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22/07/2010 (10:57 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

EL MENSAJERO DE LOS SABIOS QUECHUAS

Carlos G. Tutor y Olga CanalsHace más de cuarenta años, unos enigmáticos maestros quechuas le revelaron a Antón Ponce de León conocimientos secretos sobre la cosmovisión andina y le encomendaron una misión: fundar Samana Wasi, un centro en el que acoger a niños abandonados y prepararlos para formar parte de la nueva humanidad que estaría a punto de «nacer».

22/07/2010 (10:57 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
EL MENSAJERO DE LOS SABIOS QUECHUAS
EL MENSAJERO DE LOS SABIOS QUECHUAS
A la Tierra hemos venido a ser felices». Estas palabras, pintadas en amarillo sobre un trozo de madera, dan la bienvenida a todo aquel que llega hasta Samana Wasi. La aparente sencillez de este mensaje hace referencia a las experiencias espirituales y metafísicas que Antón Ponce de León Paiva ha vivido desde que tenía siete años. Su historia comenzó en 1938, cuando su padre lo llevó a una aldea enclavada en las montañas de los Andes peruanos, donde vivía una misteriosa y desconocida comunidad indígena. Allí presenció la muerte del jefe espiritual de la aldea, Yupanqui Puma, y fue testigo de varios fenómenos paranormales. Pudo ver una estrella que realizaba extraños movimientos en el cielo, una cúpula de luz que cubría la choza en la que se encontraban y, más tarde, a su padre flotando en la habitación y conversando con el maestro ya fallecido.

A pesar de que esa experiencia marcó su vida, no fue hasta treinta años después cuando los habitantes de esa aldea contactaron de nuevo con él y lo invitaron a visitar el poblado por segunda vez. Durante los siete días que permaneció allí, tuvo la oportunidad de conocer al nuevo jefe, Nina Soncco, quien le transmitió una serie de enseñanzas sobre la cosmovisión andina. El «anciano» (así es como Antón se refiere a estos sabios o maestros) le habló sobre la importancia de ayudar al prójimo, pues esta clase de acciones «influyen en el crecimiento espiritual personal y colectivo, y es una de las razones de nuestro paso por este efímero mundo». Soncco le sugirió que la misión de su vida podría ser la de fundar un centro para acoger a niños abandonados. «Esta casa de la salud física, psíquica y espiritual deberá estar dedicada al servicio de la gente más necesitada y del menesteroso», le explicó… (Continúa en AÑO/CERO 240).

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