Conspiraciones
18/03/2016 (13:32 CET) Actualizado: 28/06/2023 (15:04 CET)

EL PLAN OCULTO DE LOS AMOS DEL MUNDO

Infinidad de señales a nuestro alrededor apuntan a que la Tierra tiene los días contados . La élites buscar otra «Tierra» donde comenzar de nuevo.

18/03/2016 (13:32 CET) Actualizado: 28/06/2023 (15:04 CET)
Los amos del mundo buscan otra Tierra
Los amos del mundo buscan otra Tierra

Ocurrió pocos días antes de que la 20th Century Fox estrenara The Martian, el filme dirigido por Ridley Scott y protagonizado por Matt Damon. La NASA, que llevaba varios meses sin ofrecer novedades de interés, lanzó un comunicado a bombo y platillo confirmando por fin que hay agua líquida en la superficie de Marte. Dado el carácter extraordinario de la noticia –la presencia de agua es requisito indispensable para la vida–, los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la misma. Hasta Google se sumó a la fiesta, celebrando con un explícito doodle el «descubrimiento» de agua en el Planeta Rojo. Así, lo primero que vieron quienes consultaron el motor de búsqueda más visitado del mundo el día 29 de septiembre de 2015, fue que la segunda «o» de Google, convertida en un simpático icono, simbolizaba a Marte sorbiendo un gran vaso de agua con una pajita. Con más de mil millones de usuarios, el gigante informático se sumaba al propósito de instalar en el inconsciente colectivo la idea de que Marte es perfectamente habitable      

INFORMACIÓN PRIVILEGIADA
Obviamente, el sensacional hallazgo hecho público por la NASA entraba dentro de lo pronosticable, pero más de uno se preguntó si era casualidad que tan crucial anuncio coincidiera con la espectacular campaña publicitaria previa al estreno de The Martian, una película cuyo argumento se centra en la lucha por la supervivencia de un astronauta abandonado a su suerte en el Planeta Rojo, cosmonauta que, contra pronóstico y gracias a su ingenio, logra salir adelante y, de paso, demostrar que por increíble que pueda parecernos, vivir en Marte es posible. ¿Acaso Hollywood y la NASA –sin olvidarnos de Google– quieren prepararnos para «lo que viene»? ¿Hay alguien conspirando para que asumamos con naturalidad que Marte será una especie de Tierra 2?

Aunque no es la primera vez que la NASA presta su colaboración a la industria cinematográfica de EE UU, en el caso de The Martian dicha ayuda fue más lejos que nunca.

Como advertía el semanario Newsweek, la agencia espacial norteamericana participó en la escritura del guión, la fotografía principal e incluso en el marketing del filme. Es más, cuando un periodista de Yahoo Movies pidió a Ridley Scott su opinión sobre el anuncio que acababa de hacer la NASA –en relación con el hallazgo de agua en Marte–, al director británico se le escapó un «lo sé desde hace meses», respuesta que varias webs conspirativas interpretaron como la confirmación de que Scott no sólo había recibido información privilegiada, sino que era el transmisor obediente de los mensajes que oscuras agencias gubernamentales –en connivencia con la industria del cine– pretenden «filtrar» a las masas.  

Quizá muchos piensen que estamos ante simples elucubraciones, pero mentes mucho menos «hiperactivas» que las que sostienen estas webs ya han hecho notar la llamativa proliferación en los últimos años de filmes con argumentos pre y post apocalípticos. Además, no olvidemos que el cine no es sólo un medio de entretenimiento popular, sino un poderoso vehículo ideológico al servicio de la industria, la política o el «mejor postor», con el riesgo de que los intereses de este último sean contrarios a los de la inmensa mayoría de la población.

Así las cosas, tal vez ahora veamos con otros ojos películas como Elysium (2013) –por cierto, también protagonizada por Matt Damon–, filme que describe un futuro relativamente cercano (2159) en el que la humanidad está dividida en dos grupos dramáticamente diferenciados: los despreocupados amos del mundo, que ocupan una lujosa macro-estación espacial, y el resto de la población, que malvive en condiciones miserables en una Tierra devastada (ver recuadro). ¿Ciencia ficción? ¿Hasta qué punto el argumento de Elysium se aleja de la realidad? Numerosos indicios apuntan a que no tanto como cabría suponer.

