Historia oculta
10/07/2019 (15:55 CET) Actualizado: 10/07/2019 (16:17 CET)

El hombre pez de Liérganes

Se llamaba Francisco de la Vega Casar y nació en el año 1656, pero los ecos de su extraña historia aún se dejan oír por las calles de Liérganes. Es fácil encontrar allí establecimientos que llevan orgullosos el nombre, no del citado De la Vega, sino del ser que lo hizo famoso: «el hombre pez».

10/07/2019 (15:55 CET) Actualizado: 10/07/2019 (16:17 CET)
El hombre pez de Liérganes
El hombre pez de Liérganes

A la edad de dieciséis años fue enviado al País Vasco para aprender el oficio de carpintería. Una vez allí, nuestro hombre pez no dejaba pasar la oportunidad de sumergirse en las aguas de la ría o del mar, que tanto le daba una cosa que otra. Ya jamás se supo de él, desapareció en el mar… Y ahora forma parte de la mitología de Cantabria.

Cinco años después de ese suceso, unos pescadores que faenaban en las costas de Cádiz prendieron en sus redes a un extraño pez, o al menos eso pensaron al principio, porque tras observarlo con detenimiento resultó no serlo. Su apariencia humana le delataba: se trataba de un joven corpulento, de gran estatura, pelirrojo y con el cuerpo cubierto de escamas. No decía nada; tan sólo se limitaba a mirar a sus captores, que, aterrados, no daban crédito a lo que estaban viendo. Es importante resaltar que cuando fue capturado emitía sonidos guturales y lo que parecía ser una palabra: «Liérganes». 

Así pues, acudieron al secretario del Santo Oficio, fray Domingo de la Cantolla, que casualmente era de Liérganes. Al conocer los hechos, el inquisidor relacionó de inmediato el hallazgo con la desaparición de Francisco de la Vega, su vecino años atrás. Fue entonces cuando un fraile franciscano, fray Juan Rosendo, se ofreció a devolverlo a su presunta localidad natal, donde fue identificado por la madre y dos de sus hermanos, uno de ellos también sacerdote. Francisco, o al menos algo que se le parecía remotamente, había regresado a casa

Las crónicas describen a Francisco de la Vega como un hombre de 1,80 de estatura, bien formado, de pelo rojo corto, las uñas roídas por el salitre y eternamente descalzo. Para añadir más misterio, hay autores que defienden que tenía un cinturón de escamas que iba desde la nuez hasta el estómago. ¿Obedecía este aspecto a su extraordinaria adaptación al entorno marino o tal vez era víctima de alguna enfermedad? 

A este respecto, Gregorio Marañón, en su libro Las ideas biológicas del padre Feijoo, dijo que «la mudez, la tez blanca, el pelo rojizo, la piel escamosa… eran debidas, probablemente, a la ictiosis. La glotonería y el hecho de comerse las uñas, datos que aparecen en el relato del padre Feijoo, interpretados desde un punto de vista clínico, no son sino síntomas de cretinismo, enfermedad endémica propia de regiones montañosas, y entonces frecuente en la montaña santanderina». Además, las cualidades natatorias de Francisco de la Vega y su capacidad para permanecer sumergido durante minutos eran debidas a la insuficiencia tiroidea que padecía, ligada a quienes sufren de ictiosis. Fuera como fuera, lo que queda claro es que la leyenda del hombre pez es un tema de interés cultural conocido por toda la zona de Cantabria.

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