Creencias
27/08/2015 (10:51 CET) Actualizado: 27/08/2015 (10:51 CET)

ENCUENTROS MÍSTICOS EN LA NATURALEZA

A diferencia de otras experiencias espirituales, las acaecidas en contacto con la naturaleza apenas han sido objeto de investigación. ¿Cuál es la trascendencia de las mismas? ¿De qué factores dependen? ¿Qué les sucede a las personas que en un entorno natural protagonizan estados de conciencia de carácter extático y sublime? ¿Cuál la verdadera importancia de esta clase de vivencias para la especie humana? Por Isabela Heraanz

27/08/2015 (10:51 CET) Actualizado: 27/08/2015 (10:51 CET)
ENCUENTROS MÍSTICOS EN LA NATURALEZA
ENCUENTROS MÍSTICOS EN LA NATURALEZA

«Hace un par de años, estando de vacaciones en Cornualles, fui a dar un paseo con mi hermana por la playa. Hacía buen día, el mar, los acantilados y el cielo eran perfectos. Había estado en ese lugar con frecuencia, pero esa vez sentí algo extraño… Mi hermana se alejó, me quedé solo y pareció como si se hubiera parado el tiempo. No podía pensar en nada, sentí como si estuviera 'en otro lugar'. Era parte de algo más grande que me sobrepasaba… Se trataba de una pequeñísima porción de un gran todo. Era consciente de que mis ojos no solo miraban, sino que sentían la belleza de todo lo que había allí para la eternidad». Este relato, descrito por Meg Maxwell y Verena Tschudin en su obra Viendo lo invisible: experiencias religiosas modernas y otras trascendentes (1990), reúne muchas de las características presentes en un tipo de vivencia sublime que han protagonizado un buen puñado personas corrientes. Sin embargo, a diferencia de otras consideradas anómalas, como por ejemplo las experiencias cercanas a la muerte, pocos investigadores modernos las han estudiado en profundidad. Uno de ellos es el británico Paul Marshall, experto en los campos del misticismo y la conciencia, quien ha escrito, entre otras, una obra de culto sobre el tema que nos ocupa: Encuentros místicos con el mundo natural (2005).

ASCETAS Y ECOLOGISTAS
Más allá de conocidos místicos de la naturaleza como William Blake, Henry Thoreau y Walt Whitman, la investigación que hemos llevado a cabo para este reportaje nos ha hecho descubrir a otras figuras clave en el desarrollo de la moderna conciencia medioambiental. Es el caso de la escritora norteamericana Charlene Spretnak (arriba, en la imagen), principal exponente del denominado ecofeminismo. No en vano, su libro Política verde (1984) constituyó el catalizador fundamental para la formación del Partido Verde estadounidense, del que fue cofundadora en el mismo año de publicación de su obra. Décadas después, en 2006, fue incluida entre los «100 ecohéroes de todos los tiempos» por el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno británico.
Spretnak ha sugerido que una forma esencial de experimentar momentos sublimes es permaneciendo en un bosque. Allí debemos observar con cuidado nuestro fluir interno y lo que acontece en el exterior, en completo silencio y con el espíritu alerta. La escritora ha descrito algunos de los instantes inefables que la han convertido en una de las principales pensadoras feministas de nuestra época: «En la vida hay momentos sagrados en los que experimentamos de forma racional y muy directa que la separación, la linde entre nosotros y otras personas y entre nosotros y la naturaleza, es ilusoria. La unidad es la realidad».
Sin duda, la trayectoria vital de Spretnak, tan volcada en la defensa del medioambiente, ha tenido mucho que ver con esos momentos de unidad con la naturaleza. Lo mismo podría decirse del fundador en 1892 del Sierra Club, el primer grupo conservacionista de la historia. Nos estamos refiriendo al naturalista John Muir (1838-1914), cuyos escritos filosóficos sobre la naturaleza, la vida salvaje y la conservación de los grandes espacios ejercieron un notable impacto en la sociedad de su época. Sus experiencias constituyeron para él auténticos éxtasis religiosos en los que se sintió plenamente libre: «Estas montañas benditas están tan repletas de la belleza divina que todo anhelo o experiencia personal se difumina. Todo el cuerpo percibe esa belleza cuando se expone a ella, y siente la luz del sol entrar no solo por los ojos, sino también por toda la carne como calor radiante, produciendo un apasionado y delicioso resplandor extático»… (Continúa en AÑO/CERO 302).
 

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