GUARDIANES SOLARES
En 2006, la revista Wired entrevistaba a Gary McKinnon, un informático británico que, muy a su pesar, había adquirido notoriedad mundial. La razón principal fue que, varios años antes, McKinnon había «hackeado» los sistemas TI de las fuerzas armadas estadounidenses y la NASA. Como quiera que fue descubierto, las autoridades de EE UU le acusaron de haber perpetrado «el mayor asalto informático a un sistema militar de todos los tiempos», inculpación por la que arriesgaba entre 60 y 70 años de cárcel. Pero, ¿qué descubrió este hacker escocés y por qué forzó reuniones al más alto nivel, como las que mantuvieron Barack Obama y David Cameron? Según Gary McKinnon, su pretensión era la de buscar evidencias OVNI o, más concretamente, destapar un complot cuyo objetivo es ocultar a la opinión pública la existencia de naves y agentes alienígenas operando en la órbita de nuestro planeta. ¿Lo consiguió? A juzgar por el extraordinario conflicto diplomático entre Gran Bretaña y EE UU que provocó su caso, es muy probable que acertara en la diana.

A modo de resumen, McKinnon accedió a servidores internos –no públicos– de la NASA, detectando conversaciones comprometoras y fotografías de OVNIs captadas aparentemente por satélites de la agencia norteamericana. «Un experto en fotografía de la NASA dijo que el Centro Espacial Johnson poseía unas instalaciones llamadas Edificio 8 cuyos técnicos se dedicaban, con regularidad, a borrar OVNIs de las imágenes de alta resolución captadas por la agencia. Así que me conecté a la NASA y logré acceder a este departamento –explicaba McKinnon en Wired–. Tenían enormes imágenes de alta resolución almacenadas en sus archivos. Encontré fotografías retocadas junto a imágenes sin censurar. Pude ver brevemente una de esas fotos. Era la de un objeto con forma de cigarro flanqueado por dos esferas. En su estructura no se apreciaban ni costuras ni remaches. No pude hacerme una idea de su tamaño, pero la imagen parecía haberse tomado desde un satélite colocado justo encima. El objeto no tenía nada en común con cualquier nave hecha por el hombre o que yo conozca».

Pero, sin duda, el momento clave del affaire McKinnon tuvo que ver con el hallazgo de varios archivos excel, uno de los cuales llamó poderosamente su atención. Y no era para menos: «Advertí que uno de los documentos se titulaba Oficiales no terrestres –continuaba el hacker escocés–. Contenía nombres y rangos de personal de la Fuerza Aérea de EE UU que no estaba registrado en ningún otro lugar. También incluía información sobre transmisiones 'nave a nave', pero jamás he visto los nombres de esas naves en ningún otro lugar». ¿Acababa de descubrir McKinnon una prueba de que existe una flotilla de naves secretas operando más allá de la atmósfera terrestre? ¿Y qué era aquello de «oficiales no terrestres»? ¿Se refiere esta calificación a un cuerpo militar destacado en el espacio o, como sospechan muchos ufólogos, define a alienígenas en el sentido literal del término? Sea como fuere, lo desvelado por McKinnon recuerda y mucho a uno de los platos fuertes de las conspiraciones vinculadas al fenómeno OVNI. Nos referimos al misterioso proyecto Solar Warden.

