Historia oculta
06/07/2020 (16:00 CET) Actualizado: 08/07/2020 (10:07 CET)

El vampirismo es una enfermedad

Su presencia despierta el terror y la admiración a partes iguales; es ejemplo de erotismo y elegancia, icono de una contradicción: la sangre como elemento que les da «vida» y la muerte de aquellos a quienes se la extraen. Pero esto es lo que dice el mito. Ahora bien, ¿y si el vampirismo fuese una realidad que tiene cura?

06/07/2020 (16:00 CET) Actualizado: 08/07/2020 (10:07 CET)
El vampirismo es una enfermedad
El vampirismo es una enfermedad

Ya lo hemos visto en otras ocasiones. Es habitual que cada cierto tiempo, durante la construcción de alguna autopista o la cimentación de un edificio, se encuentre un cementerio en el que los cadáveres allí enterrados muestran síntomas de haber sido tratados como si fuesen vampiros: las piernas han sido partidas, los miembros permanecen anclados al suelo y generalmente han sido enterrados boca abajo, con la cabeza separada del cuerpo. Hasta ahora se pensaba que el vampirismo era una especie de maldición, o más bien era la responsable de terribles hambrunas y de no menos aterradoras epidemias. Por eso siempre se buscaba al diferente; a la persona que mostraba alguna deficiencia psíquica o física para culparlo de los males que aquejaban a la comunidad. Lo que ocurría después lo podemos imaginar. Pero hay casos en los que la persona acusada mostraba una agresividad extrema; sus ojos parecían salir de las órbitas, expulsaba espuma por la boca y atacaba a todo aquel o aquella que pasase por delante. En estos casos, y especialmente en los países del este de Europa en los siglos XVI, XVII y XVIII, no había duda de que se trataba de vampiros, los hijos del demonio. Pues ahora un reciente estudio ha determinado que, como es razonable suponer, realmente se trataba de enfermos de protoporfiria eritropoyética, una dolencia que se caracteriza por una fotosensibilidad extrema, a tal punto de que los enfermos pueden desarrollar ampollas y graves quemaduras si la exposición a la luz es muy prolongada. No en vano la forma de detectarla, independientemente de lo evidente, es mediante análisis de sangre. En éstos parece un aumento considerable de protoporfirina en el plasma y en los glóbulos rojos. ¿Qué significa esto? Pues que la sangre precisa de transfusiones para bajar dichos niveles ya que uno de los primeros síntomas de esta saturación es la anemia. De ahí que los enfermos en otro tiempo mostrasen debilidad, tez pálida, y llegado el caso, una especial necesidad por consumir el líquido sanguíneo. 

El estudio fue publicado en la revista científica PNASProceedings of the National Academy os Sciences–, y uno de sus autores, del Centro de desórdenes de la sangre Dana-Farber de Boston, Barry Paw, aseguró que «las personas con PPE son crónicamente anémicas, lo que las hace sentir muy cansadas y se ven muy pálidas (…). La sensibilidad de los enfermos a la luz es de tal calibre, que incluso en un día nublado los rayos ultravioleta –que son los causantes de los daños–, pueden provocar hasta la desfiguración de las zonas expuestas. Por tanto no pueden salir de día».

¿Qué se puede lograr ahora que según este estudio se ha detectado la mutación genética que causa la porfiria? Pues ni más ni menos que desarrollar una terapia genética para al fin erradicar la dolencia; dicho de otra forma, curar el vampirismo. De hecho el propio Paw ha asegurado que «aunque los vampiros no son reales, existe una necesidad real de terapias innovadoras para mejorar las vidas de las personas con porfirias».

Ahora bien, ¿son todos los casos de vampirismo explicables desde el punto de vista de la medicina? Si atendemos a casos documentadísimos como la epidemia de Medjeva de la primera mitad del siglo XVIII, la respuesta es no. ¿Qué ocurrió en esta región de la frontera de Serbia?

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