Civilizaciones perdidas
01/08/2007 (00:00 CET) Actualizado: 03/06/2019 (10:54 CET)

SOCIEDADES SECRETAS EN ESPAÑA

El libro Sociedades secretas españolas (Zenith, 2006), de León Arsenal e Hipólito Sánchez, supone un viaje hasta 1936 por la historia de España, teniendo en cuenta la influencia de determinadas organizaciones sobre la política del país. En el presente trabajo vamos más allá en el tiempo y tratamos de descubrir el poder real de estos grupos en pleno siglo XXI.por : Miguel Pedrero

01/08/2007 (00:00 CET) Actualizado: 03/06/2019 (10:54 CET)

Entre los años 1520 y 1521 tuvo lugar lo que algunos historiadores han bautizado como la primera revolución europea de la era moderna. Varias ciudades del interior de la Corona de Castilla se levantaron contra el emperador Carlos I, que pretendía crear una élite dirigente formada por nobles extranjeros. Al final, el monarca logró acabar con la revuelta y ejecutó a los tres principales cabecillas de los comuneros, entre los que se encontraba José Padilla.

Justo tres siglos después, en 1821, un grupo de masones de ideas revolucionarias decidieron crear en Madrid una sociedad secreta, adoptando como base las revindicaciones de los comuneros. La nueva organización, llamada los Caballeros Comuneros y Vengadores de Padilla, tomó como «héroe mítico» a José Padilla y mantuvo ciertos ritos propios de las sociedades masónicas. El rito de iniciación de los neófitos, por ejemplo, terminaba con un juramento frente al «escudo de Padilla» con las espadas desenvainadas. Los líderes de de la sociedad secreta incluso aseguraban poseer los huesos de Padilla, que también utilizaban en algunos de sus rituales secretos.

Frente a los masones, partidarios de una monarquía constitucional, los Caballeros Comuneros pretendían ganar todavía más libertades en el terreno político y social. En sus memorias, el diputado y escritor Antonio Alcalá Galiano, quien empezó militando en los comuneros y luego se pasó a la masonería, cuenta que los primeros trazaron un plan para asesinarlo. No es extraño, pues las rencillas y ajustes de cuentas eran moneda corriente entre ambas organizaciones. Al final, la sociedad secreta se escindió en dos: un ala más moderada y otras más radical. Esta última, que controlaba las Milicias Nacionales, hizo posible que este ejército derrotara a los batallones de la Guardia Real, que intentaron dar un golpe de estado en 1822. La victoria desembocó en un gobierno controlado por los Caballeros Comuneros. Cuando en 1823 los Cien Mil Hijos de San Luis –soldados enviados por Francia y otras monarquías a petición de Fernando VII, para restablecer el absolutismo en España– penetraron en las fronteras españolas, el jefe de los comuneros exaltados, general Ballesteros, fue el encargado de dirigir las tropas que les hicieron frente. Sin embargo, nada pudieron hacer y finalmente fueron derrotados.

Gremios forestales
Los carbonarios aseguraban que su sociedad secreta había surgido de los gremios de carboneros que trabajaban en los bosques en la Edad Media. Al igual que la simbología masónica se basaba en los útiles de trabajo utilizados por los gremios de constructores, los carbonarios les otorgaban una gran importancia en sus ritos a las hachas, las sierras o las antorchas. Se trataba de una sociedad de corte iniciático que también empleaba en sus ceremonias iconografía cristiana, como cruces, clavos o coronas de espinas. Sólo a los miembros de alto grado se les explicaba el verdadero significado esotérico de dichos elementos: provocar el sufrimiento de los poderosos, nobles y reyes por sus desmanes contra el pueblo soberano.

De todos modos, lo que parece claro es que esta sociedad secreta surge a principios del siglo XIX en Francia como una escisión de la masonería, aunque antes ya existían grupos que practicaban ritos de corte forestal. El carbonarismo se asentó en España a partir de 1820, gracias a los refugiados italianos que llegaron a partir de ese año a la Península, huyendo de varias revoluciones fallidas. España se había convertido en refugio para los revolucionarios europeos, pues en el poder se encontraba un gobierno de corte progresista y liberal.

