Ocultismo
01/06/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Melquisedek, el Rey del Mundo

El tema del«Rey del Mundo» es demasiado importante para ocultarlo, incluso para quienes nunca han oído hablar de él. Este héroe secreto de la Humanidad atesora un misterio que atañe a todas las épocas y culturas. En el presente artículo resumimos los conceptos fundamentales desarrollados por su autor en un libro que será publicado en Italia por Ediciones Hera: Melquisedek y la tradición de los Vigilantes.

01/06/2005 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Melquisedek, el Rey del Mundo
Melquisedek, el Rey del Mundo
Mul.Kak.Sidi., el nombre que los sumerios daban a la estrella Sirio es, como Melquisedek, el anagrama de un personaje antiguo y arcano, tan importante como enigmático para todas las grandes religiones. Sobre él habla el Salmo 2 de la Biblia: «¿Por qué se levantan los reyes de la Tierra contra Dios y su Ungido, diciendo: ';rompamos sus ligaduras'?… Yo he puesto a mi soberano sobre Sión, mi monte santo».

Nos hallamos en presencia de un Dios supremo (El Elyon), vértice y centro absoluto de la pirámide que irradia la fuerza de la Creación, y de su Enviado a este plano de realidad para liberarnos de la opresión de los «Principados terrestres y celestes», que los gnósticos llamaban «Arcontes planetarios». Estos eran los adversarios del «Príncipe de la Luz», que en la Biblia es llamado Melquisedek, rey de Salem y de Sión.

Pero, ¿quién es en realidad este personaje? ¿Se trata de un extraordinario sacerdote o de una inteligencia eterna? Aunque Juana de Arco se refirió a él en sus cartas a los ingleses, su papel fue siempre ignorado por la mayoría. Y aún menos conocida es la Orden iniciática que lleva su nombre, a la cual la tradición confiere la misión de gobernar nuestro planeta en un régimen de justicia.

Según dicha tradición, existe en la Tierra un centro iniciático de naturaleza metafísica, del cual todos los otros centros no son sino ramificaciones. Para conservar esta llama, aparece un Ser que posee todo el conocimiento y el poder: el representante de Dios en la Tierra. Esta energía fue conocida como Melquisedek entre esenios y cabalistas –«Rey de Justicia» o «Maestro de la Verdad»–, pero también se manifiestó bajo numerosos nombres: Cristo, Zoroastro, Mercurio, Adan Kadmon, Merlín, Arturo, Krishna, Buda, Apolo, Horus, Hermes Trismegisto, Mitra y Ahura Mazda, entre otros.

La Trinidad eterna

En todos los casos, se trata de un ser que presenta tres aspectos: Padre, Madre e Hijo. Esto significa que se revela también como Gran Madre Celeste, la Sophia llamada María, Isis, Sekinah, etc. Todos los dioses solares de los antiguos Misterios no son sino diferentes aspectos suyos. La Tradición primordial también le llama «Eterno Señor de la Luz», «Príncipe de la Luz», «Virgen de Luz», «Lucifer» (Portador de la Luz), «Anciano de los días o del Tiempo», «Hijo», «Creador Supremo» o «Mensajero».

Melquisedek constituye, por tanto, una «Inteligencia-energía» que, en determinados momentos, se manifiesta en un hombre para enseñar «la Vía de la Liberación». También es el nombre sacerdotal de la divina jerarquía y de los semidioses que desempeñaron el doble oficio de sacerdotes-reyes. En consecuencia, representa la realeza sagrada de un sacerdocio superior.

Los últimos Melquisedek fueron algunos monarcas de la dinastía merovingia, herederos del linaje davídico. Según el Sacramentario carolingio II, 10, San Fortunato dijo de Childelberto: «Melquisedek Nuestro, Rey y Sacerdote, ha realizado la obra de la religión». En el ciclo antediluviano, esta obra –evocadora de la Gran Obra alquímica–, la realizó Enoch, que asumió el rango de Metatron, el Ángel del Trono Divino, y en el tiempo post-diluviano la misma misión habría correspondido a Jesús de Nazareth.

Según nuestra investigación, tanto El Elyon –nombre cabalístico de Dios–, como Melquisedek, su heraldo, provienen de la tradición fenicio-cananea y del pueblo al que los egipcios conocieron como hicsos. Los siro-fenicios lo llamaban Melqart y era el dios más importante después del Creador. Hércules y Hermes-Mercurio fueron dos aspectos suyos.

Abraham, a quien se asocia con la primera aparición bíblica de Melquisedek, provenía del linaje ario de Mitanni, estirpe originaria de Ur, la misma de la cual derivaron los fenicios. El pasaje de la Biblia en el que Melquisedek lo bendice simboliza el momento en que Abraham entró en contacto con la gran tradición del «Rey de Justicia» y su propia transformación en un rey-sacerdote, según el modelo de Melquisedek.

