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01/10/2004 (00:00 CET) Actualizado: 11/03/2024 (10:09 CET)

Saami Los chamanes del norte

Aunque siempre se les ha llamado lapones, ellos se autodenominan saami. Actualmente son unos 70.000, repartidos entre las zonas más nórdicas de Noruega, Suecia, Finlandia y la península rusa de Kola. A este territorio no reconocido oficialmente le dan el nombre de Sapmi o Sameätam. Aquí se asienta este pacífico pueblo de chamanes

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Saami 
Los chamanes del norte
Saami Los chamanes del norte
Se supone que el hábitat original de los saami fue el lago Ladoga. Desde allí se extendieron hacia el área fino-escandinava, al mismo tiempo que se iba retirando el hielo de la glaciación; buscaban mejores condiciones de caza y pesca. Más tarde se asentaron en el norte, empujados por los grupos ugro-fineses. Al contrario que los demás, los saami no eran un pueblo de guerreros; de hecho nunca han estado en guerra con nadie.

Algunos saami se hicieron sedentarios y mantuvieron contacto con los nuevos pueblos e incluso aceptaron sus lenguas como propias, hasta el punto de que con el tiempo llegaron a desaparecer. Otros, los situados más al norte, mantuvieron su identidad y costumbres; son los ancestros de los actuales saami.

En algunas antiguas sagas vikingo-islandesas se cuenta cómo el rey Harald de Noruega favorecía a algunos de sus nobles con el gobierno de una provincia de las montañas del norte; eso llevaba implícito el derecho a comerciar en exclusiva con Laponia e imponer el llamado "tributo lapón", que se cobraba en grandes cantidades de pieles. Así se hizo durante mucho tiempo; el pago de ese tributo les evitó ser atacados y, tal vez, exterminados.

El mundo espiritual
Como en todas las religiones chamánicas, para los saami, cada elemento de la naturaleza tiene su propio espíritu y poder. Especialmente sagrados eran ciertos lagos, árboles, piedras o montañas, a los que se dirigían –a veces por medio de un sacrificio– antes, por ejemplo, de salir de caza.

Los chamanes –llamados noajdde o noaiti– eran fundamentales para el pueblo. El maestro enseñaba ciertas técnicas a sus pupilos, pero la capacidad de curar o predecir sólo la recibían cuando "el espíritu entraba en ellos". Esto no era algo que uno decidiera libremente; era el espíritu el que elegía a la persona que acabaría ejerciendo de mediador entre los hombres, los dioses y los que ya habitaban el Sajvva. Terminada su instrucción, el futuro chamán recibía el tambor ovalado, que sería su principal instrumento y sobre cuyo cuero de reno había figuras y símbolos.

En sus rituales utilizaban el canto, al que acompañaba la percusión del tambor. Gracias a la monótona cadencia que generaban, entraban en trance para abandonar su cuerpo y acceder al "mundo inferior", en donde se encontraban los espíritus a los que consultaban. Para llegar a ellos, utilizaban a modo de mapa del "otro lado" los dibujos del tambor, que se convertían en una suerte de guía.

Los saami acudían a sus chamanes para que les orientaran con las previsiones meteorológicas o en la localización de la caza y, sobre todo, para ser curados de sus enfermenadades, tanto de las físicas como de las espirituales.

La función del noajdde era localizar al espíritu negativo que había provocado esa enfermedad, echarlo fuera del cuerpo y recuperar su equilibrio anterior, lo cual después servía para conocer qué había hecho esa persona antes de sentirse mal para que el ente tuviera fácil su entrada y posterior influencia.

También tenían sus conocimientos astronómicos y su propia manera de denominar a las estrellas y constelaciones. Por ejemplo, a la Vía Láctea la llamaban "Escalera de los Pájaros"; a las estrellas Castor y Pollux las denominaban "Esquiadores", mientras que a la Estrella del Norte se referían como "Pilar del Mundo", ya que es el único elemento del firmamento que se presentaba estático a sus ojos y sobre el cual giran los demás.

El oso pardo era el animal totémico por excelencia; se le atribuían poderes de mediador entre los dioses y los hombres, ya que eran capaces de pensar y de entender el habla humana. Había rituales en los que eran sacrificados y comidos; después enterraban sus huesos de una forma determinada, con objeto de que permaneciesen en la misma posición en la cual se hubiese encontrado el animal de haber fallecido por causas naturales. De ese modo, el espíritu del oso no tomaría represalias contra los hombres.

El cristianismo condenó esta religión, a la que acusó de prácticar la magia y la idolatría. Como consecuencia, los chamanes fueron perseguidos; al fin y al cabo eran los líderes espirituales y si se acababa con su influencia entre la sociedad, la colonización –como así fue– resultaría más sencilla. En realidad, es algo parecido a lo que ocurrió con los druidas de los pueblos celtas. Incluso sus tambores fueron quemados, ya que eran objeto esencial en sus rituales. De estos sólo quedaron setenta, que ahora se exhiben en diversos museos.

Como muchos otros pueblos politeístas cristianizados, los saami mezclaron el cristianismo con su antigua religión hasta entrado el siglo XIX. En 1693, un noajde, se supone que el último –se llamaba Lars Nilsson– fue quemado por persistir en sus funciones de chamán. Poco tiempo antes también fue sentenciado Aikie Aikiesson, de 80 años, aunque este no pudo ser ejecutado, ya que llevó a cabo un "suicidio mágico" cuando lo transportaban al lugar de la ejecución.

La forma tradicional de la vida saami ha hecho que su bagaje cultural resida en las tradiciones orales, concretamente en los joiks o joikus, que de boca en boca y de generación en generación a través de miles de años se convertían en una forma de mantener un recuerdo colectivo que ha llegado a nuestros días. Los joik pueden considerarse como una de las formas más antiguas de canto, relacionadas en el pasado directamente con las prácticas espirituales; ese fue el motivo por el que los misioneros cristianos los prohibieron.

Aunque los joiks –que antes eran usados por los chamanes en sus trances y en sus comunicaciones con los espíritus– también tratan sobre temas de curanderismo y hechicería, pero sobre todo hablan de la naturaleza, de la gente y de los animales. Los textos sólo consisten a veces en unas cuantas sílabas u onomatopeyas ininteligibles que se suceden machaconamente, pero en ocasiones relataban toda una vida. Eran melodías repetitivas, sin embargo, quien cantaba debía traducir en su expresión la emoción que le causaba una determinada escena, con toda la magia que ello conllevaba… o
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