El objetivo fundamental de los carbonarios era lograr un gobierno republicano. Para ello, primero se unieron a los comuneros y más tarde a los masones. Cuando se produjo la invasión de Los Cien Mil Hijos de San Luis, los carbonarios organizaron un pequeño ejército formado por cientos de exiliados en España, pero tampoco consiguieron frenar el poderío militar francés. Después de esta derrota, la organización acabó diluyéndose con el paso del tiempo.

Anilleros y la Santa Alianza
En esta misma época nació una nueva organización secreta en España: la Sociedad del Anillo, formada por poderosos personajes de ideología liberal, cuya meta era promulgar una nueva constitución progresista, similar a la de Cádiz de 1812. Se cree que entre sus fundadores se encontraban gentes tan influyentes como Martínez de la Rosa o el conde de Toreno. Pertenecieron al grupo algunos ministros, generales y nobles de la talla del príncipe de Angolada, quien incluso presidió la sociedad durante algún tiempo. Se llamaba Sociedad del Anillo porque sus miembros portaban un anillo adornado por una serpiente con la cola entre sus fauces, lo que hizo circular entre el pueblo toda clase de leyendas. Los anilleros al final no resultaron tan progresistas como parecían y tomaron parte en el intento del golpe de estado de la Guardia Real contra el gobierno liberal en 1822, que finalmente se saldó con un estrepitoso fracaso, gracias a la acción de los comuneros que, como ya hemos comentado, controlaban las Milicias Nacionales que se opusieron a la intentona golpista.

Desde el momento que Fernando VII restituyó en España el absolutismo por la acción de los Cien Mil Hijos de San Luis, se preocupó de destruir a cualquier sociedad secreta, pues temía una conspiración en su contra. Y no se equivocaba. En 1824 un grupo de exiliados en Londres ponen en funcionamiento la Santa Alianza, cuya organización se basó en la de los comuneros. Uno de los fundadores era el español Pablo Iglesias, antiguo oficial de las Milicias Nacionales. Sin embargo, más tarde se supo que dos líderes de esta sociedad secreta, el francés Housson de Tour y el italiano César Conti, eran en realidad espías a las órdenes de Fernando VII. Gracias al capital cedido por algunos ricos mecenas consiguieron reunir a un ejército y algunos barcos para desembarcar en España. Pero las rivalidades entre los jefes militares desembocaron en un estrepitoso fracaso.

Conspiraciones políticas
En 1837 se crea en Madrid una sociedad secreta, conocida como La Federación, que no era sino la unión de varias organizaciones de este tipo, entre las que destacaba La Joven España. Ésta formaba parte de una estructura mayor: La Joven Europa, una especie de órgano directivo de sociedades secretas repartidas por todo el continente (La Joven Francia, La Joven Alemania, etc.), fundada por el revolucionario y esoterista Mazini y de carácter republicano. En la mayor parte de los países no caló lo suficiente, a excepción del país transalpino, donde la sociedad jugó un papel de primer orden en la independencia italiana. Se desconoce el grado de influencia que ejerció la organización secreta en la política española.

Los tres primeros diputados republicanos se sentaron en las Cortes españolas en 1841. Ese mismo año la Policía se hizo con los estatutos de otra sociedad secreta, recogidos en un documento titulado Copia de las bases orgánicas y reglamentos provisionales de la Confederación de Regeneradores Españoles. En dichos papeles se alude a la formación de diferentes «círculos», los cuales tenían la misión de estudiar a las personas que pretendían acceder a cargos públicos, para apoyarlos o no en función de los intereses de la Confederación, de ideología claramente republicana.