La estirpe real de Jacob y David era siro-fenicia cananea, o hicsa, correspondiente a los famosos «faraones pastores». En Génesis 46,34, cuando José –de probable origen hicso y que, según Ahmed Osman, en la historia aparece como Yuya– afirma que los egipcios «odian a los pastores de ganado», se refiere precisamente a los hicsos, quienes invadieron el país del Nilo en la misma época en la cual, según la Biblia, los israelitas aumentaron notablemente su número provocando la alarma del faraón.

Es probable que los hicsos intentaran revitalizar en Egipto la Tradición primordial del rey solar, que se remontaba al periodo predinástico y a las primeras dinastías, gracias a unos soberanos de origen ario llamados Shemsu Hor (compañeros de Horus). Dicha dinastía mantuvo viva su memoria hasta finales del Imperio Antiguo.

Sin embargo, este proyecto de restauración se frustró con la derrota de Akhenaton –el faraón que promovió el culto monoteísta del dios solar Aton–, quien tal vez descendía del José bíblico a través de su madre Tiye, hija de José-Yuya. De cualquier modo, el pueblo de Israel habría recogido este antiguo legado, que se convertiría en el fermento de su religión nacional tras abandonar Egipto.

En la Biblia, Melquisedek es citado tres veces: en Génesis, Salmos y Epístola a los hebreos. En Génesis lo vemos ofreciendo el pan y el vino a Abraham, y presentándose como «sacerdote de sacerdotes». Al pagarle el diezmo, Abraham lo reconoce como tal.

El simbolismo alquímico

La tradición eucarística del pan y del vino, recogida por Jesús en la Última Cena, es un rito antiquísimo que simboliza la unión mística del principio masculino con el femenino, como resultado de un trabajo alquímico sobre el sistema cerebro-espinal humano. En el capítulo 68 del Libro de los muertos egipcio se dan instrucciones precisas para elaborar este «pan y vino de la comunión» y, en el 79, Osiris lo recibe como ofrenda sepulcral, afirmando que él se comunica con los hombres mediante dicho sacrificio, que define como la «emanación del ojo de Ra». Este es «el tercer ojo», la glándula pineal.

La ofrenda del pan y del vino por parte de Melquisedek significa que él representa tanto el principio femenino lunar en el hombre (pan filosofal), como el masculino solar en la mujer (vino). Así, encarna en el hombre y en la mujer por polaridad inversa, a fin de equilibrar las dos naturalezas presentes en el interior del ser humano (Justicia).

Melquisedek ofrece el pan y el vino a Abraham, como Jesús a sus discípulos. Este sacrificio alquímico halla una expresión artística sublime en la pintura La adoración del cordero místico, de los hermanos Hubert y Jan van Eyck. Por este motivo, el «Rey del Mundo» Melquisedek es el auténtico soberano del mundo interior. Simbolizado en algunas tradiciones como reino subterráneo (Agartha), dicho ámbito representa el Reino de Dios dentro de nosotros mismos. Por lo tanto, todo aquel que se eleva a lo divino asume la función de Melquisedek.

En Salmos 110, 4, se menciona la existencia de un sacerdocio eterno según el Orden de Melquisedek, en referencia al rey David. Esto parece extraño, dado que el único Orden sacerdotal oficial entre los hebreos era el de Aaron (Éxodo, 28,1). ¿Quién administraba secretamente esta misteriosa Orden de Melquisedek en el Israel de aquella época? Evidentemente, dicha Orden tenía la misión de preparar el advenimiento de los reyes-sacerdotes descendientes de Jesé, ese linaje davídico del que descendería Jesús.

La respuesta a este enigma nos conduce a los esenios, entonces conocidos como Fraternidad de Sadok (Melqui-Sedek). Por eso, encontramos una devoción enorme por Melquisedek en los manuscritos de Qumrán, que lo presentan como la entidad sobrehumana opuesta a Belial, el Príncipe de iniquidad.

En la Epístola a los hebreos se afirma sobre Jesús: «Tú eres sacerdote para siempre al modo de Melquisedek». En realidad, se alude al sacrificio del propio ego, que equivale a una transformación o una metamorfosis: el paso de un estado material a uno superior, simbolizado en la alquimia con la conversión del plomo en oro. Este es el motivo por el cual Melquisedek se asocia siempre con el chivo expiatorio, al asumir la doble función de sacrificador (sacerdote) y víctima.

