Misterios
07/03/2022 (11:22 CET) Actualizado: 07/03/2022 (11:22 CET)

"Aquello venía hacia nosotros"

Muchos testigos afirman haber presenciado diferentes sombras amenazantes en los más diversos lugares

Miguel Pedrero
07/03/2022 (11:22 CET) Actualizado: 07/03/2022 (11:22 CET)
"Aquello venía hacia nosotros"
"Aquello venía hacia nosotros"

Federico Padial es un incansable investigador y estudioso sevillano de los fenómenos paranormales. Lleva años experimentando en lugares que parecen marcados por energías y presencias de otros mundos. En 2015 se encontraba llevando a cabo una investigación en una construcción abandonada, conocida como Hacienda La Rihuela o 'Casa de la Loca', en Palomares del Río (Sevilla). Le acompañaban su hija Bárbara, futura periodista muy interesada por el mundo del misterio, y una pareja de amigos. Cuando se hizo de noche aparecieron unos adolescentes, conocedores de la fama de embrujado del sitio y dispuestos a pasar unas horas de emociones fuertes. "Cuando nos vieron allí con todos los aparatos que solemos llevar a las investigaciones, alucinaron –me explicaba Federico Padial–. Como quería seguir experimentando, y para evitar que hicieran ruido, les dije que podían observar lo que hacíamos, pero en silencio. Aceptaron de buena gana. Al final, la pareja de amigos que venía con nosotros y uno de los chavales salieron al exterior, y Bárbara, el resto de los chicos y yo nos quedamos en la casa intentando captar alguna voz psicofónica".

Una figura, de unos dos metros de altura, se asomó por una de las paredes del edificio abandonado

Federico pidió a los jóvenes espectadores que no se movieran y conectó los aparatos de grabación, "cuando de repente vi que asomaba por una pared una figura enorme, como de dos metros y medio –continuaba relatándome Federico–. Estaba ladeada, me dio la sensación que espiando lo que estábamos haciendo. Tenía un tronco completamente rectangular, una cabeza de la misma forma y carecía de cuello. Además, desde mi punto de vista, no tenía volumen, sino que era plana. Inmediatamente avisé a Bárbara y a los chicos que estaban con nosotros. '¿Estáis viendo eso?', les dije. Los chavales estaban pálidos, en estado de shock. La situación hasta me pareció graciosa, porque semejaba que aquello estaba tan sorprendido de vernos a nosotros, como nosotros de estar contemplándolo a él".

"AQUELLA COSA VENÍA HACIA NOSOTROS"

Bárbara, a la que también pude entrevistar, me confirmó que la "presencia" era tal y como la había descrito su padre, y que estuvieron viéndola alrededor de un minuto a unos dos o tres metros de distancia, hasta que comenzó a moverse perdiéndose detrás de la pared. "Pasaron solo unos segundos y escuchamos a las personas que estaban fuera dando gritos. Decían: '¡Una sombra! ¡Está pasando una sombra enorme!'", aseguraba la joven investigadora. "No hubo comunicación entre nosotros y las personas que estaban en el exterior, y a pesar de eso todos vimos lo mismo, así que no se trató de una alucinación ni nada parecido, sino de algo real", remató Federico.

Un caso hasta cierto punto similar es el protagonizado por el coruñés Alejandro Varela y un grupo de unos veinte chavales. El propio Alejandro me relató con pelos y señales su experiencia: "Esto sucedió en 1995 o 1996. Los fines de semana un montón de chicas y chicos nos íbamos con las bicicletas a un edificio abandonado que antes era un hospital de cuidados paliativos para enfermos terminales. Años después volvieron a construir ahí un hospital y hoy en día sigue funcionando. Está en Oza de los Ríos, muy cerca de la ciudad de A Coruña. Allí pasábamos el rato jugando, hablando y montando en las bicis".

No tenía brazos ni piernas, pero su aspecto era humanoide con una cabeza y un tronco

Pero un día sucedió algo que terminó para siempre con sus andanzas por el derruido edificio. Alejandro me contó lo que sigue: "La construcción parecía una mansión con una puerta enorme y unas escaleras que ascendían hacia las plantas superiores y que se ramificaban en dos arriba de todo. Unas escaleras iban a la derecha, pero a la izquierda faltaban peldaños porque se habían caído por el estado de abandono del lugar. Recuerdo que ese día éramos como veinte chicos con las bicis. Mi amigo Rubén y yo íbamos delante. Justo al llegar a la entrada del antiguo hospital, vi una silueta luminosa en lo alto de las escaleras. Me quedé completamente alucinado, así que le pregunté a Rubén si estaba viendo eso y me confirmó que sí. Inmediatamente, aquello comenzó a descender, pero por la izquierda, donde no había peldaños. No caminaba, sino que se desplazaba como si estuviera bajando por una cinta transportadora. No tenía brazos ni piernas, pero su aspecto era humanoide con una cabeza y un tronco".

Cuando estaba casi en la entrada del edificio, a unos tres o cuatro metros de Alejandro y su amigo, les pudo el miedo y salieron en sus bicicletas a la máxima velocidad que les permitían sus piernas. Tal como explicaba mi informante: "No vimos aquella figura luminosa solo Rubén y yo, sino también un montón de chicos que estaban detrás de nosotros. Recuerdo que en la huida gritábamos de miedo, algunos se caían y se volvían a levantar, unos tropezábamos con otros por el afán de alejarnos de allí cuanto antes".

Sobre el autor
Miguel Pedrero

Miguel Pedrero es director adjunto de la revista Año/Cero y miembro del equipo de los programas radiofónicos La Rosa de los Vientos y El Colegio Invisible (ambos en Onda Cero). Es autor de una quincena de libros, el último de ellos titulado La verdad prohibida (Ediciones Cydonia).

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