Creencias
07/10/2020 (13:10 CET) Actualizado: 26/01/2024 (10:33 CET)

Los resplandecientes de Jesús

En la Biblia son constantes las apariciones de unos seres no humanos que protegen, castigan y entablan relaciones con distintas personas, además de permanecer siempre muy cerca de Jesús. De un modo genérico son identificados como «ángeles del Señor».

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Los resplandecientes de Jesús
Los resplandecientes de Jesús
Nº 363, Octubre 2020
Este artículo pertenece al Nº 363, Octubre 2020

Muchos piensan que Jesús no era de este mundo… y puede que lleven razón. De hecho, cuando Pilatos le preguntó si realmente era el rey de los judíos, él le contestó que era el soberano de un reino que no podía ubicarse en este plano de existencia. Si su reino hubiera pertenecido a la Tierra, habría enviado a sus «ayudantes» para evitar que los judíos lo apresasen. Sin embargo, allí estaba, frente al procurador romano, siendo juzgado por sedición contra Roma. No obstante, ¿quiénes eran esos ayudantes a los que Jesús se estaba refiriendo? Desde luego no podían ser los apóstoles; los mismos que la noche anterior huyeron cobardemente del huerto de Getsemaní, dejándolo solo para que fuese capturado por la soldadesca del templo. Tampoco podía referirse al grueso de sus discípulos, hombres y mujeres humildes que nada sabían de armas ni estaban adiestrados en el arte de la guerra. Entonces, ¿quiénes eran esos «ayudantes»?

Será el mismísimo Jesús quien nos saque de dudas. Y es que, como podemos leer en el Evangelio de Mateo, cuando los mercenarios del sanedrín, encabezados por Judas Iscariote, fueron a arrestarlo, Pedro sacó su espada e hirió en la oreja a Malco, el mayordomo del sumo sacerdote, por lo que el nazareno lo reprendió diciendo: «Guarda tu espada. ¿O piensas que yo no puedo rogar a mi padre, el cual pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles?». Según la declaración del Nazareno, él era el soberano de un territorio más allá de las fronteras de la Tierra, un reino celestial, por lo que sus ayudantes no podían ser otros que los habitantes de esas moradas ultraterrenas. Recordemos que, tras pasar cuarenta días de ayuno en el desierto, cuando hubo superado todas las tentaciones de Satanás –según narran los evangelios–, vinieron los ángeles a servirle y a darle de comer.

Una constante en la familia del maestro

A lo largo del Nuevo Testamento la presencia de seres que descienden del cielo parece ser una constante en la vida, no solo del Maestro, sino también de su familia. El primero en tener un encuentro con ellos fue Zacarías, el marido de Isabel, pariente de la Virgen María. El evangelista Lucas afirma que, estando Zacarías oficiando en el templo de Jerusalén, le tocó el turno de entrar en el Sancta Sanctorum para quemar incienso delante del Arca de la Alianza, la cual era considerada como la Presencia de Yahvé en este mundo. Encontrándose en esos menesteres, el ángel del Señor se le apareció a la derecha del altar de los inciensos para anunciarle que su esposa, anteriormente estéril, concebiría y daría a luz un hijo, el cual estaría lleno del Espíritu Santo incluso desde el vientre de su madre. Nos estamos refiriendo a Juan el Bautista. Zacarías, turbado, no tendrá más remedio que creer, sobre todo cuando el ángel lo dejó mudo por su falta de fe.

La siguiente en experimentar un encuentro con estas entidades «extraterrestres» será la propia María. Lucas sigue su narración diciendo que, estando ella en su casa, un ángel se presentó en su puerta, entró y la saludó. A pesar de la sorpresa de la muchacha, el invitado le comunicó que Dios la había escogido para llevar en su seno al Salvador, por lo que María sería inseminada artificialmente esa misma noche, quedando encinta sin que fuese necesaria la intervención de ningún ser humano. Curiosamente, los protagonistas de estos encontronazos con los ayudantes de Jesús no tuvieron ningún reparo en llamarlos ángeles, por lo que cabría preguntarse qué características especiales poseyeron estas entidades para destacar entre el resto de los hombres y mujeres de la Tierra.