Estamos ante el sacrificio del animal que hospeda lo divino en el ser humano. Cristo inmola su parte humana (Jesús) o, si se prefiere, Jesús se auto-inmola para realizar en sí mismo al Cristo y acceder así al máximo nivel de conciencia, situándose en un plano sobrehumano. Al hacerlo, su espíritu divinizado adquiere poder sobre la materia. Así se produce el paso de un estado denso (materia) a otro más puro y luminoso.

En la Epístola a los hebreos, Pablo analiza la expresión «Rey de Salem», que en los escritos esenios equivale a Nesi Shalom, el «Príncipe de Paz», y Siolé shalom abba, «Mensajero de la paz del Padre». Salem y Shalom significan «paz» en hebreo pero, en un nivel más profundo, Salem es también la Jeru-Salem celeste, que se menciona en Apocalipsis 21. Se designa así un estado desvinculado del devenir, asociado íntimamente al despertar del chakra cardiaco, que en Occidente y en términos profanos será conocido por los creyentes como «Sagrado Corazón de Jesús».

Esta Epístola a los hebreos es un documento de enorme valor, porque difunde secretos milenarios y proyecta fuera del Templo la verdad sobre ese sacerdocio primordial que invistió el alma de Jesús. Dicho sacerdocio planetario es puesto bajo la tutela de un Orden secreto, distinguido con el nombre de Melquisedek. Pablo demuestra así que había sido bien instruido por los esenios acerca de la importancia de Melquisedek y sobre su papel como «sacerdote de sacerdotes» y« Rey de reyes».

Por eso, en Hebreos 5, 5 Pablo define a Jesús como sacerdote según el Orden de Melquisedek: «Cristo no se atribuyó la gloria del Sumo sacerdote, sino que se la confirió aquel que dijo: ';Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado'» (después del bautismo en el Jordán). Y un poco más adelante añade: «Tú eres sacerdote para siempre al modo de Melquisedek». En Hebreos 5, 9 insiste nuevamente en esta idea fundamental: «(Jesús) ha sido hecho perfecto, causa de salvación eterna... proclamado por Dios Sumo sacerdote al modo de Melquisedek».

A continuación, Pablo acusa a los sacerdotes y maestros de aquella época de ignorar los principios elementales de la tradición, refiriéndose claramente a una enseñanza iniciática, que él mismo define como «doctrina de la Justicia» y simboliza con el «alimento sólido» de los adultos, contraponiéndolo con la «leche», que constituye el sustento de los no iniciados, comparándolos con lactantes.

Jesús, la realización perfecta

Por este motivo, en Hebreos 7, 15, se afirma: «a semejanza de Melquisedek, Jesús ha sido constituido sacerdote, no por la carne (el sacerdocio aarónico era hereditario), sino por el poder de una vida indestructible». Esto significa que la encarnación del espíritu de Melquisedek en tiempos post-diluvianos se realizó completamente en Jesús.

Todos los profetas, sacerdotes y reyes que lo precedieron –y no hablamos sólo de la estirpe de Abraham–, no alcanzaron a realizar esa energía completamente, aunque muchos se acercaran. Buda, por ejemplo, habría accedido a un grado de despertar que se define como «búdico» y que, en el sistema hinduista, equivale a la apertura del «tercer ojo». Pero este estadio precede a otro superior, el que corresponde al Atman hinduista y al Kether cabalístico, que únicamente consiguió Jesús. Un estado en el cual el ser se funde en uno con el Padre y con el Universo entero. Este Melquisedek manifestado en el Cristo es la prefiguración del máximo grado de evolución espiritual al que puede acceder el ser humano.

Sobre esta base, podemos definir a Melquisedek como el nombre clave en torno al cual gira toda la tradición hermética y mistérica. El hecho de que haya sido venerado en su aspecto femenino y masculino, como Eva y Adán, María y Cristo, Isis y Horus, así como en su aspecto de anciano o de joven, o que haya sido adorado bajo los más diversos nombres divinos, no debe hacernos olvidar que todos esos aspectos corresponden a una única entidad.

Es probable que él mismo, a lo largo de la historia, tuviese la voluntad de manifestarse bajo distintas formas para revelar que se halla presente en todos los seres, manifestaciones naturales, religiones, mitos, leyendas y sucesos históricos. Precisamente, esta es la función de la quintaesencia, el ser-energía, el Dios invisible a los ojos de los profanos, pero perceptible por el intelecto superior (Nous) de los iniciados. Esta entidad constituye el centro inmutable del cual emerge la realidad dimensional del mundo en el cual vivimos. El Elyon sería una divinidad inaccesible si no fuese por este mediador que revela a los seres humanos un conocimiento supremo, permitiendo la transmutación de su naturaleza terrenal y su acceso a un estado superior. Melquisedek nos revela así una Gnosis primordial que no se ha perdido, sino que permanece oculta, siempre preparada para volver a florecer.
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