Supuestamente desarrollado por EE UU en la década de 1980, Solar Warden (Guardián Solar) es el nombre en clave de un programa ultrasecreto cuyo fin último sería el mantenimiento de una flota norteamericana permanente en el espacio, algo que siempre han negado las autoridades de ese país. Sin embargo, lo que avivó el fuego de este polémico asunto fue una anotación del expresidente Ronald Reagan, escrita el 11 de junio de 1985 y proveniente de su diario oficial. Desclasificada junto con otras 250.000 páginas de documentos el 13 de abril de 2009, la cita de Reagan es la que sigue: «He almorzado con 5 científicos expertos en tecnología aeroespacial avanzada. Ha sido fascinante. Ciertamente, el espacio es la última frontera y algunos de los avances en astronomía, etc… son como de ciencia ficción, excepto que son reales. Me he enterado de que la capacidad de nuestras lanzaderas es tal, que podríamos poner en órbita hasta 300 personas». Obviamente, la cita de Reagan no pasó ni mucho menos desapercibida en medios conspirativos. Habida cuenta que las lanzaderas espaciales tenían capacidad para ocho astronautas, ¿cómo era posible albergar a trescientos? ¿Será cierto que EE UU dispone de una flota espacial secreta? ¿Qué más nos ocultan? ¿Acaso ya disponen de bases espaciales al estilo de ultramodernas «arcas de Noé»?

FIEBRE MILENARISTA
Las condiciones que persuaden a las élites para escapar de nuestro planeta en la ficción distópica de Elysium, están muy cerca de materializarse en la vida real. De hecho, hace tiempo que los «amos del mundo» se pertrechan con lo necesario para afrontar un suceso catastrófico imprevisto. O para que la bomba de la cada vez más insufrible desigualdad entre ellos y los desheradados de la Tierra no les estalle en las narices. El primer ejemplo lo constituye su tendencia a buscar refugio en lugares secretos y, preferiblemente, bajo tierra, aspiración escapista que se hizo parcialmente pública con ocasión de la fiebre «milenarista» de 2012.

Aquel año, en numerosos medios de comunicación aparecieron términos como preppers, preparacionistas o survivalistas, denominaciones que aludían a quienes ponían todos los medios a su alcance para que el hipotético fin del mundo no les pillase desprevenidos. Así, supimos que los más precavidos de nuestros vecinos –sobre todo norteamericanos– almacenaban alimentos y armas, y que las empresas que vendían refugios antinucleares «hacían su agosto» a costa de los vaticinios que señalaban el 21 de diciembre como día del juicio final.

También nos enteramos de que determinados enclaves de nuestro planeta saldrían milagrosamente indemnes del Armagedón, como la localidad francesa de Bugarach o la italiana de Cisternino, la primera porque ocultaba una base alienígena y, la segunda, porque un gurú indio dijo de ella que se convertiría en «una isla segura en mitad del caos». O de que muchos oligarcas rusos, siguiendo los consejos de videntes y santones, habían reconvertido en lujosos y seguros apartamentos búnkeres en desuso desde la Guerra Fría, la anterior «era del terror».

Pero una cosa son los refugios domésticos de los preppers y demás ciudadanos precavidos y otra, muy distinta, las instalaciones subterráneas al servicio de los más poderosos del planeta. O así lo vienen denunciando desde hace años un buen número de webs conspirativas y «portavoces del descontento» como Richard Sauder y Jesse Ventura…

Autor de Underground bases and tunnels: What Is the Government Trying to Hide? (Bases y túneles subterráneos: ¿Qué intenta ocultarnos el Gobierno?), Richard Sauder estudió sociología y es doctor en ciencias políticas, aunque su verdadera vocación son los OVNIs, el control mental y, en general, todo lo que tenga que ver con los fenómenos paranormales, ámbitos sobre los que opina en programas tan populares como el radiofónico  Coast to coast de George Noory, espacio con más de 4,5 millones de oyentes cada noche.

Precisamente, fue en este programa donde Sauder destapó una de las mayores conspiraciones de la historia de EE UU y, por extensión, del mundo entero. Según detalla en el citado libro, las Fuerzas Armadas norteamericanas –o una división ultrasecreta de las mismas– controlan una vasta red de bases subterráneas diseminadas tanto en el interior del país como bajo la superficie marina, instalaciones de las que Sauder obtuvo planos y fotografías provenientes de sus contactos en empresas contratistas y militares, así como de ciudadanos anónimos que le abordaban al final de las charlas y conferencias que imparte por todo el país.