Diez años más tarde, en 1848, nace el Partido Democrático Español, formado fundamentalmente por republicanos y socialistas. A principios de 1850, el capitán general de Madrid recibe diferentes informes de sus espías acerca de la existencia de una sociedad secreta de ideas democráticas llamada Los Hijos del Pueblo. Uno de los planes para hacerse con el poder consistía en iniciar una revolución armada. Al parecer, la sociedad secreta estaba controlada por el ala más izquierdista del Partido Democrático, organización que tuvo una implicación decisiva en el derrocamiento de los Borbones.

Sociedades secretas actuales
A principios del siglo XX la influencia de las sociedades secretas en la sociedad española decayó considerablemente, a excepción de la Masonería. Durante los cuarenta años de dictadura franquista ni la Masonería ni ninguna otra organización mantuvo una mínima estructura en España. A pesar de la tan manida conspiración judeo-masónica-comunista a la que se refería constantemente el general Francisco Franco, ésta sólo parecía existir en su imaginación. Sin embargo, en los últimos años del franquismo, organizaciones como el Bilderberg o la Trilateral, ambas fundadas por las grandes fortunas del planeta, dirigieron en la sombra la transición política en España. Para ello mantuvieron reuniones o incluso invitaron a sus encuentros a políticos franquistas moderados y a la «oposición oficiosa», es decir, a los dirigentes del PSOE, pues los del Partido Comunista no entraban en sus planes. Pretendían convertir al país en una democracia capitalista, con dos grandes partidos que se turnarían en el poder, uno más progresista y otro más conservador, al estilo de EE UU.

El fundador de la Comisión Trilateral, David Rockefeller, contó con la ayuda del estratega Zbiegniew Brzezinski, antiguo consejero de Seguridad del presidente Jimmy Carter y verdadero «moldeador» de la política occidental en los últimos treinta años. Desde su nacimiento, a las reuniones del Bilderberg acuden los más poderosos empresarios, políticos de primer orden y una corte de intelectuales que defienden las bondades del sistema capitalista.

Según informaciones obtenidas por periodistas independientes, entre los asistentes españoles al encuentro de este año estaban Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto y heredera del emporio financiero de su padre, Emilio Botín; Abel Matutes y Josep Piqué, ambos ex ministros de Exteriores con el PP; Pedro Solbes, actual ministro de Economía y Trinidad Jiménez, responsable de Relaciones Internacionales del PSOE.

Si la finalidad de la Comisión Trilateral es facilitar los lazos económicos, políticos y militares de los tres grandes bloques –EE UU, Europa y Japón– sobre los que se asienta el sistema capitalista internacional, la del Bilderberg, fundado en 1954, consistía en mantener la supremacía occidental sobre la URSS.

En los últimos meses de la dictadura, en 1975, se reunieron en Palma de Mallorca 128 bilderberges. Según diversas informaciones en este encuentro se decidió que Adolfo Suárez sustituyera a Arias Navarro como presidente del gobierno. Tiempo después, en 1989, bajo el gobierno del PSOE, tiene lugar otra reunión del Club Bilderberg en España. Al año siguiente le tocaba a España la presidencia de la Unión Europea, por lo que el presidente Felipe González tuvo un gran protagonismo en el encuentro.

Think tanks
En los últimos años han comenzado a surgir una serie de «grupos de pensamiento» cuya finalidad es ofrecer análisis estratégicos al gobierno. Estas organizaciones dependen en gran medida de otras similares que llevan décadas actuando en EE UU y que son conocidas como think tanks (tanques de pensamiento), en realidad verdaderos gobiernos en la sombra.

