Creencias
07/10/2020 (13:10 CET) Actualizado: 26/01/2024 (11:00 CET)

Los ángeles de luz de Jesús (II)

Los conocidos como «Ángeles del Señor» poseían una llamativa característica física: que emitían a su alrededor una luminiscencia, pero, ¿de dónde procedían? ¿Qué misión tenían? ¿Siguen en nuestro mundo en la actualidad?

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Los ángeles de luz de Jesús (II)
Los ángeles de luz de Jesús (II)

La luz tabórica

A apenas unos pocos kilómetros de Nazaret se alza la impresionante silueta del monte Tabor, donde Jesús mudó su semblante delante de Pedro, Santiago y Juan –en la llamada Transfiguración–, resplandeciendo con lo que desde ese momento se ha venido conociendo como Luz Tabórica; un fenómeno común entre todos los que han estado literalmente cerca de la presencia de Yahvé. Moisés, tras pasar cuarenta días en lo alto del Sinaí, cuando descendió con la Tablas de la Ley, no sabía que la piel de su rostro fulguraba de luz celestial, por lo que tanto su hermano Aaron como la totalidad de sus convecinos tuvieron miedo de acercarse a él. A tenor de lo anterior, el caudillo hebreo decidió cubrir su rostro con un velo, de modo que cada vez que tenía que hablar con los hijos de Israel, se tapaba la cara; pero cuando entraba en el tabernáculo, se quitaba el velo para hablar con Dios.

De la misma manera, los ángeles, al estar rodeados constantemente por la Gloria de Yahvé, han hecho de la Luz Tabórica parte de su ser, por lo que tanto sus rostros como sus vestiduras son capaces de emitir esa especie de resplandor divino. El monte Tabor, desde tiempos remotos, ha sido considerado uno de los lugares más sagrados de Galilea incluso por las tribus de pastores nómadas que pasaban allí las noches, encontrándose en su cima restos de antiguos templos paganos que se remontan hasta la edad de piedra. Y no es de extrañar, puesto que la colina tiene el magnetismo especial de los enclaves de poder. Incluso, cuando la divisas desde la carretera, algo en tu interior te alerta de que el monte donde vas a subir tiene secretos que contarte.

Los «guardaespaldas» de Jesús

Según la narración neotestamentaria, cuando Jesús empezó a refulgir, dos varones igualmente llenos de Gloria aparecieron junto a él y comenzaron a hablarle. Pedro, creyendo que eran Moisés y Elías, entró en una especie de catarsis, como si la proximidad con aquellos dos seres hubiese trastocado su razón, distorsionando y mezclando de alguna manera el mundo de los sueños con la realidad, por lo que comenzó a decir cosas sin sentido. Un curioso caso que ya hemos visto en el patriarca Jacob, quien también parecía estar en una especie de trance onírico cuando se encontró con el campamento de los ángeles en Betel.

Mientras Pedro divagaba, una nube descendió y los cubrió. Sin embargo, los apóstoles tuvieron miedo de entrar en la nube, por lo que únicamente pudieron escuchar una voz proveniente de ella que es dijo: «Este es mi hijo, el elegido. ¡Escuchadle!». Tras esto, la nube y sus tripulantes desaparecieron, de modo que Jesús dejó de brillar y regresó a su forma anterior. Durante algunos días, Pedro, Santiago y Juan callaron. ¿Qué podían decir? ¿Cómo explicar lo que habían vivido? El contacto con aquel fulgor había mudado el semblante de Cristo, haciéndolo semejante en todo a los ángeles. Una luz que sin embargo fue capaz de robarle la razón a Pedro y de dejar sin palabras al resto de la compañía, por lo que cabe suponer que el efecto de dicha energía es distinto en cada persona.

Tras la crucifixión y muerte del Maestro seguimos encontrando la presencia de sus ayudantes junto a su sepulcro. Mateo afirma que, al despuntar la mañana del domingo, cuando María Magdalena se acercó al monumento, un ángel del Señor descendió del cielo, hizo rodar la piedra que tapaba la tumba y se sentó encima de ella. Su rostro era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Marcos no aporta ningún dato nuevo y solo hace mención a un varón vestido con una túnica blanca, el cual retiró él solo una piedra de al menos dos toneladas y anunció a las mujeres que Jesús no estaba muerto, sino que había resucitado.