Buen ejemplo de esto último es el siguiente testimonio extraído de su libro: «Hace un par de años, se me acercó un hombre que había servido en la Marina. Charlamos un rato y cuando mencionó que estuvo destinado en China Lake, mis oídos se agudizaron. Le pregunté si conocía la existencia de una instalación subterránea allí. Contestó afirmativamente y, bajando la voz, me dijo que era inmensa y profunda. Le pregunté si alguna vez había estado en ella y respondió que sí, aunque  no en los niveles más profundos. Me interesé por si conocía la profundidad a la que estaban los niveles más bajos. Él me miró muy serio y dijo con voz casi inaudible: 'Hay que bajar más de kilómetro y medio'».

Tuneladoras propulsadas con energía nuclear, trenes magnéticos que levitan sobre una red de monorraíles que se extiende a lo largo de miles de kilómetros bajo tierra, armas ultramodernas… En esencia, Richard Sauder describe un submundo construido con tecnologías que parecen sacadas de un relato futurista y preparado para ofrecer refugio a una élite gubernamental fuertemente protegida por el Ejército de EE UU, hipótesis que defienden otros investigadores alternativos y personalidades como el político estadounidense Jesse Ventura…

BUSCADORES DE LA VERDAD
Veterano de Vietnam, exluchador profesional y exgobernador de Minnesota, Ventura pertenece a la comunidad de los truthers o «buscadores de la verdad». Surgido a raíz de los atentados del 11-S, este amplísimo grupo de norteamericanos – uno de cada siete estadounidenses no cree en la versión oficial sobre los ataques– vive por y para denunciar toda clase de abusos gubernamentales y conspiraciones, incluida la que según Jesse Ventura se oculta bajo –y sobre– el Aeropuerto Internacional de Denver (DIA), el mayor de EE UU, el segundo del mundo y, en opinión de Ventura, uno de los lugares escogidos por las élites planetarias para refugiarse en caso de una catástrofe global.

Desde su creación en 1980, este gigantesco aeródromo se ha visto envuelto por mil y una polémicas. La primera, porque prácticamente ningún ciudadadano de Colorado entendió la necesidad de construirlo, habida cuenta que el Aeropuerto Internacional de Stapleton, situado a sólo 20 kms del de Denver, cumple sobradamente con su cometido. La segunda, debido a la inversión faraónica que supuso, nada menos que 4,8 mil millones de dólares. En cuanto al resto, las que nos interesan, tienen que ver con que el aeropuerto ocultaría una gigantesca ciudad subterránea, megalópolis que daría cobijo a los amos del mundo antes de despegar hacia algún planeta ignoto. Les resulte o no verosímil, lo cierto es que las instalaciones e iconografía del aeropuerto de Denver son un paraíso para los aficionados a las conspiraciones.

Por ejemplo, antes de que se construyera el actual aeródromo, el paisaje circundante era llano como un plato. Hoy, sin embargo, lo rodean grandes y onduladas colinas, producto de los más de 100 millones de metros cúbicos de tierra que se removieron para cimentar las instalaciones. En opinión de Jesse Ventura, esa cantidad de tierra excede con mucho la necesaria para tal propósito, lo que constituiría una de las principales evidencias de que bajo el aeropuerto está la ciudad subterránea objeto de su denuncia.

En cuanto a la iconografía dentro y fuera del aeródromo, estatuas luciferinas, murales apocalípticos y una cápsula del tiempo sobre cuya placa conmemorativa se grabaron símbolos masónicos (ver recuadro), denotan que quienes diseñaron o financiaron este inquietante conjunto arquitectónico no son gente corriente. ¿Se trata de los Illuminati, como sospechan Ventura y otros buscadores de la verdad? ¿O el hecho de que los símbolos sean tan explícitos descarta a la Orden, discreta por naturaleza, como artífice del aeropuerto? Quizá los Illuminati han decidido que no hay razón para ocultar sus intenciones.

Tanto la supuesta ciudad subterránea de Denver como el resto de instalaciones secretas señaladas por Richard Sauder, reunirían los requisitos para servir a los intereses de un gobierno secreto preparado para, literalmente, decir adiós a la Tierra. ¿Objetivo Marte?