En su libro El gobierno invisible (Espejo de Tinta, 2007), el periodista Bruno Cardeñosa identifica a los más importantes en España. Destaca el CEPE (Centro de Estudios de Política Exterior). Fundado en 1991, desde mediados de esa década comenzó a elaborar informes para apoyar la candidatura de José María Aznar al gobierno. Mantiene relaciones con poderosos think tanks vinculados al Partido Republicano de EE UU. Eduardo Serra, antiguo vicepresidente del CEPE y ex ministro de Defensa con el PP, se convirtió en destacado miembro del Club Bilderberg; el prestigioso abogado Antonio Garrigues, vicepresidente de honor del CEPE, sería nombrado presidente de la sección europea de la Trilateral y Rafael Bardají, principal ideólogo del CEPE, se convirtió en el asesor más cercano a Aznar en cuestiones militares. Desde su cargo oficial de asesor ejecutivo del Ministerio de Defensa, Bardají lideró el GEES (Grupo de Estudios Estratégicos), otro «tanque de pensamiento» vinculado al PNAC (Proyecto para el Nuevo Siglo Americano), think tank que sentó las bases de la belicosa política exterior del gobierno de George Bush.

Otra sociedad secreta contra los carbonarios
En 1820 el general Guglielmo Pepé, antiguo oficial de los ejércitos napoleónicos, intentó dar un golpe de estado contra la monarquía absolutista napolitana. No triunfó porque las potencias europeas centrales enviaron al ejército austriaco para evitar que el reino cayera en manos liberales. Exiliado en España, Pepé se puso en contacto con el Gran Oriente Español para proponer un ambicioso plan que él denominaba «la regeneración de Europa». Éste consistía en unir bajo un mando común a diversas sociedades secretas europeas para acabar con el dominio absolutista en el continente. Sin embargo, los intereses contrapuestos entre los diferentes grupos dieron al traste con las esperanzas del ex general. Decidió fundar, entonces, una sociedad secreta llamada Movimiento para la Regeneración de Europa. Pero la gran «aportación» de Pepé y los suyos consistió en aliarse con los comuneros para acabar con el poder de los carbonarios.

Españoles en el Bilderberg
Aunque los medios de comunicación rara vez se hacen eco de las «reuniones semiclandestinas» de la Comisión Trilateral o del Club Bilderberg, el diario El País publicó en 1989 una pequeña nota en la que sobre todo se hacía eco de la intervención de Felipe González ante el poderoso club. Entre los políticos españoles que han sido invitados al menos una vez a sus reuniones podemos citar a Rodrigo Rato, ex vicepresidente del gobierno y ahora director del Fondo Monetario Internacional; Federico Trillo, ex ministro de Defensa; Jordi Pujol, ex presidente del a Generalitat de Cataluña; Manuel Fraga, ex presidente de la Xunta de Galicia; Javier Solana, actual jefe de Exteriores de la UE; Pedro Solbes, ministro de Economía; Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid; etc.

La Garduña y la Mano Negra
Quizás las sociedades secretas que más atención han recibido por parte de los investigadores son La Garduña y La Mano Negra. Sin embargo, los estudios más serios sugieren que estas organizaciones fundamentalmente existieron en la imaginación de quienes las inventaron. Según la creencia más extendida, la Hermandad de La Garduña nació en 1845 como una organización criminal, dirigida por importantes personajes de la política española. De hecho, se acusó a don Rodrigo Calderón, secretario personal de Felipe III, de ser su máximo dirigente. Además, La Garduña tendría el apoyo de importantes jerarcas de la Iglesia, pues también actuaría como una especie de milicia vengadora a las órdenes de la Santa Inquisición. Sin embargo, no existe ninguna prueba de su realidad. Es más, la historia parte de un libro titulado Misterios de la Inquisición española y otras sociedades secretas, cuyo autor, Víctor de Fereal, es un seudónimo. A más inri, el libro no es un ensayo, sino una novela. En cuanto a La Mano Negra, sabemos de su existencia por unos supuestos documentos –cuyo paradero se desconoce– encontrados en 1878 por un oficial de la Guardia Civil llamado Tomás Pérez en un cortijo jerezano. En éstos se aludiría a la creación de una sociedad secreta que luchaba contra los ricos y poderosos. Todos los datos apuntan a que se trató de una invención policial para poder actuar contra los bien organizados grupos anarquistas andaluces. De hecho, uno de los policías que se empleó con más dureza contra los anarquistas fue el tal Tomás Pérez, descubridor de los documentos.

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Comentarios (3)

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