanco. Como nos pareció todo tan extraño, nos agachamos para no ser vistos, pero los seguíamos observando. Teníamos la sensación de que algo sacaban del suelo. Los movimientos de estos personajes parecían mecánicos. Estuvimos largo rato observando hasta que partieron, quizás estuvieron como una hora. Al otro día llegó Eduardo (ingeniero naval) y fuimos a investigar por si había alguna huella. Miramos pero no encontramos nada, seguramente por lo difícil que resultaba en la noche localizar el lugar exacto».

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Ramón Navia-Osorio

UNA VIDA DEDICADA A LA INVESTIGACIÓN

El autor de Viejas historias fuera de la ortodoxia (Usuahia, 2021), Ramón Navia-Osorio Villar, es uno de los mejores y más activos investigadores de campo de toda clase de anomalías, aunque siempre alejado de los medios de comunicación. Es piloto de la Marina Mercante y fue empresario tanto en España como en Sudamérica. Viajó por todo el mundo, unas veces por cuestiones profesionales y muchas otras tras la pista del fenómeno OVNI. Navia-Osorio es la viva historia de la ufología española, a la que está vinculado desde los años 60. Perteneció al mítico Centro de Estudios Interplanetarios (CEI) como investigador de campo, cofundó la extinta Coordinadora de Estudios sobre el Fenómeno OVNI y el Instituto de Investigación y Estudios Exobiológicos (IIEE), del que es presidente. También es director de Espacio Compartido, una de las mejores publicaciones especializadas en la investigación de hechos anómalos. Viejas historias fuera de la ortodoxia es el último de sus numerosos libros, y puede obtenerse a través de la web de la editorial: www.ushuaiaediciones.es.

Portada libro
Portada del libro Viejas historias fuera de la ortodoxia (Ushuaia, 2021), de Ramón Navia-Osorio

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