A MARTE ¡EN TRES DÍAS!
Científicos de la Universidad de California en Santa Barbara trabajan para hacer realidad la propulsión fotónica. Ingenieros de la NASA ultiman el EM Drive, un motor sin combustible que impulsará las naves gracias al llamado efecto rebote de microondas. Es ciencia, no ficción… 

«¿Llegaremos a Marte en sólo tres días?». A finales de febrero de 2016, el diario británico Daily Mail publicaba una entrevista con Philip Lubin, físico de la Universidad de California en Santa Barbara, y encabezaba la misma con esta pregunta, en realidad retórica. El profesor Lubin y su equipo están investigando cómo impulsar naves espaciales aprovechando el poder de la luz. Lo llaman propulsión fotónica y, básicamente, consiste en utilizar láseres que permitirán alcanzar velocidades en rango relativista, o sea, relativamente cercanas a la velocidad de la luz.

«Para nosotros, es fácil conseguir velocidades relativistas en el laboratorio. De hecho, lo hacemos constantemente –declaraba Lubin a Daily Mail–. A nivel macroscópico, aviones, automóviles y naves espaciales resultan patéticamente lentos», añadía. No es que Lubin sea arrogante, sino que él y su equipo ya han conseguido aceleraciones de hasta un 25% de la velocidad de la luz. «Podríamos enviar a Marte una sonda de unos 100 kg en muy pocos días. De igual modo, con una nave del tamaño de una lanzadera espacial tardaríamos aproximamente un mes», concluía este conocido físico estadounidense.

Hace tiempo que visionarios como Richard Branson (Virgin Galactic), Elon Musk (SpaceX) y Jeff Bezos (Blue Origin) se frotan las manos con el negocio del turismo espacial. Tan pronto como en 2040, los viajes al Planeta Rojo serán algo casi rutinario. Lo dice el empresario sudafricano Elon Musk, director ejecutivo y CTO de SpaceX, director ejecutivo de Tesla Motors, presidente de SolarCity y mundialmente conocido por ser el artífice de la alternativa privada al Transbordador Espacial, una nave cuya versión mejorada hará posible que viajemos a Marte e incluso a destinos más alejados. Otro visionario, Jeff Bezos, presidente y CEO de Amazon, comparte la ambición de Musk, de ahí que en 2000 fundara Blue Origin, otra compañía privada de vuelos espaciales entre cuyos objetivos están los viajes regulares a Marte. Elon Musk y Jeff Bezos tienen claro que el futuro de nuestra especie está en el cosmos, pero el turismo espacial que ambos proponen no estará al alcance del 99,9% de la humanidad.

SÓLO PARA RICOS
Como recordaba recientemente Kevin Maney, periodista científico de la revista Newsweek, Elon Musk calcula que el billete ordinario para viajar a Marte costará alrededor de 500.000 dólares. Obviamente, aMusk no sólo le parece un precio razonable, sino barato. ¿Barato? ¿Quién puede pagar medio millón de dólares para darse una vuelta por el espacio? La respuesta es simple: «Las compañías que ofrecen viajes espaciales aseguran que desarrollan tecnologías que permitirán a la humanidad sobrevivir en otros planetas. Pero la cuestión es que sólo los más ricos tienen suficiente dinero como para volar a Marte», reflexionaba Maney. Sin embargo, mucho nos tememos que el precio del trayecto al Planeta Rojo sea bastante más elevado que el propuesto por Musk. Por ejemplo, el primer turista espacial de la historia, el magnate y exingeniero de la NASA Dennis Tito, pagó 20 millones de dólares por una breve estancia en la Estación Espacial Internacional, una cantidad que se antoja más realista para cuando los billestes a Marte se pongan a la venta. Llegado ese momento, habrá quien hasta venda su alma con tal de alejarse de la Tierra, un planeta que para entonces, 2040 si no antes, estará muy cerca de su colapso definitivo.

Este artículo fue publicado en AÑO/CERO 209

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