Lucas, por su parte, asegura que no fue uno, sino dos hombres con vestidos fulgurantes los que anunciaron la resurrección del Maestro. Mientras Juan, el último en escribir su evangelio, dice claramente que dentro de la sepultura de Jesús se encontraban dos ángeles vestidos de blanco, uno en la cabecera y otro a los pies de donde había sido depositado su cuerpo. Finalmente, tras varias manifestaciones a su familia y discípulos, el Nazareno será elevado al cielo por la misma estrella que guió a los magos y que descendió en el monte Tabor para hacer que mudara su semblante.

angeles jesus
 

Ángeles en El Vaticano

Pero si todo esto no ha sido suficiente para comprender que la estrella y la nube que aparecen en la Biblia no son otra cosa que una nave espacial, y que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy, el secretario personal del papa Juan XXIII, Loris Francesco Capovilla, nos sacó de dudas cuando relató el encuentro cercano que su santidad y él tuvieron con una criatura de las estrellas mientras caminaban por el palacio de verano de Castel Gandolfo. Capovilla declaró lo siguiente: «El Papa y yo estábamos paseando por el jardín una noche de julio de 1961 cuando observamos sobre nuestras cabezas unas naves. Eran de forma oval y tenían luces intermitentes de color ámbar y azul. Tras pasarnos por encima, una nave aterrizó en el césped del lado sur del jardín. Acto seguido, salió de su interior una criatura que parecía humana, con la única excepción de que estaba rodeada por una luz dorada, era muy alta y tenía las orejas alargadas. Su santidad y yo nos arrodillamos porque no sabíamos lo que estábamos viendo. Enseguida nos dimos cuenta de que aquello no era de este mundo, por lo tanto debía ser un acontecimiento celestial. Rezamos y, cuando levantamos la cabeza, la criatura estaba todavía allí. Entonces el santo padre se levantó y caminó hacia él. Ambos estuvieron hablando durante al menos veinte minutos. Como no me llamaron, yo permanecí donde estaba y no pude escuchar nada de la conversación. Finalmente, la criatura se dio la vuelta, se metió en su nave y se marchó. Cuando su santidad regresó, me dijo: ‘Los hijos de Dios están en todas partes, aunque algunas veces tenemos dificultad para reconocer a nuestros propios hermanos’».

«Son nuestros hermanos»

Recordemos que «hijos de Dios» es otro de los términos que los escribas sagrados utilizaron para referirse a los ángeles. En Génesis 6:2 encontramos cómo las hijas de los hombres se hicieron deseables para los hijos de Dios, es decir, para los ángeles. En el Libro de Job, los hijos de Dios cantan a coro mientras Yahvé apuntala las bases de la Tierra. En el salmo 89:6, el autor se pregunta quién de los hijos de Dios en el cielo es semejante a Yahvé. Por tanto, ¿se encontró «el Papa Bueno» con uno de los ayudantes de Jesús? ¿Se paseó la estrella de Belén esta vez por Roma? Todo parece indicar que así fue.

Cabe destacar que el Vaticano nunca ha negado la existencia de vida en otros planetas. De hecho, resulta curioso que cuando en 2008 le preguntaron al respecto a José Gabriel Funes, director del Observatorio Vaticano, éste contestó: «Dios podría haber creado vida inteligente en otros planetas del universo y puede que incluso sean nuestros hermanos». Prácticamente las mismas palabras que Juan XXIII utilizó para referirse al ser con el que se topó en los jardines de Castel Gandolfo.

Desafortunadamente, no sabemos lo que el ángel le dijo al vicario de Cristo, pero lo que sí conocemos es que, después de su encuentro, el sucesor de san Pedro se volcó para mediar en la Guerra Fría que enfrentaba al bloque capitalista occidental con el bloque comunista del este, abogó por los derechos de los pobres y luchó incansablemente contra la miseria en el Tercer Mundo. Antes de morir, Juan XXIII terminó de escribir su encíclica Pacem in Terris, un llamamiento a todas las naciones y a todos los pueblos de la Tierra para luchar juntos por establecer la paz mundial. Algunos piensan que, durante los últimos años de su vida, el rostro del Papa parecía refulgir con una luz especial…

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