angeles resplandecientes jesus
 

Únicamente cuando el cristianismo se sincretizó con la tradición romana, en el 325 d. C., los ángeles comenzaron a asociarse con la imagen de Cupido y empezaron a tener alas, las cuales no son sino una manera gráfica de simbolizar que podían ascender y descender del cielo a voluntad. Antes de esto tenían que utilizar una escalera, como la que el patriarca Jacob vio de camino a la región de Harán, cuando el sol cayó y tuvo que hacer noche en Betel. Tomó entonces una de las piedras del lugar, se la puso como cabecera y se acostó, soñando con una escalera apoyada en tierra, cuya cima tocaba los cielos, por la que los ángeles de Dios subían y bajaban constantemente. Un utensilio que los ayudantes de Jesús no habrían necesitado si hubieran estado dotados de apéndices con plumas. Por tanto, debemos suponer que los ángeles presentan el mismo aspecto que nosotros, empero con una única diferencia, que vienen de otro planeta… Además, como veremos a continuación, tanto sus ropas como sus rostros son resplandecientes.

Los ángeles en sus naves

Con todo, si los ángeles no tienen alas, ¿cómo pueden subir y bajar del cielo? ¿Hasta dónde llegaba aquella extraña escalera que vio Jacob en Betel y dónde estaba apoyada? Quizás la respuesta la encontremos en la estrella de Belén. Lucas narra en su evangelio que, tras el nacimiento de Jesús, unos magos venidos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando dónde debía nacer el Mesías, puesto que habían visto alzarse su estrella sobre el horizonte. Herodes, al enterarse de esto, temió que el recién nacido pudiera arrebatarle el trono y los envió a Belén con la condición de que, cuando lo hubieran encontrado, regresasen para decirle dónde estaba el niño y así poder ir también él a adorarlo. Los magos, poniéndose de nuevo en camino, volvieron a ver la estrella, la cual iba delante de su caravana hasta que se detuvo justo encima del edificio donde se encontraba el recién nacido.

Puesto que es imposible que ningún cuerpo celeste pueda sobrevolar el horizonte, cambiar de rumbo y detenerse encima de una casa determinada, muchos son los que han intentado esclarecer qué podría haber sido en realidad la estrella de Belén. Para el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler, el fenómeno pudo deberse a la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno. Siguiendo esta línea de investigación, más recientemente Michael R. Molnar descubrió que en el año 6 a. C. se produjo una doble ocultación de Júpiter tras la Luna, lo que quizás pudiera explicar que la «estrella» desapareciese cuando los magos llegaron a Jerusalén, y que reapareciese de nuevo para conducirlos hasta el niño.

Con todo y con eso, la narración evangélica no dice nada de un grupo de astros señalando el lugar del nacimiento, ni tampoco que Júpiter –un cuerpo celeste sobradamente conocido en la antigüedad– se ocultase tras la Luna para volver a aparecer días más tarde. Si somos fieles al relato, Mateo expone claramente que una estrella –es decir una esfera luminosa– guió a los magos desde Oriente a Jerusalén; y que una vez en Jerusalén, volvió a aparecer para conducirlos justamente a la casa de los padres de Jesús. Por tanto, ninguna de las anteriores teorías es completamente fiel al comportamiento de ese extraño objeto volador no identificado que hace dos mil años surcó los cielos de Israel.

Pero el problema es que ni Kepler ni Molnar tuvieron en cuenta la otra parte de la historia. Aquella que asegura que cuando Jesús nació, un ángel del Señor se presentó a los pastores que guardaban sus rebaños en las colinas anexas a la villa de Belén, y que la Gloria de Dios los envolvió con su luz, por lo que los hombres tuvieron miedo y se turbaron. El ángel, tratando de tranquilizarlos, les anunció que no lejos de allí acababa de nacer el Mesías. Luego, una multitud del ejército celestial se juntó en ese mismo lugar para regresar de nuevo al cielo, tal vez a bordo de esa nave espacial que refulgía cual estrella y que los descreídos se empeñan en tratar de hacernos creer que pudo haber sido una supernova, un cometa, una conjunción o cualquier otro sesudo razonamiento que sin embargo no casa con lo que encontramos en la leyenda original. Un objeto volador que, si echamos un vistazo al Antiguo Testamento, lo encontraremos también sacando a los hebreos de la tierra de Egipto, sobrevolando la cima del monte Sinaí, posándose en la perpendicular del tabernáculo cuando Dios quería hablar con Moisés, descendiendo en Betel para que Jacob tuviese la visión de una escalera por la que los ángeles subían y bajaban, o abduciendo a Elías mientras paseaba junto a Eliseo camino de Gilgal. Una nave y sus tripulantes que tampoco dejarán solo al Hijo de Dios en ningún momento.

 

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